De ninguna manera es grato escribir sobre un conflicto que enfrenta a amplios sectores de la izquierda mexicana y que ojalá no ahonde las divisiones al interior de los diversos movimientos sociales. Sin embargo, es fundamental hacer un esfuerzo de crítica y autocrítica para superar esta absurda polarización y explicar las razones que han provocado […]
De ninguna manera es grato escribir sobre un conflicto que enfrenta a amplios sectores de la izquierda mexicana y que ojalá no ahonde las divisiones al interior de los diversos movimientos sociales. Sin embargo, es fundamental hacer un esfuerzo de crítica y autocrítica para superar esta absurda polarización y explicar las razones que han provocado el mayor aislamiento del movimiento zapatista en toda su historia.
El discurso del subcomandante Moisés
Dos puntos destacan del mensaje del Subcomandante Insurgente Moisés, con motivo del 25 aniversario de la irrupción pública del EZLN el pasado 1° de enero, reconocer su creciente aislamiento y su abierta confrontación con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y de su partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
«Se los digo claro…, así lo vemos, estamos solos como hace veinticinco años».
Luego cuestiona al pueblo de México, por apoyar al gobierno de AMLO, en los siguientes términos:
«A nosotros, compañeros, compañeras, no lo hemos engañado al pueblo de México, pero también tenemos que decirles que al pueblo todavía se dejan, no sabemos por qué, nosotros nos causa tristeza, y nos causa rabia. Para qué sirve entonces estudiar, saber historias si es que no vamos a ver nuestra realidad de cómo estamos viviendo, para qué sirve el estudio…»
«Ahí está la gran mentira, pero hay muchos, hay treinta millones que no entienden la castilla, por eso creen lo que está diciendo todas esas mentiras…»
«Aunque consulten a mil millones, no nos vamos a rendir. O aunque le pidan permiso a su chingada [1] madre, no nos van a doblegar.»
Posteriormente denuncia el carácter reformista del gobierno de López Obrador:
«La cosa que le estamos diciendo [a] ése, el que está en el poder, fíjese cómo está de loco, dice, yo voy a gobernar para pobres y para ricos, solamente a un loco al que está mal en su cabeza eso lo puede decir, porque entonces no trabaja su mente, es descerebrado…»
Sobre la ceremonia indígena, que días atrás realizó López Obrador para iniciar las obras del Tren Maya, de pedir permiso a la «Madre Tierra», expresaron:
» se está agarrando de nuestros modos, nuestras costumbres, está diciendo: «dame permiso madre tierra para destruir a los pueblos originarios». Eso es lo que está haciendo ese señor, nosotros no lo creemos. Solo porque la madre tierra no habla, si no se lo dijera: ¡Chinga a tu madre!».»
Otros adjetivos endilgados a AMLO fueron «loco», «mañoso» y «apestoso».
En su discurso el sub comandante Moisés expresó su oposición a tres proyectos, claves de la propuesta obradorista para el desarrollo del sureste mexicano, la construcción de un ferrocarril transítsmico (que, por el istmo de Tehuantepec, uniría los océanos Pacífico y Atlántico), el Tren Maya y el proyecto de reforestar 500 mil hectáreas con un millón de árboles. Sin ofrecer mayor argumentación y menos propuestas alternativas.
La respuesta.
No pasaron ni dos minutos después de haber sido emitida ésta declaración, inusualmente difundida por los medios masivos de comunicación, cuando se desató la furia de decenas de miles de usuarios de las redes sociales. Lo notorio no fue lo masivo de la respuesta sino el tono de rechazo e incluso de odio. Predominó la acusación de que el EZLN era un «instrumento de Carlos Salinas de Gortari [2] «; de cuestionar su beligerancia en contra de este gobierno y su escasa oposición a los gobiernos de Felipe Calderón (PAN) y Enrique Peña Nieto (PRI); de refrendar su apoyo a un gobierno que contó con el voto de 33 millones de electores (63 por ciento del padrón electoral) y que ahora cuenta con la simpatía, según encuestas, del 80 por ciento de la población; del desprecio y subestimación hacia los votantes obradoristas; también se difundieron expresiones racistas en contra del zapatismo e incluso hubo llamados a liquidar al subcomandante «Marcos-Galeano».
La abrumadora reacción anti zapatista obligó al periodista de La Jornada, Luis Hernández Navarro, uno de sus más connotados simpatizantes, a escribir un artículo titulado » El zapatismo, Salinas y el PAN «, para intentar demostrar que el EZLN no es creación o cooptación del priismo. Incluso él mismo escribió el siguiente Twitter: «La campaña de calumnias y mentiras contra el #EZLN echada a caminar por troles, bots y algunos seguidores de la 4T (Cuarta Transformación anunciada por AMLO), ha superado, con creces, los infundios propalados por el PRI, PAN y las agencias de inteligencia gubernamentales a lo largo de 25 años.»
Obviamente es imposible impulsar cualquier «campaña de calumnias y mentiras» con solo apretar un botón, pero es un indicador de la sorpresa y enojo que sintieron las y los simpatizantes del EZLN.
