Lárgate ya, Georges. Esfúmate, cabrón. Date el piro. Sal de naja, que aquí no pintas una mierda, gilipollas. No me extraña que la Muerte haya venido esta semana a llevarse a Moustaki. Ni me extraña que la muerte de Moustaki haya coincidido con la resurrección de Aznar. Algo les unía. Los dos fueron, y Aznar […]
Lárgate ya, Georges. Esfúmate, cabrón. Date el piro. Sal de naja, que aquí no pintas una mierda, gilipollas. No me extraña que la Muerte haya venido esta semana a llevarse a Moustaki. Ni me extraña que la muerte de Moustaki haya coincidido con la resurrección de Aznar. Algo les unía. Los dos fueron, y Aznar seguirá siéndolo, unos cantantes. Aunque, todo hay que decirlo, cantan cosas diferentes.
No me entristeció la muerte de Moustaki porque no son estos tiempos para moustakis, y mantenerlo en este mundo, en esta Europa, en esa Francia, era como mantener viva a una golondrina en una jaula, en una caja de zapatos con agujeros por los que no respirar, en una bolsa de plástico solo abierta para que sacara el pico y cantase el canto loco del sinsonte. Cantó a la libertad Moustaki en su más conocida canción, quizá la más bella, Ma liberté, que no se sabe si está dedicada a una mujer o a un ideal, a una nube de carne libertaria o a un coño, a una tramontana mediterránea o a un aliento.
Et je t’ai trahie pour
Une prison d’amour
Et sa belle geôlière
Y yo te traicioné [libertad] por una prisión de amor y su bella carcelera, termina la canción que no termina, porque la libertad no se termina por mucho que muramos traicionándola, y eso hace interminable esa canción. Signifique lo que signifique la tonadilla de Moustaki, no es la suya mala manera de perder la libertad. Sobre todo en estos tiempos, en esta Europa presuntamente democrática en la que nos hemos dejado encarcelar no por una bella carcelera, sino por un banquero calvo en plan Miguel Blesa. No nos engañemos. Por mucho que Blesa ingrese un día en la cárcel, los que vivimos cotidianamente en la cárcel somos los que un día cantamos o intuimos Ma liberté. Te quitan una palabra, o una canción, y tardas mucho tiempo en darte cuenta de que con esa palabra o esa canción ya te han quitado todo. Moustaki se ha muerto a propósito, por eso.
Moustaki se declaraba apátrida o, como mucho, nacionalista mediterráneo. Uno, cuando joven, creía que en eso iba a consistir la futura Europa. En un pueblo de apátridas negadores de fronteras, que arrancan de Europa para ir abriendo el mundo y desdibujando los mapas, repartiendo prosperidad y curando enfermedades, liberando tierras y matando canallas con un cañón de futuro. Esas tonterías de jóvenes indocumentados, libres y follanderos. En plan siguiente:
Ma liberté
C’est toi qui m’as aidé
A larguer les amarres
Pour aller n’importe où
Pour aller jusqu’au bout
Des chemins de fortune
Pour cueillir en rêvant
Une rose des vents
Sur un rayon de lune
[Mi libertad, has sido tú quien me ha ayudado a soltar amarras, para ir a no importa dónde, para llegar la final de los caminos del azar, para arrancar, soñando, una rosa de los vientos de algún rayo de luna].
Pues no. Europa no era eso. No era el apátrida arrancando una rosa de los vientos de un rayo de luna. No era eso. No es eso. No es nada. Europa nunca ha dejado de ser comunidad económica europea, cada vez menos comunidad y más económica y menos europea donde, ya se ha dicho, nos dejamos encarcelar por banqueros calvos y casposos. Ya sé. Ya sé que es muy difícil criar caspa sin tener pelo. Pero lo consiguen. Os puedo jurar que lo consiguen. Misterios de la capilaridad. La belle geôlière que cantábamos nosotros tenía menos caspa y más melena. Al viento. Como siempre se han soltado las libertades, los hermosos constipados de las chicas y las melenas.
Por eso no me parece mal que Moustaki haya muerto. No era ya este un lugar para Georges Moustaki.
Conocí a Moustaki cuando yo tenía unos 20 años. Actuaba yo entonces, de músico vagabundo, en un cabaretillo llamado La Cabra, en Compostela, y allí solían venirse los cantantes y artistas después de sus actuaciones importantes. Dos rubias, madre e hija, regentaban el local y decían cosas cultas y baudelerianas, y yo creo que eso contribuía más a atraer a los ilustres clientes que nosotros, los músicos. Llegaron Paco Ibáñez, Luis Pastor y Moustaki, que habían tenido concierto conjunto, y mi partenaire y yo les homenajeamos con su repertorio. Canción del jinete y Ma liberté. A la tercera copa, Paco Ibáñez nos insistía: «Veniros conmigo a Madrid». Y Moustaki le replicaba: «Veniros conmigo a París». Luis Pastor fue el único que no nos invitó a irnos con él a Extremadura. Se conoce que no nos vio capaces de cantar en castúo. La noche acabó envuelta en ginebras y guitarras, y las rubias no se desnudaron, pero su ropa se transparentaba muchísimo. Caprichos transparentistas de las canciones.
Cantar Ma libèrté ante Moustaki.
Cosas que pasaron.
Europa, apátridas, libertad, metecos y esas tonterías.
No hay ninguna conclusión final, ninguna tesis, ninguna apostilla a esta historia.
Solo la he contado para darme un poco de importancia.
La importancia que te puede haber otorgado cantar una noche, falsamente sobrio de vino y falsamente borracho de futuro, Ma liberté.
Querido Moustaki, lárgate. Tú no estás bien aquí. Tú no estás bien aquí. Europa ya no es parte de la letra de ninguna canción. Es solo un sobresueldo, una frontera más, un banco enorme, una invitación a no ser libre. Ma ex belle geôlière. No voy a ir esta noche al cementerio. Ni al tanatorio. Ni al lugar donde te otorguen la cruz de honor. Voy a levantar las narices al viento y aspirar, a ver si puedo respirar algo del polvo tuyo desde cualquier tristísimo rayon de lune, que es donde tú ya estás, y lo que ya no nos queda.
Fuente: http://blogs.publico.es/rosa-espinas/2013/05/25/largate-moustaki/