En medio de la campaña electoral y en su primera presentación –después de la elección- en tierras tucumanas, el hoy presidente Alberto Fernández dejó un rotundo mensaje. Afirmó que a pesar de ser porteño (de la capital, la ciudad de Buenos Aires) el suyo sería el gobierno más federal de la historia. Llevado por ese entusiasmo llegó a sostener que gobernaría con los jefes de los 24 distritos.
Apenas 80 días después de su asunción. la realidad muestra otra cara. Los gobernadores que ya venían siendo ninguneados en el armado de los equipos de gobierno, se encuentran con la triste verdad: tienen que escarbar en el fondo de la olla de algunos programas secundarios para buscar un mango (peso).
El gobierno ha dicho que para fines de marzo espera tener liquidada la negociación de la deuda externa. Esa fecha es una coraza difícil de penetrar para ministros, funcionarios y diferentes demandadores de recursos estatales que suelen gastar los zapatos en las alfombras de la Casa Rosada. Para los gobernadores esa posibilidad resulta mucho más inaccesible, para ellos se trata de una cerca tejida con alambres electrificados.
Es sabido que los gobiernos provinciales tienen una debilidad que no han podido superar y que los tiene supeditados al gobierno nacional. Esto es así porque más allá de los recursos automáticamente coparticipables hay varias modalidades para otras transferencias de capital.
En ese caso –si no se es amigo de los funcionarios “porteños”- se decidirá en Buenos Aires el lugar físico y la contratación de las obras, aunque ellas se realicen en territorios que pertenecen a las diferentes provincias.
Un estudio sobre las transferencias de los últimos 15 años confirma esta tendencia a la discrecionalidad en la distribución de los fondos nacionales, donde crece la porción de recursos transferidos según la voluntad de quienes ocupan la Casa Rosada, en desmedro de las transferencias automáticas a las provincias, todo lo cual fortalece las inequidades construidas históricamente.
Las políticas de ajuste de los últimos años han reducido la capacidad recaudatoria de las provincias y ante esa situación tienen dos opciones por delante: bajar los gastos o acudir al pedido de auxilio a la Nación.
Es por eso que para los difíciles tiempos actuales la relación de la administración central con los gobiernos provinciales tiende a volverse más compleja y difícil para ambas partes. Esta dificultad se multiplica cuando nos encontramos ante el fenómeno que la manta de los recursos fiscales es cada día más corta.
Obviamente el resultado final es el de un federalismo cada más proclamado y menos realizado.
Juan Guahán. Analista político y dirigente social argentino, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)