Una de las joyas dentro del trotskismo latinoamericano es la distinción entre táctica y estrategia introducida por Nahuel Moreno: «la estrategia tiene que ver con el objetivo […] y las tácticas son los distintos medios para lograr ese objetivo». Tomada del pensamiento militar, esta distinción es útil tanto para trazar nuestras acciones políticas como para […]
Una de las joyas dentro del trotskismo latinoamericano es la distinción entre táctica y estrategia introducida por Nahuel Moreno: «la estrategia tiene que ver con el objetivo […] y las tácticas son los distintos medios para lograr ese objetivo». Tomada del pensamiento militar, esta distinción es útil tanto para trazar nuestras acciones políticas como para interpretar las de nuestros enemigos. Por supuesto, una y otra dependen del contexto.
Peña Nieto ha desatado en 2013 una ofensiva neoliberal como no se veía en México desde Carlos Salinas. Ha impulsado en menos de un año, una reforma laboral, una «educativa» (que en realidad es la extensión de la laboral dentro del sistema educativo), otra energética y por último, una hacendaria. Es decir, como ha notado el analista socialdemócrata José Antonio Crespo, el equipo de Peña ha desatado un blietzkrieg , una guerra relámpago en varios frentes.
Desde una perspectiva general, la parte de la sociedad más dañada por la guerra Peñista, son las clases populares. Pero ellas están atomizadas, con sólo algunos sectores organizados. Por eso la reforma laboral pasó sin problemas, pero no así la educativa que encontró resistencia. ¿Cuál fue la diferencia? A diferencia del primer caso, en el segundo había una organización independiente, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Desde la aniquilación del Sindicato Mexicano de Electricistas, la CNTE es el gremio independiente más importante y numeroso del país. Por ello está y seguirá en la mira. Los maestros son un peligroso ejemplo para otros trabajadores. La burguesía mexicana se orgasmea soñando con su exterminio.
En este contexto global, donde las clases populares están a la defensiva y con el reto de remontar su atomización (lo cual ha empezado a ocurrir con las policías comunitarias al sur de México), un objetivo estratégico debe ser «preservar a la CNTE». En función de esa definición, las marchas y paros son tácticos. Ahora que el magisterio democrático tuvo un triunfo parcial, al lograr la eliminación de los aspectos más lesivos del primer proyecto de Ley del Servicio Profesional Docente, le conviene declarar el fin del «primer round». Esto es, levantar el plantón y el paro, y hacer un repliegue para acumular más fuerzas para próximos rounds -que los habrá sin duda.
¿Por qué es correcto hablar de un «triunfo parcial» y no de una «derrota parcial»? Ambos términos son subjetivos, y por lo mismo relacionados con estados anímicos. Mientras en este ámbito el Pacto por México (esa coalición PRI-PAN-PRD dirigida por Peña Nieto) esperaba ganar todo, perdió algo; por su parte, la CNTE obtuvo algo luego de iniciar su resistencia con las manos vacías.
Ahora el reto es hacer un buen repliegue, en donde los maestros vuelvan a las aulas a continuar la actividad política. Urge, como ya se ha dicho, sumar a los padres de familia a la lucha, pero para hacerlo la CNTE deberá sumar reivindicaciones «generales» y no solo «particulares» de los derechos laborales magisteriales. Está en el interés del magisterio democrático detener la ofensiva neoliberal de Peña, contra la cual debería agitar animando la organización de otros trabajadores y campesinos.
El riesgo de no levantar a tiempo el plantón en el Zócalo y el paro en partes de los estados, es justo que el round termine en una derrota. No sólo por la dura (y evitable) represión que habrá en el plantón, sino por el riesgo de que más escuelas sean arrebatadas al magisterio democrático en huelga, como ya ha ocurrido en partes de Oaxaca a manos de la mercenaria Sección 59 del SNTE, con el aplauso de una minoría significativa de padres de familia. Como canta Juan Gabriel («Juanga»): «¿Pero qué necesidad?» La CNTE merece quedarse con una victoria en este round.
En cuanto a la reforma hacendaria de Peña, sorprende por su audacia. Y es que es una reforma bien pensada, en tanto que busca cubrir el hoyo presupuestal que dejará la privatización de PEMEX sin enfrentarse (más) a las clases populares. Por eso le pasa la factura a las clases altas, en vez de las bajas, perdonándoles a estas últimas el IVA en alimentos y medicinas. Es decir, el interés estratégico del equipo de Peña es abrir el petróleo mexicano a los privados, y en relación a eso la reforma hacendaria es táctica, la cual ajustó en vista de la revuelta magisterial. Con este ajuste Peña eliminó el riesgo de escalar una lucha «particular» en una «general». La CNTE también debe ajustar.
Hay que insistir, el levantamiento de la huelga no debe organizarse como una vuelta a la calma, sino como una reanudación de la lucha a nivel comunitario. El magisterio democrático puede (y debería) convertirse en uno de los ejes contra la privatización de PEMEX. Mientras López Obrador ofrece su liderazgo dictatorial sobre esa lucha, la CNTE podría abrir espacios democráticos.
Es crucial que la CNTE cierre este round a su favor. La necesitamos animada y viva para lo que viene
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