1. La Jornada Maya publicó el lunes que «hace un par de meses hubo una polémica por el descenso de la UADY en el ranking de las mejores universidades de Latinoamérica, según una empresa internacional». Dice que «la caída se debió a múltiples factores, pero lo interesante fue la respuesta que dio el rector, José […]
1. La Jornada Maya publicó el lunes que «hace un par de meses hubo una polémica por el descenso de la UADY en el ranking de las mejores universidades de Latinoamérica, según una empresa internacional». Dice que «la caída se debió a múltiples factores, pero lo interesante fue la respuesta que dio el rector, José de Jesús Williams, quien dijo que nunca le preguntaron cómo estaba la universidad, además de que otros directivos declararon que los rankings son «subjetivos» y no representan la realidad de la institución». Pareciera que los rectores, como es natural, pero también cínico, festejan cuando hablan bien de la universidad y guardan silencio absoluto cuando se dice que va mal.
2. La realidad es que «no se puede pedir peras al olmo». La UADY, desde que se fundó en 1922 por Vasconcelos, comenzó poco a poco a crecer y en 1972 (al cumplir 50 años), cuando Yucatán tenía 760 mil habitantes, la UADY apenas tenía en total 3,284 estudiantes numerarios y 1,545 libres; en 1980 ya tenía 3,200 alumnos en la prepa uno, 1,100 en la dos y en otras escuelas solo habían 2,826; unos 7 mil estudiantes universitarios en una población del estado de 1.063,700. La UADY ha sido siempre una institución pequeña, poco representativa en el estado y sin presencia en la comunidad. En 2017 es más grande pero muy aislada, sin influencia en la comunidad, sin participación y perspectivas.
3. Debo decir que trabajé como investigador y profesor de la Universidad de Yucatán más de 19 años en un centro de investigación y en las facultades de Antropología y Arquitectura; fui además estudiante durante tres años y escribí un libro acerca de su política. Laboré además 12 años para la UNAM, donde además fui dirigente sindical (SPAUNAM) y 11 años para la Universidad Pedagógica; así que estoy curtido de esas cosas de las universidades. He planteado siempre que si sólo el 20 por ciento de la población joven llega a la preparatoria y a la licenciatura -quedándose en el camino el 80 por ciento- pues los que estudian en una universidad son los privilegiados del sistema.
4. Desde que leí a Iván Ilich allá en los sesenta y a Paulo Freire en los setenta, aprendí para lo que servía la educación escolarizada. Sin embargo yo viví de ella, pero sin dejarla de explicar, criticar y combatir. Por ello, hoy que se dice que la UADY cayó en el «rankings» de la competencia en 15 posiciones porque estaba en el lugar 22 y ahora en el 37, me hago muchas preguntas: ¿Quién dice que subió o bajó una universidad y con qué criterios? ¿Cuándo es popular o no simpático un rector para lo halaguen o vituperen? ¿Quién dice que si se tienen más «doctores» y los alumnos ganan concursos, son mejores las universidades? ¿Cuándo alguna universidad ha estado ligada y comprometida con el pueblo?
5. Alguien me decía que por sus tres rectores veterinarios seguidos, más que Universidad debe llamarse Facultad de Veterinaria por la abundante leche que produce y se distribuye hasta en los cargos del gobierno del estado. ¿Es que no hay otras facultades, escuelas o centros de investigación con proyectos que cambien un poco la orientación universitaria? La realidad es que no debe ser motivo de sarcasmo porque todos los rectores son electos por el Consejo Universitario que -aunque nunca en la historia de este órgano (que se inicia en 1922) ha hecho protesta alguna o tenido alguna opinión disidente, ha aprobado de manera disciplinada al candidato de la Rectoría. El voto de los aproximadamente 60 consejeros ha sido siempre unánime.
6. Pero el siempre silencioso y disciplinado Consejo Universitario, integrado por el rector, un director, un maestro y un alumno de cada centro de trabajo, que en 2017 cumplió 95 años, sigue al pie de la letra las políticas del rector. Los rectores acuden a la SEP y a la ANUIES en México para recibir órdenes y pedir aumentos de presupuesto; jamás se ha sabido que los rectores analicen y discutan proyectos educativos o realicen congresos para analizar o discutir proyectos educativos nacionales, tal como aquel Congreso Universitario que vivió la UNAM en 1990 con la participación de más de 70 prestigiados intelectuales y estudiosos de los asuntos universitarios. Nadie opina sobre la universidad, parece que sólo sirve como un espacio de trabajo para cobrar salarios.
7. Hay mil un problemas de miseria, hambre, explotación, represión, en México que se reflejan en todos lugares y todas las universidades; sin embargo casi todas ellas -con excepción de la UNAM, el Poli y algunas más, parecen blindadas para que ningún profesor, alumno o trabajador se entere y preste su solidaridad social. En Yucatán nunca la universidad se ha solidarizado, así como tampoco se ha movilizado para defender siquiera sus intereses particulares. Así que nada le importa si su universidad es buena, mala o regular porque para lo único que sirven es para otorgar calificaciones y títulos que sólo sirven para empleos y obtener ingresos. ¿Qué les importan los rankings?
Blog del autor: http://pedroecheverriav.
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