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La derecha no tiene cara para hablar de persecución política

Fuentes: Rebelión

Realmente tiene mucho descaro la derecha en este país para hablar de persecución política. Su pose de defensores de la democracia y de los derechos humanos no es auténtica, es fingida, es falsa.

Si tuvieran un poquito de sinceridad en su rechazo a prácticas violatorias a los derechos humanos y a una verdadera persecución política, entonces tendrían que haberse escandalizado cuando el impresentable ministro de Gobierno de la autoproclamada Añez, Arturo Murillo, a minutos de haberse posesionado en el cargo dijo a la prensa, refiriéndose los ministros del gobierno de Evo «que empiecen a correr». Lo dijo públicamente y aunque los «defensores de derechos» de última hora pretendan olvidarlo, está grabado y no nos cansaremos en enrostrárselos, para demostrarles su hipocresía y falsedad.

Su gobierno, el de Añez, al que encumbraron mediante un sangriento golpe de Estado, que se llevó la vida de casi 40 ciudadanos, ese sí fue un gobierno que realizaba persecución política. Ya lo anunciaba Murillo al posesionarse. Pero fue la misma autoproclamada la que, con bombos y platillos, declaró que su gobierno investigaría a 592 exautoridades del gobierno de Evo y – sorpresa- ¡a sus familiares! Semejante advertencia parecía venir de dictaduras militares de los años 70. Pero no fue solo una advertencia. Como es sabido, su director de migraciones había ya tomado medidas para la alerta migratoria de una buena cantidad de esas exautoridades, cuya nómina completa todavía no ha sido publicada. Pero bueno, la prueba contundente de su persecución a su oposición está en los mil quinientos presos opositores al régimen. ¿Cómo pueden entonces ellos «denunciar» que se les realiza persecución política?

Por otro lado, su acusación de persecución es ridícula siendo que connotados golpistas confesos, que sí deberían estar presos -sin que eso signifique persecución- se pasean libremente por las calles tramando y accionando nuevos procesos de desestabilización. Considérese, por ejemplo, el caso de Carlos Mesa. Todos saben que, durante el golpe, al conocerse los primeros resultados del TREP, en las elecciones de 2019, convocó a sus adeptos a concentrarse en las sedes de los tribunales electorales departamentales que resultaron incendiados por quienes fueron convocados, verdaderas hordas mesistas. Semejante atentado contra la democracia es solo digno de un golpista que no tiene la menor convicción democrática. Él estuvo muy consciente que sus correteos durante el golpe eran subversivos, por eso es que, durante una de sus concentraciones, a viva voz, reconoció «de aquí voy a la presidencia o a la cárcel». Toda una confesión. Su conciencia lo traicionó.

Y ¿qué decir de Samuel Doria Medina? También hizo sus confesiones. Advirtió a Adriana Salvatierra y a Teresa Morales que, si no llegaban a un acuerdo en aquella reunión en la Universidad Católica, pues “tenían un plan B». Como no fue posible el acuerdo, entonces implementaron el plan B, que no fue sino empujar a Jeannine Añez a que se autoproclame en recinto parlamentario vacío, sin la presencia de la bancada parlamentaria mayoritaria. El plan B era pues la consumación del golpe. Es perfectamente posible decir que la empujaron a autoproclamarse, ya que Doria Medina anunció el plan B, antes que Jeannine llegara a La Paz. Ahí se tiene consecuentemente la confesión de Doria Medina de su coautoría intelectual en el golpe.

Por si esas confesiones no fueran suficientes, está la de Tuto Quiroga, que reconoció «haber actuado de agente de viajes de Evo Morales». Entiéndase bien lo que ocurrió: un don nadie (eso era Tuto Quiroga en ese momento, pues no era autoridad, ni parlamentario, ni nada por el estilo) llama al comandante de la Fuerza Aérea, en media crisis política y le instruye o le pide o le ruega (lo que se quiera) que permita entrar al espacio aéreo boliviano al avión mexicano que venía a recoger a Evo y el militar accede. ¿Cómo explicar eso?, ¿Cómo puede alguien que no es nadie obtener semejante cosa del comandante de la Fuerza Aérea? Solo podemos explicarlo retrotrayéndonos a la década de los 70, cuando los militares se cuadraban a los agentes de la CIA en la ejecución de sus golpes de Estado. De este modo, Tuto Quiroga no sólo ha reconocido su participación en el golpe, sino también su condición de agente de la CIA.

De este modo se tiene entonces las confesiones de los principales, autores intelectuales del golpe de Estado (a ellos, obviamente se suma Camacho, el único preso en este momento). A confesión de parte, relevo de prueba, dice un principio jurídico, que por lo visto es ignorado por las autoridades judiciales en el país.

La conclusión de todo esto es que tres golpistas confesos se pasean libremente por las calles, mientras la derecha habla de persecución política y la fiscalía, que atiende el caso Golpe de Estado, mira para otro lado. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.