Irreverente, marginal, hiriente, trepidante, teatral, visceral, impúdica, salvaje, ciclónica, agresiva, demente, sensual, escandalosa, excitante, única, truquera, descarada, excéntrica, legendaria, irrepetible… ¿Pero, quién era esta mujer que no cabía en sí misma? ¿Quién era, que no alcanzaban las palabras? Y por si no bastase, el testimonio de algunos que sabían muy bien cuanto decían: […]
Irreverente, marginal, hiriente, trepidante, teatral, visceral, impúdica, salvaje, ciclónica, agresiva, demente, sensual, escandalosa, excitante, única, truquera, descarada, excéntrica, legendaria, irrepetible…
¿Pero, quién era esta mujer que no cabía en sí misma? ¿Quién era, que no alcanzaban las palabras?
Y por si no bastase, el testimonio de algunos que sabían muy bien cuanto decían: «Eres un genio»… (Pablo Picasso)… «La creadora del arte del frenesí» (Hemingway)… «Un animal musical» (Jean Paul Sartre).
¿Sabría Pedro Almodóvar que al incorporarla en la banda sonora de su película Mujeres al borde de un ataque de nervios, iba a contribuir a la resurrección de un mito?
Me temo que a eso apostó, porque nadie hubiera podido desgranar con aquella voz suya el tema Puro teatro, y cómo no hacerlo si su vida, había sido un drama.
Desde entonces, el mito de La Lupe ha intentado traspasar las fronteras de la sombra; aunque penetrar su vida sea como hilar un collar de fuego.
Polémica desde su nacimiento
El remolino de su vida azuzó la polémica; pero en cualquier caso, esta comienza desde el principio.
No se llama Guadalupe como afirman la mayoría de las fuentes en Cuba y el exterior, sino Lupe, con Victoria como segundo nombre. Así fue inscrita y así lo conservó.
La fecha de nacimiento también ha generado contradicciones increíbles. En el Diccionario de la música cubana (Helio Orovio), sólo hay un signo de interrogación.
Quienes visitan la tumba de La Lupe en el Saint Raymond Cementery del Bronx neoyorquino, se asomarán a una lápida llena de flores y cartas, con el mensaje: «YOLI Lupe Yoli (La Lupe) Recuerdo de tus hijos y admiradores. Mi Dios me lo ha dado todo», y dos fechas: 12-23-1939 (nacimiento) y 2-29-1992 (muerte)… pero hasta allí han llegado los equívocos.
Nuestra investigación nos llevó hasta el Registro Civil de Santiago de Cuba Norte. De sus páginas amarillentas emergió la señal…
En el tomo 150 y el folio 241 del día 4 de enero de 1937 se conceptúa que Lupe Victoria Yoli Raymond nació el 23 de diciembre de 1936. Y todavía habrá que fijarse en la fecha de su fallecimiento que todos afirman fue el 28 de febrero de 1992 (un infarto en su hogar), mas en la losa está marcado el día 29.
En lo que no caben dudas es en el lugar. Lupe Yoli nació en San Pedrito, Santiago de Cuba, en el Oriente de la Mayor de las Antillas; pero dicho simplemente así, no se ha dicho nada.
No es este lugar -yerran varias páginas webs-, ni un poblado ni un municipio; sino uno de esos barrios que tipifican una ciudad.
San Pedrito es una barriada periférica, habitada por gente de extracción humilde, con calles sin asfaltar -entonces y ahora-. Un sitio donde se acude al llamado de los tambores, se concentra la mulatez y los problemas suelen resolverse allí mismo; sin que le falte esa «fama de esquina» que… suele agregar lo suyo.
Lupe vivió exactamente en la vivienda número 103 en una calle paralela a la Fábrica de Ron Bacardí.
Le llaman Carretera de Bacardí, aunque alguna pared ostente la identificación pomposa de Avenida. Una casa marcada por la transformación, desde aquella modesta casa de zinc y mampostería hasta hoy; pero aún con la ventana intacta, la misma por donde se asomaba cada mañana a sus juegos y sus sueños, justo frente a la enorme chimenea de la fábrica.
La aureola de un mito sobrevive por obra de no sé que misterio; pero tanta ausencia, tanto silencio en torno a ella, no ha permitido aquilatar la magnitud que alcanzó la que habitó allí hace medio siglo.
«Un hogar de gente tranquila y decente», relatan los vecinos que la conocieron.
«Una mulatica flaquita que siempre andaba con un grupo de muchachos y de muchachas, cantando y bailando, por aquí cerca… Todo el mundo la quería, era simpática».
