Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Foto: Ariel Sharon, el exprimer ministro y hombre fuerte de la derecha israelí murió en enero de 2014 tras ocho años en coma (AFP).
Enfrentar a Ariel Sharon, el exprimer ministro de israelí muerto en 2014, con sus horrores mientras estaba en coma es la elección literaria que hizo la novelista palestina Yara El-Ghadban para explorar el lado oscuro de la humanidad.
Yara El-Ghadban está profundamente convencida de que “la escritura es el primer signo de la libertad”. Esta novelista, etnomusicóloga y antropóloga saca su inspiración de su universo de mujer palestina para explorar y contar el exilio, la herencia familiar, el amor, aunque también la violencia.
En su última novela, Je suis Ariel Sharon [Yo soy Ariel Sharon], Yara El-Ghadban se ha arriesgado a escribir sobre aquel que “escribe su historia desde hace 72 años”: Ariel Sharon, el exprimer ministro y hombre fuerte de la derecha israelí fallecido en enero de 2014 tras ocho años en coma.
Para poder acabar esta novela la escritora palestina afirma que ha luchado contra “el miedo y la autocensura, pero también contra la ira, el deseo de hacerle pagar por medio de la pluma todos sus crímenes”.
Yara El-Ghadban desvela a Middle East Eye los entresijos de este diálogo ficticio con Ariel Sharon a través de su madre, de las dos mujeres de su vida y de la mítica Rita, la mujer que “invoca la conciencia” del hombre que siempre se asocia al sufrimiento del pueblo palestino.
Middle East Eye: Usted ha recorrido muchos lugares, Dubai, Buenos Aires, Beirut, Sanaa, Londres, antes de establecerse finalmente en Montreal. ¿Se ha sentido desarraigada tras este recorrido?
Yara El-Ghadban: Nací en Dubai, sin estatuto alguno, con un documento de refugiada palestina emitido por Líbano. Mi madre nació en Siria en un campo de refugiados palestinos y mi padre en Palestina en 1948, pero él también creció en un campo de refugiados en Líbano a raíz de la Nakba.
Mi familia tuvo que emigrar varias veces. He conocido el desarraigo toda mi vida. Hoy en día soy ciudadana canadiense, establecida en Montreal, lo que me permitió finalmente en 1999 visitar Palestina como ciudadana canadiense. Actualmente voy con regularidad pero mientras no pueda volver como palestina, siempre seré una exiliada.
MEE: ¿Qué impacto tuvo el exilio en su literatura?
YEG: Para mí la escritura es el primer signo de la libertad. Escribo para hacer frente a las preguntas que me ha suscitado el exilio: ¿qué nos acerca y nos aleja unos de otros? ¿Qué nos hace humanos más allá de nuestras historias y de nuestras diferencias? Para la palestina que soy estas preguntas son el centro de mi vida.
Escribo para contar las historias que no se cuentan, para no seguir siendo una exiliada de la historia.
Mis tres novelas se centran en Palestina y el exilio. L’Ombre de l’olivier (2011) [La sombra del olivo] cuenta la pérdida de la inocencia de una niña palestina que se enfrenta a su historia y a la invasión israelí de Líbano en 1982.
Foto: Familias palestinas refugiadas en un aparcamiento subterráneo en Beirut Oeste tras huir de los bombardeos de los campos de refugiados palestinos de Sabra y Chatila el 27 de mayo de 1985 (AFP).
Los personajes de la novela Le parfum de Nour (2015) [El perfume de Nour] gravitan en torno a los bombardeos de Gaza en 2009: un médico británico que lleva a cabo misiones humanitarias en Gaza, país de origen de su amante, Nour.
Je suis Ariel Sharon (2018) destaca la perspectiva de las mujeres en la vida de Ariel Sharon, que estuvo en primera fila de la Nakba [la catástrofe palestina], del nacimiento del Estado de Israel en 1948 y de gran cantidad de sufrimiento para el pueblo palestino.
La trama de mis novelas nunca se arraiga en un lugar fijo, nunca en un solo paisaje. En una misma novela Dubai se codea con Beirut; Londres, Gaza, Ramala, Montreal, Brest, Tbilissi, Jerusalén dialogan y se superponen.
Escribo en francés, pero es una lengua mestiza, híbrida, en la que caben otras lenguas e imaginarios. Y es que mi francés también es árabe e ingles. En mis exilios he atravesado tantas lenguas y tantas culturas que con frecuencia traduzco al francés una imagen o una frase que se me ocurre en otra lengua.
