El poeta Juan Carlos Mestre (Premio Castilla y León de las Letras, 2017), autor de «La visita de Safo y otros poemas para despedir a Lennon», «Antífona del otoño en el Valle del Bierzo», «La poesía ha caído en desgracia», «La tumba de Keats», «La casa roja», Premio Nacional de Poesía, 2009, «La bicicleta del […]
El poeta Juan Carlos Mestre (Premio Castilla y León de las Letras, 2017), autor de «La visita de Safo y otros poemas para despedir a Lennon», «Antífona del otoño en el Valle del Bierzo», «La poesía ha caído en desgracia», «La tumba de Keats», «La casa roja», Premio Nacional de Poesía, 2009, «La bicicleta del panadero», Premio de la Crítica de Poesía en castellano, 2012, acaba de publicar «Museo de la clase obrera», y en cuyo interior palpita en buena parte el desconcierto de la contemporaneidad.
Con su lenguaje de probarlo todo se mete en quien lee de modo que hace invisible el desquicie y así trastoca para que la lectura de como fruto un choque con nuestro punto de vista, precisa leer dejando lo lineal, lo inmóvil.
«Museo de la clase obrera» hace pasar la realidad por un tamiz que deja la contemporaneidad en su desorden, descoordinada, deshumanizada, desvestida, se muestra así misma con el pecho abierto por el esternón partido, pulmones, corazón, hinchándose y deshinchándose.
Hoy es descolocación. No hay nada firme, todo se grita y se bambolea en la superficie imbécil en medio de la tensión. La creación, con lo que Mestre recoge, es presentada para que tengamos que ir frenando las palabras y observando el cascarón en el que se nos ha encerrado, y la inquietud nos va a ir facilitando cada uno de los pasos. Nos dice que nos preparemos, que «los últimos nunca seréis los primeros». Mezcla lo grande y lo pequeño, lo exterior y lo más recóndito, no llueve nunca sobre mojado, y a quien lee exige y quien lee se retira una y otra vez con sensación de peligro para volver al desconcierto, y verá en la desobediencia la manera en la que los energúmenos del norte quieren tener el mundo.
De ahí que tras la lectura comprendamos qué ocurre a uno mismo y a los de la misma condición de esclavos, de proletarios, de dignos anónimos en masa que deben encenderse para llenar el pasado, el presente y el horizonte. Entre los gritos las salmodias las irreverencias y descomposiciones apenas encontrarás signos de puntuación, pues la lectura pide búsqueda, estado atento y concierto en el desconcierto, y no encuentras más signo que tú, y verás a Rimbaud, a Gertud Stein, …, a Homero viajando, años, miles, viajando tú viajando en medio de ésta tormenta.
Tienes aquí algunos disparos cortocircuitados: «el poema comienza cuando estalla la bombilla. Los maridos protegen sin éxito a sus maridos las esposas protegen sin éxito a sus esposas. El jarrón se da la vuelta el lápiz cae de punta. Un mirlo silva en el guindo el zoquete deja la escuela. La noche escribe en los muros frases inconexas te amo mao cerdos capitalista el corazón tiene alas.»
Y minúsculas historias: «… ¡al ladrón! ¡al ladrón simpatizantes de las mulas! bajo la tierra removida está johana berta julie von westphalen también llamada jenny esposa de marx da clases gratuitas de prosodia su gloria como los frutos no recogidos …», «… no puedo darte explicaciones en cuerpo y alma está el santo de asis en los armadillos el 13 de noviembre dijeron una misa cantada por apollinarire el bien parecido …» , «punto dos … hoy a las seis cincuenta murió el camarada lenin un tipo sencillo que tendía él mismo la ropa y tocaba el banjo en un garaje …»
Mestre nos muestra el pasado en la corriente revuelta de la contemporaneidad quiere que lo leamos como una «hélice anticipatoria», el libro es un continuo empujón, imprime velocidad al lenguaje, y debemos leer despacio o nos ahogaremos. Tal y como se nos muestra el futuro habremos de medirlas convulsiones por las que pasamos bajo la presión de la sociedad ya interiormente descompuesta. Lee despacio, de lo contrario serás barrido; la literatura de Mestre no es para ahogarse, es para saber salir airosos.
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