Ni Tony Blair va a ordenar la invasión de Estados Unidos ni los documentos eran tan jugosos como el FBI había hecho suponer a base de un obstinado secretismo que ahora se demuestra infundado y paranoico. Durante 25 años, el Departamento de Justicia se había negado sistemáticamente a desclasificar los últimos documentos sobre la investigación […]
Ni Tony Blair va a ordenar la invasión de Estados Unidos ni los documentos eran tan jugosos como el FBI había hecho suponer a base de un obstinado secretismo que ahora se demuestra infundado y paranoico. Durante 25 años, el Departamento de Justicia se había negado sistemáticamente a desclasificar los últimos documentos sobre la investigación a la que el Gobierno de Richard Nixon sometió al beatle John Lennon durante sus años de residencia en este país.
Ni Tony Blair va a ordenar la invasión de Estados Unidos ni los documentos eran tan jugosos como el FBI había hecho suponer a base de un obstinado secretismo que ahora se demuestra infundado y paranoico. Durante 25 años, el Departamento de Justicia se había negado sistemáticamente a desclasificar los últimos documentos sobre la investigación a la que el Gobierno de Richard Nixon sometió al beatle John Lennon durante sus años de residencia en este país. Los abogados del FBI, obsesionados por mantener en secreto esos últimos papeles, llegaron a alegar ante un juez que hacerlos públicos sería extremadamente peligroso porque «contienen información sobre la seguridad nacional proporcionada por un Gobierno extranjero bajo una promesa expresa de confidencialidad; es razonable esperar que si se rompe esa promesa», alegaba el FBI, «se tomen represalias diplomáticas, económicas y militares contra Estados Unidos».
El «Gobierno extranjero» era el de Reino Unido, el contenido de los informes era en realidad inocuo y la «posibilidad razonable de represalias militares» ahora parece un chiste. Los documentos, desclasificados ayer tras una lucha legal de un cuarto de siglo, tan sólo confirman el carácter progresista y comprometido de Lennon y la ofuscación del Gobierno de Nixon por investigar de manera sucia y subrepticia a todo aquel que remotamente pudiera ser adscrito en la categoría de «comunista». Nixon también temía que Lennon apoyase públicamente a su rival demócrata en las presidenciales de 1972, George S. McGovern, y odiaba ver a un artista tan admirado en manifestaciones contra la guerra de Vietnam.
Según el historiador John Wiener, los últimos documentos sobre la investigación a Lennon demuestran que el Gobierno de Nixon gastó una fortuna en dinero público para no poder demostrar nunca que sus actividades fueran «una amenaza», en los términos de la época. No existe ninguna prueba de que Lennon proporcionara algo más que apoyo ideológico a grupos de izquierda o movimientos en contra de la guerra de Vietnam.
Los papeles incluyen algunos detalles de la conexión de Lennon con grupos de este tipo en el Londres de los primeros años setenta. El elemento más atractivo está posiblemente en un informe que el entonces director del FBI, J. Edgar Hoover, envió al jefe de gabinete de Richard Nixon, H. R. Haldeman, en el que habla del interés de Lennon «en las actividades de la extrema izquierda en Gran Bretaña». «Se sabe que simpatiza con los comunistas trotskistas en Inglaterra», escribe el todopoderoso Hoover.
Frente a semejante pecado político en la época, el FBI había detectado una reticencia de Lennon a participar activamente en algunas iniciativas de estos «enemigos». Los informes demuestran que Lennon había rechazado financiar iniciativas tan extremadamente peligrosas y subversivas como «abrir una librería y una sala de lectura con libros progresistas en Londres». Dos izquierdistas británicos, Tariq Ali y Robin Blackburn, trataron de convencer a Lennon para que hiciera una donación que permitiese abrir la librería; Lennon nunca les dio ni una libra. Al final, Nixon acabó enmarañado en el escándalo de Watergate y Lennon no fue deportado. Logró su tarjeta de residencia en 1975.
El historiador Wiener opina que el contenido de los documentos «deja en ridículo al Gobierno de Estados Unidos». Y no sólo al de la época: los abogados del Departamento de Justicia todavía luchaban en los tribunales hace dos años para evitar la desclasificación de los informes. Un tribunal federal acabó impulsando un acuerdo entre Wiener y el FBI, y este departamento accedió finalmente a proporcionar los papeles.
Fuente: http://www.elpais.com/articulo/ultima/Lennon/era/peligro/elpepugen/20061221elpepiult_1/Tes