MEE: ¿Cómo nació su última novela, Je suis Ariel Sharon?
YEG: Yo estaba en Palestina en 2006 cuando Ariel Sharon entró en coma. Mi suegra me dijo: “Ya verás, no va a morir. Tiene demasiadas cuentas pendientes”. En efecto, estuvo ocho años en coma.
La frase de mi suegra arraigó en mí. Entonces me pregunté en qué pensaría Sharon si su conciencia estuviera despierta a pesar de estar en coma. Estas preguntas son fundamentales en la novela. Je suis Ariel Sharon explora la psique de un hombre confrontado a su historia, un hombre entre la vida y la muerte, el orgullo y el arrepentimiento, la crueldad y el remordimiento.
La trama repasa la historia de Sharon a través de una serie de diálogos íntimos con las mujeres de su vida y le pone frente a frente a la vez consigo mismo y con aquellos y aquellas cuyas vidas estuvieron marcadas por el hombre, el político, el militar.
MEE: Je suis Ariel Sharon es el título elegido por una escritora palestina. ¿Por qué lo eligió? ¿Entiende que se considere provocador?
YEG: El título vino antes que el texto. Quería imaginarme en el universo íntimo de este hombre, meterme en su piel, entrar en su verdad, para comprender cómo puede una persona convertirse en este personaje que es un monstruo para el pueblo palestino y un héroe para muchos israelíes.
Es un título difícil. Me costó mucho tiempo poder llegar a pronunciarlo yo misma. Todavía me resulta extraño oírmelo pronunciar a mí misma, pero aún así decidí conservarlo porque quería asumir totalmente la novela y hacer frente al personaje y al hombre sin miedo y sin vacilar.
Me hice muchas preguntas: ¿Por qué imponerme semejante reto? ¿Qué me motiva? ¿Es una traición a mi identidad palestina? ¿Cómo lo recibirá mi familia, los lectores palestinos, judíos o israelíes…?
Sobre todo, me hice preguntas éticas y políticas. Tuve que luchar constantemente contra el miedo y la autocensura, pero también contra la ira, el deseo de hacerle pagar por medio de mi pluma todos sus crímenes.
En casa ocultaba las biografías de Sharon, tapaba su imagen con un papel opaco porque su rostro en las portadas de los libros agredía a mi familia y a cuantos han sufrido a causa de él.
También tuve que demostrar mucha resiliencia al leer su visión de las cosas y la visión de quienes le defienden. No ha sido fácil tener que leer en casi todas las páginas las palabras “terroristas árabes” o incluso frases en las que se alegraban de que se hubiera “liquidado” a tal persona o celebrar tal victoria sabiendo cuántas vidas habían sido aniquiladas para esta supuesta victoria… He tenido que enfrentarme a esta retórica, a estos discursos hirientes sin perder de vista quién soy y por qué escribo.
Era difícil. Yo era muy exigente conmigo misma porque no habría valido la pena escribir si me hubiera dejado caer en esas trampas y facilidades. Pero estoy contenta de haber podido hacerlo. He crecido gracias a ello. Me siento más humana.
MEE: Ha elegido cuatro voces femeninas para interpelar a Ariel Sharon.
YEG: Si en esta novela hay retratos, no es el de Sharon sino el de las mujeres que conoció a lo largo de su vida. Véra, su madre, Lily, su segunda mujer, Gali, su primera mujer, y, por supuesto, Rita. Esta figura fantasmagórica, la mujer-voz que le acompaña a través de la novela. El nombre Rita es también muy simbólico. Rita era la amante judía del poeta palestino Mahmoud Darwich.
Me habría resultado imposible interpelar a Sharon, el ser humano, el hombre, sin estar bloqueada por lo que él representa de violencia. Por eso me volví a las mujeres. Me puedo identificar con sus experiencias de mujeres y a través de ellas podía llegar a la parte humana del militar y político.
Me puedo identificar plenamente con una mujer enamorada de un hombre a pesar de todos sus fallos, con el amor de una madre. Para ella, su hijo será siempre su hijo aunque para el mundo entero sea un monstruo.
