El estado no es el lugar privilegiado del poder; su poder es un efecto de conjunto. Hay que atender a la microfísica del poder: a sus hogares moleculares. Este espejismo de Estado vehicula al menos dos grandes errores políticos: a) plantear la toma del Estado como toma del poder; b) plantear un contra-Estado (el partido, […]
El estado no es el lugar privilegiado del poder; su poder es un efecto de conjunto. Hay que atender a la microfísica del poder: a sus hogares moleculares. Este espejismo de Estado vehicula al menos dos grandes errores políticos: a) plantear la toma del Estado como toma del poder; b) plantear un contra-Estado (el partido, el sindicato) como forma óptima del ejercicio del poder…». (Michel Foucault)
Mayo y junio de 2005 han sido sin duda el escenario de la más importante movilización popular en los últimos 20 años de democracia liberal en Bolivia pero, al igual que anteriores momentos de ruptura, también fue el escenario de un duro fracaso para el movimiento social; quizá el más duro desde la revuelta de noviembre de 1979. No hubo sangrienta represión, confinamiento o exilio pero el costo político y organizativo fue muy elevado para no haberse logrado el objetivo en cuatro semanas de protestas de los sectores sociales más aguerridos del país y habiéndose movilizado a más de medio millón de ciudadanos a lo largo del eje central.
Más allá del orden circunstancial de demandas de cada uno de los sectores movilizados, la demanda popular es histórica y única: la restitución de la propiedad total de los recursos naturales al Estado y la abolición del marco jurídico constitucional que sustenta los privilegios de clase de las minorías acomodadas y la situación de miseria, desamparo y exclusión de las grandes mayorías populares.
Durante la última semana del conflicto las juntas vecinales de El Alto, los mineros cooperativistas de Oruro, comerciantes gremialistas de La Paz, campesinos aymaras, cocaleros de Yungas y Chapare y maestros urbanos y rurales expusieron una impresionante capacidad de movilización y desplazamiento, llevando el asedio al Congreso desde la sede de gobierno en La Paz hasta la capital política en Sucre, en demanda de la aprobación de una Ley recuperatoria de la propiedad de los hidrocarburos y una Ley de convocatoria a la Asamblea Constituyente.
Nunca el movimiento social estuvo tan próximo a la ocupación y cierre de los poderes constituidos (Legislativo y Ejecutivo) y a la instauración de autogobiernos o a una auto convocatoria a la Asamblea Constituyente.
Pero tras la indefinición, las pugnas internas y el desgaste de la protesta social, sobrevino la tergiversación mediática de su sentido y finalmente la suplantación de la demanda de nacionalización por un placebo electoralista. Se reprodujo así el funesto ciclo de la historia del movimiento popular: La incapacidad de empoderamiento del movimiento social y la eficacia para administrar crisis del poder constituido conspiraron para dar fin a la movilización, obligar al repliegue de los sectores sociales, postergar indefinidamente sus demandas e imponer el inminente relevo oligárquico y la perpetuación de la lógica de poder vía adelantamiento de elecciones generales.
¿Dónde estuvo la falla? En que mayo-junio le plantearon a los movimientos sociales la cuestión del poder en Bolivia y fue evidente que la carencia de capacidad real de poder sigue siendo su mayor debilidad. Esto impone reflexionar sobre las dificultades de empoderamiento de un movimiento social que en su trayectoria histórica se reclama fuerte y maduro pero que en la práctica adolece de insuficiencia organizativa para el ejercicio de poder.
¿Los movimientos sociales dejarán de ser simples movimientos de contención y regulación para convertirse en movimientos de poder? Según el analista Álvaro García Linera, de la contención del poder estatal a la construcción del poder real, hay un número de tareas inconclusas que el movimiento social debe concluir:
a) En pos del autogobierno
La conciencia de que existe un paso postergado pero necesario en la maduración del movimiento social acompaña a los líderes sociales. A pocas horas de la conclusión de las protestas y de la sucesión constitucional de Rodríguez Veltzé, en la dirigencia vecinal de El Alto hubo un destello instintivo sobre la necesidad de constituir un órgano de poder y se proclamó la necesidad de un autogobierno.
El vocero de la Coordinadora de Defensa de los Recursos Naturales, Oscar Olivera, planteaba ya meses antes de la movilización que existía una necesidad de autogestión del poder por los movimientos sociales, la necesidad de consolidar formas de autogobierno y de asumir la administración real y efectiva del poder de estado.
«Los movimientos sociales en Bolivia históricamente han actuado como mecanismos de regulación y de contención de la arbitrariedad del Estado, pero ahora han llegado a un nivel en que deben plantearse temas de gestión de poder, de construcción de poder».
