Desde Manuel Belgrano a John Keynes, la clave hay que buscarla en el mercado interno.
Un trabajo de John M. Keynes, fue publicado en el Volumen Nº 2 de: “El Trimestre Económico”, en México en 1934, asevera: “Un creciente abastecimiento nacional debe considerarse, no como un ideal en sí mismo, sino como un medio de crear un ambiente en el cual pueden perseguirse a salvo y convenientemente, otros ideales”.
“La Nación, en su conjunto, será seguramente más rica si se emplea a los hombres y a las máquinas para construir casas muy necesarias, que si se les sostiene en la ociosidad. El pensamiento está de tal manera obscurecido por cálculos falsos que desconfían de conclusiones que deberían ser obvias, porque descansan en un sistema de contabilidad financiera que despierta dudas sobre si tal operación es rentable”.
Ese principio de rentabilidad en base al interés compuesto es el que le hace afirmar: “Los mercados [1] pueden mantener su irracionalidad más tiempo del que una persona o una sociedad puede mantener su solvencia”. Es una crítica directa a la lógica mercantil que excluye contemplar el nivel de vida de la población.
Es más, aún antes que Keynes lo había formulado en estas pampas Manuel Belgrano, cuando en el Correo de Comercio del 6 de abril de 1811 sostuvo que “La Nación China está dando a todas las del mundo conocido un ejemplo constante de lo que es el comercio interior auxiliado; no hay país más poblado que el que habita, ni nación más poderosa en el orbe: todas las que se llaman cultas van en busca de sus efectos. Llevándole la plata acuñada, principalmente la nuestra, para aumentar su grandeza, ostentación y lujo, su comercio interno es inmenso, y el externo es insignificante respecto de la extensión del Imperio y el número de sus habitantes”.
La Argentina desde 1943 y hasta nuestros días lo ha demostrado siempre: el país crece y distribuye el ingreso sostenidamente si crece el consumo interno y, al revés, cuando se basa en el comercio externo, se frena y/o decrece la actividad, se excluyen partes importantes de la población, acumula riqueza una minoría y esa minoría fuga capitales.
El comercio externo propicia un modelo extractivista, agropecuario-exportador donde se prioriza la obtención de divisas, divisas que por otra parte se fugan y hasta se endeuda al país para poder convertir la parte de las ganancias que obtienen en pesos en dólares, con lo que no solamente beneficia a los sectores más ricos sino que deja la deuda como hipoteca y condicionante de la economía nacional en su presente y su futuro.
Fue la política de endeudamiento propiciada por el gobierno de Cambiemos, que continuó por otros medios la actual administración, donde no solo se fugó gran parte del superávit comercial obtenido hasta el 30 de junio de 2022 que superó los 31.000 millones de dólares y solamente se emplearon 8.200 millones de dólares para pagar intereses de la deuda externa, sino que ese pago de intereses es sobre una deuda que no se investigó.
El BCRA financió la fuga de capitales y la AFIP no investigó quiénes fueron los que compraron los 86.200 millones de dólares durante la gestión de Cambiemos. Esto es de una gravedad extrema, porque se está permitiendo convalidar la fuga y a la vez, se está pagando la totalidad de la misma con el presupuesto nacional, a costa de menores haberes a los jubilados y pensionados, menor obra pública, menor asistencia a la población incluidas las limitaciones de los subsidios a la energía y al transporte.
La política económica
Cuando la (ex) ministra de Economía Silvina Batakis viajó a los Estados Unidos, la primera entrevista que tuvo fue con David Lipton y otros funcionarios del Tesoro. Lipton era el segundo (el cargo es Primer Subdirector Gerente) de Christine Lagarde en el FMI cuando se le prestó al gobierno de Mauricio Macri la mayor suma que recibió país alguno de ese organismo internacional en toda su historia.
La entrevista fue amable pero la ministra argentina se mostró firme en que no se necesitaba devaluar, que con el tipo de cambio oficial (ese día de $ 135 por dólar) se proyectaba el récord de exportaciones de más de 90.000 millones de dólares para el año y que superaría a las importaciones en más de 15.000 millones.
Lipton no contestó, pero la presión del FMI para que se devalúe nuestra moneda no es solo para garantizar un mayor superávit comercial, sino para que al Estado le cueste pagar más por cada dólar y, de esa manera, se acreciente la dependencia y la necesidad de solicitar waivers y otros acuerdos con el organismo acreedor.
Y allí viene el objetivo último, que paguemos con nuestros recursos naturales, con el petróleo que van a sacar de San Carlos-Mendoza por más que el pueblo de ese lugar se opuso tenazmente; con el hierro y la plata del Gastre en Chubut; con el oro y el cobre de Famatina y Agua Rica; con el gas de la plataforma submarina y a 307 kilómetros de la costa marplatense.
La devaluación es a la vez objetivo de los grandes productores, acopiadores, y comercializadores de alimentos y de materias primas, como de los que fugaron divisas, que pretenden que se le dé más poder adquisitivo (más pesos) por cada dólar que ingresan al sistema legal argentino. Si no, no lo hacen.
