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La mal llamada Cuarta Transformación y la Constitución moral

Fuentes: Rebelión

1. Un nuevo gobierno en México  Sin duda, la llegada a la Presidencia de México por parte de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), apoyado en esa alianza interclasista que es MORENA y en el voto masivo contra los gobiernos neoliberales, significó un cambio de régimen político. Pasamos de un régimen oligárquico neoliberal, autoritario y represivo […]

1. Un nuevo gobierno en México 
Sin duda, la llegada a la Presidencia de México por parte de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), apoyado en esa alianza interclasista que es MORENA y en el voto masivo contra los gobiernos neoliberales, significó un cambio de régimen político.

Pasamos de un régimen oligárquico neoliberal, autoritario y represivo pero cubierto con los ropajes de la democracia liberal, a un nuevo gobierno con rasgos bonapartistas, con un Caudillo que pretende levantarse por encima de la lucha de clases, en la desgasta estela de los llamados gobiernos progresistas latinoamericanos.

Del cada vez más deslegitimado dominio político-ideológico neoliberal, que funcionaba con más coerción y sin generar consensos, hemos transitado a un nuevo gobierno con una fuerte legitimidad política.

Sin embargo, este gobierno de AMLO mantiene su batalla política con el pasado régimen (tal es el sentido político de las «mañaneras» del presidente), con una nueva capa de intelectuales orgánicos (desde los muy efectivos youtuberos hasta intelectuales que vienen de la izquierda anticapitalista como El Fisgón, Taibo II, Armando Bartra, entre otros). La lucha por el poder sigue y, por eso, se busca imponer una nueva forma de dominación hegemónica que genere nuevos consensos así como un nuevo sentido común en la mayoría del pueblo mexicano.

En esa política hegemónica del nuevo gobierno se trata de imponer el discurso y el relato de la ruptura con el neoliberalismo, simplificado éste a una forma de gobierno corrupto al servicio de un pequeño comité de oligarcas. Desde este discurso y relato, la crisis que provocó el neoliberalismo se debe, principalmente, a la corrupción. La crisis de México es una crisis moral que requiere, por consiguiente, una regeneración moral cuyo núcleo es la honestidad y la austeridad republicana, simbolizada por los liberales mexicanos del siglo XIX. En este relato, AMLO se presenta como un nuevo Juárez y su equipo como lo héroes que están forjando la Patria.

En realidad, el discurso patriotero de la austeridad republicana solo repite las muy reales políticas económicas de la austeridad neoliberales y sus recortes al Estado social, con el consecuente crecimiento del desempleo y recortes del presupuesto social (película muy vista en los primeros gobiernos neoliberales mexicanos). Un excolaborador de AMLO, Mario Di Costanzo, hace un «diagnóstico demoledor» (dice el Proceso 2221 de mayo del 2019): «La 4T parece más un Estado neoliberal mal hecho.» Según Di Costanzo, el «agresivo ajuste al gasto público», los recortes de personal, la baja de salarios, el freno al gasto corriente, no quitan la grasa del Estado social sino que están «cortando músculo y arterias que van a afectar al gobierno, sobre todo en empresas que tienen que ver con atención a la gente.» El neoliberalismo se mantiene en el gobierno de AMLO y vuelve a reciclar el discurso ideologico de la austeridad.

Por su parte, el relato de la corrupción no logra encubrir que este nuevo gobierno mantiene el proceso de acumulación capitalista por despojo, que es la esencia misma del neoliberalismo. Porque el neoliberalismo no es un determinado régimen político (ya que admite diversas formas de dominación) sino una política económica que impulsa un modelo de acumulación que recrudece la explotación eclipsando al Estado social y despoja a los países semicoloniales de gran parte de sus riquezas por varias vías: la de la Deuda Externa, la del despojo salarial, la del extractivismo, formas de despojo no mencionadas, cuestionadas o tocadas por el nuevo gobierno.

Sus esperadas políticas redistributivas no se dirigen hacia la reconstrucción del Estado social, es decir, no apuntan a restituir las obligaciones constitucionales del Estado, ni mantienen o fomentan formas de autorganización social que resistieron o se crearon para resistir la violencia institucional de la oleada neoliberal. En aras de su lucha moral contra la corrupción, en este gobierno se siguen sacrificando servicios sociales y derechos sindicales así como de organizaciones que intentaron cubrir los espacios abandonados por la minimización del Estado neoliberal. El nuevo gobierno de AMLO ha optado por promover políticas asistencialistas sin la intermediación de orgnizaciones sociales, fomentando así el individualismo y un clientelismo político en torno a un presidencialismo remasterizado.

2. El Presidente y la moral 
Aunque, reitera AMLO, el pueblo es bueno y noble, mientras que la Mafia del poder (político y económico) es inmoral y corrupta, nuestro presidente se asume como un Guía para la regeneración moral de México. Para ello se requiere una Constitución política, que puede empezar a discutirse a partir de la Cartilla moral que escribió Alfonso Reyes hace casi 80 años y que todos debemos leer para luego recibir los Mandamientos que este gobierno nos dicte. Tal es el discurso y el relato que una política con pretensiones hegemónicas se lanza desde este gobierno.

Como renacionalizar PEMEX puede ser complicado y afectar verdaderamente intereses de transnacionales, se prefiere combatir el huachicol y hablar de la necesidad de la moral. Como impulsar una auténtica recuperación salarial para todos los trabajadores puede molestar a los empresarios, se hace caso omiso de las huelgas y se sigue reiterando el discurso de moralizar a la sociedad. Como atacar al extractivismo alejaría la inversión nacional y extranjera, es mejor combatir a los corruptos y promover la discusión moral. Como afectar de raíz al neoliberalismo (que es esencialmente económico) no está en el horizonte mental y político del gobierno de AMLO, entonces éste se propone centrar la forma política en el combate a la corrupción e imponer un discurso moral para regenerar (moralmente) a México.

