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Entrevista a Oscar Andrade, cantautor, trovador y juglar ochentero

«La dictadura militar chilena se ha convertido en la dictadura de la televisión»

Fuentes: Rebelión

En «Noticiero crónico», Óscar Andrade cantaba en tono irónico la forma en que la televisión trataba los grandes problemas que golpeaban a Chile y el mundo, en la época de la Guerra Fría. Hoy el cantante vuelve a lanzar sus dardos hacia la caja chica con «Ego TV», tema que presentó en el programa «Gigantes […]

En «Noticiero crónico», Óscar Andrade cantaba en tono irónico la forma en que la televisión trataba los grandes problemas que golpeaban a Chile y el mundo, en la época de la Guerra Fría. Hoy el cantante vuelve a lanzar sus dardos hacia la caja chica con «Ego TV», tema que presentó en el programa «Gigantes con Vivi», de Canal 13. «Esta canción viene a ser el ‘Noticiero crónico’ de nuestro días», asegura. Dice más o menos así:

 

«Soy un tonto luminoso,/ soy un ser muy vanidoso,/ un ególatra importante/ con algo delirante./ Seudoartista, fracasado,/ hoy dirijo el tinglado,/ productor y publicista,/ hago esclavos consumistas./ Manipulo a los de abajo/ y así conservo el trabajo,/ no critico al presidente,/ soy un cerdito obediente./ Voy de estrella aficionada,/ con quien alumbras alumbraba,/ yo no tiro soy tirado/ y es noticia en todos lados. «Mientras que nosotros, poderosos,/ que nos perdonamos sin cesar,/ vamos tomaditos de las manos/ para asegurarnos bienestar.

 

«Mientras que a nosotros, los famosos,/ sólo nos permiten figurar/ como marionetas de un sistema/ para manipular tu voluntad./ Izquierdistas, renovados, ex rebeldes, fragmentados,/ un político apernado/ profitando del estado./ Hoy los pesco y me vendo/ al mejor postor del cuento./ Sólo cubro a periodistas/ pues les temo a los artistas./ Soy quien roba las ideas/ de quien con talento creó».

 

El creador de las recordadas canciones «La tregua» y «Noticiero crónico» regresa en gloria y majestad a la televisión, en el programa «Rojo VIP», con temas más puntudos que nunca.

 

Pensar en Óscar Andrade y sus canciones despierta un severo e inmediato arrebato de nostalgia, aunque el recordado cantautor de la década de los ochenta ya no tiene cara de niño: por el contrario, luce una barba semicana y carga algunos kilitos de más, mientras su frente gana terreno como un desierto. Sin embargo, se parece al joven más tecnologizado de hoy cuando habla de música científica o psicoacústica, como para dejar absolutamente claro que hace rato ha dado vuelta en su biografía la página del recordado Café del Cerro y el Canto Nuevo.

 

-El otro día un colega me decía: «Lo que pasa es que somos de los ochenta, pues, compadre» -comenta-. Y, ¿sabes?, mi respuesta fue inmediata: «¡Estás más loco, huevón, yo estoy en el 2057! Ándate tú a huevear a los ochenta. Lo que es yo, voy para adelante». ¿Qué es lo que te quiero decir? Que aún hay muchas cosas nuevas por hacer y decir.

 

Andrade habla como haciendo una invitación, mientras disfruta en el restaurante Off the Record un buen chupe de locos y una dorada y sabrosa cerveza Kunstmann Torobayo: el vino navegado, definitivamente, es de otros tiempos.

 

A fines de la dictadura, en 1989, el cantante emigró a Alemania decepcionado porque consideraba que las futuras autoridades democráticas no estaban dispuestas a realizar el gran cambio cultural y artístico que esperaba. Tras su partida, quedaba en Chile la figura de ese joven que se había abierto un espacio en la radio y la televisión con canciones tan emblemáticas como «Noticiero crónico», «La tregua», «Vida» y «Un rato antes de partir». Sin embargo, durante ese largo autoexilio siempre se las arregló para enviar sus críticos y ácidos comentarios contra la industria discográfica nacional.

 

El año pasado, el cantautor, hoy de 48 años, volvió a Chile y se mantuvo relativamente tranquilo, sin hacer mucho ruido, hasta que hace un mes y medio realizó un concierto de reencuentro en la Estación Mapocho. Esa reunión fue sólo el comienzo, porque ahora Andrade será uno de los participantes del programa «Rojo VIP», de TVN, que comenzará en agosto y en el que piensa mostrar todo lo que ha aprendido y creado en Alemania, que para él es «un país en el que los músicos tienen posibilidades de evolucionar. No como acá, donde te están pidiendo siempre las canciones del pasado: te quedas pegado o no te alcanza para vivir tranquilo porque no hay presupuesto».

