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Sin opciones en las urnas

Las elecciones legislativas de octubre

Fuentes:

La campaña electoral se caracteriza una vez más por la utilización de artilugios publicitarios y acusaciones cruzadas en reemplazo del debate político. Mientras la burguesía se apresta en las elecciones a dar un nuevo paso en su estrategia de recomposición política, las organizaciones de la izquierda, aparecen fragmentadas en infinidad de expresiones incapaces de plantarse […]

La campaña electoral se caracteriza una vez más por la utilización de artilugios publicitarios y acusaciones cruzadas en reemplazo del debate político.

Mientras la burguesía se apresta en las elecciones a dar un nuevo paso en su estrategia de recomposición política, las organizaciones de la izquierda, aparecen fragmentadas en infinidad de expresiones incapaces de plantarse como una alternativa visible para el conjunto de la sociedad. Lejos de diferenciarse ante la sociedad, se han embarcado en una competencia insensata por empapelar la ciudad aun más que aquellos candidatos que resultarán ganadores.

Ya que las diferentes fracciones del partido único del sistema y las diezmadas organizaciones de izquierda, no representan una posibilidad de cambio sustantivo, la respuesta a la coyuntura se encuentra por fuera de todos ellos.

La campaña electoral

La campaña electoral transcurre por una vía ubicada en el antípoda de lo que el país necesita: la participación es reemplazada por la utilización de aparatos políticos que difunden caras, nombres y apellidos, y no propuestas. La discusión programática es reemplazada por un recetario de marketing político. Los ciudadanos no somos considerados como sujetos protagónicos de la democracia sino como un conjunto pasivo, objeto de seducción publicitaria.

Lamentablemente, muchos de nuestros compañeros, aquellos que desean sinceramente un cambio y que luchan a diario por conseguirlo, participan de organizaciones que llegadas las elecciones, reproducen métodos similares a los que debemos desterrar.

Mientras las avenidas del conurbano amanecen empapeladas con carteles de Hilda González de Duhalde y reciben el atardecer con la sonrisa de Cristina Fernández, las principales arterias de la Capital cambian de color mientras las agujas avanzan: Pitrola, Vanella, La Porta, Etchegaray, Castillo y muchos otros se alternan en una puja inútil, percibida por la aplastante mayoría de la sociedad, como una competencia entre individuos oportunistas por ocupar un pequeño resorte en los mecanismos de poder.

Los partidos que se embarcan en este curso, participan de una carrera desquiciada por tapar los carteles de las organizaciones que más se le asemejan. Dilapidan los esfuerzos de sus militantes y los modestos recursos económicos que poseen como producto de los aportes que trabajadores honestos hacen a la organización. Copian las practicas de los aparatos de la burguesía e introducen en la militancia hábitos y valores nocivos. Y tal vez lo mas grave, no contribuyen a la condición indispensable sin la cual no habrá cambio ninguno: avanzar hacia la unidad política y social del conjunto de los perjudicados por las políticas en curso. En su lugar contribuyen a lo inverso: propagar la confusión y fragmentación, y como producto del rechazo que muchos sienten hacia esas prácticas, la pasividad en lugar del protagonismo.

Todo en pos de una variación decimal en el resultado de unas elecciones en las que no pueden sino resultar perdedores.

Participación electoral y abstencionismo

Participar o no de las elecciones y la campaña electoral, no es una cuestión que se dirima en el terreno de los principios sino en el de la estrategia y la táctica política.

Desde esta perspectiva hay dos excesos análogos: descartar a priori la lucha en el plano electoral, y considerar bajo cualquier circunstancia, que participar es positivo.

Si bien se trata de un terreno en el cual es posible avanzar en el sentido de sentar bases para una fuerza capaz de disputar la hegemonía a los aparatos de la burguesía; es también cierto, que la construcción de una fuerza capaz de llevar adelante el cambio de raíz que el país imperiosamente necesita, no se reduce a la presentación de una fórmula en las elecciones.

La batalla abarca todas las esferas. Incluye las elecciones, pero es imprescindible que las discusiones trasciendan a las candidaturas, que abarquen propuestas y programas, que se implementen las formas para que los debates y la participación puedan abrirse al conjunto de la sociedad y no solo a pequeños círculos de militantes.

Abarca la recuperación de los sindicatos como espacios de discusión y participación, donde unos pocos no expropien las decisiones del conjunto, y se recupere la asamblea como ámbito de debate.