Foto: Yara El-Ghadban: “Al escribir sobre las mujeres en la vida de Sharon, también he acudido a mi experiencia de mujer palestina” (AFP)
En esta novela las mujeres no tienen las mismas perspectivas ni las misma historias aunque estén todas vinculadas a Sharon. La melancolía de Véra, que sacrificó su sueño de ser médica por el sueño sionista de su marido. Gali, un alma dulce, demasiado dulce para sobrevivir mucho tiempo en un mundo tan cruel. Lily, la aliada de Sharon, cuyo amor por él era indefectible, ella que estaba dispuesta a todo.
Y Rita… la que lleva las almas de todas las mujeres. Rita invoca la conciencia de Sharon. Es a la vez su doble y su contrario femenino. Es una figura salvadora que le reconcilia con su muerte al tiempo que le hace enfrentarse a unas facetas insoportables de sí mismo. Él está desnudo ante ella. Ella encarna todo lo que él ama y detesta en sí mismo, también todo lo que desea y todo lo que le asusta.
En la novela esta relación oscila constantemente entre el apego simbiótico y la ruptura. Este vaivén continuo es fundamental en la novela.
MEE: ¿Su condición de mujer palestina se expresa también a través de Ariel Sharon?
YEG: Al escribir sobre las mujeres en la vida de Sharon también he acudido a mi experiencia de mujer palestina, sin duda. Lo primero que se elimina en las guerras y las situaciones de opresión son la humanidad, la intimidad, la feminidad. Por eso las mujeres son fundamentales en mis tres novelas. Me importan las voces de las mujeres, su visión del mundo, su interioridad.
Se suele representar a la mujer palestina como el símbolo de la nación. Se sacrifica y sacrifica a sus hijos por la libertad. Se olvida que la mujer palestina también tiene una vida íntima, sueños, deseos. Le parfum de Nour, mi segunda novela, aborda estas temáticas. Escribo sobre la sensualidad de la mujer palestina, su pasión, sus fantasmas, sus transgresiones.
Quiero escribir la historia por medio de esas voces a las que no se escucha y a través de las que siempre están a un lado o se dejan de lado.
En Je suis Ariel Sharon el personaje que más se inspira de la experiencia de las mujeres palestinas es Rita, que sin duda es la figura más compleja de la novela y la que la cohesiona. Encarna la vida y la muerte, todas las mujeres y todas las posibilidades interrumpidas por la historia trágica de esta tierra. Encarna el amor, el odio, la ira, la reconciliación. Está fuera del tiempo, fuera de lugar y lleva consigo todos los tiempos, todos los lugares, todas las identidades.
En ese sentido también es la esperanza, pero una esperanza que no es angelical, una esperanza fundamentalmente humana.
MEE: ¿Por qué ha sentido la necesidad de comprender la violencia cometida por Ariel Sharon contra el pueblo palestino?
YEG: He escrito esta novela para mí, para la mujer palestina que soy y que siempre está perpleja ante la violencia de la que son capaces los seres humanos.
¿Cómo se convierte Ariel Sharon en este personaje capaz de ordenar la muerte de miles de hombres, mujeres y niños mientras se come un filete y, al mismo tiempo, capaz de interrumpirlo todo para volver a su granja, asistir al nacimiento de un cordero y después llorar al ponerle un nombre?
La historia de Sharon es mi historia. Y mi historia es la suya.
Estamos unidos el uno al otro por este acontecimiento común, una catástrofe para mí y mi familia cuyas consecuencias sufrimos durante casi 72 años, una victoria para los israelíes: la creación de Israel y el desarraigo forzado de las y los palestinos, así como la destrucción de sus pueblos y sus modos de vida.
Sharon era miembro de la primera generación de colonos sionistas y participó en todas las decisiones y en los actos que tuvieron un impacto directo sobre mí y mi familia: la destrucción de los pueblos, la colonización, la ocupación, la invasión de Líbano y las masacres de Sabra y Chatila (Chatila es el campo de refugiados en el que mi familia se refugió primero, antes de ser desplazada a Burj al-Barajneh. Hasta el día de hoy Chatila está escrito en mi documento de refugiada…). Sharon también es el artífice del muro de separación…
Foto: Una mujer palestina llora mientras varios agentes de defensa civil transportan el cuerpo de un familiar lejos de los escombros de su casa en el campo de refugiados de Sabra el 19 de septiembre de 1982 (AFP)
Al mismo tiempo, en tanto que israelí toda su vida ha girado en torno a estos “árabes” palestinos que se niegan a desaparecer. La historia de Israel – su presente, su futuro, la forma de vida militarista que domina ahí y, por lo tanto, la vida de personas como Sharon – siempre estará asociada a la de las y los palestinos, que están en el ADN de Israel del mismo modo que Israel forma parte ahora de mi historia y de mi vida, con todas las dificultades y penas que ello implica. Estamos vinculados.
