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La madre (y abuela, en la Rusia del siglo XXI)

Fuentes: Rebelión

Elena , del director Andrei Zvyaguintsev (quien, con 49 años, es uno de los más destacados representantes del llamado «nuevo cine ruso»), cuenta el drama de su protagonista, (justamente) llamada Elena: una mujer de unos 50 años, que vive con su esposo Vladimir, un hombre rico, septuagenario (al parecer, es un empresario jubilado). El núcleo […]

Elena , del director Andrei Zvyaguintsev (quien, con 49 años, es uno de los más destacados representantes del llamado «nuevo cine ruso»), cuenta el drama de su protagonista, (justamente) llamada Elena: una mujer de unos 50 años, que vive con su esposo Vladimir, un hombre rico, septuagenario (al parecer, es un empresario jubilado). El núcleo de la historia gira alrededor de ellos (y especialmente de Elena), y con los hijos de ambos, provenientes de parejas previas: Elena tiene un hijo desocupado, que a la vez es padre de dos hijos, «con un tercero en camino»; y él, Vladimir, tiene una hija soltera quien, según dice él mismo, es «una hedonista», una individualista.

La crisis de esta historia se desencadena cuando Vladimir decide, tras una situación de riesgo mortal, apurar su testamento, y Elena decidirá actuar para evitarlo…

Película impecablemente filmada, contiene buenos planos aunque, a diferencia de los (más) impresionantes e impactantes que hay en las dos películas anteriores de Zvyaguintsev , El retorno y El destierro, donde abundan los «paisajes naturales» y rurales -fiel a la escuela de Andrei Tarkovski -, acá el ojo de la cámara se posa sobre (y también sigue) la «vida cotidiana» de los personajes: el despertarse a diario del matrimonio (que duerme en camas separadas), el desayuno, el trabajo, el gimnasio, el manejar un auto (último modelo), el hacer visitas familiares, etc. Y al mismo tiempo, este seguimiento a los personajes permite que, aunque algunas veces no hablen, sus acciones y gestos «los pinten de cuerpo entero».

Si pudiera hacerse una comparación desde lo fílmico a lo literario, Elena, y más en general, las tres películas de Zvyagintsev, tienen la calidad de cualquier buen cuento de Tolstoi, con su crudo contenido «realista» de tragedias inevitables. Lo que -desde ya- no es poco decir.

Por otra parte, y teniendo en cuenta otro ángulo (posible) de la película, caída la URSS en 1989 se ve a las claras cómo el capitalismo impuso en Rusia los últimos 30 años su «moderna» «cultura» de individualismo competitivo y consumismo… Los orígenes humildes de Helena (y su «rol fundamental» como empleada doméstica y enfermera), y el monoblock obrero-plebeyo donde vive su hijo con su familia -dura «historia» de hijo adolescente «ni-ni» incluida- contrastan con el lujo y confort de su esposo y la vida ociosa de su hija. Además de los retratos familiares e individuales, hay entonces una suerte de «retrato social» (o al menos su esbozo, o alguna alegoría con «unos cuantos» personajes) de la Rusia actual.

Porque atención: en esta historia cruenta, contada firme pero al mismo tiempo apaciblemente, no aparecen los aires de cierto «romanticismo nihilista» à la Dostoievsky, sino un crudo «darwinismo»: una («micro»)lucha (social) por la «supervivencia del más apto»…

Tragedia dostoievskyana en un solo sentido: el los oscuros caminos que llevan a un personaje a cometer alguna de las más abyectas acciones humanas (en este caso ¿qué prima en Helena: su rol de madre, de abuela, de esposa «acomodada», de plebeya «sobreviviente», de solidaria con su familia «sanguínea»?…). Acompañada por la sinfonía N.° 3 de Philip Glass , esta película rompe la «monotonía» y repetición de temas («aventuras y acción», «terror», comedias hollywoodenses) que cada jueves ofrece el cine comercial; va a contramano de eso (como también lo hace el otro gran drama que todavía está en algún cine: Amor , de Michael Haneke ), y es un gran logro creativo: Elena combina el drama (familiar y social) con el thriller e incluso el film noir (o «cine negro» ), de manera justa y precisa. Hay tempos (narrativos: de tensión y distensión, de sorpresa e incógnitas) y coloridas «composiciones de lugar».

Nota: Este texto se basa en la Columna de arte y cultura realizada el pasado mes de marzo del programa radial «Pateando el Tablero». Puede oírse en el siguiente link: http://pateandoeltablero.com.ar/2013/03/30/la-columna-de-arte-y-cultura-de-demian-paredes/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.