La primera encuesta nacional sobre niños y niñas que trabajan detectó que los menores de 14 ganan 22 pesos mensuales como promedio. Los de hasta 17, cobran 97. El 25 por ciento de los adolescentes que trabajan abandonó la escuela. En las zonas rurales, ese porcentaje sube a 62. Las advertencias de Unicef. El debate […]
La primera encuesta nacional sobre niños y niñas que trabajan detectó que los menores de 14 ganan 22 pesos mensuales como promedio. Los de hasta 17, cobran 97. El 25 por ciento de los adolescentes que trabajan abandonó la escuela. En las zonas rurales, ese porcentaje sube a 62. Las advertencias de Unicef. El debate entre los expertos.
Por primera vez se conoce cuánto ganan los niños y adolescentes que trabajan en el país. En promedio, el monto mensual de la retribución que obtienen chicos y chicas de entre 5 y 13 años alcanza apenas a 22 pesos y entre los que tienen 14 y 17 años, a 97 pesos. La exigua suma que aportan a la economía familiar fue revelada a Página/12 por Unicef y surge de una encuesta realizada por el Ministerio de Trabajo. Por juntar esos pesos, sin embargo, los chicos pagan un costo muy alto: estadísticas oficiales muestran que el 25 por ciento de los adolescentes que trabajan en Argentina abandonó la escuela y ese porcentaje se eleva al 62 por ciento en las zonas rurales.
«En el imaginario social predomina la creencia, sin base empírica, de que el trabajo infantil constituye mayoritariamente una estrategia básica de subsistencia del grupo familiar. Hacer este tipo de generalizaciones constituye un error que suele operar como uno de los elementos prioritarios a la hora de la inercia prevalente para enfrentar el problema. En todo caso, para aquellas ocupaciones que generan ingresos que representan apoyo a la subsistencia familiar, el grado de contribución a la economía del hogar debe considerarse a la hora de establecer sustituciones de ingresos en los programas sociales de inclusión y desarrollo», analizó Elena Duro, oficial de Educación de Unicef, al comentar las exiguas remuneraciones que obtienen los chicos que trabajan en el país: en promedio, 22 pesos los que tienen entre 5 y 13 años, y 97, los de 14 a 17 años. El dato, todavía preliminar, surge de la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (Eanna), un emprendimiento conjunto del Ministerio de Trabajo y el Indec en el marco del Programa «Encuesta y Observatorio de Trabajo Infantil».
La Eanna es el primer relevamiento sobre trabajo infantil del país y se hizo en 2004. Abarcó el Gran Buenos Aires, Mendoza, Jujuy, Salta, Tucumán, Formosa y Chaco. En las provincias se entrevistó tanto a la población urbana cuanto rural y el conjunto de chicos entrevistados representa aproximadamente a la mitad de los niños y adolescentes de 5 a 17 años del país. La Eanna contabilizó que trabaja el 6,5 por ciento de los niños y niñas de 5 a 13 años y el 20 por ciento de los que tienen entre 14 y 17: 193.095 y 263.112, respectivamente. El Ministerio de Trabajo tiene como objetivo inmediato ampliar la cobertura de la Eanna a otras jurisdicciones. «Todavía seguimos procesando los resultados de la encuesta», aclaró a este diario Emilia Roca, que se dedica al análisis de los datos recolectados desde el Observatorio de Trabajo Infantil.
Como la remuneración mensual de los chicos que surge de la Eanna es un promedio, existen actividades laborales más redituables que otras para los chicos. «En algunos hogares ese ingreso es importante. Cuando el trabajo es de orden familiar, en la medida que no reciben una remuneración específica, es difícil determinar cuánto gana cada chico», aclaró Roca. La retribución que se tuvo en cuenta es la que declararon los chicos y adolescentes entrevistados. La titular de la Conaeti advierte que en la encuesta falta contabilizar a los chicos que viven en la calle. «Ellos desarrollan estrategias de supervivencia más redituables», consideró Rey Méndez. Unicef aclara que el dato, aunque sea preliminar, marca una tendencia y es significativo.
Repetir y abandonar
«El análisis de los ingresos que perciben los niños y niñas que trabajan debe enmarcarse en una perspectiva de derechos, y aquí el punto no es cuánto se gana sino cuánto se pierde por trabajar a corta edad», advirtió la oficial de Educación de Unicef.
La Eanna determinó que:
– El 25 por ciento de los adolescentes trabajadores no asiste a la escuela: en las zonas rurales ese porcentaje llega al 62 por ciento y en las ciudades, al 21 por ciento.
– El 10 por ciento de los niños de 5 a 13 años que trabajan en áreas rurales no va a la escuela.
– El 30 por ciento de los niños que trabajan repitieron (es el doble de los que no trabajan).
– El 43 por ciento de los adolescentes trabajadores repitió (entre los que no trabajaron, lo hizo el 26 por ciento).