Y recuerdan a Tirso, su padre un «jabao» alto, como le dicen en Cuba a los mestizos con la piel blanquecina. A Paula, su madre, y a los otros hermanos de Lupe, Norma y Rafael, fallecido luego en un accidente. Y a Rosa, la madrastra, con quien vivió la joven, cuando se divorcian sus padres.
Algunos están perplejos cuando pregunto por La Lupe. Por aquí vino hace tiempo la hermana de La Lupe -me cuentan-, han venido extranjeros; pero un periodista cubano… no. Me estremezco.
Tal vez no se haya reparado suficiente en que, ese entorno rebelde y espontáneo de sus primeros años, fue acaso el sustrato, la chispa resguardada que devino en la gran llamarada de su existencia.
La primera vez
La Lupe es hija de la guantanamera Paula Raymond Soler y el santiaguero Tirso Yoli Michel, trabajador de la empresa Bacardí, que toleraba mal su afición a cantar. En consecuencia, la muchacha estudió para maestra en la Escuela Normal… mientras seguía actuando al aire libre y en concursos radiales.
Un espíritu como aquel, sin embargo, no se doblegó ni a la autoridad paterna.
Sin que su progenitor se enterara, asistió a un concurso de aficionados de una emisora radial de Santiago de Cuba.
Afirman que la joven había ido a pie de su casa a la emisora, con un calzado que le apretaba y… cuando llegó su turno
-libre de la atadura de sus únicos zapatos- salió a cantar descalza.
De más está decir que la «sensacional imitación» de Olga Guillot le ganó el primer puesto. Asegura José Manuel Gómez (Guía esencial de la salsa) que el bolero de aquella ocasión fue No me quieras así.
José Armando Guzmán Cabrales -aún activo- fue su presentador más de una vez:
«En el programa, Gilda busca una estrella, de la fábrica de galletas Gilda, Félix Gutiérrez era el que vendía las propagandas, el locutor oficial, y yo ayudaba como locutor aficionado. Y allí tuve el placer de presentar a Lupe.
«Ella no era una figura, era una aficionada…El programa se emitía en la emisora CMKW, entonces La Onda Musical de Oriente, en Estrada Palma y San Basilio.
«Luego, ya como animador del Cabaret Copa Club de Santiago de Cuba, volví a presentarla, y a Pacho Alonso, René del Mar… pero entonces era Lupe Yoli, no La Lupe.
«La contrataron y todas las noches cantaba en un show y triunfaba como cancionero; la gente le pedía canciones, porque lo hacía muy bonito, y bailaba muy bien.
«Era una mulatica delgada, muy enérgica, que no se estaba tranquila en ningún lugar. Se desenvolvía con mucha soltura en el escenario. Yo creo que desde que empezó a cantar, tenía el don de estrella, de verdad.
«Aunque le encontraban parecido con Olga Guillot; cantaba sus canciones porque eran las que estaban de moda; pero yo creo que Lupe cantaba como ella misma».
Todavía quedan otros acercamientos, los de su prima Irma Canet Yoli, quien la recuerda «muy simpática, terrible…
«Y cuando se ponía a cantar, cantaba en cualquier lugar, y nada le daba pena. Decían que imitaba a la Guillot; pero para mí, ella no imitaba a nadie. La recuerdo en el teatro, las colas para verla….
«Y eso de darle golpes al pianista por la espalda, todo eso… le salía de adentro, era algo que le nació a ella misma, que no copió de nadie».
Atrapada en La Red
En 1955, La Lupe se traslada con su familia para La Habana -su padre andaba con problemas nerviosos- y ella ya tenía el título de maestra, aunque no ejerció. De su etapa de estudiante en la Escuela Normal, la recuerda Norma Esther Silva Gaínza:
«Cierta vez en que llovía y mientras esperábamos, Pacho Alonso que también estudiaba allí, comenzó a dar tumbas en el asiento. Lupe se subió a la mesa y empezó a cantar, a bailar con aquella gracia de ella. Cuando los profesores llegaron, fue tremendo…»
En 1958 su carrera musical se impulsa como integrante del trío Los Tropicubas. El músico, Eulogio «Yoyo» Reyes había quedado rendido a sus pies y se convertirá en su primer esposo… pero ni el trío ni el matrimonio podrán ponerle riendas a una Lupe incontrolable dentro y fuera del escenario. Y aquello se quiebra.
La Lupe, independiente de nuevo, se convierte en solista. Actuó en Le Mans y en el night club La Red. En este último «fijó su cuartel general, donde cada noche recibía a los fanáticos de su estilo agresivo y teatral».