Concordante con ello, el analista Álvaro García Linera afirma que el escenario político y el resultado de la movilización plantean a los movimientos sociales una serie de tareas para dar continuidad al proceso de autonomía política, de construcción de fuerza de movilización e incluso de gestión de soberanía política asentadas en estructuras de movilización social.
«Hasta hoy el movimiento social ha ejercido estrategias de contención de la arbitrariedad estatal y demanda de democratización del aparato estatal; ahora debe desarrollar estrategias y proyectos alternativos de gestión estatal».
b) La alternativa electoral
De una estrategia de resistencia al poder el movimiento social debe evolucionar a una estrategia de ejercicio de poder. Esta es una tarea de largo aliento de acumulación ya no de mera fuerza de resistencia sino de capacidad, de ejercicio y de construcción de poder, en torno al tema de provisión del agua, los hidrocarburos, los servicios básicos, etc. Elementos objetivos que hablan de capacidad de ejercer y administrar poder.
El objetivo final es que los movimientos sociales se constituyeran en productores de una nueva estructura estatal de soberanía, una tarea aún distante.
Para García Linera, la estrategia de producción, gestión y administración de poder debe estar complementada por una estrategia electoral. «Soy un convencido de que, como complemento de esta construcción de soberanía, de gestión política estatal-territorial, el movimiento social requiere simultáneamente avanzar por el ámbito de una estrategia electoral», dice el analista.
El riesgo de entrar en la lógica electoral es siempre de que las competencias y retos electorales domestiquen y finalmente desmonten al movimiento social. Pero mantenerse al margen de los retos electorales es asumir una forma de apoliticismo que deja en manos de los que siempre han hecho política la disputa del poder.
Se demanda de una estrategia electoral del movimiento social pero siempre subordinada a una estrategia de movilización social y a una estrategia de poder.
c) El MAS y la cosificación del poder
Más allá de sustentar el privilegio teórico que le da el marxismo al Estado como aparato de poder y en la que se fundamenta su concepción práctica del partido director, centralizador, que procede a la conquista del poder de Estado, se omite que el partido es también una organización total, otra institución absoluta (escuela, fábrica, hospital, partido) que tiene a su cargo la producción técnica de individuos normalizados.
De hecho, la domesticación de aquellos movimientos sociales que han plasmado su estrategia de poder en la construcción de partidos políticos como en el caso del MAS y el MIP, tiene directa relación con la pérdida de identidad entre los objetivos estructurales de su base social y la acción política de su vanguardia.
Según García Linera, ese fue el gran error del MAS. «El MAS tiene una virtud y un defecto. Su virtud fue lograr construir alternativas electorales subordinadas a los movimientos sociales, pero su gran limitación fue pretender subordinar la estrategia autónoma de poder de los movimientos a su estrategia electoral. El defecto del MAS no fue entrar al ámbito electoral, sino considerar que lo electoral es lo fundamental y posponer la estrategia de poder autónoma de los movimientos, que está más allá de lo electoral».
De hecho, tanto en el MAS como en el MIP tuvieron la posibilidad de convertir los municipios del Chapare y los municipios aymaras del altiplano norte de La Paz en una especie de zonas autónomas municipios casi liberados y políticamente autogestionarios. El debate sería insulso si ambos hubieran tenido una estrategia electoral subordinada a una estrategia de poder.
Sin embargo esos temas no están en debate dentro el MAS o el MIP y esto evidencia la ausencia de una estrategia de construcción de poder, que a la larga tuvo su efecto en el camino truncado al empoderamiento durante las coyunturas de abril de 1954, noviembre de 1979, octubre de 2003 y mayo-junio de 2005.
Para García Linera es tiempo de construir el poder desde abajo, un proceso que no será de meses o pocos años. «Hay que recoger la experiencia de los mineros de los años 40 y dar un paso más allá. Entrar a lo electoral pero subordinando la estrategia electoral a una estrategia de construcción de poder regional y de autonomía económica y política, en distintos ámbitos de la gestión de los público».
Este parece ser el norte de las juntas vecinales de El Alto, de los regantes del valle y de los cocaleros del trópico de Cochabamba; constituirse en manchas de autonomía política que algún momento te permitan el control real, la disputa real y la posibilidad de la sustitución real del Estado.
d) La crisis sindical
La rearticulación del mundo obrero es otra tarea pendiente y de largo aliento. Para Álvaro García Linera la fuerza de la COB es residual. Hoy la COB es apenas una fuerza mediática que ya no moviliza al mundo obrero que, o se moviliza bajo otras identidades o no se moviliza por temor al despido. «Paradójicamente, lo que se mueve hoy bajo el mandato de la COB es – en el mejor de los casos – la Federación de maestros y los trabajadores en salud; según García Linera, en su fuerza real la COB se ha convertido en una agrupación de servicios».
