Aquel que no tenga sueñoscorre el riesgo de tener dueños. Poemiga, L.E.A Conversar con Luis Eduardo Aute suele convertirse en una necesidad. El recuerdo de aquel primer texto que le escuchamos viene a la memoria cuando en plena tertulia pasan ante nuestros ojos un inmenso cúmulo de imágenes mezcladas entre dioses, rostros inconclusos ―suyos o […]
Aquel que no tenga sueños
corre el riesgo de tener dueños.
Poemiga, L.E.A
Conversar con Luis Eduardo Aute suele convertirse en una necesidad. El recuerdo de aquel primer texto que le escuchamos viene a la memoria cuando en plena tertulia pasan ante nuestros ojos un inmenso cúmulo de imágenes mezcladas entre dioses, rostros inconclusos ―suyos o ajenos―, manos, mujeres, senos y sexos húmedos, gotas de vida, de dolor y también de muerte. Escucharle, permite alistarnos para siempre en ese otro grupo de humanos que desangra la vida, le exprime el jugo y la savia necesarias para hacer de cada día una creación. Porque uno simplemente está con Aute o no lo está. Lleva en su viaje de «girasol disidente que no se mueve, que dice que no, que no le da la gana de hacer lo que hacen los demás», la pérdida de cierta candidez donde el pensamiento no pueda nunca tomar asiento y «ponerlo todo en duda, incluso esto que acabo de decir».
Uno se siente con cierto grado de beldad, de esperanza y hasta cree poseer el poquitín que nos pide Silvio para ser mejores, cuando escucha a este hombre, con y sin guitarra, hablar de la invasión a Iraq como una «guerra obscena». Aclamar que «con ese dinero se podría haber solucionado varias veces el hambre en el mundo». Porque «la única guerra que se debe librar en el planeta es contra el hambre». Sentenciar que «quisiera ver a Bush, a Blair, a Aznar y a todos sus secuaces sentados en un banquillo internacional y acusados como genocidas… ¡y que los manden a Guantánamo!». Abrazar, como un cubano más, el inevitable deseo de «ver libre a Guantánamo de bases militares». Y culminar ironizando que «lo que más le jode al Tío Sam es que su nombre rime con Sadam, Islam e Imán».
Así es este buscador de bellezas, transparente, como le descubren sus respuestas.
Lleno aún con el polvo mítico del aplauso, donde hacía solo unos instantes terminaba su segundo concierto en La Habana para presentar su nuevo CD Auterretratos Vol. I y comenzar su gira por Latinoamérica, nos regaló un pedazo de noche. Allí también recordamos a John cuando decía que «la vida es aquello que pasa mientras hacemos planes», y discrepamos del pensamiento de Feuerbach, aquel donde planteaba que «el hombre es lo que come». Aute nos convenció entonces de que «muchos hombres fueron y serán lo que soñaron».
Hemos visto los autorretratos gráficos y las canciones pintadas y cantadas por Aute, pero ¿cómo se definiría a sí mismo: un hombre del Renacimiento o de su tiempo…?
Ando preguntándome también eso desde hace unos cuantos años. Realmente, me siento un curioso. Un curioso de los medios para poder expresar cosas. A mí, cualquier medio que sirva para contar algo, para expresar, para comunicar, me despierta siempre la curiosidad. Entonces, no me considero ni pintor, ni músico, ni poeta, soy simplemente un curioso que se mete en terrenos donde existan unos instrumentos que pueda utilizar y jugar con ellos, y comentar cosas y expresar cosas, y sobre todo, no aburrirme.
¿Llegó primero la música o la pintura?
Llegó primero la pintura, mucho antes la pintura. La música todavía no sé cómo llegó, nunca pensé en hacer canciones, fue un accidente y todavía no sé cómo sucedió. La pintura fue mucho antes, y aún sigo pintando. Me considero más pintor que músico. En mi casa tengo estudio de pintura, no tengo estudio de grabación y muy pocos instrumentos musicales. Soy un ignorante absoluto en cualquier tipo de instrumento tecnológico para grabar.
¿Y esa otra faceta, el cine, surge a partir de la necesidad de ver las pinturas cobrando vida?
El cine es el medio que se alimenta de todas las otras artes, de la novela, el teatro, la fotografía, la música, reúne a todas las artes, y es en sí un arte distinto con lenguaje propio. Simplemente, creo que el arte total existe y es el cine, allí donde se puede juntar todo. Seguramente si hubiera hecho películas no hubiera escrito canciones; sí hubiera seguido pintando, porque pintar es una manera de quitarme fantasmas de encima y evitar el psiquiatra.
