La voracidad sin fin de los poderosos del sistema capitalista pone en riesgo la sustentabilidad del planeta, pero también genera movimientos globales de resistencia.Los primeros años del siglo que comenzamos a transitar han visto un resurgir de la demanda internacional de recursos naturales, sean estos hidrocarburos como el petróleo y el gas; diversos tipos de […]
La voracidad sin fin de los poderosos del sistema capitalista pone en riesgo la sustentabilidad del planeta, pero también genera movimientos globales de resistencia.
Los primeros años del siglo que comenzamos a transitar han visto un resurgir de la demanda internacional de recursos naturales, sean estos hidrocarburos como el petróleo y el gas; diversos tipos de minerales; tierras fértiles para cultivos de uraníferas, agua potable, reservorios de biodiversidad.
Para comprender la raíz de estas tendencias que están cambiando la orientación de los flujos comerciales en el mercado mundial resulta útil colocarlas en un contexto más amplio.
Agotamiento de un ciclo histórico
Conviene poner como referencia el agotamiento del ciclo largo de la economía mundial que se inicia en la inmediata pos-guerra y llega hasta mediados de los años ’70. Son los llamados «30 años dorados del capitalismo», 1945/75 que, al decir de economistas de la talla de Ernest Mandel o del historiador Eric Hobsbawm, constituyeron un ciclo único e irrepetible.
Sin embargo ya a fines de los años ’60 los estudios empíricos mostraban que la tasa de ganancia media del los capitalistas estaba en franca caída, y en los primeros años de la década del ’70 la crisis del petróleo y la suba del precio del barril dieron origen a los petrodólares, con lo que se formó una plétora de capital financiero que no encontraba fuentes de inversión en el sector productivo que le garantizaran la tasa de ganancia necesaria para reproducción. Se dio así origen a la financiarización de la economía.
Desde entonces bajo la hegemonía del capital financiero, y ante las dificultades para acumular en el sector productivo, el capital a escala mundial volvió a formas propias de la acumulación originaria, lo que algunos teóricos como Harvey llaman la «acumulación mediante desposesión» como base de un nuevo imperialismo (Harvey, David El nuevo imperialismo, Edit. Akal, 2003). La desposesión no otra cosa es para este autor que el despojo y el robo de los derechos de las personas.
El intercambio
Esta situación se agudizó en los últimos años por la inversión de los términos del intercambio en el comercio internacional. Con la irrupción de China y el sudeste asiático más la India y su fuerte demanda en el mercado mundial, atravesamos un período de sobreproducción de productos industriales y baja de precios, en especial de maquinarias y equipos de tecnología avanzada, y subproducción o escasez relativa de materias primas y productos energéticos, y la consiguiente alza de precios.
América latina ha sido de las regiones del mundo -no la única- que más se ha «beneficiado» de estas tendencias globales. Se baten records de exportaciones y se reconstituyen las reservas internacionales, pero se reprimariza buena parte de sus economías, se cae en el monocultivo y en algunos casos se llega a perder la soberanía alimentaría.
Argentina no ha escapado a esta realidad, solo algunos ejemplos:
Somos un país que tiene petróleo, pero no un país petrolero. Sin embargo desde hace una década nos hemos convertido en exportadores de petróleo y gas.
Los especialistas dicen que de seguir a este ritmo en dos o tres años seremos importadores netos de petróleo. Y está latente una crisis energética.
La minería ha explotado en los últimos años. En la actualidad hay más de 20 yacimientos en explotación, pero los proyectos en danza alcanzan a los 275, la mayoría de ellos son a «cielo abierto» y con una técnica de separación de los minerales que utiliza grandes cantidades de agua y productos como el cianuro, fuertemente contaminantes aguas abajo del los yacimientos.
La privatización de los servicios de agua potable y tratamiento de efluentes ha concluido en un fracaso mayúsculo, mientras que las presiones sobre el Acuífero Guaraní, el tercero en el mundo, se redoblan día a día.
Globalización y libre comercio
En los últimos veinte años, sea por la firma de los Tratados de Libre Comercio con EEUU (TLC) o por legislaciones promovidas y sancionadas por los gobiernos de turno, una parte importante de los recursos naturales de los países de América latina se han transformado en propiedad privada de las empresas transnacionales.
Estas se apropian de las mayores ganancias por el aumento de precios internacionales y también de la renta, ya que ahora tienen la propiedad.
Es el tipo de globalización y liberación del comercio, impulsada por las necesidades de la acumulación del capital a escala mundial la que, de la mano de las transnacionales y la Organización Mundial de Comercio (OMC), promueve el saqueo e invade el espacio ecológico de las comunidades locales.
Esto es lo que explica los desplazamientos de poblaciones y apropiación de tierras; la depredación de las riquezas naturales, la ruptura de la biodiversidad y de los equilibrios ecológicos; la expropiación de saberes seculares a los pueblos originarios o la mercantilización de servicios esenciales para la población.
La guerra, los conflictos entre naciones y pueblos, se han exacerbado allí donde hay reservas hidrocarburíferas; donde las tierras son fértiles, donde se encuentren minerales estratégicos; donde haya cursos de agua. Esta es la verdadera cara de la globalización capitalista cuyo saqueo amenaza los límites mismos de la sustentabilidad del planeta.
Pero la acumulación por desposesión no remite solo a la exacción de los recursos naturales sino también los derechos de un patrimonio social acumulado durante generaciones: el derecho a la salud pública, a los espacios públicos, a la jubilación estatal, al transporte.
Todos estos derechos han sido sometidos a políticas privatizadoras y de transferencia de actividades y responsabilidades del sector público al privado.
Resistencias
Muchos de los movimientos sociales y conflictos de los últimos años en América latina lo han sido por la defensa de esos recursos y derechos.
La voracidad de este despojo ha provocado fuertes resistencias que se expresan en la diversidad que contiene el movimiento alter-globalización que hoy recorre el mundo, y que adquiere formas y dimensiones propias en nuestra región.
Cobran así significado los movimientos campesinos, indigenistas, ecologistas, de la sociedad civil en general en defensa de la soberanía alimentaria; de la biodiversidad y el equilibrio ecológico; de recuperación de recursos estratégicos para la vida y el desarrollo como los hidrocarburos y el agua; contra la privatización de los servicios, de las pensiones públicas y de la cultura; contra el libre comercio y la libertad en el movimiento de capitales. Por la defensa de las libertades públicas. Contra la guerra.
En nuestro país esta resistencia adquiere formas concretas en los movimientos campesinos en Defensa de la Tierra; en el movimiento por la Nacionalización del Petróleo y el Gas Ya!; en los diversos agrupamiento unificados en La defensa del tren; en las Comisiones Vecinales en Defensa del Agua; en los movimientos regionales Contra las Explotaciones Mineras a cielo abierto; en el movimiento No al ALCA.
Como dicen los zapatistas: se trata de reapropiarse de lo que les fue despojado y, agregamos nosotros, evitar nuevos despojos.