Ya no es solamente una tendencia, porque definitivamente China se ha convertido en la primera potencia económica mundial tomando en cuenta su producto interno bruto y su presencia e influencia geoeconómica y geoestratégica en todos los rincones del planeta, en los cuales tiene importantes inversiones, vínculos comerciales, compra todas las materias primas y alimentos que […]
Ya no es solamente una tendencia, porque definitivamente China se ha convertido en la primera potencia económica mundial tomando en cuenta su producto interno bruto y su presencia e influencia geoeconómica y geoestratégica en todos los rincones del planeta, en los cuales tiene importantes inversiones, vínculos comerciales, compra todas las materias primas y alimentos que requiere y realiza alianzas políticas y su presencia en Bolivia es cada vez mas importante e intensa no únicamente como mercado de sus productos sino como lugar de inversiones y fuente de recursos naturales.
Con una población de casi 1.500 millones de habitantes, casi una cuarta parte de la población mundial, un territorio extenso que domina el Océano Pacífico y el territorio asiático, las fuerzas militares más numerosas del planeta, un sistema político controlado rígidamente por el Partido Comunista, una economía de mercado con un sistema bancario y financiero centralizado en el Estado y una historia milenaria como Imperio o como República Popular con alcance mundial desde hace veintidós siglos, ha desplazado al último imperialismo occidental: Estados Unidos.
China tiene millonarios negocios con Estados Unidos y una balanza comercial altamente favorable y es uno de los principales tenedores de bonos del Tesoro de Estados Unidos, tiene una presencia financiera y comercial poderosa en Europa; Asia y África y es un socio económico y comercial decisivo en Brasil, México, Chile, Argentina y Perú, además con Venezuela tiene acuerdos militares y en Nicaragua construye un nuevo canal paralelo al de Panamá.
El comercio con la economía boliviana es muy intenso y los negocios directos de los comerciantes chinos y bolivianos es notable a pesar del pequeño tamaño de la economía y el mercado bolivianos, los que requieren potenciarse internamente. Las inversiones chinas en los últimos años han alcanzado montos superiores a los 3.000 millones de dólares en actividades mineras, construcción de infraestructura, carreteras y está en los planes su participación en el millonario proyecto de la construcción de la ruta que pasará por Perú, Bolivia y Brasil, con ramales hacia Argentina y Paraguay, uniendo los Océanos Pacífico y Atlántico.
Además de ser una de las potencias atómicas y ser parte de los cinco países con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, China se ha convertido en el pivote de las potencias emergentes en las distintas regiones del planeta a través de la alianza BRICS, formada por Brasil, Rusia, India, la propia China y Sudáfrica con la formación inicial de un sistema bancario y financiero alternativo al poder del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM) y el posicionamiento de la moneda china, el renminbi, como una de las más importantes.
No es casual que el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, haya definido su estrategia mundial a partir de la tesis de frenar el avance económico, político, cultural y militar de la potencia asiática en todas las regiones de la tierra y para eso desarrolla agresivas iniciativas en América Latina y el Caribe para retomar un poder hegemónico que lo ha ido perdiendo en el continente americano.
Queda pendiente analizar si el poderío chino se convertirá en un nuevo imperialismo mundial o, bajo los parámetros de la multipolaridad de bloques continentales, en el caso de América Latina y el Caribe, podrá consolidarse el proceso integracionista impulsado a través de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Eduardo Paz Rada. Sociólogo boliviano y docente de la UMSA. Escribe en publicaciones de Bolivia y América Latina.
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