Contiene una esfera ética, entendida como reflexión y construcción de nosotros mismos, de nuestros valores y de los modos de relacionarnos con los demás. Una lucha permanente por construirnos como aspiramos a ser, por hacernos mejores cada día y por no conformarnos con lo que somos, por enfrentar a diario los prejuicios y las practicas perversas que están encarnadas en cada uno y que una sociedad en permanente caída, impulsa a que asumamos como propias y naturales.

Comprende también una lucha cultural. El mercado a través de sus medios de comunicación, crea y difunde productos artísticos para consumo masivo, regidos por la lógica de la maximización de la ganancia, donde pocos son los que hacen y muchos los que pasivamente consumen. Un proyecto alternativo de sociedad no puede transcurrir por la misma senda. Promover la participación y apostar a que seamos todos los que nos apropiemos de la expresión y la palabra, de las artes y los conocimientos son condiciones que no deberían faltar en ese proyecto.

Somos miles las personas y los espacios existentes que intentamos transitar por estas y otras huellas, similares y diversas. Decimos huellas porque no se trata de un camino demarcado, se trata de crearlo, mientras caminamos. Tenemos algunas certezas y muchos mas interrogantes.

A pesar de ser millones los que compartimos muchas disconformidades, algunas preguntas y menos certezas, experimentamos a diario que la dispersión y la fragmentación, nos hacen sentir pocos y más débiles de lo que en realidad somos. Analizar las causas de la situación, es el primer paso para superarla.

La etapa en curso

Desde la asunción de Duhalde a la presidencia, la burguesía aplicó un plan sistemático y exitoso para recuperar la iniciativa política, que había perdido por la agudización de la lucha entre las distintas fracciones del capital y por el surgimiento de un movimiento popular heterogéneo y espontáneo que la desafiaba. El objetivo prioritario era desincentivar la creciente participación política que se expresaba en las asambleas, fábricas recuperadas y manifestaciones culturales, y fracturar la confluencia con sectores de desocupados.

Con la asunción de Néstor Kirchner, el plan de recomposición continuó su marcha con nuevos objetivos: rescatar la credibilidad de las instituciones, superar la crisis de representatividad que se expresaba en el desprecio social por los políticos, reconstruir un esquema de poder y dominación sustentable en el mediano plazo. Para conseguirlo se implementaron un conjunto de medidas en diversas esferas pero con lineamientos coincidentes. La política de derechos humanos, la eyección de los peores elementos de la Corte Suprema, el paso a retiro de mandos militares y comisarios, el giro en las relaciones diplomáticas del país, son algunas entre otras. Su contenido común puede describirse como un desplazamiento en cada caso de los elementos que concitan mayor rechazo social y su reemplazo por nuevos y más legítimos.

Las elecciones de octubre son un paso en ese camino y el armado de las listas que responden al presidente están guiadas por ese criterio. De allí, no deducimos que no haya elementos repudiados o repudiables. Lo contrario es cierto.

Cada uno de estos pasos tiene un significado doble y en apariencia contradictorio: por un lado se trata de pasos positivos reivindicados y apoyados por todos aquellos que deseamos un país mejor. Por el otro de un fortalecimiento en las columnas sobre las que se sostiene el sistema capitalista que cada vez más, nos golpea a todos. Los pequeños cambios tiene la función de desviar el reclamo por otros mayores.

En ese punto radica la debilidad de la maniobra de recomposición. En cada caso, los cambios emprendidos alcanzaron para producir un vuelco importante en el ánimo social. Pero ocultan una realidad mas profunda que no logran revertir: por debajo continúan actuando las causas que condujeron a la crisis que se quiere superar. Con prescindencia de los individuos, su honestidad, su voluntad, y su conciencia, el conjunto de los partidos políticos del sistema y sus operadores, reinciden en las practicas rechazadas que los condujeron al desprecio social. No es solo un acto de torpeza. Son las fuerzas sociales y las concepciones que se expresan a través de ellos, las que los conducen al absurdo de un comportamiento que conlleva al suicidio político.

De otro modo no es posible entender la paradoja aparente de que en un escenario despejado, sin fuerzas sociales que se expresen como opositoras al sistema, con toda la iniciativa política en manos de la burguesía, y en una coyuntura económica favorable, reincidan en activar conductas que a mediano plazo se transforman en base para su repudio. Vedettes y personajes grotescos en las listas, una campaña sin propuestas pero prolífica en acusaciones cruzadas que no son llevadas a la justicia (el propio presidente acusó a Duhalde de haber mal utilizado el Fondo del Conurbano Bonaerense, nada menos que 600 millones de dólares por año, durante 8 o mas años; pero no radicó la denuncia), actos prefabricados con métodos clientelares y alianzas inverosímiles son algunos de los ingredientes que condujeron, que a mediano plazo no pueden sino conducir, a una nueva crisis política, cuando reaparezca con toda su crudeza la crisis económica, que por motivos coyunturales, no se expresa en la superficie.

