En tres años la CNTE ha perdido fuerza, pero Peña Nieto ha perdido más. Sin embargo, la principal diferencia es que hoy la CNTE está articulándose mejor. El antecedente directo de la actual lucha magisterial es la jornada de 2013, cuando la reforma educativa estaba en su fase de cabildeo legislativo -hoy la reforma está […]
En tres años la CNTE ha perdido fuerza, pero Peña Nieto ha perdido más. Sin embargo, la principal diferencia es que hoy la CNTE está articulándose mejor. El antecedente directo de la actual lucha magisterial es la jornada de 2013, cuando la reforma educativa estaba en su fase de cabildeo legislativo -hoy la reforma está en su fase de implementación, la crucial. Ambos procesos han ocurrido en el mismo sexenio: el de Peña Nieto. Sin embargo, muchas cosas pueden cambiar en tres años, y así ha ocurrido. Conviene resaltar los principales contrastes para sacar algunas conclusiones prácticas.
1. Esta jornada es nacional, es simultánea
En 2013, la rebelión magisterial no estuvo sincronizada. Aunque los estados más broncos han sido los mismos (Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Chiapas), en aquella ocasión cada estado se alzó por su lado y sólo Oaxaca intentó dar un carácter nacional a la lucha, al colocar un campamento de miles de maestros en la ciudad de México, esperando que el resto del magisterio nacional se sumara. Pero ya para entonces, la huelga de meses atrás en Chiapas, Michoacán y Guerrero había agotado las energías de la base.
En esta ocasión, el paro que inició el 15 de mayo ha sido simultáneo en esos mismos cuatro estados, los cuales están buscando instalar un campamento común en la capital del país. El gobierno está bloqueando la entrada de autobuses de la CNTE a la ciudad de México y sus principales plazas, precisamente para evitar una articulación nacional de la disidencia magisterial. En resumen, hace tres años era más preciso hablar de dispersas rebeliones estatales; hoy estamos ante una (inacabada) articulación nacional.
2. En 2013, Peña Nieto vivía su apogeo
Desde Ayotzinapa, el sexenio de Peña Nieto entró en la ruta del descrédito, un curso del cual (por más que lo ha intentado) no ha podido salir. 2013 fue el año cuando Peña Nieto ocupó la portada del Times bajo el título «Salvando a México». El Pacto por México estaba vivo: Peña era el feliz capitán de esa máquina de legislación neoliberal ensamblada por el PRI, PAN y PRD. Por supuesto, las clases medias y un sector de las populares confiaban en las reformas impulsadas por Peña y la guerra del narco parecía no existir.
En ese contexto, las movilizaciones de la CNTE fueron vistas con desprecio por la mayoría pasiva del país -como se mira con desaprobación al tío borracho que amenaza con echar a perder la fiesta. Después de Ayotzinapa se elevó el costo de la violencia estatal para el aparato represor, quedó claro que la violencia de la guerra del narco no nos ha abandonado y Peña se convirtió en el presidente con menor popularidad en décadas. Hoy, además, sus reformas se alejan de lo prometido: la economía está al borde de la recesión.
En este contexto, es posible que la CNTE esté generando simpatías inéditas. Aunque Peña Nieto ha decaído, nadie lo ha derrotado. La CNTE podría hacerlo. Pero si Peña derrota a la poderosa CNTE, ¿qué le espera a cualquier otra disidencia? Esta pregunta debe recorrer las mentes de la mayoría pasiva.
3. En algunas regiones clave, la insurgencia declinó
Pero la CNTE no salió ilesa de los últimos tres años. Hoy Guerrero no ha mostrado el mismo músculo de 2013 ni el de finales de 2014 (cuando se lanzó a tumbar al gobernador por la desaparición de los 43 de Ayotzinapa). Sin embargo, en ese estado hay una clara franja de la CNTE volcada a la lucha, detrás de la cual podrían articularse otros sectores y aún el resto del gremio.
En Oaxaca, la región de los valles centrales (donde está incluida la capital) también ha declinado en fuerza. Hoy la región más fuerte en el estado es la del Istmo de Tehuantepec -de ahí que Peña Nieto decidiera apresar al coordinador de la CNTE en esta región, nuestro compañero Heriberto Magariño.
Chiapas, por supuesto, ha sido la bendición del movimiento. Hoy es el estado donde la rebelión es más fuerte, aumentando o al menos manteniendo su músculo de 2013. Como en Oaxaca, el magisterio chiapaneco goza de un amplio apoyo de los padres de familia. En cuanto a Michoacán, tanto en 2013 como hoy, su nivel de participación ha sido el mismo: presente pero moderado. En esto tiene mucho que ver los vínculos orgánicos que la dirigencia de la CNTE de ese estado ha tenido históricamente con el PRD.
Por lo tanto…
Si hay un momento óptimo para que la CNTE y todos los que la apoyamos se la jueguen al todo por el todo, ese momento es ahora. A nivel estatal, hará falta recuperar la fuerza de 2013 donde ésta se perdió. La articulación nacional ya existe en el tiempo -la movilización es simultánea-, y ya se está gestando en el espacio -bajo la forma del campamento en la ciudad de México que se está instalando al escribir estas líneas. (Un plantón, claro, sólo será necesario en la medida en que sirva para aumentar y articular fuerza.) Un congreso de refundación de la CNTE y/o una amplia asamblea popular para convertir la lucha contra la reforma educativa en una lucha contra el sexenio de Peña, hoy son sólo ideas, pero ideas que son cada vez más necesarias.
* Columna publicada el 27-may-2016 en 30-30.com.mx
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