Aunque llena de mentiras y falsedades, la campaña antizapatista no es producto de un «complot», es producto del tono de las declaraciones del sub comandante Moisés y de diversos errores políticos que bien harían los compañeros y compañeras del EZLN de tomar en cuenta.
Las raíces de las calumnias al EZLN
La absurda suposición de que Carlos Salinas de Gortari es patrocinador del EZLN surgió en el año 2006. En ese año Andrés Manuel López Obrador compitió, por primera vez, a la presidencia de la República.
En ese año todo indicaba que, ante el fracaso del gobierno panista de Vicente Fox (2000-06) y el desprestigio del priismo, se creaban las condiciones para el triunfo de López Obrador, recién gobernador de la capital del país y que había superado, gracias a masivas movilizaciones, un intento para inhabilitarlo como candidato presidencial del entonces Partido de la Revolución Democrática.
En ese entonces todavía el EZLN gozaba de un enorme capital político que le permitió en el 2001, durante la «Marcha del Color de la Tierra», movilizar a decenas de miles de simpatizantes que llenaron la plaza principal del país. Existía la esperanza de que un apoyo, ya sea crítico o condicionado, a AMLO permitiría romper el equilibrio de tercios ente el PRD y los dos principales partidos burgueses. No fue así. El entonces sub comandante Marcos dedicó mucho más tiempo atacar al candidato de centro izquierda que a los candidatos de derecha diciendo que «todos son iguales». Dicha postura generó una masiva fuga de bases del zapatismo hacia el obradorismo, así como de valiosos intelectuales como Elena Poniatowska, Paco Ignacio Taibo II, Octavio Rodríguez Araujo, Jesusa Rodríguez etc., incluyendo dirigentes de movimientos sociales e indígenas como el dirigente del Congreso Nacional Indígena (CNI) y ex Asesor del EZLN en los Diálogos de San Andrés, Adelfo Regino Montes.
Algunas de estas organizaciones indígenas, provenientes del zapatismo o del CNI, participaron en la ceremonia en donde le otorgaron el «Bastón de Mando», a Andrés Manuel López Obrador.
Después de un escandaloso fraude electoral, que dio el triunfo al candidato del PAN por una diferencia menor al 1 por ciento, en la mente de la mayoría de los casi 15 millones de votantes por AMLO quedó la percepción de que el EZLN había actuado en favor de los candidatos de la «mafia del poder».
El creciente aislamiento los obligó a poner fin anticipado a la «Otra Campaña» y, para explicarlo, el sub comandante Marcos no tuvo mejor conclusión que afirmar: «es que ya no estamos de moda».
Del 2006 al 20018
Lejos de ofrecer un balance serio de la debacle sufrida y mantener una presencia pública como parte de los movimientos de resistencia al neoliberalismo o anti sistémicos, el EZLN se encerró en sí mismo y se concentró en fortalecer las llamadas Juntas de Buen Gobierno, iniciadas en 2003, con sus formas de autorganización democrática y participativa. Es muy justo reconocer que dichos autogobiernos significaron un avance político muy importante para las comunidades indígenas zapatistas.
Este autoaislamiento -a veces interrumpido por expresiones de solidaridad en contra de la «guerra de Felipe Calderón», la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, el «Festival de la «Digna Rabia» o la emisión de comunicados denunciando fraudes electorales o de solidaridad internacionalista, pero, sobre todo, por el intento de romper su aislamiento impulsando, aunque de manera tardía, la candidatura de la compañera «Marichuy»-, los desconectó de otras luchas en defensa de la tierra, el agua, la energía, la educación pública o de apoyo a diversas luchas de resistencia a las reformas neoliberales (durante los casi ocho años de lucha del Sindicato Mexicano de Electricistas jamás escribieron una sola nota de apoyo).
Esta actitud contrasta con su actual beligerancia en contra del gobierno de AMLO y eso es algo que pesa mucho en el imaginario de los millones de partidarios de Morena.
Este sectarismo político creó el caldo de cultivo para la fermentación de todo tipo de especulaciones insanas en contra del neo zapatismo. Tampoco las justifica, pero las explica. La única forma de revertir ésta tendencia es reconocer el origen de esta animadversión y no atribuirlas a que «pasaron de moda», a conspiraciones o a que los seguidores de Morena son retrasados mentales.
¿Qué hacer?
Si bien es cierto, como dicen los zapatistas, que el actual gobierno no es de izquierda y menos anticapitalista. El mismo AMLO así lo reconoce. Tampoco es igual al PRI o al PAN. Morena es una amplia convergencia de fuerzas que van de la derecha (incluyendo sectores oligárquicos), pasando por un amplio abanico de fuerzas de izquierda y de sectores sociales que sólo utilizaron esta maquinaria electoral para deshacerse de los principales partidos burgueses.
