Recomiendo:
1

La evidencia de una escenificación en el «golpe» a Arce

Fuentes: Rebelión

Una vez que el general Zuñiga, a momentos de ser detenido en horas de la noche el 26 de junio, afirmara que el presidente le había indicado que, «ante una situación jodida, se necesitaba hacer algo para levantar su popularidad«, se fortaleció con creces la idea que había circulado toda la tarde, en torno a que lo que estaba aconteciendo era un autogolpe que el mismo Arce hubiera orquestado. Es entonces que surge la necesidad de recapitular qué es realmente lo que ha sucedido para dar, o no dar, credibilidad a las declaraciones de Zuñiga.

Es en esa recapitulación, más que en las declaraciones de Zuñiga, se obtiene la convicción de que en torno a que lo ocurrido en horas de la tarde del 26 de junio, fue ni más ni menos, una grosera escenificación de Arce que incluyó la manipulación de un tonto útil.

Veamos, lo que se tiene establecido es que se movilizó para la toma de la plaza Murillo (no de la Casa Grande del Pueblo) a unos cuantos centenares de militares. En ese momento, no se lo sabía y se rumoreaba sobre el pronunciamiento de otras unidades militares en el interior del país, como ocurría en los tiempos de los golpes militares de los años 60 y 70. También se rumoreaba sobre movimientos militares en otros puntos. Sin embargo, al final del día se tiene que lo único que sucedió fue la movilización de 3, 4 o cuando más 5 centenas de militares a plaza Murillo. No hubo otros pronunciamientos en el interior del país, ni movimientos de tropas. Así mismo, cuando se compara con otros movimientos golpistas, se establece que ninguna otra institución del Estado fue asechada, ni siquiera la Asamblea Legislativa que, como se supone de otras experiencias de golpe, se convertiría en el principal centro de resistencia. Tampoco, y ni de lejos, se intentó tomar los medios de comunicación para intentar controlar la información, como lo suelen hacer los verdaderos golpes de Estado. Por el contrario, periodistas de todos los medios se entremezclaban con los militares en plaza Murillo realizando sus respectivas coberturas. Todo esto nos lleva a la conclusión de que lo menos que se puede decir es que fue un golpe atípico, timorato, débil, no articulado, falto de determinación.

Esta última caracterización, es decir la falta de determinación, nos lleva a otra línea de argumentación: ¿Qué fue lo que realmente hicieron esos 3 o 4 centenares de militares movilizados en plaza Murillo? En realidad, llevaron a cabo escaramuzas con la gente que se había concentrado en los alrededores, en su mayoría funcionarios públicos instruidos por sus autoridades a ubicarse allí, e intercambiaron gases y algunos balines de goma contra petardos y algunas piedras. Nada que sea mayor a una común protesta. De esa descripción se tiene que obviamente los militares no tenían orden de hacer uso de armas de guerra. Entonces surge la reflexión ¿se puede pretender llevar a cabo un golpe de Estado sin haber dado a la tropa la orden de disparar? Es ahí que la idea de una escenificación cobra mucha fuerza.

Ya en plaza Murillo se tuvo el hecho más «espectacular» del «golpe». Un carro de asalto se estrella contra la entrada del antiguo palacio de gobierno, contiguo a la actual Casa Grande del Pueblo. Se supone, en ese momento que ese es el punto culminante del golpe. Las imágenes de los videos obtenidos muestran a los militares entrando al palacio una vez que el carro militar a tumbado la puerta y se cree se está produciendo la toma del palacio y la contigua Casa Grande. Sin embargo, nada de eso sucedió. Los militares habrán penetrado unos metros por aquella entrada, pero se detuvieron allí. No se produjo la toma del edificio. Referido a este hecho se tiene la reflexión que más fuerza otorga a la idea de una teatralización de todo lo que ha acontecido. Se supone que toda operación militar debe contar con mucha determinación de parte de sus ejecutores, más aun tratándose de un golpe de Estado, donde se está desafiando y luego derrocando a la máxima autoridad del país, su presidente. Por el contrario, aquella toma de palacio llegó solamente a unos metros de la entrada, no pasó de allí.

Es en ese momento en el que se produce el hecho que habría sido el objeto de toda la escenificación, es decir, mostrar a un presidente valiente, que no huye (“como lo hizo Evo Morales”, es lo que pretenden decir), más bien enfrenta a los golpistas. Las cámaras muestran al presidente, acompañado de algunos de sus ministros, encarando al golpista Zuñiga e instruyéndole retirar las tropas. Si bien se escucha decir a Zuñiga que no obedecerá la orden, no existe en él la más mínima determinación para arrestar al presidente y a sus ministros, como lo hubiera hecho, sin dudar, cualquiera de los gorilas de los 60 y/o 70. Más bien se retira de palacio y deja al presidente apalabrándose con el otro golpista, presuntamente Arnez, el de la fuerza naval.

A continuación, se produce la evidencia más clara de la escenificación de Arce, ¿cómo se desarticuló el golpe? Pues el ministro de Defensa, Edmundo Novillo, habría introducido a la Casa Grande del Pueblo a los generales que minutos después serían posesionados como comandantes de las tres fuerzas, reemplazando, entre otros, a Zúñiga y a Arnez. Entonces nacen las interrogantes, ¿cómo se adoptó la determinación, en medio de un golpe de Estado, de designar como nuevos comandantes justamente a esos tres generales?, ¿se improvisó o ya se los tenía preparados de antemano? Y lo más importante, ¿los golpistas simplemente se sometieron a los recientemente designados comandantes y se retiraron? Pero se supone que un golpe de Estado es la insubordinación a la autoridad vigente y aquí pretenden mostrar que los golpistas se subordinaron a las autoridades que fueron designadas después de su operación militar. Las contradicciones de la versión gubernamental son realmente muy evidentes.

Por lo argumentado líneas arriba, se tiene que si lo ocurrido este 26 de junio no fue una escenificación de Arce para revertir el grave descenso de su popularidad, entonces fue el intento de golpe más inepto que se tenga memoria en la historia de un país con una experiencia larguísima y muy trágica de golpes de Estado. Esto último es lo que pretenden hacernos creer desde el Gobierno. Sin embargo, lo cierto es que la política de desviar la atención mediante acontecimientos espectaculares ha sido una opción a la que, de cuando en cuando, han recurrido diversos gobernantes en nuestro continente y en el mundo, recuérdese, por ejemplo, cómo se inició la guerra de las Malvinas. Por muy espectacular y con tintes de “teoría de la conspiración” que parezca, hoy ya nadie discute que los militares argentinos, en aquel momento pretendieron desviar la atención de los gravísimos problemas económicos y políticos por los que atravesaban. Es algo que tienen en común con Luis Arce, hoy en día.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.