La música también…
La música, un poco menos. La música requiere más compromiso con la gente. La pintura es netamente individual, estás solo en un estudio con una tela blanca delante, le pones pintura y el resultado de aquello depende únicamente de ti. En la música, la composición de la canción evidentemente sí, es una aventura solitaria. Pero, cuando interpretas las canciones, interviene más gente y el resultado del trabajo final no es tan personal. A mí la pintura me libera mucho, no hay ninguna regla de juego, es un espacio en blanco donde puedo hacer lo que quiera, suelto manchas, colores, lo que quiero ver… Es la libertad absoluta. Y en la música, las canciones requieren de una letra, una melodía, ritmo, métrica, rimas; tiene una cantidad de pies forzados, reglas de juegos que a mí personalmente me agobian mucho.
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Eliges La Habana para iniciar la gira de presentación del nuevo disco Auterretratos. ¿Existe algún tipo de romance entre Aute y Cuba?
Nunca lo había pensado de esa manera, pero, sí creo que existe un romance, no solamente por razones más personales en mi trayectoria como autor de canciones. Silvio y Pablo, la gente de la trova, me invitaron a cantar en Cuba durante el XI Festival de la Juventud y los Estudiantes, en 1978; en esa ocasión estuve por primera vez frente a mucho público, en un gran escenario. Estuve retirado, empecé haciendo algunas canciones y luego lo dejé porque quería seguir pintando, entonces me encontré con ellos, y de alguna manera me fueron animando a seguir haciendo canciones. Les debo gran parte de mi trabajo.
Aparte de ese romance particular con ellos, hay probablemente muchos otros motivos, el más esencial es que me siento muy en mi casa aquí. Nací en Filipinas, también una isla ―precisamente fueron las dos últimas colonias que perdió España: Cuba y Filipinas―, y el paisaje es muy parecido. No volví nunca, estuve hasta los once años, nos fuimos a España y nunca más regresé. Cada vez que vengo a Cuba, tengo la sensación de que vuelvo un poco a ese paisaje de mis primeros años. Porque el clima es el mismo, el olor es el mismo, la forma de entender la vida es la misma. Me siento muy reencontrado con mis raíces. Siempre que vuelvo, tengo la sensación de haber hecho un viaje en el túnel del tiempo y hallarme de nuevo en el país donde nací.
Dos palabras: Silvio y la Trova.
Silvio, ―aparte de que lo considero mi familia, mi hermano (realmente debemos tener algún ancestro por ahí en común) ―, es un gran artista; es, esencialmente un poeta. Hubiera utilizado el medio que utilizara, el resultado sería la poesía. Antes de ser humano es poeta, después ser humano y luego músico. Es un mago; donde está su poesía hay magia.
De la trova cubana, Silvio, Pablo, Noel…, fueron gente que cuando yo andaba dudando sobre seguir o no escribiendo canciones, tuve la fortuna de encontrármelos. Ellos me invitaron a seguir cometiendo estos «atentados» y les debo la realidad de poder estar aquí con ustedes esta noche, y hablarles. Sin ellos, seguramente no estaría aquí.
Caen las bombas en Fallujah, explotan los coches y se decapitan rehenes a diario. ¿Qué respuesta debiera dar cada terrícola desde el lugar que le ha tocado vivir contra esa masacre? ¿Qué respuesta daría el terrícola Aute?
¿El terricolateral…? Es difícil la respuesta porque la lógica sería que entre civilizaciones civilizadas, salvando la redundancia, la forma de solucionar los problemas sea hablando, hablando se entiende la gente, pero en ese caso creo que está totalmente erradicada cualquier fórmula para llegar a un entendimiento dialogado. No se trata de eso, se trata justamente de eliminar el diálogo. Es una enfermedad, una locura que intenta imponerse por la fuerza, es únicamente la razón de la fuerza lo que está convocando esa tragedia, no la fuerza de la razón; sino la razón de la fuerza. Son dos fundamentalismos. Es difícil, nadie puede convocar al diálogo a dos bloques que son la negación, dos bloques meramente fundamentalistas. Unos tienen al dinero como Dios y los otros tienes a Alá, en fin, es difícil que la racionalidad se pueda aplicar a este conflicto, porque ambos niegan la racionalidad.
