Todo régimen requiere, para mantenerse en el poder, generar un discurso que lo legitime como poder gobernante. En este marco, proclama valores determinados y se presenta a si mismo como la encarnación, el paladín o el defensor de esos valores. Esta es una característica básica de todos los regímenes, independientemente de la época histórica en la que hayan surgido. Así por ejemplo, las monarquías proclamaban un supuesto mandato de Dios; los regímenes capitalistas después de la segunda guerra mundial han proclamado a la democracia, en contraposición a un socialismo al que presentaban como antidemocrático. También se han erigido regímenes nacionalistas, que han proclamado la defensa de la nacionalidad contra la intervención extranjera, a veces real, contra la intervención imperialista, a veces inventada contra la «injerencia subversiva» del comunismo internacional. Por su parte, regímenes conservadores de toda ralea han proclamado la conciliación de la sociedad contra la «tendencia disociadora» de la doctrina de la lucha de clases. Esta es una característica básica de todo régimen, pues el ejercicio del poder demanda, además del uso de su fuerza coercitiva, también un mecanismo ideológico que pretende generar consenso en la sociedad alrededor de los valores que proclama.
En este marco, el régimen golpista de la autoproclamada Añez, viene desarrollando un discurso legitimador de su poder que lo descubre como un régimen esencialmente fascista. Desde su mismo entronamiento, los distintos voceros del régimen, especialmente la misma Añez, hablan de la pacificación del país como el bien supremo al que deben subordinarse todos los demás valores. Los acólitos de la autoproclamada nos hablan de «una mujer valiente» que supo pacificar al país. Así mismo el tema de la mentada «pacificación», está siendo difundido ampliamente por todos los medios posibles entre la población.
El posicionamiento de este imaginario se ha revelado como «principal valor a defender» en dos importantes problemáticas de la coyuntura política: Por un lado, el lanzamiento de la candidatura de Añez ha sido realizado con el argumento fundamental de la pacificación del país. En este contexto se pretende «reflexionar» a la población boliviana sobre el rol jugado por la autoproclamada y que la diferencia de las demás candidaturas de la derecha: «¿quién, si no ella, pudo pacificar al país?». Se pretende que ésta podría ser su carta ganadora en las elecciones frente a las otras candidaturas anti masistas. Muy ilustrativo al respecto fue el debate, hoy miércoles 11 de marzo, que enfrentó en la red RTP a un representante del frente «JUNTOS» de la autoproclamada y otro de «COMUNIDAD CIUDADANA» de Carlos Mesa. El argumento que utilizó el vocero de JUNTOS contra el de COMUNIDAD CIUDADANA fue «¿Que quiere la población, un presidente que al primer petardo salga corriendo o una presidenta que pueda enfrentar a los violentos?»
Por otro lado, la ratificación del Ministro de Defensa, previa destitución y nuevo nombramiento, después de la censura que le hizo el parlamento, implica que la autoproclamada está dispuesta a pagar la factura política que implica esquivar la censura de un modo muy grotesco, a cambio de mantener su discurso de la pacificación del país. En su discurso de reposicionamiento de Luís Fernando López como Ministro de Defensa, sostuvo que él hizo «un gran trabajo en la pacificación del país».
Ahora bien, si se piensa un poco en lo que se alude con la tan mentada pacificación, se llegará a la conclusión de que lo único a lo que puede referirse son las matanzas de Sacaba, Senkata y Ovejuyo, donde murieron más de 30 personas, por un lado y, por otro, a la persecución política de la que han sido objeto distintos dirigentes del MAS con el argumento de terroristas y sediciosos.
De este modo, se revela que las matanzas son proclamadas como un valor a sostener y defender, por lo que su carácter profundamente fascista queda completamente al descubierto. Lo cierto es que la pacificación de los ricos ha implicado desde siempre y en todas partes, el sometimiento y aniquilamiento de los pobres.