Una de las distorsiones que la derecha y su expresión social más representativa, los pititas, han difundido con su característico odio racista por todo el país es que Evo es un «angurriento de poder».
La descalificación se enmarca en una serie de diatribas que han lanzado durante muchos años sobre el líder cocalero. Dicen que «es un pedófilo, un corrupto y un narcotraficante». Como nunca pudieron probar nada de eso, entonces recurren al ridículo argumento de la atribuida «angurria». Para ellos es un tamaño pecado que los humildes e indígenas tengan, nada menos que «angurria de poder». Esa es una calidad que «sólo les corresponde a ellos». Que Tuto, Doria Medina, Mesa, Camacho tengan angurria de poder, pues «no hay nada de malo en eso», pero que un indígena se atreva a tanto, es un verdadero atentado a la razón, más bien, a su razón.
Efectivamente, la razón principal de las clases dominantes es que los oprimidos no aspiren al Poder y por el contrario, la razón principal de los movimientos revolucionarios es justamente conquistar el poder, arrebatárselo a los opresores. El asunto tiene pues profundo contenido ideológico, del que habló con mucha precisión Lenin, en sus principales obras políticas, especialmente aquellas dedicadas a la Revolución.
Por estas razones, las clases dominantes han defenestrado siempre y en todos lados, a los líderes del pueblo. Los peores calificativos han sido lanzados contra quienes, desde los sectores populares, han liderizado las luchas sociales. “Terroristas”, “delincuentes”, asesinos”, etc. han sido los calificativos más comunes contra los líderes de los humildes. Así pues, el odio de clase sólo demuestra quién es el verdadero líder popular. En este caso, mientras más estrellan su odio contra Evo, más lo encumbran como el líder del pueblo boliviano.
Pero bien, esa no es la única revelación que emerge de la acusación de «angurria de Evo». También desnuda en cuerpo y alma a los llamados «renovadores». Ellos repiten siempre las consignas de los pititas, sin percatarse siquiera de las implicaciones ideológicas y políticas que ellas conllevan. Veamos más de cerca este asunto. Se supone que estas personas (los denominados «renovadores») son gente del proceso de cambio, es decir, gente que estaría posicionada en la izquierda. Es en ese contexto que la acusación de «angurria de poder» dirigida a Evo carece de todo sentido. Si vemos a los grandes héroes de las luchas sociales, como el Che Guevara, Ho Chi Min, Fidel Castro, para nombrar solo algunos de los centenares y miles que hay, veremos que ellos han ido más lejos en su búsqueda del poder de lo que ha hecho el compañero Evo, pues han llegado a tomar las armas. Nadie, dentro de la izquierda, los ha llamado «angurrientos de poder», justamente porque sería absurdo. Esto es así porque los líderes de las luchas sociales comprenden una cosa básica: la política no es otra cosa, que la lucha por el poder. Por eso el gran revolucionario chino, Mao Tse Tung, decía, «Salvo el poder, todo es ilusión». En ese marco hay que entender una cosa: por un lado, están las luchas ilegítimas por el poder y, por el otro, las luchas legítimas. ¿Cuáles son las luchas ilegítimas y cuáles las legítimas? Pues las luchas ilegítimas por el poder son aquellas destinadas a beneficiar personalmente a sus promotores o a beneficiar los mezquinos intereses de las clases privilegiadas. Se entiende que esa es la lucha por el poder de la derecha, o dicho en otros términos, la política que lleva adelante la derecha. Las luchas legítimas por el poder, por su lado, son las luchas destinadas a transformar la injusta sociedad capitalista en beneficio de las grandes mayorías populares. Esa es la política del socialismo y de las izquierdas en general. Ahora bien, una vez que se obtiene esta claridad sobre la política que, repetimos, no es otra cosa que la lucha por el poder en la sociedad, cabe preguntarnos ¿la lucha de Evo por el poder, es una lucha mezquina por un mísero interés personal, como siempre lo ha dicho la derecha o es una lucha en beneficio de la población más humilde, como lo hemos afirmado los que defendemos el proceso de cambio? Para defender la tesis de la derecha que insiste en ver un interés personal en la lucha de Evo, tendríamos que renegar de todos los logros del proceso de cambio. Todo lo que defendimos durante los 14 años del gobierno de Evo sería echado por la borda. En ese caso, evidentemente se ha cambiado la concepción respecto al proceso y consiguientemente se ha traspasado el umbral o mejor, el abismo, que separa los intereses generales del pueblo con los intereses de las clases dominantes. Ahí está la razón básica por la que afirmamos que los «renovadores» se han convertido en una fuerza de derecha.
Por el contrario, para todos los que nos adscribimos genuinamente al proceso de cambio, los logros en el gobierno de 14 años del compañero Evo constituyen verdaderos hitos en la lucha por una Bolivia mejor, de ahí que la lucha por el poder de Evo y de quienes defendemos ese proceso de cambio es una lucha legítima. Así de claro y simple es este problema.
Finalmente, más allá del análisis político, la descalificación a la persona del compañero Evo es realmente deshonesta. Tenemos ante nosotros al hombre que gobernó Bolivia durante 14 años, más que ningún otro en la historia de este país. En ese marco, manejó los recursos económicos más grandes que ha tenido gobierno alguno a lo largo de los dos siglos de existencia del país, eso se demuestra fácilmente con el crecimiento del PIB y del TGN en ese período. Después de eso, con una humildad y sencillez increíble, vuelve al lugar de donde inició su lucha política como dirigente sindical y se reconstituye en un pequeño productor agrícola. Eso demuestra irrefutablemente que nunca utilizó el poder con fines de interés personal, puesto que, de haberlo hecho, estaría gozando de millones de dólares robados al erario público en el extranjero. Por eso es que acusarlo de angurria de poder por interés personal es una deshonestidad sin límites. Cuando lo hace la derecha, no es de extrañar, pues uno de sus objetivos políticos principales es denostar a los líderes sociales, pero cuando lo hacen quienes se consideran adherentes del proceso de cambio, revelan su completa pérdida de brújula que los lleva inevitablemente a posicionarse en la derecha.
Esas son las implicaciones políticas e ideológicas de la ridícula acusación a Evo de ser un «angurriento de poder».
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