Aún el lugar existe, en L y 19, en el corazón de La Habana; pero del «fantasma» de La Lupe, no queda rastro.
Al parecer, la primera constancia escrita del apelativo con el que se le conocerá para siempre, La Lupe, se debe al periodista Rafael Caselin.
La musicóloga Alicia Valdés habla de un «original estilo de canto que combina carcajadas, llanto, gritos y movimientos corporales desmedidos y sexuales con desprendimientos violentos de prendas de vestir como los zapatos que utilizaba para golpear a su pianista acompañante».
El periodista Diego Manrique cita a Guillermo Cabrera Infante, en un artículo publicado en El País, en marzo del 2000:
- (…) salía una mulata que daba la impresión de ser a la vez fornida y delicada… Pero se convertía de pronto en un temblor demente, en una incursión trepidante, en un verdadero ataque. La cantante misma primera parecía poseída por el demonio del ritmo… Hoy tengo el diablo en el cuerpo…La cantante ahora se golpeaba, se arañaba y finalmente se mordía las manos, los brazos. No contenta con este exorcismo musical, se arrojaba contra la pared del fondo, dándole trompadas con los puños y con uno o dos cabezazos se soltaba literal y metafóricamente el moño negro. Tras aporrear el decorado, atacaba al piano y agredía al pianista con una furia nueva. Todo ello (…)sin dejar de cantar ni perder el ritmo (…).»
Un testimonio singular nos entrega la profesora universitaria e investigadora, Daysi Cué Fernández. En 1961, era una estudiante de sociología de la Universidad de Oriente, que llegaba a La Habana con sus compañeros, a propósito de una exposición:
«Por la noche, aprovechábamos para recorrer la ciudad…. En una de esas salidas por El Vedado, fuimos a dar, ya en la madrugada, a La Red. En aquel momento, La Lupe era la estrella del lugar. Casualmente iba en el grupo, un muchacho que había sido su compañero de estudios de la Escuela Normal de Santiago, y la Lupe se sentó con nosotros en la mesa.
«Me llamó la atención que la conversación de ella era la de una persona educada, culta, no lo que uno se podía imaginar viéndola actuar. Era muy correcta, al menos lo fue ese día, y no me pareció una mujer vulgar.
«Cuando empezaba a actuar se transformaba y todo lo que se dice es verdad: se pellizcaba, se mordía… desbarataba el mundo; pero lo hacía con una sinceridad que no te daba la impresión de que era una pose de escena.
«No me pareció nada impostado, o una imagen que se tratara de vender. Ella sentía así, y así lo manifestaba. El cabaret se llenaba, porque a todo el mundo le interesaba verla, era un espectáculo.
«La Lupe era un torbellino. Creo que tiene que haber existido muy buena identificación entre ella y los músicos, para soportar todo aquello. Lupe iba contra todos los cánones del período. La Lupe contagiaba y es una artista irrepetible».
«La canción de Fidel»
En 1960, la artista graba su primer disco, nunca con mejor título: Con el diablo en el cuerpo (LP-DISCUBA).
Por suerte, estos temas -y la interpretación de su vida desde el teatro- han permitido un acercamiento de las más recientes generaciones de cubanos a La Lupe, tras ser reeditado en el 2003 para la colección Las voces del siglo (Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales: EGREM).
Caía un terrible silencio, y La Lupe dejó de ser alguien de la que se oyó hablar alguna vez, para sobrepasar el estigma: «¡aquella loca que daba zapatazos al pianista!»… y hacerse tangible.
Cuando se le escucha en Con el diablo en el cuerpo, o en Fiebre hay que andar preparado para soportar la descarga volcánica que le sale de la garganta… y cabe imaginársela, mientras suena su grito de combate: Ay yiyiyi. Aquel rescate de la EGREM, incluye una imagen de La Lupe muy joven, sonriente y tranquila, de brazos de Pacho Alonso y Benny Moré.
