Según el ministro de Economía y Finanzas del gobierno actual, los subsidios a los pobres «son la clave en Bolivia». Explica que éstos, al añadirse a los bajos ingresos con los que los bolivianos más pobres sobreviven, ha provocado una tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de manera sostenida en los últimos […]
Según el ministro de Economía y Finanzas del gobierno actual, los subsidios a los pobres «son la clave en Bolivia». Explica que éstos, al añadirse a los bajos ingresos con los que los bolivianos más pobres sobreviven, ha provocado una tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de manera sostenida en los últimos cuatro años.
En criterio de la autoridad, el hecho de que los más pobres tengan dinero para gastar explica el crecimiento de la economía en estos primeros meses del año 2009 pese a la caída del precio del gas de exportación, una de las principales fuentes de ingresos del Estado.
Corresponde entonces saber si esa mayor capacidad de «gastar» hace crecer la economía nacional, por un lado y, por otro, si el crecimiento del PIB es sinónimo de crecimiento de la economía nacional, es decir, si mide realmente ese crecimiento.
(Al intentar aclarar estas cuestiones, valga la oportunidad de decirlo, estamos ejercitando argumentaciones desarrolladas para responder la misma línea de razonamiento que usa hoy el ministro de Economía de Evo Morales, semejante a la que empleaban autoridades del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada el año 1997, cuando instituían el subsidio denominado Bonosol.)
Empecemos por eso de «gastar». Así, si una familia boliviana pobre, con ingresos medios de un mil bolivianos mensuales, incluyendo los subsidios estatales, gasta la mayor parte de esos recursos en comprar bienes y servicios nacionales, entonces evidentemente, la política de subsidios ayuda a crecer a la economía nuestra. Se sabe estadísticamente que las familias pobres destinan un gran porcentaje de sus ingresos a la compra de alimentos. Estos, a su vez, son principalmente producidos en Bolivia, aunque hay un alto componente de alimentos importados en la oferta interna, son familias más pudientes los que los consumen.
En consecuencia, la afirmación de la autoridad gubernamental es cierta en la medida en que al menos más de la mitad de los subsidios que llegan a manos de la gente pobre se destine a la compra de productos nacionales siempre que estos sean resultado de procesos que incorporen mano de obra, insumos y tecnología también nacionales. Vale la pena entonces conocer a cabalidad estos datos para saber si crecemos nosotros o los subsidios benefician más a los países de donde importamos bienes, equipos, servicios y tecnología que luego son adquiridos aquí directa o indirectamente con esos subsidios.
Queda claro entonces que lo de gastar hace crecer el PIB si éste está compuesto por bienes y servicios producidos por bolivianos. Si no es así, entonces es exactamente lo contrario. Crece el PIB pero nos empobrecemos más.
Entonces, ¿el crecimiento sostenido del PIB boliviano es sinónimo de crecimiento de la economía nacional? Si revisamos la estadística sobre el comportamiento del PIB en los últimos veinte años, cuando estuvieron vigentes con toda su fuerza políticas neoliberales (hoy siguen vigentes, pero revestidas de un lenguaje discursivo distractivo), incluyendo la «capitalización» y sus devastadores efectos, el PIB también crecía. Sin embargo los bolivianos prácticamente nos ahogábamos en nuestra pobreza.
El Estado no tenía recursos para pagar ni siquiera sueldos a sus funcionarios y la inversión pública dependía básicamente del crédito externo. Pero el PIB crecía y crecía, al tiempo que los gobernantes de entonces nos decían que crecería más si lográbamos exportar masivamente nuestros recursos naturales y energía como materia prima.
¿Cambió algo? Sí, pero muy poco aún. La creación del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) el año 2005 permitió equilibrar parcialmente las cosas porque la renta petrolera mejoró a favor del Estado boliviano, aunque la propiedad de los medios de producción de gas y petróleo siguieron en manos externas. Sin embargo, mientras los medios de producción de energía eléctrica, transporte por trenes e hidrocarburos, continúen mayoritariamente en propiedad de economías extranjeras, lo que aquellos produzcan dentro del país, si bien sumará al PIB, el consumo interno de esos servicios y bienes seguirá empobreciéndonos.
La nacionalización de los hidrocarburos de 1º de mayo de 2006, mientras estuvo vigente (hasta mayo de 2007) fortaleció el componente nacional del PIB en ese período. Hoy ese rubro energético está casi igual que antes de la llegada de Evo al gobierno.
En consecuencia, para que el gasto incremental derivado de los subsidios incida favorablemente en la economía nacional, es indispensable incrementar sustancialmente el componente nacional del PIB, es decir, nacionalizar ese valor. Lo contrario es puro slogan economicista. Sirve para desorientar en campañas electorales. Lo mismo se hizo con el Bonosol.
¿Cómo, entonces, «nacionalizamos» el PIB? Industrializando al país. Esto es incrementando nuestras capacidades para producir bienes y servicios, que se sumarán al PIB, por medio de industrias nacionales con la participación mayoritaria y decisiva de los bolivianos, ya sean campesinos, indígenas, profesionales, empresarios, Estado, etc. Cuando esto ocurra, empezando por los sectores estratégicos, un crecimiento en el PIB será sinónimo de crecimiento de los bolivianos. Gastar los subsidios será entonces realmente «la clave» para Bolivia.