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Bienvenida, Amérika perdida

La explosión del rock latinoamericano en la Argentina

Fuentes: Página/WEB

 El cartel del Quilmes Rock revela una buena presencia de bandas y solistas de México, Uruguay, Chile y Puerto Rico. Las bateas de las disquerías exhiben, además, lanzamientos que provienen de aquellos países y de Venezuela y Colombia, entre otros. Lentamente se va revirtiendo la tendencia de aquello que ocurrió en los ’80 con Soda […]

 El cartel del Quilmes Rock revela una buena presencia de bandas y solistas de México, Uruguay, Chile y Puerto Rico. Las bateas de las disquerías exhiben, además, lanzamientos que provienen de aquellos países y de Venezuela y Colombia, entre otros. Lentamente se va revirtiendo la tendencia de aquello que ocurrió en los ’80 con Soda Stereo y Virus: la tierra de los «maestros» recibe, escucha y respeta a sus aventajados «alumnos».
Era inevitable: el rock latinoamericano llegó a la Argentina. Tras años de resistencia y desconfianza, se abrieron las puertas. Al imperialismo político se le critica el control de la información, pero el aparato del rock argentino no estaba muy lejos de un tipo particular de manipulación de contenidos. Después de dos décadas de dominio porteño y bonaerense -obviando los espasmos rosarinos y alguna osadía cordobesa, mendocina o patagónica, el rock «nacional» es sinónimo de centralismo en un sistema supuestamente federal-, en el resto de América latina se produjo un creciente rechazo hacia las imposiciones de las multinacionales -cómplices de la desinformación- que propiciaban bandas de calidad paupérrima y que apenas trataban de repetir las fórmulas, ya desfasadas entonces, de Soda Stereo o Zas. En otras palabras, la realidad del rock argentino, sobre todo en los ’90, era bien distinta de la que se vendía fronteras afuera.
El desinterés por saber qué estaba pasando con el rock latinoamericano se potenció en medio del festival menemista y las maravillas del uno a uno. Al mismo tiempo se fue acentuando un contenido de letras de canciones cada vez más localista: Los Auténticos Decadentes no pegaron en Venezuela y tardaron en ser aceptados en México porque era difícil decodificar el meollo de la cumbia argentina y la cadencia del cuarteto (aunque fuera semejante en la actualidad a la del merengue dominicano). La Renga, Viejas Locas y Los Piojos desarrollaron canciones con micromundos y lenguajes inentendibles fronteras afuera. Otra verborrea. La consecuencia fue que en el resto de América latina se perdiera la atención en la Argentina, su principal escuela, y se dedicaran a sus propios desarrollos. A esto se sumó, en parte, la gira de Mano Negra en 1992 y su estela, que estimuló a los grupos a que perdieran la vergüenza por representar su idiosincrasia local. Respaldados en eso, el rock latinoamericano inició la organización y difusión de sus propios movimientos, los intercambios regionales y uno de sus sueños más anhelados: mostrarse en Buenos Aires, la «meca» del rock cantado en el idioma mayoritario del continente.
Para 1998, y después del posicionamiento de MTV Latino en uno de los países históricamente con mayor consumo de cable en el mundo, en las disquerías, en las bateas de «rock en castellano» o «rock nacional», al final de todo el abecedario de discos se podían encontrar los títulos de Héroes del Silencio, Manu Chao, Café Tacuba, Molotov, Plastilina Mosh, La Vela Puerca, Plátano Macho, Aterciopelados y Los Amigos Invisibles. Después de un intento, a mediados de los ’90, con el catálogo del desaparecido sello mexicano Culebra (filial de BMG) como prueba piloto, las discográficas reincidían en el lanzamiento de artistas de rock iberoamericano. Pero esto no era ninguna novedad. Sin un trabajo de seguimiento sólido, en los ’80 habían sido editados losálbumes de Caifanes (México), Desorden Público (Venezuela), Electrodomésticos (Chile) y Micky González (Perú).
Sin embargo, la detonación definitiva del interés hacia el mercado latinoamericano se produjo como consecuencia del estallido social de fines del 2001 y, acto seguido, de la devaluación del peso. Rubén Scaramuzzino es argentino y llegó hace una década y media a España. Desde allí dirige la revista Zona de Obras, uno de los ejes en la difusión y proyección no sólo del rock latinoamericano sino de lacultura que gira a su alrededor. Considerada una publicación «de culto», apoya a la Sociedad General de Autores y Editores de España en el tour iberoamericano Rock en Ñ, que pretende un intercambio entre los diversos movimientos de rock del continente y la península. «La llegada del rock latinoamericano a la Argentina es tan interesante como inevitable. A veces tardamos en reaccionar, lo hacemos cuando se nos viene una situación de crisis profunda. Si bien el rock nacional fue muy influyente, ya no existe esa unidireccionalidad. Café Tacuba es hoy un grupo esencial para todos. De todas formas, creo que lo demás se sigue viendo como algo exótico», asegura. Antes con Soda Stereo y ahora a la cabeza del sello Alerta Discos, Zeta Bosio participó en el advenimiento del rock latinoamericano en la Argentina, ahora convertido en realidad. «Creo que ya era hora. Era indudable el éxito que alcanzó Molotov. Conozco a su primer manager, y sé que el grupo hizo una apuesta muy fuerte en su ascensión. Los grupos en América latina ya no se cuestionan la identidad. Los artistas tienen menos prejuicios, y hay confianza en el trabajo que se estárealizando, en la propuesta que se está mostrando. Nos miramos a nosotros mismos, y ya no vemos al rock anglosajón. Creo que todo forma parte de una cultura común.»
