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Las ventajas de la ruptura del T-MEC

Fuentes: Rebelión

Vamos a suponer que Donald Trump cumpla sus amenazas de imponer aranceles a las exportaciones mexicanas. Esto significaría, en primer término, que se habrá roto el acuerdo de libre comercio firmado entre Estados Unidos y México (y Canadá), el célebre T-MEC.

Frente a esa decisión, buena o mala, México no puede hacer nada. Se ha roto la sociedad, el matrimonio, y de ahí en adelante cada quien por su  lado. Y como en todo divorcio, las partes quedan en libertad de buscar y realizar nuevas relaciones.

Hasta ahora, México ha buscado la avenencia procurando evitar el divorcio, con el propósito de no pagar los costos de toda índole que conlleva la separación. Pero también hasta ahora no ha habido avenimiento.

Si finalmente el divorcio se concreta habrá que pagar los indeseables costos. Pero también habrá oportunidad de disfrutar las ventajas de la ruptura.

Y éstas son muchas y muy valiosas. Primeramente hay que considerar el enorme beneficio que implica para la parte débil de la pareja separarse de un malandro, como lo es Estados Unidos. Un malandro, un golpeador, un salvaje sin palabra y sin concepto del honor, un traicionero, un gandallón.

Luego de deshacerse de ese lastre, habrá que buscar nuevos socios. Y esos, por fortuna, abundan. Ahí están, para empezar los países de América Latina y del Caribe. Y casi toda Europa. Y Canadá, con quien subsiste la relación. Y Rusia, China, Irán, Japón y  un largo catálogo.

Para juzgar el asunto rectamente, se debe recordar que al TLCAN (antecedente del T-MEC) no llegó México por su voluntad, sino que nos fue impuesto, sin consultarnos, por Carlos Salinas de Gortari y su pandilla de bandidos neoliberales.

Y ahora llegan a su fin el TLCAN y el T-MEC no por voluntad de México, sino por otra imposición, en este caso de Washington. De modo que nos hemos liberado del yugo sin responsabilidad de nuestra parte. Mejor, imposible.

Finalmente hay que decir que no parece probable que Donald Trump se retire del T-MEC. Él, como nosotros, también sabe hacer cuentas. Y sabe que no le conviene salir del juego. Un maestro del bluff y del chantaje, sabe cuándo retirarse si sus alardes y presiones no funcionan.

Ni modo. El matrimonio seguirá adelante. Y, al final, qué bueno, porque, como dicen los abogados, siempre será mejor un mal arreglo que un buen pleito.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.