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Macrí, el rey del laissez faire

Fuentes: Rebelión

Cuando en el siglo XVIII un fisiócrata francés expresó aquello de «laissez faire laissez passer, le monde va de lui même» (Dejad hacer, dejad pasar, el mundo va solo); seguramente no imaginó, en aquél entonces, que su mentada frase iba a transformarse en el lema, por antonomasia, de los neoliberales. Claro que Vicent de Gournay […]

Cuando en el siglo XVIII un fisiócrata francés expresó aquello de «laissez faire laissez passer, le monde va de lui même» (Dejad hacer, dejad pasar, el mundo va solo); seguramente no imaginó, en aquél entonces, que su mentada frase iba a transformarse en el lema, por antonomasia, de los neoliberales.

Claro que Vicent de Gournay -el fisiócrata en cuestión- tampoco hubiera imaginado que un siglo más tarde en el continente americano, y como consecuencia del desarrollo de un proceso emancipatorio en la región, tendría lugar la formación de lo que hoy se conoce como República Argentina.

Obviamente, ni por asomo se le hubiere cruzado por la cabeza que en el siglo XXI, un «dirigente (a)político» argentino, que responde al nombre de Mauricio Macrí, concibiera el ejercicio de la función pública desde la lógica del «dejar hacer, dejad pasar». Claro que la lógica de don Mauricio es dejar que otros hagan y él, entonces, abstenerse de hacer algo útil; no obstante cuando se trata de hacer cosas con nulo sentido utilitario (como las bici-sendas) o desplegar comportamientos reñidos con los más elementales principios éticos (ej.: realización de escuchas ilegales, creación de una suerte de «grupo de tareas» a los efectos de desalojar a los sin techo de las plazas públicas) u obstaculizar avances (veto mediante) en la legislación porteña que contengan preceptos imbuidos de justicia o de equidad social, el Sr. Macrí procede. De lo contrario, se abstiene; ya que para su concepción política la mejor administración es la que se limita a no hacer, absolutamente, nada.

Una muestra de lo que estamos diciendo es el cada vez más prolongado «conflicto con los subtes» que tienen a maltraer a millones de argentinos que utilizan a diario ese transporte público.

La historia se remonta a comienzos de este año; más precisamente, al 3 de enero fecha en que el gobierno porteño y el gobierno nacional firmaron el acuerdo donde el primero aceptaba el traspaso de los subterráneos.

Inmediatamente formalizado el acuerdo el Jefe de Gobierno porteño incremento el precio de la tarifa de subte en un 127%, justificando dicha decisión en que la Nación reduciría los subsidios en un 50%. Subsidio éste que, por otra parte, la gestión porteña viene recibiendo. Esta posición (la del aumento tarifario) fue claramente expuesta por el Ministro de Hacienda de la Ciudad, Néstor Grindetti, el día 5 de enero del corriente año (ver Clarín del 5/01/2012). Es dable destacar que semejante determinación se adoptó ignorando las disposiciones de la ley 210 que requiere convocar a una Audiencia Pública para el incremento de tarifa. A pesar de ello, el gobierno porteño se arrogó la facultad de hacerlo.

En el ínterin también surgió el problema de cual de las policías, la dependiente de la ciudad o la federal, debía ejercer la vigilancia en el mencionado transporte.

El Jefe de gobierno porteño sostuvo que la policía metropolitana no podía hacerse cargo de la vigilancia en la red subterráneos exigiendo, paralelamente, al gobierno nacional que se hiciese responsable de la custodia. Pues, a la Ciudad, según el funcionario, no le daban «los costos». Y vale la pena reflexionar unos instantes sobre estos parámetros de «racionalidad mercantil» que utilizan ciertos empresarios devenidos en políticos; ya que trasladan al terreno estatal esa lógica absurda de costo-beneficio en términos exclusivamente monetarios, sin reparar en los beneficios sociales que un Estado debe brindar a todos sus habitantes y que son imposibles de mensurarse en dinero. Pero retornando al conflicto en sí, es menester mencionar que el Gobierno de la Ciudad, envió, antes de que se desate la huelga por mejoras salariales, un pedido de endeudamiento por U$S 216 millones a la legislatura porteña con el propósito de destinarlos a la compra de vagones para la línea H de la red de subtes.

Es insólito que alguien que sostiene no corresponderle la gestión de los subterráneos, aumente la tarifa y solicite la aprobación para contraer una deuda destinada a la compra de material rodante para ese servicio. ¡Verdaderamente de locos!

Si a esto le añadimos que la red en cuestión solo se desplaza dentro la zona geográfica de la Ciudad de Buenos Aires, es inadmisible que por lo menos el Jefe porteño no se involucre así sea para intentar restaurar el normal funcionamiento del servicio. Es inimaginable suponer que la Estatua de la Libertad se este por desmoronar y el Alcalde de Nueva York se desentienda de la situación porque (hipotéticamente) los fondos se los debiera proveer el gobierno federal.

Lo concreto es que el paro continúa y la Justicia tuvo que conminar al Jefe de gobierno porteño a convocar a una mesa de negociación para resolver el conflicto. Mientras tanto, los días transcurren y millones de usuarios de la red no sabemos como ha de finalizar esta historia. Lo que sí sabemos -algunos- es que la inoperancia demostrada por el Sr. Mauricio Macri es inconmensurable; pero goza de la protección de los grandes medios de comunicación que se empeñan en preservar su imagen para proyectarlo como candidato presidencial en el 2015. Y es lógico que lo protejan, al fin de cuentas, si Macrí fuese presidente los dejaría hacer del Estado Nacional: un mero instrumento para la multiplicación de sus riquezas.

Blog del autor: http://epistemesxxi.blogspot.com.es/2012/08/macri-el-rey-del-laissez-faire.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.