Una fuerza telúrica ha llegado al gobierno en Bolivia. Como un río salido de cauce, la victoria electoral del candidato del Movimiento al Socialismo, Evo Morales, desbordó los pronósticos y expectativas más optimistas. Morales obtuvo cómodamente más del cincuenta por ciento de los votos, un hecho único en el país andino en los últimos cincuenta […]
Una fuerza telúrica ha llegado al gobierno en Bolivia. Como un río salido de cauce, la victoria electoral del candidato del Movimiento al Socialismo, Evo Morales, desbordó los pronósticos y expectativas más optimistas. Morales obtuvo cómodamente más del cincuenta por ciento de los votos, un hecho único en el país andino en los últimos cincuenta años, y barrió a los partidos tradicionales de la oligarquía, aunque no alcanzó mayoría absoluta en el parlamento y esto puede darle dolores de cabeza.
Pero la avalancha popular que lo llevó al gobierno y la gran capacidad de convocatoria demostrada le otorgan un aval con el que puede plantar cara a las transnacionales y buscar puntos en común con los sectores de la burguesía local interesados en el mercado interno. En todo caso, el heterogéneo y vigoroso movimiento popular boliviano ha dado una prueba brillante de su determinación y de la unidad de sus bases, que en muchos casos se colocaron por encima de las diferencias de sus líderes con el MAS, conscientes de la necesidad de conseguir una victoria política rotunda sobre la oligarquía y el imperialismo estadunidense.
Y la victoria fue más rotunda porque se tejió con la confluencia de muchas luchas de los de abajo, que incluyeron el derribo de dos presidentes neoliberales, a lo largo de los últimos 6 años, aunque sus antecedentes se remonten muy atrás en la historia boliviana. Los pueblos indios, los mestizos del campo y la ciudad, los obreros -con sus bravos destacamentos mineros- han peleado siempre por la soberanía, la autodeterminación, el derecho al disfrute de las riquezas naturales y del patrimonio de la nación. Más recientemente a estos objetivos se han sumado la oposición a las políticas neoliberales, que desmantelaron conquistas históricas del pueblo boliviano, y la brega por los derechos de la mayoritaria población indígena al territorio, la autonomía y la identidad diferente dentro de un Estado democrático, popular y multicultural que reemplace al oligárquico, colonialista y racista impuesto por el liberalismo decimonónico más reaccionario. Este nuevo Estado es el que el debe surgir de una amplia consulta a partir de la Asamblea Constituyente, a celebrarse dentro de unos meses.
La victoria del MAS abre el camino para la entrada de Bolivia al MERCOSUR y su participación junto a Venezuela y Cuba en empeños mayores de integración latinoamericana y caribeña y produce un vuelco en la región a favor de las fuerzas que resisten las políticas del llamado Consenso de Washington. A la vez, coloca a los bolivianos, como nunca antes en su historia, en condiciones de decidir su propio destino. El segundo país más pobre de América Latina después de Haití podría ahora potenciar el uso en función del desarrollo económico y el bienestar nacional de sus ubérrimos recursos naturales: gas, petróleo, cuencas hidráulicas, biodiversidad. Este caudal es la palanca que permitiría el impulso a ambiciosos planes educacionales, de salud y de edificación de infraestructura bajo rectoría estatal, sin necesariamente excluir la inversión privada.
El resultado electoral del MAS muestra una correlación de fuerzas favorable para codificar en la Asamblea Constituyente esas aspiraciones por las que tanto ha luchado el pueblo boliviano. Pero la división en el movimiento popular, donde personalidades como Felipe Quispe y el dirigente de la Confederación Obrera Boliviana(COB), Jorge Solares, mantienen posiciones ultras de infantilismo revolucionario pueden dar al traste con el importantísimo proceso de cambios sociales en marcha en Bolivia. Esta división puede llegar a ser más peligrosa aún que los ataques de la oligarquía y su amo estadunidense, ahora agazapados a la espera del momento propicio para desplegar sus baterías contra el pueblo hecho gobierno. Existen otros muchos peligros, como las intenciones separatistas de la burguesía en los departamentos de Santa Cruz y Tarija, el contencioso con Chile por la mediterraneidad boliviana y la solución que se dé a las inversiones de la empresa brasileña PETROBRAS, que pueden ser utilizados por Washington y sus sirvientes locales para crearle conflictos al gobierno de Morales, pero no existe peligro que no pueda ser vencido si el MAS y los destacamentos importantes del movimiento popular se mantienen firmemente unidos en torno a las que han sido sus demandas fundamentales.