Que el fonograma original fue un éxito, lo demuestra el Disco de Oro de la Popularidad entregado por la firma RCA Victor. En la propia revista Bohemia (octubre 22, 1961) hallamos un comentario revelador:
- Nadie puede afirmar ni negar nada sobre La Lupe antes de escucharla y aún después hay que escucharla de nuevo. La Lupe es un caso de arte considerado como sensación pura y por eso todo el mundo necesita tener siempre cerca del tocadiscos un longplaying de La Lupe. (…) La Lupe es una de las cuatro mujeres de este universo que cultivan y dominan el arte nervioso: Lola Flores, Carmen Amaya, Adelia Castillo y La Lupe (…)
Aún habrá más relacionado con esta producción de estreno, una verdadera joya, en la que un equívoco hace increíble guiño a la realidad (Bohemia, julio 23, 1961):
- Cuando decíamos que La Lupe iba a llegar muy lejos, no pensábamos en tanto. Por ejemplo, la semana pasada, sin moverse de La Habana, su nombre era ya muy comentado en Praga (…) Resulta que en el disco de larga duración salido, La Lupe canta «Fiebre» y en mitad de la canción, lanza dos o tres veces el título original: Fiver. Los checos han entendido que lo que quiere decir Lupe es «Fidel» y llaman continuamente a Radio Praga para que pasen «la canción de Fidel».
El naciente proceso revolucionario lo sacude todo y se radicaliza frente a muchos desafíos. Los centros nocturnos son nacionalizados, y La Red no es excepción. A la luz del nuevo contexto, se reaviva la polémica sobre La Lupe y algunos reinterpretan su estética «marginal», su «arte nervioso»… más allá del cabaret.
Todavía hay quienes recuerdan con asombro sus presentaciones en la televisión cubana que «puso los pelos de punta». Aquellos excesos no le ganarían buena fama; aunque tal vez otros demonios se desencadenaron.
La Lupe parte de la Isla hacia México en 1962… Sin embargo, aquellos impulsos no le abandonaron.
Antonia Rey, actriz cubana confesó que: «A veces había que darle oxígeno cuando salía del escenario, porque no podía respirar. Ella era demasiado intensa». La mismísima Lupe declaró alguna vez: «Yo creo que le gusto a la gente porque hago lo que ellos quisieran hacer, pero no se atreven».
¿Hasta dónde aquella fiebre no era más que teatralidad, un recurso escénico llevado al límite? ¿Hasta dónde era el impulso de los demonios que la asfixiaban? ¿Hasta dónde fue resultado de las drogas que unos dicen usó y que otros fervientemente niegan?
El tiempo se encargará de despejar las verdades, aunque los mitos nunca puedan asirse definitivamente.
Y lo cierto es que cada aparición suya se convertía en un suceso, que en sus mejores demostraciones, la interpretación de La Lupe no aparece rasgada por la excentricidad.
La reina
Lo que sobrevendrá a continuación, cabalgando en la gloria, es historia sabida. A veces, su vida parece un culebrón y otras una tragedia. De tierra azteca, La Yoli va a probar sus condiciones en Nueva York, lugar de triunfos y angustias para tantos latinos.
Sus primeros éxitos están al lado de Mongo Santamaría, luego las palmas junto a Tito Puente con quien hace «la mancuerna perfecta».
Rinde al Madison Square Garden y al Palladium, se le consagra como Reina de la Canción Latina, pues lo mismo hizo un montuno que un joropo, un guaguancó que una copla, un merengue que un mambo o ¡un bolerazo!, más de uno… todo a su manera.
Tite Curet pone en su alma, «Puro teatro» y «La Tirana», mientras ella se compra una mansión y no escatima en pieles, en joyas, que es su oportunidad, que no nació en cuna de oro.
La periodista venezolana Lil Rodríguez, voz autorizada sobre la música del Caribe, nos ha dicho que: «fue Venezuela la casa de sus glorias. Acá la amaron hasta la locura hombres de radio y productores de televisión que en mucho ayudaron para la promoción de su trabajo».
Y allí queda su disco junto a Ramón Brito y tantos recuerdos…
Luego, a descender la pendiente, que tanta vida desbordada lo aceleró todo. Y cuando sobrevino la venta de la empresa discográfica con la que había grabado (Tico) a la Fania, La Lupe no pareció encajar.
Hay tantas cosas por preguntarte, ya imposibles…
Luego, la caída en la casa, el accidente que la llevó a una silla de ruedas, el incendio de su hogar.
Ay, Lupe.
Y su retiro a un modesto apartamento, la «cura milagrosa» en una iglesia evangelista y su decisión de elevar su canto solo a Dios, rechazando cualquier contrato… una historia cinematográfica, pero absolutamente real.
La Yiyiyi: ese carácter que salió de la esquina a la fama universal.
Hoy una calle de Nueva York lleva su nombre: La Lupe Way.
Lupe Victoria Yoli Raymond: i rreverente, marginal, hiriente, trepidante, teatral, visceral, impúdica, salvaje, ciclónica, agresiva, demente, sensual, escandalosa, excitante, única, truquera, descarada, excéntrica, legendaria, irrepetible…
Sobre todo eso: legendaria, irrepetible.