Biólogo, máster y curso de doctorado en inmunología, doctorado en muerte celular, postdoctoral en inmunología y metabolismo y segundo postdoctoral en cáncer. Desde hace algo más de tres años lleva la plataforma de divulgación científica Ciencia mundana.
Leí hace pocos días un artículo de “La paradoja de Jevons” (¿Sueñan las ovejas con COVID-19? La ganadería intensiva y las nuevas pandemias https://rebelion.org/suenan-las-ovejas-con-covid-19-ganaderia-intensiva-y-las-nuevas-pandemias/) en el que se señalaba que el sistema de producción de carne global, la masificación y su carácter intensivo, era lo que permitía que de manera legal se vendieran todo tipo de animales (de granja y salvajes) conjuntamente en un mismo espacio, además de permitir la aparición y transmisión de nuevos virus y bacterias. Se afirmaba, si no lo he leído mal, que la globalización de estas prácticas eran las autopistas para virus emergentes como el SARS. ¿Es así en tu opinión? ¿Mientras esas “formas productivas” no cambien, el riesgo no varía sustantivamente?
Estoy de acuerdo porque básicamente yo he participado activamente en la elaboración de ese texto, pertenezco al colectivo “La paradoja de Jevons”.
Lo desconocía. Pregunta directa entonces.
Hace ya bastantes años que se lleva avisando de que la industria agroalimentaria es fuente de desequilibrios ecológicos que llevan al incremento de enfermedades infecciosas y zoonosis. Las principales razones son: la biodiversidad ejerce de muro de contención a las infecciones; los animales en las macrogranjas son sacrificados cada vez más jóvenes, seleccionándose los microbios más agresivos; se separa la reproducción del engorde, impidiendo la actuación de la selección natural; se generan nuevas ciudades rurales, precarizadas, en torno a las macrogranjas que son autopistas para esos nuevos agentes infecciosos.
Lo que nos hizo escribir ese artículo fue otro publicado en el portal de divulgación científica más importante de España, Naukas. Un artículo tendencioso, escrito por un veterinario, que hace apología de la agroindustria.
¿Qué pasa con la dexametasona (un esteroide fue creado hace unos 60 años)? ¿Es el fármaco salvador? Dicen, además, que es barato y de fácil producción. Por cierto, ¿qué es un esteroide?
Recuerdo que en marzo circulaba un vídeo de uno de estos médicos “youtubers”, el Dr. Calleja, que explicaba en una pizarra, en un vídeo muy pedagógico, lo útiles que podían ser los antiinflamatorios para los casos graves de covid. Para mí tenía lógica. Las personas con covid con síntomas más graves, lo que les hace ingresar y morir, es la neumonía. Debida a una fuerte inflamación de las vías respiratorias que llevan a un encharcamiento de los alvéolos y su incapacidad para intercambiar gases. Esta inflamación la produce el sistema inmunitario, no deja de ser una respuesta a las infecciones que pretende facilitar el acceso de sus células al sitio de infección. Cuando la respuesta es demasiado grande, se produce lo que habrás oído como “tormenta de citoquinas”. Pues la dexametasona se utiliza en procesos autoinmunitarios como la artritits reumatoide, es un glucocorticoide, que es un tipo de hormona esteroidea. Al final los esteroides son un tipo de molécula biológica que da lugar a cosas tan variadas como el colesterol, las hormonas sexuales, la vitamina D, etc.
Los primeros en describir que la dexametasona es útil en enfermedades respiratorias fue el grupo del Dr. Villar en un estudio en España. Aunque, de nuevo, no es milagroso. Reduce la mortalidad de las personas más graves en un 30-40%, y del total un 13%. Seguramente se convertirá en un tratamiento estándar, pero no hará que esta enfermedad deje de ser un problema muy grave de salud pública.
