El ADN de Kumar fue desbordado por cadenas rítmicas de rap reggae, funk y rock and roll con una perfecta sincronización que provocó la eclosión lúdica de los miles de asistentes a su más reciente concierto en el Salón Rosado de la Tropical en Ciudad de la Habana. Las terminales nerviosas del público colapsaron en […]
El ADN de Kumar fue desbordado por cadenas rítmicas de rap reggae, funk y rock and roll con una perfecta sincronización que provocó la eclosión lúdica de los miles de asistentes a su más reciente concierto en el Salón Rosado de la Tropical en Ciudad de la Habana.
Las terminales nerviosas del público colapsaron en casi dos horas chorreantes de éxtasis visceral, regadas por borbotones de ondas calóricas que siempre han bañado las presentaciones de los artistas de la escena «indie» cubana.
La demora en el comienzo del espectáculo, disimulada bajo el martilleo rítmico de una lisergìa electrónica a medio camino entre las crepitaciones bailables del trance y el house, no constituyó óbice para asistir masivamente a la coronación de uno de los raperos más conocidos en la Isla, quien, sin cortapisas, puso a dialogar los diferentes rostros que asordan la controvertida realidad cubana e internacional.
Kumar rastrilló ráfagas rebeldes con centro de gravedad en el discurso revolucionario del hip hop, acoplado a la energía volcánica del rock and roll, tal como han hecho los líderes y activistas de esta fusión libertaria: Beastie Boys.
Al mismo tiempo su movilidad escénica desarmó los estereotipos y se entregó a las influencias del desafiante universo de Alpha Blondy, enchufado a los arreglos y timbres folklóricos de P18 y el funk caribeño curado por Descemer Bueno.
Los lúmenes de luz expelidos por el diseño artístico y la pantalla gigante que exhibió fragmentos audiovisuales de estética hippie, dieron señales sobre una posible recontextualizaciòn de este movimiento cuyos postulados ideo-estéticos removieron la caja toráxica de la cultura occidental.
La ausencia total de prejuicios a la hora de recombinar acentos alternativos a la par del latido sanguíneo del son y la salsa, rompió el termómetro de gratificación y vislumbró nuevamente algunas vías para enfrentar la mediocridad sonora en boga por estos días y de la cual Cuba no escapa. Su minusvalía viene hábilmente empaquetada en productos pseudoculturales profusos en amenazas violatorias e hilarantes homenajes al consumismo y cosificación sexual.
Mientras los músicos se atrincheraron al lado de las causas justas, sin agotar sus bombazos bailables, algunos jóvenes enfrascados en aprovechar el concierto para enseñar sus ropajes «contraculturales», en busca de un pasaporte decorativo que los validara dentro del difuso paisaje underground cubano, no aguzaron sus oídos al zumbido de textos que como cócteles molotov se dispararon contra el racismo y la coraza de los que inventan las guerras y buscan someter al planeta.
Su actitud- bastante frecuente en ciertas «tribus» juveniles- quedó en evidencia frente al consumismo hedonista que proclaman rechazar y no hacen sino colocarse al mismo nivel de aquellos que lo adoptan como «modus vivendi». Un ritual frecuente en las ciudades capitales donde millones de yuppies narcolèpticos no imaginan la vida más allá del centro comercial.
Ahora queda Kumar solo frente a su encrucijada. La misma que tiene ante sí el reconocido músico X Alfonso. Puede tomar por dos sendas: dejarse encandilar por las luces a veces falseadas de la popularidad y posiblemente amputar su independencia o pivotear y marcar otro tanto a favor del militante hip hop cubano. Pensamos sepa dar el buen paso.