El fenómeno de la repitencia entre los chicos que trabajan es notable y marca una brecha enorme con sus pares que no trabajan. Entre los niños de 5 a 13 años, repitió «más de una vez» el 12,6 por ciento de los que trabajan contra el 3 por ciento de los que no lo hacen. Y entre los adolescentes, tuvieron ese problema 16,4 por ciento de los trabajadores contra 8,7 por ciento de los que no lo son.
Con estos resultados de la Eanna en sus manos, Duro reflexiona: «La pérdida de capital educativo y la imposibilidad de terminar la escuela básica y media condena a la infancia y a la adolescencia a la pobreza y la exclusión: investigaciones que ponderan los costos del abandono temprano de la educación muestran que a más años de estudio, hay más posibilidades de percibir mayores ingresos. En diversos estudios se establece que quienes completaron la educación media alcanzan el umbral que asegura una alta probabilidad de obtener un salario que les permitirá mantenerse por encima de la línea de pobreza. El trabajo infantil perpetúa la pobreza».
Especialistas consultados por Página/12 objetaron la falta de políticas gubernamentales concretas para evitar el trabajo infantil. «Hay mucha declamación y buenas intenciones, pero poca acción», concluyó Nora Schulman, directora ejecutiva del Comité de Aplicación y Seguimiento de la Convención Internacional de los Derechos del Niño (Casacidn) (ver aparte). «Se avanzó mucho en diagnóstico y en la información sobre el tema, que son aspectos necesarios, pero no suficientes», evaluó Duro. «Estamos muy en deuda», reconoció Victoria Martínez, representante del Ministerio de Justicia en la mesa interministerial convocada por el Gobierno para temas de infancia. La solución pasa «por la generación de trabajo adulto para los padres y la inclusión de los chicos en el sistema educativo», agregó Martínez, directora de Grupos Vulnerables de la Secretaría de Derechos Humanos.
Cementerios
Mientras países latinoamericanos como México y Brasil han logrado reducir el trabajo infantil en la última década, en la Argentina el fenómeno sigue creciendo, admitió a este diario Pilar Rey Méndez, presidenta de la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti). Diez años atrás, «creíamos que éramos un país de prevención del trabajo infantil», comparó la funcionaria. De la mano del aumento de la desocupación y las sucesivas crisis económicas, el problema se multiplicó. Recién hace dos meses, a seis años de la creación de la Conaeti, el organismo consensuó con las provincias un plan nacional para combatir este problema, informó Rey Méndez. Sin embargo, el documento todavía no se difundió públicamente. Página/12 quiso conocerlo pero la funcionaria sólo aceptó mostrar los lineamientos y objetivos generales del plan (ver aparte). Todavía tampoco han tenido acceso a su contenido las ONG dedicadas a la defensa de los derechos de la infancia.
Rey Méndez observó que siguen apareciendo en el país nuevas modalidades de trabajo infantil como el cavado de fosas en cementerios por parte de chicos, que se han sumado a las históricas como el trabajo en fincas, en los hogares, cuidando chiquitos u otras personas; y otras ya arraigadas en el paisaje urbano como la venta ambulante y la recolección de cartones y papeles, entre otras tantas actividades. Otras formas, las peores, se han hecho más visibles como la explotación sexual de niñas y niños en múltiples puntos del país: por ejemplo, cada vez son más los y las que ofrecen sus cuerpitos -apuntó Pilar Méndez- en «las estaciones de servicio a lo largo de la ruta 14 que une el Mercosur».
En Brasil, las tasas de actividad laboral en el grupo de edad de 5 a 9 años disminuyó en un 60 por ciento entre 1992 y 2004, y en un 36 por ciento entre el grupo, más numeroso, de 10 a 17 años, de acuerdo con el último informe de la Organización Internacional del Trabajo. «Voluntad política» y medidas concretas, «particularmente en el ámbito de la reducción de la pobreza y la educación masiva», han sido los motores del descenso del trabajo infantil en Brasil, destaca la OIT.
En Argentina está prohibido que trabaje un niño menor de 14 años. Las ONG preocupadas por la infancia reclaman que se eleve ese piso. En Brasil, es de 16 años y en el resto de la región, de 15.
El problema del trabajo infantil es complejo. Para algunos padres, el inicio temprano en una actividad laboral de parte de sus hijos es el camino para el aprendizaje de un oficio. «Algunos papás valoran que aprendan a clasificar cartones y basura de pequeños, lo consideran como una especie de saber», apuntó Emilia Roca, directora general de Estudios y Estadísticas Laborales del Ministerio de Trabajo, especializada en el tema. En otros casos, los padres llevan los chicos a trabajar con ellos porque no tienen dónde dejarlos. «Si se diera un subsidio a la infancia, habría que acompañarlo por otras medidas como guarderías y políticas que apunten al mantenimiento de los chicos en la escuela», opinó Roca.