Por cierto, la Cartilla Moral de Alfonso Reyes es una serie de breves lecciones de moral, tradicionalistas y eurocentristas, que a partir de una dualista y simplista concepción de ser humano (con cuerpo y alma) y de la cultura (sustentada en espíritu moral), deriva una serie de obligaciones morales y cívicas: respeto a la familia (¡concebida como hecho natural!), a la sociedad (para actuar con urbanidad y cortesía), a la Ley y el Derecho, al gobierno, a la Patria, a la sociedad humana, a la naturaleza.

Como casi todos los discursos morales, el texto de Reyes idealiza y simplifica al extremo el mundo social, velando la existencia de la diversidad de morales, su historicidad y contradicciones, las formas de poder que las penetran.

Cabe subrayar que, con esta maniobra estratégica y política de impulsar la discusión sobre una Constitución moral, el nuevo gobierno de AMLO pretende arrebatarle una bandera a la derecha: la del discurso moral, la apelación del Bien y el respeto al orden establecido (familiar, legal, gubernamental). Con ello se esfuerza por cambiar la discusión política y económica por la moral, intentando ocupar el centro político, alejándose de toda identificación con la izquierda.

Esta maniobra discursiva es muy típica de la nueva derecha latinoamericana que, contra los gobiernos progresistas, se levantó rechazando la corrupción de los gobernantes y de la sociedad, defendiendo a la moral. Ahora, cuando estas derechas gobiernan, siguen usando el discurso moral para desmontar al Estado social con políticas de austeridad, tal y como lo hace este gobierno de AMLO.

3. ¿Y la ética política? 
Si la Derecha quiere la bandera de la Moral (para volverla doble moral, en la que se dice una cosa y se hace otra), la verdadera izquierda siempre se queda con la bandera de la ética-política.

La ética tiene una doble función: criticar a la moral establecida y proponer lo que Deber ser, para cambiar y mejorar el mundo. Desde la ética política de izquierda, se cuestiona una moral, como costumbres y normas, necesariamente heterónoma (impuesta) y conformista, una moral reproduccionista (de la sociedad) y represiva (¡para Freud la moral es el Super Yo represivo del Ello inconsciente, el propio malestar neurótico de la cultura!), una moral tradicionalista, patriarcalista y sexista. La ética política de izquierda rechaza una moral marcada por el capitalismo, que promueve la adoración al dinero, el lucro y la avaricia, la posesividad y la competencia, el consumismo de mercancías cada vez más tóxicas y rápidamente obsolescentes (a eso Fromm le llama necrofilia).

De hecho, la moral puede entenderse como un dispositivo de poder que impone, reproduce y naturaliza el dualismo jerárquico y opresivo que constituyen al patriarcalismo, el clasismo, el racismo, el colonialismo, así como la competencia de todos contra todos en aras del dinero que se hace más dinero (del Capital).

La ética crítica de izquierda cuestiona a la familia moderna, que no es un hecho natural sino un producto histórico-social penetrado por la violencia patriarcal, que hasta nuestros días se mantiene; también rechaza que la sociedad esté dividida en clases que luchan entre sí porque una busca explotar (privatizar la riqueza social) a la clase que produce; critica gobiernos y Leyes que responden a los intereses de las clases dominantes explotadoras, así como a los imperialismos que impiden que seamos una patria libre y latinoamericana.

Pero esta ética no se queda en la crítica a la moral hegemónica, también propone lo que Debe ser, siempre y cuando sea racionalmente posible. La ética política de izquierda propone lo que no es pero debe ser: la utopía como horizonte estratégico que guía sus acciones y luchas políticas transformativas. Por eso, la izquierda lucha por la Igualdad, la Libertad, la Democracia, la Justicia, la Vida, por un mundo sin explotación ni clases, sin opresiones ni discriminaciones, sin patriarcalismos ni sexismos, sin fronteras ni guerras, sin ecocidio ni intoxicación medioambiental. Y lucha para que esto ocurra en México y en el mundo entero.

La utopía ética politica de izquierda es anticapitalista, feminista, ecologista, democratizadora, justiciera. Pugna por una democracia participativa y extendida a todas las esferas de la sociedad: en los pueblos, barrios, alcaldías, las escuelas, las fábricas, las comunidades y organizaciones.

Esa autorganización de los trabajadores debe gestionar colectiva y democráticamente tanto la producción y el consumo, con justicia social y ecológica, como el metabolismo Sociedad/Naturaleza, de modo que se detenga el ecocidio y la contaminación de la naturaleza, permitiendo su preservación y regeneración así como la estabilización del cambio climático.

La Derecha, que aspira que el pasado de sus privilegios sea un presente eterno, defiende a la moral establecida. La Izquierda, que lucha por un futuro justo, libre, democrático, que quiere dejar en el pasado el atroz presente capitalista, defiende una ética política que guía sus acciones.

Conclusiones

Tal vez la discusión sobre la Constitución moral (que no será la de Alfonso Reyes sino la que elaboren los nuevos intelectuales orgánicos de este gobierno) pinte por entero al nuevo gobierno de AMLO como uno que dejó atrás los ideales ético políticos de impulsar una verdera revolución permanente en la economía, la política, la cultura (que sería la auténtica 4T), intentando dejar atrás al capitalismo. Como un gobierno tan moral que tiene una doble moral: dice una cosa (acabar con el neoliberalismo) pero hace otra (mantiene la acumulación capitalista neoliberal).

La necesidad de este gobierno de un discurso moral, como jugada política de lucha hegemónica, en realidad revela toda su miseria ética política, su carencia de utopías verdaderamente transformativas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.