No obstante que, en última instancia ambas fuerzas son capitalistas, existen grandes diferencias entre AMLO y el viejo régimen carcomido por la corrupción y el sometimiento a unas cuantas familias supermillonarias. Estamos ante la consolidación de un nuevo régimen político capitalista. La insurrección electoral, que aplastó al PRI y al PAN, ha creado excelentes condiciones para que las fuerzas más a la izquierda de este movimiento impulsemos la lucha por la destrucción del podrido aparato de control corporativo e impulsemos nuestras propias demandas democráticas hasta sus últimas consecuencias. Esta posibilidad no vendrá desde arriba, sino de nuestra capacidad de aprovechar el impulso de la creciente politización y movilización social, para organizarnos y movilizarnos de manera independiente.
Existe una amplia variedad de temas que nos permiten crear un puente, entre el actual nivel de consciencia de las masas y una propuesta anticapitalista, mencionemos algunas de esas demandas transicionales: auditoria, castigo y confiscación de bienes de todos los saqueadores de la Nación; auditoria de la deuda pública y desconocimiento de las deudas odiosas o ilegítimas; fin de las política extractivista y depredadoras del medio ambiente; fortalecer a las policías comunitarias o la autodefensa para contrarrestar la política de militarizar al país; cumplimiento de los acuerdos de San Andrés; comercio justo, cancelar o revisar todo tratado comercial que implique pérdida de soberanía o el sometimiento a los dictados de empresas o gobiernos de otros países; revertir todas las reformas neoliberales, no solo la educativa.
Ahora existen mejores condiciones para impulsar la recomposición del sindicalismo mexicano. Importantes franjas de trabajadores consideran que, después de sacar del poder al PRI, ha llegado la hora de expulsar a los charros de las filas de nuestras organizaciones sindicales.
Las organizaciones campesinas están mejor posicionadas para luchar por la soberanía alimentaria y en contra de las transgénicos, aunque también deberán confrontar al nuevo gobierno por la ratificación del capítulo agrícola del tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá.
La intención de recuperar la soberanía energética, fortaleciendo a Petróleos Mexicanos y Comisión Federal de Electricidad, es progresista y cuenta con el apoyo crítico (porque el objetivo de fondo debe ser la renacionalización del sector), de los trabajadores democráticos de estas industrias.
Otra demostración de que no «todo es igual», es la posibilidad de aprobar o impulsar, en todo el país, el derecho al aborto, ampliar los derechos a la igualdad de género, el combate a los feminicidios y el matrimonio homosexual. Así como la legalización de la marihuana y el derecho a una muerte asistida.
En cuanto a los proyectos de los trenes Maya y Transítsmico, al igual que la campaña de reforestación, nos pronunciamos por la necesaria consulta a la población, y sobre todo a los indígenas, sobre las transformaciones en sus territorios, en los términos que marca el convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
En un país que durante varias décadas ha estado sometido a una dictadura de hecho y en donde las clases subalternas están, en su gran mayoría, desorganizadas o sometidas a cacicazgos corruptos, se ha abierto una oportunidad histórica para organizar a los no organizados, recuperar aquellas organizaciones que se puedan, unificarlas democráticamente y dotarlas de un programa anticapitalista.
Las débiles fuerzas anticapitalistas solo podemos aprovechar esta oportunidad si somos capaces de no anteponer ningún interés particular al interés supremo de la clase trabajadora. La emancipación de la clase trabajadora será obra de la clase obrera misma
Cualquier polarización sectaria, al interior de la frágil izquierda anticapitalista o del resto de los movimientos sociales, únicamente nos debilitará ante una derecha, ahora agazapada, pero dispuesta a retomar la contraofensiva en cuanto tenga la menor oportunidad.
Finalmente retomo, en lo general, el siguiente llamado del camarada Guillermo Almeyra:
«Compañeros del CNI y del EZLN, López Obrador no es el enemigo [inmediato], aunque algunas de sus principales medidas sean nocivas y contrarias a los intereses de los oprimidos y a la defensa del ambiente. El enemigo es la oposición derechista (PRIAN y achichincles) que actúa contra el gobierno y que está en el gobierno mismo y sobre todo en una parte del entorno de AMLO. Para impedir el tren maya y el proyecto transítsmico hay que contar con el apoyo de los que por millones votaron por MORENA deseando un cambio social. Ellos son aliados del sector de los indígenas que, en defensa de sus normas precapitalistas, se alzaron con el EZLN. Los insultos a AMLO y el sectarismo frente a los votantes de MORENA debilitan la causa indígena, aíslan al EZLN-CNI y fortalecen a la derecha dentro y fuera de MORENA. Es el momento de pensar, de razonar, de buscar aliados, de prevenir desastres, no de gritar. El zapatismo, debido al sectarismo y al lamentable Marcos-pensamiento, desde 1994 perdió buena parte de su apoyo. Que el sectarismo ciego no haga impopular una causa y un movimiento justos.»
[1] El verbo «chingar» tiene múltiples acepciones, en este caso implica una de las mayores ofensas, fornicar a su propia madre.
[2] Presidente de México de 1988 a 1994, al que se considera el capo de capos de la mafia que dominado al país desde entonces.
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