Además, cuando nació Sharon en 1928 Israel no existía. Nació en Palestina. Es primero palestino. También tenemos eso en común, aunque él no haya querido esta identidad. ¿Imagina las posibilidades si él hubiera aceptado esta identidad en vez de tratar de forjar una nueva a toda costa? Todo esto es a lo que le daba vueltas mientras escribía la novela.
MEE: Por último, usted ha elegido el camino de la literatura y más precisamente de la ficción para interpelar a Ariel Sharon, ¿por qué lo ha elegido?
YEG: Sharon escribe mi historia desde hace 72 años. En la novela soy yo quien escribe su historia y quien decide su destino. Para mí es un acto último de libertad y eso solo lo permite la ficción.
Por lo que se refiere a las y los palestinos, asistimos al genocidio lento de toda una población… Y es un genocidio que solo es posible debido a la indiferencia del mundo ante el sufrimiento y la injusticia, porque se ha aceptado que las y los palestinos sean menos que seres humanos.
Me he preguntado por qué escribir, cómo escribir esta novela cuando se mata impunemente todos los días a personas palestinas, cuando se destruyen tantos sueños, cuando se ahoga a tantos jóvenes.
Desde hace mucho tiempo la ficción ha sido superada por la violencia de los seres humanos, pero, precisamente, ¿acaso al permanecer así en segundo plano podría recordarnos nuestra humanidad, alejarnos del precipicio, obligarnos a mirarnos en el espejo y ver todo lo que corremos peligro de perder, todo lo que matamos en nosotros mismos cuando matamos a los demás o aceptamos esa suerte para los demás sin decir o hacer nada?
Hay una frase de la novelista estadounidense Toni Morrisonque me gusta mucho: “Sobre todo, no traicionar nunca a tus personajes”. Me ha ayudado mucho con Sharon. Al escribir me decía a mí misma constantemente: “Deja a Sharon ser Sharon y él mismo se revelará, él mismo expondrá su parte humana y su parte monstruosa”.
Hay que confiar en el poder de la escritura para hacerlo y en la fuerza de la ficción. La escritora tiene esta responsabilidad de verdad y de autenticidad consigo misma y con los personajes.
Para escribir sobre el otro hay que trabajar primero sobre uno mismo, cuestionarse, dejarse atravesar por la vida de los demás y aceptar ser zarandeado. La escritora tiene esta responsabilidad de correr un riesgo, no transfiriéndoselo a los personajes sino arriesgando todo lo que ella da por hecho.
Foto: Yara El-Ghadban: “No se necesita una novela para denunciar el horror que ejerce Israel. Se ve todos los días y, sin embargo, nada cambia” (AFP)
He visto demasiadas novelas sobre palestinos escritas por escritores que nunca se han tomado la molestia de conocer uno o de pedir a un palestino que lea lo que han escrito.
Demasiados textos explotan su sufrimiento, hacen sufrir a las y los palestinos dos o tres veces más violencia a través de ficciones que disfrutan con el sufrimiento de los demás y ganan premios a pesar de que el propio escritor nunca ha corrido ningún riesgo.
Es fácil escribir sobre el sufrimiento de los demás, es mucho más difícil dejarse atravesar por ese sufrimiento y cuestionarse a través de él.
No se necesita una novela para denunciar el horror que ejerce Israel. Se ve todos los días y, sin embargo, nada cambia. No he elegido el enfoque de la denuncia. La literatura es más grande que eso, más poderosa que la denuncia. Permite entrar en lo que hace posible este horror, explorar la parte sombría de la humanidad, entrar en la intimidad humana y todo lo que esta tiene de hermoso y de feo. Ese es el trabajo de la ficción. En este espíritu es en el que he escrito Je suis Ariel Sharon.
Safa Bannani es una periodista belga-tunecina de MEE que escribe fundamentalmente sobre los medios de comunicación, el islam en Europa, el Magreb y Oriente Próximo. Trabajó de periodista en la agencia de prensa Anadolu y colaboró en la oficina de Bruselas de Al Jazeera. También trabajó en el departamento de prensa y comunicación de ENAR (siglas en ingles de Red Europea contra el Racismo).
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.