Debido a la sequía de artistas internacionales que se produjo en el 2002, el rock nacional reorganizó sus propias estructuras. La «tolerancia» fue una constante durante todo ese año. Las multinacionales editaron, aunque con demora, parte de su catálogo iberoamericano. Por otro lado, sellos de capital nacional como Popart Discos iniciaron intercambios con otras disqueras como Suave Records (México), La Oreja (Chile) y Latin World Productions (Venezuela), y emprendimientos más pequeños como Indice Virgen se abocaron al armado de compilados constituidos por bandas hispanoamericanas. Asimismo, productoras independientes como Ultrapop pactaron reciprocidades con pares vecinos como la paraguaya Kamikaze Records (liderada por el argentino Willy Suchar). Con una moneda relativamente accesible para el resto del continente, muchos grupos comenzaron a venir a la Argentina con la intención de darse a conocer y luego crear vínculos con discográficas y productoras. La inversión bien lo vale. Bajo este concepto, en el primer trimestre del año pasado arribaron los venezolanos Papashanty Saundsystem. Al son de raggamuffin, reggae, hip hop y dub, asumieron el reto de probarse frente a una escena distinta y exigente. Danel Sarmiento, baterista del septeto caraqueño, señala: «Más allá de provenir de un contexto político agitado, había un interés por escuchar nuestro mensaje. Para nosotros fue una sorpresa ver lo arraigada que está la cumbia en ciertos sectores del rock argentino». Análoga a la actitud aventurera de Los Shakers en los ’60 o Los Jaivas en los ’70, el talante de Papashanty fue emulado por artistas como Panorama (Colombia), Libido (Perú), Buenos Muchachos (Uruguay), Bitman & Roban y Los Tetas (Chile) o Kinky y Julieta Venegas (México).
Si bien encontraban en pequeños locales un espacio adecuado para mostrar su música y frente a pequeñas audiencias, los festivales comenzaron a programar bandas del continente. El Cosquín Rock 2004 presentó a los mexicanos Molotov, a los chilenos Weichafe, a los uruguayos La Vela Puerca y No Te Va A Gustar, y a los brasileños Ultramen. Precisamente en Córdoba, dos décadas atrás, el Chateau Rock había iniciado el camino. En sus ediciones incorporó en el cartel a los brasileños Blitz y OsParalamas do Sucesso, al cubano Santiago Feliú y a los chilenos Electrodomésticos. Justamente, la banda trasandina volverá a la Argentina veinte años después, para presentarse en la segunda versión del Quilmes Rock. Silvio Paredes, bajista del grupo, opina: «Me parece superentretenido regresar a la Argentina. Tenemos muy buenos recuerdos de nuestras idas. Durante todos estos años crecieron las diferencias entre el rock argentino y el chileno. Creo que acáson más conocidos los más cañeros o los más pop. En los ’80, uno sabía sobre Los Encargados, pero lo que se escuchaba era Persiana americana».
Esta nueva versión del Quilmes Rock ofrece un manjar apetitoso que agrupa a los principales artistas del rock nacional, a algunos exponentes representativos del rock latinoamericano (provenientes de Chile, México, Puerto Rico y Uruguay) y a curiosidades como la participación de The Wailers y The Offspring. Pero el grueso del cartel, en una mirada englobadora, exhibe una tendencia a posicionarlo como uno de los festivales característicos de América latina, a la par del Festival Rock al Parque en Colombia, el Vive Latino en México y el Festival Nuevas Bandas en Venezuela: los tres eventos de rock con mayor número de ediciones en toda la región. Roberto Costa, cabeza de la organización del festival que comenzará el 1º de octubre, explica: «Uno de los objetivos del Quilmes Rock 2004 es la regionalización del festival. La elección de los grupos de América latina fue hecha mediante la disponibilidad de las bandas de venir al evento y por contacto con los managers. Creemos y apoyamos el desarrollo del rock latino». Paralelamente, corre el rumor de que el mecenas del rock latino en los Estados Unidos, Thomas Cookman (manager de Nortec, y antes de los Fabulosos Cadillacs en Estados Unidos), prepara una traslación argentina del Latin Alternative Music Conference, el gran evento del rock latino en EE.UU. Sería una manera de unir, a dos puntas, el rock de un continente que sigue creciendo, en constante ebullición, como debe ser.