 

-Debe ser difícil para ti escapar de las canciones del pasado. ¿No te aplasta que te pidan «La tregua» o «Noticiero crónico» a cada rato?

 

-Por el contrario, me halaga y me da mucho agrado que mis canciones hayan tenido tan fuerte llegada. Además, yo he seguido y sigo componiendo, porque soy un tipo inquieto, con su propio estudio de grabación, gracias al cual prácticamente no tengo límites técnicos y me entretengo como si tuviera 17 años.

 

-Pero ya tienes 48.

 

-Y no sólo estoy más viejo, sino que también más loco: además de las canciones de amor estoy haciendo rock pesado, temas de contenido vanguardista, de ciencia ficción, con cuestionamientos pesados, como lo demostré en el concierto de la Estación Mapocho.

 

-Te refieres a esa frase que dice «el Estado, el colegio y la familia valen hongo».

 

-A lo que me refiero es que muchas de las cosas que te dicen valen hongo cuando te das cuenta que el gallo que ha sido un hijo de puta tiene estatus, familia, billete, trabajo, respeto y todo, mientras que quienes han sido consecuentes con una serie de valores lo pasan como el culo y les dan la espalda.

 

-¿Tú crees que en el «Rojo VIP» vas a poder descargar todas esas letras?

 

-Julio César Rodríguez, uno de los jurados del programa, me dijo que no hay cortapisas ni censura. Además, tampoco soy un terrorista de la canción.

 

-Supongo que te encontraste con los chilenos muy cambiados después de catorce años en el extranjero.

 

-Sí, pero me alegra porque la juventud actual es bastante más desmitificada que nuestra generación, que creía unas huevadas increíbles. Hoy en Chile hay un movimiento underground que me gusta mucho y al que quiero ayudar, aunque acá les tengan miedo a las expresiones musicales distintas. Bueno, por eso que los baladistas románticos son los únicos que suenan en la radio.

 

-Ése es el tipo de balada que se cultiva en «Rojo», por lo demás: bien cebolla.

 

-Y lo sé. Pero no importa. Estoy convencido de que esos grupos subterráneos van a salir a la superficie como un movimiento musical muy fuerte.

 

-¿No te han dicho en TVN que no les vayas a desordenar el gallinero?

 

-Mira, escuché un par de comentarios los dos primeros días. Luego, nada.

 

-¿Y te tiene entusiasmado el cuento de «Rojo VIP»?

 

-Lo encuentro divertido, en la teoría. Vamos a ver qué pasa en la práctica, porque somos participantes viejos, así que podemos llegar a ser más virulentos que los jóvenes.

 

-Sí, pero estás metido en un grupo que sabe muy bien qué hacer o decir, que conoce muy bien el discurso para la tele.

 

-Lo concreto es que es una competencia y cada cual va a querer revalorizar su carrera a su manera, sobre todo para quienes no tuvieron un papel tan trascendente en los ochenta.

 

-¿Tú no lo ves acaso como una gran oportunidad?

 

-No, porque, ganando o perdiendo «Rojo», mi carrera no va a variar.

 

-Pero es una posibilidad de aparecer y reposicionarse.

 

-Cierto, voy a «Rojo» porque me da la posibilidad de estar otra vez con un público que dejé hace catorce años y que me ha recordado maravillosamente. Entonces, aprovecho de proyectar mi carrera y volver con el público.

 

-Y también sacar provecho económico.

 

-Con un concierto bien organizado con mi firma gano mucha más plata que con toda mi participación en «Rojo».

 

-¿Y la posterior venta de discos?

 

-Eso sí. Y voy a ser yo quien edite mis discos, porque soy el dueño de mi discografía. Por ese lado, es innegable que puede ser un muy buen negocio, lo que es muy legítimo. Bastante me he sacado la cresta durante estos años para dejar que ahora se lleve el billete un sello. Y es por eso que nuestro movimiento musical está cagado.

 

-¿No será que el movimiento musical está estancado?

 

-No hay oportunidades, que es distinto. Ahora los cabros estudian música, canto, piano, guitarra: es una generación estudiosa al lado de la nuestra, pero no tienen espacios porque para ir a la televisión te eligen sólo por las tetas y el culo. ¿Qué va a pasar con los futuros Violeta Parra y Víctor Jara, entonces?