Este fármaco ha ejemplificado un fenómeno de esta pandemia, el efecto mediático de determinados personajes sanitarios. En este caso, se ha criticado, en mi opinión con razón, la difusión de vídeos como el del Dr. Calleja, porque son afirmaciones muy sensacionalistas, con temas muy sensibles, y que no se hacen por los canales adecuados que la ciencia necesita para generar consensos. Y que, por desgracia, suelen terminar siendo fiascos.
En términos globales, ¿en qué situación estamos? ¿Mejor o peor? ¿Más o menos contagios? ¿Más o menos muertes?
La verdad pienso, y espero equivocarme, que ni en España ni en el mundo hemos salido de esta. Los focos que se están dando entre los más precarios en Singapur, un país que se había vendido como modelo, o la situación de Brasil y Estados Unidos que se ve bien en esta gráfica es lo que indican.
Ubicándome en España, ¿estamos demasiado confiados? ¿Estamos pasando muy rápidamente por las fases de desconfinamiento y llegando con riesgos a “la nueva normalidad”? Pienso, por ejemplo, en el fútbol o en el turismo que está llamando a nuestras puertas. ¿La economía está ahora en el puesto de mando?
En mi opinión la economía siempre ha estado al mando. Desde que dentro de los trabajos imprescindibles estaban aquellos de la industria automovilística, por ejemplo. Ahora estamos viendo, que sí, que algunos focos se deben a fiestas familiares, pero los más importantes como el de Aragón son entre los trabajadores más precarios.
Y lo de dejar entrar a miles de turistas va a ser lo que nos va a hacer volver a confinamientos regionales, especialmente en zonas de costa. Por otro lado, sin un cambio de modelo productivo y económico, ¿qué se puede hacer? Porque nadie se atreve a decir que el rey va desnudo (y de luna de miel) y que mientras no diferenciemos empleo de trabajo, no se va a poner la vida en el centro.
Empezando a hacer un balance sucinto de lo sucedido. Desde tu punto de vista de científico, ¿cuál sería la principal enseñanza que deberíamos obtener de lo sucedido, de lo que sigue sucediendo?
Que hay que poner el foco en la prevención, o sea, en la atención primaria y en los determinantes sociales de la salud. Pero no solo desde el punto de vista estrictamente sanitario, sino también tecnocientífico. Con esto quiero decir que esta crisis nos ha mostrado que la ciencia tiene importantes limitaciones epistemológicas, además de ser lenta (como debe ser) y eso que nos intentan vender de que tiene la capacidad de resolver todos nuestros problemas mediante soluciones tecnológicas, pues que no, que a veces conocimientos más “sociales” como el urbanismo, o incluso el sindicalismo, pueden ser más útiles que aplicaciones tecnológicas sofisticadas.
¿Me olvido de aristas esenciales? ¿Algunas cosa más que quieras añadir?
Estos días ha salido a la luz un estudio (de nuevo, sin revisar) de aguas fecales en Barcelona en el que se ve que hay una muestra positiva de marzo del 2019. Esto ha generado mucho revuelo mediático. En el estudio han participado periodistas de Reuters que elaboran la nota de prensa. Todo, como viene siendo habitual, muy irresponsable. Por suerte hay periodistas científicas íntegras como Patricia Fernández de Lis que criticaron el revuelo.
Y es que estos resultados no merecen más atención que la anecdótica. No hay ninguna muestra positiva entre abril y diciembre de 2019; el protocolo de detección que utilizan, recomendado por la OMS deja claro que esos genes que salieron positivos (porque no salieron todos), son lo que se llama “cross-reactivos”, o sea, que otros virus lo tienen lo que lleva a falsos positivos. No repitieron el experimento porque se quedaron sin muestra, no secuenciaron, no validaron con otros genes. La investigadora Elisabeth Bik, que se dedica a destapar fraudes científicos dice: “Un artículo que hace afirmaciones extraordinarias tiene que tener datos extraordinarios”. Vamos, una chapuza. Otra más, que sigue erosionando la confianza de la sociedad en la ciencia y en sus periodistas.
Mil gracias por tu tiempo. No te extrañe que vuelva a abusar de tu generosidad.