Las corrientes de izquierda

Las denominadas organizaciones de izquierda que apuestan por sus candidaturas, se diferencian poco y nada de los aparatos del sistema para los ojos del ciudadano común.

Basta recordar el papel y desempeño de estas organizaciones en medio de la peor crisis de la historia del país (elecciones de octubre de 2001, el posterior en las asambleas durante el 2002, las elecciones del 2003 en las cuales hubieran debido crecer pero en su lugar fueron reducidas a su mínima expresión, y el permanente en lo referido al tipo de construcción realizada con los desocupados), para concluir sin necesidad de lucidez alguna, que no son idóneas para potenciar y encauzar, ni en las calles ni en las urnas, la disconformidad existente.

El arco puede ser dividido en dos tipos. Están aquellas que impulsan políticas sectarias y aventureras, autoproclamadas revolucionarias, pero en los hechos, solo vanguardistas. Estos proyectos, que desde el apogeo del MAS a principios de los 90, no han hecho mas que fragmentarse y degradarse, no son opción porque anteponen el crecimiento del aparato propio al desarrollo político del conjunto. Por ese motivo, mas allá de que sea positiva la existencia de un diputado que denuncie las maniobras legislativas o acompañe las luchas extraparlamentarias, su buen desempeño electoral no constituye un avance.

Otras, que los primeros llaman reformistas, creen que es posible mediante la acción parlamentaria, convencer con buenos argumentos a los responsables de la debacle para que no sean tan codiciosos y otorguen, por ejemplo, aumento de salarios y mejores condiciones laborales. Adolecen de un análisis consistente para explicar las causas que llevaron a la situación actual y como revertirlas, carecen de base social sólida, no participan de las luchas populares cotidianas, y no tienen, intentan ni necesitan según su estrategia, inserción en la clase trabajadora. Se trata de una visión voluntarista de la política que le permite al capital desviar a estas organizaciones de sus buenas intenciones mediante dos recursos combinados: primero la cooptación para luego quebrarlas mediante relaciones de fuerza desfavorables. El ejemplo mas claro es Chacho Álvarez operando el desembarco de Cavallo en el gabinete de De la Rua.

Una variante de esta línea, la constituyen algunas de las organizaciones «peronistas de izquierda» que ahora les toca cumplir la triste tarea de encauzar al movimiento popular a los pies de Alberto Fernández, jefe de gabinete y ex operador del ex ministro Cavallo.

Táctica electoral

Es de este cuadro, de donde debemos partir en nuestro análisis, para encontrar una respuesta a la pregunta por la táctica electoral, apropiada en la actual coyuntura, para todos aquellos que apostamos a un cambio social desde la raíz.
La burguesía aplica un plan sistemático para recrear aparatos electorales relegitimados que le permitan mantener su statu quo. Por lo tanto las tácticas de las organizaciones populares, deben estar destinadas por un lado a neutralizar la maniobra, y por el otro a construir una perspectiva propia, capaz de unificar al conjunto del pueblo.

Puesto que el sistema mantiene activa causas profundas que provocan el descreimiento y la desconfianza, de lo que se trata es de encauzar y dar expresión a ese sentimiento.

Existe un nivel de descontento mayor del que se expresa en las organizaciones opositoras. Es decir, estas no representan, no son capaces de representar, ese sentimiento.

Si existiera una organización amplia y democrática, con base social en los trabajadores y los desocupados; con independencia política; en la que convivan corrientes con diversa definición ideológica, unidas en torno a un programa antimperialista; que presente como candidatos a representantes honestos y genuinos de los trabajadores y los desocupados; que incentive y motive a la participación y el debate, y que centre su accionar en el desarrollo político del conjunto y no en el aparato, el escenario seria muy distinto al actual. Si ese fuera el caso habría opción en las urnas, pero lo cierto es que esa organización hoy no existe.

Por eso es importante no engordar falsas opciones que se convertirán en una dificultad mayor para su concreción.
Anular el voto, votar en blanco, introducir una boleta programática; y al mismo tiempo impulsar un debate nacional sobre como avanzar en la construcción de una nueva organización política de masas, superadora de las existentes, con definición programática de signo antimperialista, capaz de unificar al conjunto de los perjudicados por las políticas en curso, que promueva la creación de una nueva cultura política, amplia, pluralista y democrática, son los modos en la actual coyuntura de quitarle base social a la maniobra de la burguesía y a las opciones inconducentes del campo popular.