Tras rescatar de la historia episodios que muestran la querencia por la autarquía de los porteños, el autor explica el triunfo del político que, más allá de su perfil derechista, mejor representa la autonomía de Buenos Aires respecto al poder central argentino El derechista Mauricio Macri arrasó en las elecciones al Gobierno de la capital […]
Tras rescatar de la historia episodios que muestran la querencia por la autarquía de los porteños, el autor explica el triunfo del político que, más allá de su perfil derechista, mejor representa la autonomía de Buenos Aires respecto al poder central argentino El derechista Mauricio Macri arrasó en las elecciones al Gobierno de la capital argentina. Los porteños hicieron gala de su autarquía del poder central, dominado por el kirchnerismo, y encumbraron a Macri como jefe de la oposición.
Mauricio Macri, ex presidente del club Boca Juniors y líder de Pro -una fuerza de derechas liberal que aglutina independientes, desencantados de los partidos tradicionales y dirigentes provenientes del sector privado- ganó el domingo la primera vuelta electoral para la Jefatura de Gobierno de la capital argentina, cuyo cargo ocupa desde 2007 y aspira ahora a ser reelegido, tras titubear sin éxito con lanzarse a disputarle la presidencia a Cristina Kirchner.
Y es al candidato de la presidenta a quien Macri venció en forma casi bochornosa. Sacudió por 47,09% contra 27,78% al senador kirchnerista Daniel Filmus, que pasará a la segunda vuelta ya que ninguno superó el 50%. Relegado a un tercer lugar quedó el candidato de la izquierda, el cineasta Fernando Pino Solanas, con el 12,82%.
Una ciudad que se ve a sí misma como progresista sorprendió a todos otorgándole a Macri un triunfo aún más holgado que el que obtuvo en 2007 (45%). Que tras cuatro años de gestión con tropiezos y desaciertos, con varios conflictos sociales desatados en su contra y más de un tercio del electorado que lo desprecia, Macri tenga prácticamente asegurado el triunfo en el ballotage gracias al abismo que lo separa en votos con Filmus, es un enigma para el que muchos buscan respuesta.
Es la autonomía, estúpido
En 1996, la ciudad sin gentilicio (quienes viven en Buenos Aires son llamados porteños en referencia al pujante puerto que la transformó en la principal ciudad argentina) obtuvo su autonomía con respecto al poder central. Hasta ese momento, y por casi un siglo y medio, al alcalde de la capital lo designaba el presidente argentino.
Esa independencia del poder central fue cobrando conciencia y puesta de manifiesto aún más cuando les disgusta el inquilino de la Casa Rosada. Y aunque Cristina Kirchner lidere los sondeos para las presidenciales, más de la mitad de los porteños no tiene pensado votarla.
Pero fue la forma en que se presentó Filmus lo que a muchos les pareció prácticamente una intervención nacional en la ciudad autónoma. La presidenta decidió el último día legal posible que el senador fuera el bendecido por su dedo para batir a Macri, desgastándolo en una interna con otros precandidatos. También le decidió el compañero de fórmula (un ministro de su gobierno) y le armó su lista de postulantes a legisladores.
Hasta en su propio discurso de lanzamiento quedó Filmus tristemente opacado, al ver interrumpida intempestivamente su alocución sólo porque entró la Presidenta en el escenario, humillación que para peor fue transmitida en vivo. Viejos resquemores del fallecido ex presidente Néstor Kirchner (y que continúan con Cristina) explicarían este desdén que no hizo más que resaltar la poca libertad de acción del candidato con respecto a su jefa política.
Otro elemento fue el sistemático embate contra Macri desde el Ejecutivo nacional. Escatimándole fondos, acosándolo desde sus medios afines y negándole hasta entrevistarse con ellos, los Kirchner lo ubicaron como el contrincante perfecto por ser Macri claramente de derecha y ser hijo de un empresario vinculado al ex presidente Carlos Menem. La ofensiva contra el alcalde porteño rendía al relato que buscaban construir, para ubicarse objetivamente en el campo progresista en función también del adversario elegido.
La estrategia fue un boomerang. El exacerbado ataque a Macri, persistente durante los tres años y medio que compartió con la presidenta, y aprovechado por éste para victimizarse, resultó en que la opinión pública reaccionara en forma defensiva para demostrar que ante el intento hegemónico del poder central defenderían su derecho a elegir a su jefe de Gobierno, un outsider de la política con un discurso superficial y desideologizado.
Con la mira en 2015
Sin proponérselo, los porteños le regalaron un batacazo electoral a Macri que le servirá como plataforma para alcanzar su objetivo final: la presidencia argentina.
En abril pasado decidió que no era el momento y privilegió renovar su mandato en Buenos Aires, lo que resultó un reconocimiento de que sus principales falencias aún no fueron superadas: pasar de ser un partido político de raigambre local a uno nacional (de hecho no tiene candidato presidencial para octubre), y cambiar su perfil de derechas por uno más social y ameno al votante de centro.
Tres candidatos presidenciales para suceder a Kirchner ya comenzaron a elogiar a Macri y buscan sacar tajada de su segura victoria en la segunda vuelta del 31 de julio. La lluvia de votos y el respaldo del mayor multimedio argentino (el grupo Clarín) lo catapultaron ya como el firme candidato presidencial en 2015, especialmente entre la derecha y los peronistas desencantados con el kirchnerismo.
Con esa prenda en la mira, Macri comenzó a moderar su discurso y a llamar a la conciliación en la crispada política argentina. En campaña evitó fustigar a los adversarios y no hizo actos masivos, sino pequeñas apariciones en la vía pública para hablar cara a cara con los porteños.
Su principal fortaleza durante su gestión fue la audacia para avanzar en temas en los que el progresismo que gobernó antes Buenos Aires nunca se animó, como conformar una fuerza policial propia independiente de la federal (dirigida por la Casa Rosada) y la descentralización del poder porteño en comunas.
A pesar de ser acusado por la oposición por ser de una derecha privatizadora, buscó un perfil desvinculado a estereotipos haciendo hincapié en la gestión, lo que lo llevó a veces a un populismo vecinalista que prendió en los sectores populares que residen en el sur de la ciudad.
Uno de sus puntos más flacos fue el desconocimiento que mostró en algunas decisiones de gestión, como no saber responder por qué vetó ciertas leyes, o el nombramiento en ministerios de algunos personajes reaccionarios o con dudoso prontuario.
Pero tal vez lo más grave fue la crisis edilicia en las escuelas porteñas, que reveló la subejecución del presupuesto destinado a educación, en una ciudad que hace de la educación pública y gratuita una religión que la distinguió siempre en América Latina. Sus adversarios ni recordaron este hecho al votante.
Macri tenía cosas para mostrar y otras tantas para esconder. Y supo hacerlo muy bien. Su adversario principal quedó en la crítica superficial, repleta de eslóganes y faltante de propuestas concretas. Y Solanas, el candidato más sólido, padeció la polarización y no logró cautivar al votante menos politizado. La elección, una vez más, no la ganará el mejor candidato, sino el más inteligente.
Fuente: http://www.gara.net/paperezkoa/20110716/279211/es/La-Buenos-Aires-autonoma-catapulta-lider-derecha