La devaluación significa una transferencia de ingresos de los asalariados, jubilados, pensionados, planes sociales y todos los que perciben por su labor (presente o pasada) y venta en pesos, y la misma es mayor cuanto mayor es el porcentaje de la devaluación. El traslado a los precios es porque son las mismas empresas que exportan las que tienen mercado cautivo en la Argentina.
Por ejemplo, la botella de litro y medio de aceite de girasol, que se siembra, cosecha, prensa y envasa en la Argentina, viaja 10.000 kilómetros a Europa, para venderse en Madrid a 2,48 euros. Por la paridad al 29 de julio de 2022 y dado que funciona como techo de los precios internos, debería venderse en la Argentina a $ 335; sin embargo no se consigue en los supermercados locales por menos de $ 470, por lo que las empresas del sector ya descontaban una depreciación del peso del orden del 40%.
El Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación publica un salario promedio mensual de los trabajadores registrados, denominado RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables). E
l último dato, de junio de 2022, es de141.289,40 pesos que, convertido en dólares sería de unos 1.086 por mes en esa moneda. En noviembre de 2015 el RIPTE era de 15.800 pesos por mes con un tipo de cambio de 9,06 por dólar, que significaba 1.743 dólares. Una devaluación del 40% [2] reduciría el RIPTE al equivalente de 750 dólares, con una caída del 43% de los salarios.
La pobreza ronda el 40% del PIB, en un país que tiene el tercer PIB de América Latina pero es el cuarto entre los más pobres, a pesar de que produce 160 millones de toneladas de granos al año.Obviamente que la devaluación se traslada rápidamente a los precios y no se frena la misma adoptando medidas de ajuste que son recesivas del nivel de actividad y que solo generan más desempleo y baja del salario real.
La inflación la defiende el Fondo Monetario Internacional que publicó en junio 2022 sus recomendaciones ante la crisis y la ola inflacionaria actual, advirtiendo que es un error que los gobiernos intenten limitar el aumento global de los precios a escala nacional, ya sea mediante bajadas impositivas, topes o subsidios directos sobre determinados productos. “Estas medidas crean distorsiones en los precios relativos, presiones extra sobre las finanzas públicas y maquillan la realidad económica”.
Por el contrario, “deberían permitir que los altos precios globales se trasladen a las economías nacionales mientras se protege a los hogares vulnerables afectados por los aumentos”, lo cual —apuntó el FMI—, es “menos costoso que mantener los precios artificialmente bajos para todos, independientemente de su capacidad de pago”.
Su receta tiene tres ingredientes:
- No poner topes a los precios
- Ayudas directas y transitorias únicamente para grupos vulnerables y hogares de bajos ingresos
- Evitar reducciones generales de impuestos dada la pérdida recaudatoria que ocasionarían.
En relación a los precios de la energía, por ejemplo, el FMI propone “combinar la información sobre los ingresos de los hogares con la información sobre las facturas de los servicios públicos” y “ofrecer descuentos a quienes se encuentran por debajo de un cierto umbral de ingresos”, de allí la segmentación que instrumenta el gobierno de Alberto Fernández.
Qué hacer
Devaluar nuestra moneda y seguir las recomendaciones del FMI implica el modelo diseñado por los acreedores que beneficia al 2% de la población y extiende a lo sumo a un tercio de la misma, excluyendo a las dos terceras partes de los habitantes que, según el último censo estima en 47.000.000 de ciudadanos (o sea margina y excluye a 31.333.000 argentinos).
Es obvio lo irracional y violento de la propuesta. ¿Cómo hace un padre que no le puede comprar una fruta o un útil a su hijo ni pensar en los medicamentos si se enferma? El modelo de exclusión genera violencia social irremediablemente y tiene culpables.
No se investigó ni se investiga la deuda externa contraída por el gobierno neoliberal de Cambiemos, el Banco Central (BCRA) dilapidó 31.000 millones de dólares, el Ministerio de Transporte sigue adelante con la privatización del Río Paraná para usufructo de las grandes empresas de la alimentación, del acero y de los automóviles.
Y, en cambio, se propicia la lógica del capital del interés compuesto que genera los niveles de pobreza y de hambre en la Argentina exportadora, cuando se debería impulsar el consumo y la inversión interna, el trabajo y la producción nacional.
Podrán seguir argumentando que no se puede hacer otra cosa, lo hemos escuchado infinitas veces, pero los pueblos se cansan de la mentira y del engaño.
Notas
[1] Keynes dice textualmente “the markets” (los mercados) no “the politics” con los que traducen mal a sabiendas, quienes maliciosamente quieren decir otra cosa. Y lo que Keynes asevera es que la lógica de ganancia de los mercados va en contra de la lógica económica y social
[2] Ya sea porque devalúa directamente un 40% o, puede devaluar más y dar compensaciones al trabajo, a los planes sociales, etc. pero esas compensaciones (aumentos) es menor en términos reales en un 40% que la devaluación de nuestra moneda
Horacio Rovelli. Licenciado en Economía, profesor de Política Económica y de Instituciones Monetarias e Integración Financiera Regional en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA). Fue Director Nacional de Programación Macroeconómica. Analista senior asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).
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