Un principio básico entre los magos profesionales es no repetir un truco ante un mismo auditorio, pues nunca falta quien en la segunda ejecución del acto descubre la trampa. Así le pasó al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, el pasado 10 de junio: en la segunda ejecución de su estrategia de […]
Un principio básico entre los magos profesionales es no repetir un truco ante un mismo auditorio, pues nunca falta quien en la segunda ejecución del acto descubre la trampa. Así le pasó al jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, el pasado 10 de junio: en la segunda ejecución de su estrategia de contrainsurgencia la trampa quedó a la vista.
El truco contrainsurgente es más o menos así: frente a una manifestación o marcha pacífica de protesta o inconformidad, el gobierno mancerista despliega un grupo de provocadores que, arropados por la propia policía de la ciudad, se dedica a realizar destrozos y cometer agresiones, todo ello con suma violencia.
Ya avanzada la provocación, a una orden preestablecida, la policía arremete contra el sector pacífico e indefenso de la marcha, mientras al mismo tiempo cubre la retirada del grupo violento. Acto seguido, las fuerzas represivas golpean y arrestan a personas ajenas a los actos violentos para, acusándolas judicialmente de diversos delitos y encarcelándolas por horas o días, dejarlas libres posteriormente ante la imposibilidad de probar los delitos falazmente imputados.
Esta estrategia fue empleada por primera vez el pasado 1 de diciembre de 2012, durante los actos de protesta por la toma de posesión de Enrique Peña Nieto. Las escenas de violencia desaforada consiguieron inicialmente satanizar la manifestación y justificar ante los sectores más conservadores de la sociedad la bárbara represión física y judicial de la protesta.
Al paso de los días, sin embargo, fueron apareciendo documentos gráficos y testimonios de la participación oficial en la organización y ejecución del violentísimo plan provocador. Claro que tales documentos gráficos y testimonios no tuvieron la misma cobertura y difusión televisiva que disfrutaron los actos vandálicos, y que sólo estuvieron al alcance de los sectores más lúcidos e informados de la sociedad: lectores de periódicos y revistas y usuarios de las modernas redes sociales electrónicas.
El relativo éxito inicial de su criminal estratagema confusionista llevó a Mancera a repetir el truco contra la manifestación conmemorativa de la sangrienta represión gubernamental del 10 de junio de 1971, conocida históricamente como el Halconazo, por la participación en ésta de un grupo paramilitar conocido como los Halcones. Pero, como dice la sentencia clásica, nunca segundas partes fueron buenas. Y menos si el truco ya es conocido.
Este conocimiento público y documentado de la estratagema mancerista no garantiza, sin embargo, que no se repita en lo futuro. Porque, a fin de cuentas, a Mancera y a sus aspiraciones presidenciales les resulta política y mediáticamente menos costosa la represión engañosa y aparentemente justificada que tolerar las expresiones populares de inconformidad y protesta o acudir a la represión clásica y franca de los gobiernos desembozadamente autoritarios.
A partir de ahora, y ya conociendo la verdadera calaña de Mancera, cualquier manifestación o marcha de protesta antigubernamental tendrá que tomar en cuenta la nueva estrategia represora. Las modernas redes sociales y las novedosas tecnologías de comunicación electrónica habrán de tener una gran y decisiva participación para desnudar a Mancera cuantas veces sea necesario. Hasta que este gobernante de fachada perredista pero de esencia tricolor se vea obligado a respetar la libre expresión de la inconformidad social.
¡Ah!, qué caro está pagando la ciudad de México la paraestatalización del PRD encarnada en Mancera. Tantos años de lucha por democratizar el DF para terminar encaramando en el poder a un priista enmascarado, represor y cínico.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.
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