Sin embargo, en la relación obrero-patronal, hoy existen muchos más obreros que hace 20 años. Bolivia se ha reproletarizado y no se ha perdido la condición de asalariado, que es el núcleo de la sindicalización, sino la capacidad organizativa sindical.
Lejos de intentar «dirigir» algo, la COB debería plantearse un proceso de sindicalización generalizada de los obreros de micro, pequeña, mediana empresa, que son proletarios, que no tiene sindicato, que no tienen derechos laborales y que hace años no se movilizan en torno a un liderato obrero.
«Las expresiones del Secretario Ejecutivo de la COB Jaime Solares y las de otros cuadros que fueron a tocar la puerta de los cuarteles en el afán de sustituir su fuerza de masas y su trabajo organizativo entre los obreros, es elocuente sobre el ocaso organizativo de la COB y sobre el reto de que la COB busque su renacimiento en la construcción de una fuerza interna estrictamente obrera».
e) Las nuevas fuerzas sociales
Ante la necesidad de reestructuración de la vanguardia proletaria y de la COB misma, los nuevos actores sociales llamados a conducir la tarea de construcción de una estrategia de poder popular le corresponde a quienes -en términos de Toni Negri – se denomina el «asalariado social». El pequeño comercio, los pequeños talleristas, el campesino comerciante de El Alto, son esta expresión de la articulación de lo subalterno.
Este parece haber sido el núcleo de la nueva identidad de las fuerzas sociales emergentes como la Coordinadora y la Fejuve. Una identidad compartida e integrada entre obreros, campesinos, clases marginales y aún clases medias.
En El Alto el margen de articulación de clases es más reducido, casi de naturaleza étnica y por identidad territorial, mientras que en Cochabamba la fusión-agregación integró desde clase altas a clases populares, aunque fue temática y de identidad territorial.
Sin embargo, para García Linera, ante la prueba del hecho de poder concreto, ante el desafío de la producción, gestión y administración del poder, tanto Cochabamba como El Alto son la prueba de que el movimiento social no está aún listo para asumir la conducción del poder. «Poder es coerción, gestión y liderazgo cultural; sustento real y organizativo y ni El Alto ni Cochabamba han podido asumir la distribución del gas o la gestión social del agua. Esos habrían sido hechos de poder».
La reorganización de lo proletario, la consolidación de los lideratos vecinales en El Alto; y de regantes y fabriles en Cochabamba son el primer paso a la construcción de una estrategia de poder. Entonces, y sólo entonces, la emancipación respecto al Estado será posible.
f) Dos tareas organizativas pendientes
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La unificación (práctica, organizativa y dirigencial) de las acciones dispersas del movimiento; «Cuando se desarrolla labor de resistencia al poder estatal la dispersión es una virtud pues se logra descentrar las funciones y la tensión del estado en distintas regiones y en la descentralización tienes fuerza local de resistencia. Pero cuando estás en una etapa de ofensiva política la fragmentación del movimiento social se convierte en una traba, en un anclaje que te impide avanzar». Una de las grandes tareas es seguir trabajando modos prácticos (el tema de la nacionalización), modos de organización (coordinación de las acciones) y modos de unificación dirigencial que permitan darle a los miembros del movimiento una certidumbre de cohesión. El movimiento debe trabajar en la personificación de su voluntad colectiva nacional y eso requiere de integrar liderazgos. Liderazgos fragmentados y cada cual atrincherado en su pequeño señorío o republiqueta sirvió para la primera etapa pero en esta segunda etapa constituye una adversidad para el movimiento social.
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Reforzar los procesos de autoorganización y de gestión político-económica. Lo que mayo y junio le han planteado al movimiento es que tiene la capacidad de paralizar el país. Territorialmente tiene la capacidad de controlar el país y paralizar el estado. Pero no ha podido avanzar más allá por que no se han gestado a su interior potencialidades de gestión y administración de poder. Mayo y junio le han planteado al movimiento social el tema del poder en el país, del Poder de Estado y en tanto no se plantea como movimiento la posibilidad de soberanía, de verte como soberano del poder, el movimiento seguirá teniendo esta limitación de lograr paralizar el país pero de no tener la posibilidad de reformarlo o conducirlo.
Por ello debe ir experimentando localmente y regionalmente, formas de gestión de la riqueza y de las decisiones que lo potencien como una alternativa.