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El hombre y la mujer en la nueva encrucijada del capitalismo naciente

Los mundos de La Celestina y el Romancero

Fuentes: bloguerosrevolucion.ning.com

Entre los siglos XIV y XV el mundo pleno del señorío feudal se ve atacado desde varios frentes: las nuevas ciudades burguesas, el comercio disgregador de un mundo estable y jerárquicamente organizado propio del Medievo, el poder de la monarquía en su función de unificadora de los estados frente a la disgregación del mundo feudal. […]

Entre los siglos XIV y XV el mundo pleno del señorío feudal se ve atacado desde varios frentes: las nuevas ciudades burguesas, el comercio disgregador de un mundo estable y jerárquicamente organizado propio del Medievo, el poder de la monarquía en su función de unificadora de los estados frente a la disgregación del mundo feudal.

En la épica de los Cantares de Gesta se había visto en todo esplendor el mundo de los caballeros, la jerarquía feudo-vasallática, una moral sin fisuras -la que ofrece la Iglesia y que todo lo recubre- los reyes como elemento no distorsionador de este mundo sino encarnación de su estabilidad. El mundo de los cantares de épica no presenta fisuras e ideológicamente muestra imperfecta la realización del mundo del cielo en la tierra, de forma que todo lo terreno halla su significado y correlato en el mundo celestial. Un mundo, el de la sociedad terrena, inmutable como inmutable es el mundo del cielo y en donde cada pieza tiene su lugar.

En los siglos XIV y XV y, simbólicamente, en la época de los Reyes Católicos se va a dar la unificación estatal en muchos aspectos, frente a la disgregación feudal, aunque queden siglos para que los nobles pierdan el enorme poder económico y político que secularmente han ejercido. Sin embargo, el fin del mundo de la caballería, su decadencia inevitable, se ha iniciado. En los territorios donde los reyes imponen su poder, este tiene su manifestación concreta, su formulación simbólica: centenares de iglesias góticas o románicas, en pequeñas o medianas poblaciones, muestran la mano del rey cuando cambian sus viejas portadas por otras de estilo renacentista.

El poder real se impone e iguala, pero bajo ese poder los individuos van a tener que vivir en un mundo más grande aunque más uniforme, que ya no controlan, como en las viejas aldeas independientes, los señoríos alejados del poder central, el hombre en su pegujal,…Un poder más alto ha aparecido que no pueden alcanzar ni con el que hay comunicación directa posible; además el dinero, cuyo poder se inicia, va trastocando las relaciones y cambia a las personas (ya lo fue viendo el Arcipreste de Hita en el » enxienplo de la propiedat que’l dinero ha «) , y en el mundo de las ciudades (como se ve en la Celestina) el hombre no prevé lo que resulta de las múltiples poderes en pugna.

Aparecerá una literatura real, por poetas y escritores cortesanos, para justificar el nuevo poder que se establece, en los escritos de Juan de Mena, Lope de Ayala,… pero la respuesta popular tampoco se dejará esperar y resonará con fuerzas.

De los cantares de gesta medievales, en los siglos XIV y XV (y ya a casi a nuestros días), recogiendo muchas veces su temática, aparecerá como figura cimera de la literatura popular el romancero, donde los viejos relatos feudales se fragmentan, la naturaleza ya no está en contacto con el hombre, Dios no responde a las preguntas de éste y el mundo se va volviendo cada vez más oscuro y extraño, incomprensible para las comunidades populares, que en los romances expresan la extrañeza ante un mundo y un hombre fragmentados que ha perdido su contacto con la naturaleza, su virginidad primordial,…En los romances -y otras formas de lírica popular- se reflejan los nuevos sentimientos del pueblo, en el amor, en las relaciones entre los hombres, entre los de arriba y los de abajo, los lazos de familia, la sensación de soledad humana (el héroe del romancero es un héroe solitario) y de pérdida de un mundo que desaparece.

La Celestina refleja lo mismo, pero en un mundo urbano y escrito por un autor que no pertenece al pueblo. La Celestina es la expresión de un hombre culto ante el surgimiento de la nueva sociedad del dinero; el romancero forma parte del folklore, manifestación del sentir de los estratos populares y su concepción del mundo.

