Esta ponencia será presentada en el Pleno del Consejo Nacional del 15 de diciembre de la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores (OPT), por miembros del Movimiento de Unidad Socialista (organización simpatizante de la IV Internacional). I En el 2006 la imposición de Felipe Calderón en la Presidencia de la República […]
Esta ponencia será presentada en el Pleno del Consejo Nacional del 15 de diciembre de la Organización Política del Pueblo y los Trabajadores (OPT), por miembros del Movimiento de Unidad Socialista (organización simpatizante de la IV Internacional).
I
En el 2006 la imposición de Felipe Calderón en la Presidencia de la República se logró mediante una campaña negra en contra del candidato de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, y del vil fraude electoral (la supuesta diferencia entre el primero y el segundo fue del 0.56 por ciento). Ahora la imposición de Enrique Peña Nieto estuvo basada en la sobre exposición de medios, la compra masiva de votos, el peso del corporativismo y de otras violaciones a la ley electoral, logrando una diferencia con López Obrador del 6.5 por ciento. Aunque para nosotros cualquiera de los dos sea igual de ilegítimo, la diferencia no es asunto menor, la lucha en contra de la imposición era más sostenible en el primer caso que en el segundo. Bajo la actual correlación de fuerzas y el reflujo ocasionado por la derrota electoral es poco realista, por el momento, pensar en la posibilidad de revocar el mandato de Peña Nieto o de llamar al establecimiento de una «junta patriótica de salvación nacional».
II
Independientemente de la nula voluntad política de la oligarquía para que por la vía electoral se dé un cambio real de gobierno, una vez más constatamos que la mayoría de la población mexicana es aún conservadora, políticamente analfabeta o le repugna el actual sistema de partidos. La participación electoral fue de un 63.14 por ciento (49,087,446 de 77,738,494), nada mal para los estándares mexicanos, los tres candidatos de la derecha obtuvieron el 61.64 por ciento de los votos (32,329,612) y el candidato de la izquierda obtuvo el 31.64 por ciento (15,535,117). Aunque López Obrador superó en 2 millones su votación del 2006, aún es necesario recorrer un largo trecho para superar la «excepcionalidad mexicana», basada en el control corporativo de los baluartes de la clase trabajadora y de la desorganización del 90 por ciento restante. No debemos olvidar que aún con menos obstáculos que en nuestro país, los triunfos electorales de los candidatos de izquierda en Latinoamérica no se han dado en frio, han estado acompañados de grandes movilizaciones y la recuperación de las masas de sus propias organizaciones.
III
Lo más destacable de la campaña electoral de López Obrador es que sirvió de válvula de escape del enorme descontento nacional. Ayudó a que diversos movimientos sociales identificara a la oligarquía como su enemiga y los incorporó al terreno de la lucha política. Ese es el caso de los trabajadores electricistas, mineros y de otros sectores sociales entre los cuales destaca el Movimiento #YoSoy132. Este movimiento, surgido en las escuelas de paga (lo que revela el enorme descontento de la llamada «clase media»), y que luego se extendió a las universidades públicas, retomó formas de organización asambleario, reivindicó una postura claramente antineoliberal y muchas banderas del movimiento de los indignados del estado español. Por un momento pareció que por su impetuosa irrupción en las redes sociales y su rápida extensión a nivel nacional, este movimiento podría crear las condiciones para el triunfo electoral de la izquierda mexicana. Pero es imposible, en menos de dos meses, revertir todo el poder de un aparato de dominación construido durante décadas. La derrota electoral de AMLO causó enorme decepción entre su electorado y el reflujo de los diferentes movimientos sociales que lo apoyaron. La reciente aprobación de la reforma laboral, con un mínimo de resistencia por parte de las organizaciones obreras, es en parte consecuencia de lo anterior. Este reflujo no significa que el descontento social se haya transformado en un cheque en blanco para Peña Nieto. Las valientes protestas en su toma de posesión del 1 de diciembre, independientemente de las provocaciones en las que cayó el movimiento, son evidencia de que este reflujo no es de largo plazo.
