A todo cerdo le llega su San Valentín. Con este moderno refrán invoco a veces al enamorado santo con la ilusión de que algún día atrape y fulmine a tanto guarro salvaje que utiliza su nombre y sus bellas artes en vano. Mis plegarias tienen poco éxito, la verdad. Visto lo visto, el volumen y […]
A todo cerdo le llega su San Valentín. Con este moderno refrán invoco a veces al enamorado santo con la ilusión de que algún día atrape y fulmine a tanto guarro salvaje que utiliza su nombre y sus bellas artes en vano. Mis plegarias tienen poco éxito, la verdad. Visto lo visto, el volumen y ensañamiento de la piara de indeseables, deberíamos consagrar y ascender a los altares con urgencia y plenos poderes a San Valentín El Justiciero.
No exagero ni medio estribillo. Si aún tienes dudas sobre quién manda, sus oscuras intenciones, canta conmigo… «Si te vuelvo a ver pintar un corazón de tiza en la pared, te voy a dar una paliza por haber escrito mi nombre dentro». Superventas de ayer o de hace un rato… «Sin ti no soy nada». La música enrolla aunque la letra no acompaña. La mayoría de las canciones discriminan a las mujeres, según un estudio de la Confederación de Consumidores y Usuarios sobre los 30 temas musicales más escuchados en 2004. Sólo un dato: El 42% de los grandes éxitos analizados transmite una imagen pasiva de la mujer, sin capacidades ni valores, como un simple objeto. La esclava del señor, un amor a pedir de boca.
Dime qué cantas y te diré cómo amas. Toca reinventar el cancionero, recuperar viejos y olvidados sonidos, como hace el poeta Oliverio Girondo. «De repente el vigilante de la esquina detiene de un golpe de batuta todos los estremecimientos de la ciudad, para que se oiga en un solo susurro, el susurro de todos los senos al rozarse». Calla y escucha. El amor se declara también en silencio.