En los romances, frente a los cantares de gesta, desaparece la figura del narrador, el juglar, que ofrecía sus comentarios e interactuaba con el público, moralizaba,… Los hechos del romancero son escuetos y objetivos, la moralización de la sociedad desaparece y los hombres, solos, aparecen, mueren,…sin saber por qué. Son hombres que no alcanzan sus metas y que, las más, ignoran su destino o por qué se encuentran en este mundo. Cómo en el Infante Arnaldo, el hombre pregunta a la naturaleza, pero esta no responde («yo no digo mi canción,/sino a quien conmigo va»), porque el hombre ya no forma un todo con ella. Incluso cuando se trata de adivinar las cosas a través de señales, indicios, mensajes,…todo es equívoco y los mensajes o no se cumplen o indican lo contrario de lo que se esperaba. Así, en uno de los romances de los Infantes de Lara en donde un encuentro inesperado acaba en una muerte inesperada:

A cazar va don Rodrigo, /y aun don Rodrigo de Lara, /con la grande siesta que hace/ arrimádose ha a una haya, /maldiciendo a Mudarrillo, /hijo de la renegada, /que si a las manos le hubiese /que le sacaría el alma. /El señor estando en esto, (Mudarrillo que asomaba (…) /-A mí me dicen don Rodrigo, / y aun don Rodrigo de Lara, / cuñado de Gonzalo Gustos, /hermano de doña Sancha; /(…) /-Si a ti te dicen don Rodrigo,/ y aun don Rodrigo de Lara, /a mí Mudarra González, / (…)aquí dejarás el alma. /-Espéresme, don Gonzalo, /iré a tomar las mis armas. /-El espera que tú diste /a los infantes de Lara. /Aquí morirás, traidor, /enemigo de doña Sancha»

O en el famoso Romance de doña Alda:

«En París está doña Alda, /la esposa de don Roldán (…) Al son de los instrumentos/ doña Alda adormido se ha, /ensoñado había un sueño,/ un sueño de gran pesar. /-¿Qué es aquesto, mi señora?/ ¿quién es el que os hizo mal? -Un sueño soñé, doncellas, / que me ha dado gran pesar/(…) / Allí habló su camarera, / bien oiréis lo que dirá: /-Aquese sueño, señora, / bien os lo entiendo soltar: / el azor es vuestro esposo / que viene de allende el mar, / el águila sedes vos, / con la cual ha de casar,/ Otro día de mañana / cartas de fuera le traen; / tintas venían de dentro, /de fuera escritas con sangre, /que su Roldán era muerto / en la caza de Roncesvalles»

Perdida la comunión con la naturaleza, el hombre busca la comunicación con otros seres humanos, a través del amor. Pero en un breve romance, de los más logrados, ambas relaciones son imposibles. El hombre está sólo frente a la naturaleza y la comunicación humana amorosa no logra producirse:

«Que por mayo era, por mayo, /cuando hace la calor, /cuando los trigos encañan /y están los campos en flor, /cuando canta la calandria /y responde el ruiseñor, /cuando los enamorados /van a servir al amor; /sino yo, triste, cuitado, /que vivo en esta prisión; /que ni sé cuándo es de día /ni cuándo las noches son, /sino por una avecilla / que me cantaba el albor. /Matómela un ballestero; / déle Dios mal galardón»

El mundo individualista de nuestros días, la pérdida de la comunidad, la sociedad enfrentada a la naturaleza, el fin de lo mágico,….alcanza en el Romancero su primera expresión a través de la mentalidad popular.

Por los años en que se desarrollan y transmiten los romances, aparece en Burgos, en 1499, la Comedia de Calisto y Melibea, con autoría de Fernando de Rojas, y que pasará a conocerse universalmente como la Celestina.

Desde una perspectiva urbana, La Celestina nos ofrece, al igual que el romancero, el resquebrajamiento del mundo feudad y el nacimiento de las incipientes formas del capitalismo. Obra solitaria, en temática y proyección, es también una obra capital dentro de la literatura española, lo que es tanto como decir de la literatura universal.

En La Celestina aparece el mundo de los ricos y los pobres (los criados), pero, salvo por el lenguaje, andan parejos en ambos grupos sociales deseos, objetivos, preocupaciones y sufrimientos,…Básicamente, el dinero; por dinero, engañan y matan, por dinero, mueren. Viven una vida febril, con los relojes de los campanarios continuamente sonando y dando los cuartos (los personajes perciben y comentan ese paso del tiempo), una vida con impaciencia, que puede acabar en cualquier momento y por ello el goce es buscado pero no tiene lugar porque todos ellos se encuentran acorralados por la búsqueda desesperada de sus intereses egoístas, desde Celestina a los padres de Melibea, y pasando por rufianes, pícaros, criados y cortesanas. El auténtico goce, que sólo puede ser interpersonal, sólo efímeramente se da en el huerto de Melibea, de una manera escapista; el goce socialmente compartido no cabe en el mundo y los personajes de La Celestina.