IV
Conscientes de su déficit de legitimidad, el nuevo régimen priísta ha elaborado una estrategia para tratar de garantizar la gobernabilidad. Primeramente está resucitando la vieja táctica de combinar el garrote con la zanahoria. Para quienes los rechazarían en la manifestación del 1 de diciembre, se montó una provocación que les permitiría lanzar una campaña de satanización especialmente dirigida en contra del Movimiento #Yo-Soy132 y del obradorismo. Ese mismo día, con la complicidad de las cúpulas del PAN y de la dirección «chuchista» del PRD, el PRI presentó la propuesta de celebrar un «Pacto por México» a todos los actores políticos y sociales del país. Este pacto recoge algunas propuestas válidas y atendibles, pero que al mismo tiempo esconde diversas trampas. Una de ellas es la de proponer la «competitividad» en la refinación de petróleo, pero sin privatizar Pemex (¿?). Lo peor de este engaño es que intenta aislar políticamente a las organizaciones que no lo suscriban. Obviamente la OPT no puede caer en la trampa de firmar dicho Pacto, pero sí debemos analizarlo y proponer un Pacto alternativo que realmente resuelva los graves problemas nacionales, sin permitir la privatización de Pemex ni las demás reformas neoliberales propuestas.
V
Coincidimos con el compañero Guillermo Almeyra en que Morena es un partido nacionalista, electoralista, antineoliberal pero no anticapitalista, pero también es un movimiento que representa la voluntad de cambio de millones de ciudadanos que quieren ir más allá de estos objetivos. El pasado congreso de Morena reveló un partido vivo, con una amplia militancia juvenil que reivindica el socialismo, donde la base eligió libremente a sus dirigentes (entre ellos una amplia gama de honestos militantes de izquierda), donde López Obrador respetó dicha voluntad y en el que se aprobó un programa que, como nosotros, se declara listo para impedir las nuevas reformas neoliberales por la vía de la movilización. La OPT debe continuar manteniendo una relación de respeto y trabajo conjunto con dicha organización, independientemente de las diferencias programáticas que nos separan. Esta relación es muy diferente de la que debemos de tomar con el resto de los partidos de la izquierda institucional.
VI
La correlación de fuerzas nos es adversa y el escenario político es complicado, debemos actuar con prudencia pero sin dilación. La principal tarea del momento es la acumulación de fuerzas. La OPT debe emprender la tarea de luchar por su registro electoral con absoluta seriedad y dedicándole todo el tiempo necesario. Los requisitos legales son antidemocráticos, espinosos y complicados. Implican iniciar una ruta organizativa por colonia, distritos electorales, estatales y a nivel nacional. Proponemos que nuestro camarada Martín Esparza (secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas), junto con otros dirigentes sociales, inicien una gira nacional para promover congresos estatales de la OPT. Entablar pláticas con organizaciones sociales y políticas que deseen integrarse a esta iniciativa. Programar un congreso nacional que actualice nuestros documentos fundacionales, formular una ruta de trabajo para obtener el registro electoral y elegir una nueva dirección nacional integrada por la mayor cantidad de dirigentes sociales. Debemos iniciar, cuanto antes, la publicación de un órgano de prensa para avanzar en la tarea de identificarnos con el resto de la población, reclutar nuevos miembros y formar los organismos de base. Otra tarea imperiosa es la formación de cuadros políticos.
VII
Como partido de la clase trabajadora, la OPT no puede olvidar que su objetivo central es impulsar la organización de los trabajadores. La propuesta del SME, de nuestros compañeros de la combativa sección XVIII del magisterio michoacano y de otras organizaciones sindicales, de formar una nueva central de trabajadores, está ganando terreno de una manera importante. Lograr en un corto plazo la unificación del sindicalismo democrático y empezar la tarea de organizar a los trabajadores no organizados, es la mejor manera de iniciar un cambio en la correlación de fuerzas. Que la reforma laboral haya sido aprobada, no quiere decir que la aceptemos como un hecho consumado. Aún queda por delante un amplio trecho de acciones legales y políticas que debemos impulsar para combatirla. En esa dirección se está moviendo la Convención Nacional Sindical. La OPT debe apoyar este esfuerzo iniciando una campaña de información utilizando todos los medios a su alcance. Esa debe ser una de las tareas del órgano de prensa que proponemos.
Al mismo tiempo debemos participar en la formación de un amplio frente único que enfrente las reformas neoliberales que Peña Nieto tiene programadas.
México D. F. a 15 de diciembre de 2012