Extraño mucho una voz en el mundo, alguien que salga por ahí y diga: «esta locura hay que pararla y hay que llegar a algún tipo de sentido común», pero aún son pocas las voces y sobre todo lo peor es que no hay plataforma, los medios están controlados por un poder involucrado en los intereses de esta guerra. Habría que desarrollar una plataforma alternativa para que otras ideas se impongan.
Silvio ha comentado que quedan pendientes algunos conciertos juntos por países árabes, como condena a tanta injusticia. ¿Algún día se harán realidad?
Realmente, Silvio me propuso hace tiempo, antes de todo esto, un concierto en Bagdad, en el mítico Bagdad de los cuentos. Y ahora, en estos complejos momentos, es evidente la imposibilidad de hacerlo. Por lo que está ocurriendo me temo que va para largo. Hablamos de hacer un concierto en esa ciudad evocando toda la literatura árabe, las leyendas de Las mil y una noches, esperemos que algún día pueda hacerse, creo que aún nos queda tiempo.
¿Qué papel tienen hoy los intelectuales en una sociedad que parece definitivamente consumista y en la que la cultura se considera un producto de consumo más y se comercializa como tal?
Creo que no es nada nuevo, siempre fue así. Siempre ha existido este conflicto para los artistas que intentan expresarse con la máxima libertad posible y lejos de las necesidades de la supervivencia. El mercado siempre existió. Los pintores renacentistas pintaban por encargo, el Papa encomendaba las esculturas, las capillas, los murales. El artista siempre ha estado dentro de ese conflicto, entre el encargo para la supervivencia y la libertad de creación. Muchos grandes creadores de finales del siglo XIX murieron de hambre o tuvieron que hacer otros trabajos para sobrevivir. Hoy ha cambiado el concepto de mercado, lo han hecho cada vez más necesario. Existe desde que el hombre es hombre, desde que fabricó cualquier tipo de artefacto y lo negoció con la tribu de al lado; así nació el mercado y el trueque. Lo malo es cuando se vuelve una necesidad del colectivo humano, se convierte en ciencia filosófica; es lo que está ocurriendo; ni siquiera en ciencia tecnológica, sino en ciencia filosófica. Hay toda una filosofía sobre el concepto de mercado, ahí es cuando ya entramos en una situación nueva. El mercado se ha convertido en una dictadura, no solamente de distribución, sino de concepción de las ideas. Es decir, el mercado está diseñado para fabricar ideas para que los artistas la desarrollen. Y eso es un tema meramente nuevo en la Historia, el mercado está condicionando todo cuanto entendemos por el concepto histórico de cultura. La cultura tiende en ese sentido, hoy por hoy, a desaparecer. La cultura no interesa, es aburrida, no es práctica. La cultura no genera votos. Ese problema me inquieta, porque creo que la cultura es el gran patrimonio del ser humano. Si nos quitan la cultura, si nos dejan solamente el consumo, lo que el mercado vende, el ser humano se reduce a nada, a algo que está totalmente en contradicción con lo que debe ser el sentido de la vida.
Eso no quita que cada uno, desde su terreno y desde su capacidad, haga lo que quiera hacer e intente no ya cambiar el mundo, sino dar a conocer su trabajo ante la mayor cantidad de personas posibles. Lo de cambiar el mundo con la cultura, hoy por hoy, me parece una entelequia.
¿Qué son para Aute la libertad y la belleza?
Es lo mismo, libertad y belleza son lo mismo. La libertad es la condición más bella que pueda tener el ser humano, y la belleza, sin la capacidad de ser libre, no existe. La belleza es justo todo lo que no está ocurriendo ahora. Estos bichos, estos androides que nos están promoviendo como objetivos a conseguir, son una aberración que niega absolutamente lo que entiendo por la belleza del ser humano. No es este universo que nos están organizando. Lo bello es todo lo contrario.
Lennon cumpliría 64 años (como predice en su canción When I´m sixty-four) este 9 de octubre, día de tu primer concierto, que coincide además con la muerte del Che. ¿Son conjunciones casuales o pretextos inconscientes?
Pues, acabo de enterarme ahora, no relacionaba que la muerte del Che había sido este día. Nadie me dijo tampoco nada. Me hubiera gustado haberme dado cuenta, saberlo antes. Hubiera hecho algún tipo de reflexión al respecto en el concierto. Ha sido puro albur, no ha existido ninguna estrategia previa de calendario, en absoluto. Me alegra que el azar haya dispuesto que mi primer concierto en La Habana coincidiera con estas fechas. Lennon cumpliría 64… Me hubiera gustado que coincidiera más con el nacimiento del Che que con el aniversario de su muerte, pero bienvenido sea este guiño del azar.