En ese mundo enajenado, dominado por el dinero y los intentos de conseguirlo, apremiados por el tiempo, Calixto y Melibea intentan huir y encontrar una vida nueva fuera de la sociedad, buscando el amor y la paz que les ofrece el huerto de Melibea. Sin embargo, ese goce es compulsivamente gozado, a sabiendas de su carácter efímero y que más pronto que tarde hay que retornar a la realidad, que inexorablemente aguarda fuera, pues no hay salvación posible en la nueva sociedad que emerge del mundo de la caballería en decadencia. En las «idas y venidas» al jardín, espera, «accidentalmente», la muerte.

Bajo un ropaje grecorromano (en el lenguaje, la trama, los nombres,…), el universitario Fernando de Rojas refleja, con un realismo sin par, el mundo de sus días, al mismo tiempo que crea, en lengua castellana, la primera epopeya del mundo burgués. La observación de la realidad y la plasmación de los personajes, que extrae directamente de la ciudad, encuentra escasos parangones en el mundo de la literatura. Rojas recoge los personajes en vivo, los introduce en su obra, y los hace actuar, moverse, hablar, enfrentarse a sus destinos,…de tal forma que, como en toda gran literatura, los personajes escapan de las manos del autor.

Son personajes individuales, con rasgos propios e individualizados, y ellos son conscientes de ello, rechazando su pertenencia a linajes o estamentos. Así, la prostituta Areúsa declara que «ruin sea quien por ruin se tiene. Las obras hacen linaje, que al fin, todos somos hijos de Adán y Eva. Procure cada uno ser bueno por sí e no vaya a buscar en la nobleza de sus pasados la virtud».

Las afirmaciones de Areúsa valen para un converso que fue Fernando de Rojas y para cualquier persona que vive en el capitalismo. El oficio de Areúsa ha sido libremente elegido, pues prefiere el de prostituta al de criada: «¡Qué duro nombre e que grave e soberbio es «señora» contino en la boca! Por eso me vivo sobre mí, desde que me sé conocer. Que jamás me precié de llamarme de otro, sino mía».

Pero, pese a su conciencia individual, el poder de acción de estos personajes es limitado, dentro del laberinto social en que se encuentran. Todos quieren llegar a ser, tener que ser,…pero en la búsqueda de sí mismos sólo hallan la muerte.

El engaño, la perfidia, domina por todos lados y, emblemáticamente, la palabra deja de ser medio de comunicación para convertirse en instrumento de engaño y aparejo para conseguir vampirizar al otro. Así, cuando uno de los criados es ajusticiado, en los momentos anteriores a la muerte, al ver un conocido, no habla, sino que lanza una mirada, una vez que las palabras han mostrado suficientemente su engaño. La mirada como último intento en un ser humano de descubrir su alma a otro ser humano. Se ha vivido en un mundo en que cada uno ha sido cosificado y obligado a representar un papel que no se corresponde con su personalidad individual (tan querida, según vimos), por lo que la comunicación se torna imposible allí donde los seres humanos son cosas al servicio de los particulares intereses de los otros.

Hay fetichización en las cosas y en la personas. Las cosas no son, representan (prestigio, dinero, bienestar) y tras esa representación corren los personajes. La amistad, la solidaridad, todo fracasa ante el poder del nuevo Moloch. Los refranes, tan utilizados en toda la obra, muestran al individuo desapareciendo ante la fuerza del dinero: «Sobre dinero, no hay amistad», se dice repetidamente. Ni familia, añadiríamos: cuando muere Melibea, Pleberio, el padre, en lugar de la hija, se queja al final en el conocido monólogo que cierra la obra: «ya quedas sin tu amada heredera».

En el Romancero vimos cómo las nuevas sociedades burguesas han roto los vínculos del hombre con la naturaleza, de tal modo que al no haber compenetración, ésta sólo le ofrece símbolos equívocos. En La Celestina, ni el amor (el huerto de Celestina) ni la comunicación interpersonal son posibles. La Celestina constituye una de las primeras muestras geniales de los desastres de la enajenación y la cosificación humanas (sobra decirlo, impuestas en este caso por el capitalismo), así como ofrece el intento inicial por combatirlos, en una lucha contra los mismos que, desafortunadamente, llega a nuestros días.

Fuente: http://bloguerosrevolucion.ning.com/profiles/blogs/los-mundos-de-la-celestina-y-el-romancero-o-el-hombre-y-la-mujer