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Reseña del libro "La China da que pensar" de François Jullien

Las tribulaciones de un filósofo en China

Fuentes: Rebelión

François Jullien La China da que pensar, tr. Natalia Fernández, Ed. Anthropos, Barcelona, 2005 Fundar la moral, tr. Héctor Subirats y Silvia Kiczkovsky, Ed. Taurus, Madrid, 1997 Tratado de la eficacia, tr. Anne-Hélène Suárez, Biblioteca de Ensayo Siruela, Madrid, 1999 Editorial Antrhropos ha publicado un pequeño libro que recoge una serie de artículos y entrevistas […]

François Jullien

La China da que pensar, tr. Natalia Fernández, Ed. Anthropos, Barcelona, 2005

Fundar la moral, tr. Héctor Subirats y Silvia Kiczkovsky, Ed. Taurus, Madrid, 1997

Tratado de la eficacia, tr. Anne-Hélène Suárez, Biblioteca de Ensayo Siruela, Madrid, 1999


Editorial Antrhropos ha publicado un pequeño libro que recoge una serie de artículos y entrevistas de François Jullien, titulado «La China da que pensar»,que permite enriquecer dos lecturas anteriores, «Fundar la moral» y «Tratado de la eficacia».

Estos dos libros, que tratan de dos temas diferentes, la moral y la estratégia china, se iluminan mutuamente y se complementan a través de las agudas entrevistas realizados a Jullien.

François Jullien es un filósofo francés ( europeo, occidental en el sentido preciso que él apunta), que, con una brillante y sólida formación académica, un buen día decide pasar una larga temporada en China, donde se dedica básicamente a estudiar su lengua y a partir de aquí trabajar diferentes ideas elaboradas por esta milenaria tradición cultural. Lo original de su proyecto es que China se convierte en un rodeo para volver a la filosofía. Porque lo que Jullien reivindica es la filosofía como apuesta radical, como aventura del espíritu que implica siempre un cuestionamiento de la ideología, de las creencias sociales. El problema es que la filosofía tiende a esclerotizarse y constituirse también en creencia. Y si desde la propia tradición filosófica aparece la crisis, la ruptura para evitarlo, ahora la propia transgresión se constituye en norma, pierde su sentido crítico y aparece el impasse. Y aquí es cuando entra la propuesta de Jullien : servirse para fines filosóficos de una tradición y una lengua que no tiene nada que ver con la filosofía. Y no se trata de ir a lo diferente, sino a lo indiferente, ya que lo diferencia comparte un marco común ( como el psicoanálisis, la ciencia ) y lo indiferente no. Hay que cruzar dos tradiciones indiferentes, evitando los peligros del etnocentrismo ( ir al otro desde lo Uno, que somos nosotros) y el exotismo ( dejarnos fascinar por el Otro). El proyecto de Jullien requiere mucha sutilidad, es un trabajo de matices que implica un conocimiento muy profundo de ambas tradiciones, pero sin confundirlas ni diluir la perspectiva original, que es la filosófica. Tampoco busca comparar, no hay esquema común que posibilite el universalismo cómodo ( pero que tampoco nos conduzca a un relativismo fácil que sería teóricamente muy poco fecundo).

La estrategia es, entonces, volver a la filosofía desde lo impensado, que es justamente lo pensado en China. Pero China no utiliza conceptos ni modelos teóricos : es Grecia quien los inventa en la doble vertiente de la filosofía y las matemáticas. China formula ideas de forma intuitiva y esquemática y solo utiliza las matemáticas como cálculo sin extraer de ella ningún modelo teórico de razonamiento. En algún momento de la historia del pensamiento chino, de manera puntual, aparece algo parecido al debate que podría originar una argumentación filosófica, pero no cuaja, pasa de largo. China piensa siempre en términos de proceso, de interacción, no lo hace desde la entidad, desde lo que son las cosas y por tanto no desarrolla una ontología propia del ente, de lo que es cada cosa, de la que surgirán conceptos como el de Ser o el de Dios. Por otra parte no vive la experiencia política de la Polis ( la democracia , la libertad reivindicada por los griegos contra los peligros externos, la dicotomía entre hombre libre/esclavo) . En toda su tradición intelectual no piensa en términos de formas políticas y ni llega a plantearse una forma política diferente de la monarquía. Finalmente no vive la experiencia de la interiorización, la conciencia desgarrada y de falta que es producto de la tradición griega y sobre todo de la irrupción del cristianismo. Todos estos temas, que son filosóficamente tan familiares, por aparecer tan evidentes es justamente por lo que no vemos su contingencia.

Especificando más entraré en el sentido complementario de sus dos textos «Fundar la moral» y » Tratado de eficacia». En China . como he dicho, no hay teoría política, no hay ideas políticas, sólo hay una estrategia que puede ser eficaz en su conjunción con la moral o como puro ejercicio del poder. La primera opción es la que defiende la tradición de los realistas ( con muchos puntos en común con la tradición confucionista, a la que pertenece Mencio, cuyos textos son la base de la reflexión de Jullien sobre moral china) y la segunda que es la de los mal llamados legistas ( porque no defienden el respeto a la ley sino la sumisión a la autoridad del poder). Pero siempre hay en la concepción china de la eficacia ( de la estrategia) una serie de elementos comunes que surgen básicamente de la idea de transformación a partir de una acción indirecta ( wu wei) que produce efectos indirectos. Hay un proceso continuo regulado por una lógica cuya coherencia hay que descubrir, que implica una maduración que hay que respetar. No podemos forzar no controlar, hay que seguir la propensión de las cosas, aprovechar su potencial, facilitando la orientación más favorable. Este planteamiento no se base en ninguna de las dualidades: teoría/ práctica, fines/ medios, modelo/ aplicación, objetivos/ planes. No hay ni decisión, ni elaboración ni elección solo adaptación al curso de las cosas de las que nosotros formamos parte.

En el tema de la legitimación de la moral François Jullien consigue desenredar el tema, ponerlo en marcha comparando a un clásico chino, Mencio, con dos filósofos ilustrados, Rousseau y Kant. La línea de Mencio va, desde la reacción humana de vivir como insoportable el dolor ajeno hasta la virtud de la humanidad ( ren). Desde lo condicionado hasta lo incondicionado, desde lo relativo hasta lo absoluto que lo que hace es actualizar nuestro potencial moral, es decir, nuestra humanidad. Este perfeccionamiento interior es el que conduce a la auténtica felicidad, es lo que nos diferencia de los animales, es lo que nos hace humanos. Contrariamente a lo que plantea Kant que considera que solo es posible la moral desde la afirmación de la libertad, Mencio, al igual que toda la tradición de la forma parte, ni se plantea este concepto. Y también contrariamente a Kant no se trata de seguir el imperativo que marcan los principios morales sino que para el sabio chino que ha desarrollado hasta el final su naturaleza moral. No se trata de seguir ni normas ni principios solo de madurar el talento moral y a partir de aquí actuar espontáneamente, transformando las cosas naturalmente, ejerciendo una influencias invisible. En realidad el bien ( tema de la moral) es una forma de provecho, que es lo que busca la eficacia, sólo que elevado a los otros. Lo que representa el Sabio para China es el estratega que combina la virtud y la eficacia, el que consigue la victoria gracias a la propagación y la atracción