Las mujeres de las minas Angélica Flores, Nelly Paniagua, Luzmila Pimentel, Aurora Lora y Domitila Chungara, con una huelga de hambre, derrotaron al dictador Hugo Banzer, el 17 de enero de 1978. Seis meses después, él dejó la silla presidencial.
Los detalles de esa heroica acción, desde entonces, fueron guardados bajo siete llaves. Luego de 43 años, salieron a la luz algunos datos inéditos.
La noche del martes 21 de agosto de 2001, el Sindicato (hoy Federación) de Trabajadores de la Prensa de La Paz (STPLP) —en coordinación con la Central Obrera Departamental, la Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia, la Asociación de Familiares de Detenidos, Desaparecidos y Mártires por la Liberación Nacional, la agrupación juvenil “30 no son 30” y otras organizaciones populares— encabezó una marcha de teas en la que denunció los “30 años de impunidad” banzerista. Las cinco mujeres de las minas fueron “las invitadas especiales”.
En esa ocasión, ellas decidieron “no contar detalles” de ese hecho histórico a los periodistas porque varios actores aún estaban “en riesgo”. Dicho y hecho: el régimen de Banzer y Jorge Tuto Quiroga (1997-2001) calificó a la marcha de “provocativa” y “política”.
¿OBLIGADAS?
En 1999, el banzerista Fernando Kieffer, en el texto De cara a la revolución del 21 de agosto de 1971, afirmó que las huelguistas habían sido “obligadas” y “sobornadas” para “dramatizar las circunstancias” y generar un “escándalo nacional e internacional”.
“La pantomima de la huelga de hambre de las cuatro mujeres de las minas fue una de las primeras maniobras utilizadas por la oposición para derrotar al (gobierno) restaurador de la soberanía patria y la democracia”, arguyó.
Sin embargo, en 2003, el investigador francés Jean-Pierre Lavaud refutó esa posición. Con un estudio comparado, en su libro La dictadura minada, demostró que el “triunfo democrático” del ayuno voluntario fue un “proceso” y el resultado de una heterogénea “red de organizaciones” proscritas y asediadas (partidarias, eclesiásticas, sindicales, humanistas, periodísticas y otras) que “mantuvieron contactos mutuos” para poner fin a la dictadura. Nadie participó en contra de su voluntad.
ORGANIZACIÓN
En ese marco, Aurora Lora —en el libro Guillermo Lora, el último Bolchevique de Ricardo Zelaya, publicado en 2021— presentó otros detalles, que enriquecen lo investigado por Lavaud.
“En Llallagua hemos planeado la huelga. Porque no ha sido caída del cielo, como todos dicen o escriben; (…) La situación era un desastre: había muertos, perseguidos, presos”, narró, para luego explicar que, en la primera reunión respaldada por el sacerdote Gustavo de la iglesia de Catavi, se planteó que los familiares de los “elenos” (militantes del Ejército de Liberación Nacional) sean los primeros en apoyar el ayuno voluntario.
En esa reunión clandestina participaron Luzmila, Nelly, Angélica y Aurora. Se acordó que nadie podía “darse de baja”: “esto era hasta morir o ser expulsadas al exterior”. Luzmila se iba a adelantar para “tomar contacto” con los “elenos”. Domitila llegó tarde.
JUVENCA
“De Llallagua hemos salido con los curas (…) camufladas, directo a su casa, en Juvenca (La Paz). Se hizo una asamblea (…) Y ¡ucha!, empiezan, pues, a destrozarme a mí, y no atacan a Domitila, que aparece ahí, pero no abre su boca para nada. ‘¡Ah, ésta es trotskista! Su posición aventurera, cómo van a hacer huelga de hambre en las fiestas de fin de año, ¡y apenas cuatro mujeres!’”, recordó Aurora.
“Sí o sí, las cuatro vamos a entrar (…)”, respondió. “No les vamos a decir el lugar. ¿Quieren ustedes pasar las fiestas? ¡Magnífico! Pasen la Navidad, Año Nuevo, con sus familiares, con pavos, gallos, qué cosas comerán. Nosotras no tenemos qué comer; no estamos con nuestros esposos, nuestras familias (están) deshechas. Las que hemos venido de las minas vamos a continuar. ¿Quieren acoplarse después de las fiestas? Se acoplarán nomás, compañeras, hasta luego…
” Tras ese impasse, ellas propusieron al periodista Gastón Lobatón que la medida se desarrolle en el STPLP. Él respondió que “es peligroso”. Y ahí, las cuatro decidieron que el ayuno voluntario se instale en el colegio San Calixto.
¡JESÚS!
“Domitila seguía caminando con nosotras. Al San Calixto fuimos. Y, ¡pucha!, los curas, los supuestos defensores de los pobres, nos han maltratado ¡Nos han botado! ‘¡Pero, Jesús, cómo una huelga! ¡Y solo cuatro!’. Y yo: ‘Al final de cuentas —les he dicho—, Cristo peleaba por los pobres, ¡y ustedes aquí nos están botando! ¡Carajo, hágannos llevar pues, llamen al Ejército! ¡Pero tomamos aquí su colegio!’”.
Tras la discusión, Domitila fue separada del grupo. Según Lavaud, ella se ocupó de organizar “los apoyos”. Después de evaluar los hechos y por un acuerdo interno, las huelguistas fueron trasladadas en dos jeeps al Arzobispado. En cada movilidad entraron “siete wawas”.
Ya en el lugar, ellas definieron la estrategia para ingresar. “Entonces —les digo a las tres compañeras—, toco, van a abrir, y voy a poner mi pie, mi mano y ustedes entran. Los chiquitos atrás, primero los grandes…”.
DIABLO
“Subimos al tercer piso (…) Y nos hemos sentado en el suelo, cansadas: ‘Ya estamos en huelga’. Ha venido el padre (Jorge) Manrique y, ¡uuh!, su sermón también: ‘¡Cómo, hijas del diablo parecen! ¡Cómo van a sacrificar a estos niños!’”.
“Igual están muriendo en Llallagua de hambre, no tenemos qué comer —le decimos, en coro—. Se fue furioso. Y de esa forma entramos en huelga las cuatro mujeres. Además, ya teníamos nuestros planteamientos (…)”.
Al día siguiente, el padre Manrique trajo chocolate con leche. “¡Qué le pasa! ¡Estamos en huelga! (…) Con la puerta le hemos cerrado. ¡Llorando se ha ido! Luego, agüita nos daba”. Más tarde, expusimos nuestras demandas y “pedimos prensa”, contó Aurora.
VICTORIA
La medida comenzó el miércoles 28 de diciembre de 1977. El matutino católico Presencia, a solicitud de Lobatón, informó, en una pequeña nota, que el ayuno “inició a las 18 horas en el Arzobispado (…) con más de una decena de niños de 4 a 12 años, hijos de encarcelados, exiliados y perseguidos”.
Posteriormente, la huelga de hambre, como en efecto dominó, se extendió por todo el país.
A raíz de esa acción, el 17 de enero de 1978, hace 44 años, Banzer decretó la “amnistía irrestricta y general”.
Miguel Pinto Parabá es periodista
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