 

-¿Hay otros Víctor Jara y Violeta Parra?

 

-Lógico, pero en la radio y en la televisión no te eligen por el talento.

 

-¿Qué has escuchado, desde que volviste, que realmente te guste?

 

-Hay un grupo de hip hop que se llama Trovadores Tales: ¡excelente!, ¡fantástico! El vocalista canta muy bien, las letras son el descueve, los arreglos musicales, súper. Y no tienen sello. Precisamente los músicos que más me han impresionado son los que no tienen sello. ¿Y cómo se explica que los mejores estén bajo tierra? Por culpa de una política mediática. En Chile, el primer poder ya no es el ejecutivo, sino la televisión.

 

-Te ha costado encontrarte con este nuevo Chile, parece.

 

-Lo único que he cachado es que en Chile la dictadura militar se ha convertido en la dictadura de la televisión. La tele es un gran hermano, es Orwell, es «1984»: te está diciendo lo que tienes que hacer, lo que tienes que comprar, cómo vestirte. En este país, a la gente ya no la tratan como ciudadanos: la tratan como clientes. Es más importante la tarjeta de crédito que el carné de identidad. Rompes más filas con la tarjeta de crédito que con el carné.

 

-Obvio.

 

-Es increíble cómo la dictadura militar se ha transformado en una dictadura mediática, pensada por sociólogos, que saben cuáles serían los resultados. A algún sociólogo importante por ahí le dijeron «tenemos que atontar a la gente para que compre, para que consuma», porque el consumo masivo y exacerbado va primero precedido por una idiotización, porque si no eres idiota no consumes sin control. La persona inteligente y culta no le sirve al sistema porque no compra más de lo necesario y, además, pide hablar de otros temas. Me acuerdo de que cuando vine en 1996 aún había un montón de temas que no se trataban. La transición ha sido terriblemente larga.

 

-Dicen que la transición se cerró este semana.

 

-Por favor, deja que me cague de la risa, ja, ja, ja. ¿Y por qué? ¿Por la salida del «Rojo VIP»? Ja, ja, ja.

 

-No, por las últimas modificaciones a la Constitución.

 

-Yo me pregunto qué dirá la gente. Es la gente la que debe sentirse libre. Hay una canción mía que dice: «Libertad, la que no es parte de ningún papel, la que se baila al caminar, con alma y mente, y de repente simplemente te abraza y te besa en libertad». Ésa es la libertad. No creo en papeles firmados, eso es para la pura foto no más.

 

A recuperar la emoción

 

 

Ayer y hoy: «En los ochenta, los del Canto Nuevo me hueveaban y me daban la espalda porque yo salía en la tele, sin barba y pelo corto».

 

 

Óscar Andrade admite que se ha sentido desarraigado gran parte de su vida: cuando se fue de Chile, la mayoría de sus compatriotas estaba regresando al país, y cuando llegó a la República Democrática Alemana, estaban todos pasándose para el otro lado del Muro de Berlín, que ese preciso día había comenzado a venirse abajo. Durante la década de los ochenta, tampoco le había sido fácil acomodarse dentro de la escena nacional.

 

«En los ochenta, los del Canto Nuevo me hueveaban, me daban la espalda porque yo salía en la tele y, más encima, se me ocurría aparecer sin barba y con el pelo corto. Decían que yo era el favorito de la televisión oficialista, pero nadie dice que yo era bueno, que cantaba bien, que estaba componiendo buenas canciones. Además, en los tiempos de Pinochet había mucho más contenido musical en la televisión que ahora. Y eso que se supone que estamos en un gobierno socialista. En esos años uno podía ver a Gervasio, Gatti, Santiago del Nuevo Extremo, Ubiergo», enumera.

 

-¿Y cómo te fue en Alemania?

 

-Después de pasar por varias pellejerías conseguí grandes cosas, como un buen contrato por sólo componer y actuar en grandes escenarios. No tenía problemas económicos y era reconocido.

 

-¿Por qué te viniste, entonces?

 

-Porque catorce años sin cantar en tu país es mucho tiempo. Cuando se te abren todas las puertas y, pese a ello, sientes que no tienes ni la más mínima emoción, te dices: me tengo que ir a cantar a Chile o estoy cagado. En definitiva, regresé a Chile para recuperar la emoción.

 

-O sea que volviste para quedarte.

 

-Tengo algunos compromisos aún que respetar en Alemania, por lo que voy a estar yendo y volviendo. Pero ya me arrendé mi casa acá, instalé mi estudio y todo. Además estoy programando una gira a nivel nacional.