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Mala Rodríguez, en la línea que da más miedo

Fuentes: Rebelión

El pasado viernes, once de octubre, el Ministerio de Cultura y Deporte, hacía público el nombre de la ganadora del Premio de las Músicas Actuales 2019: en esta edición el premio ha recaído en, nada más y nada menos, que la cantante de hip-hop Mala Rodríguez. El jurado, que estuvo presidido por Amaya de Miguel, […]

El pasado viernes, once de octubre, el Ministerio de Cultura y Deporte, hacía público el nombre de la ganadora del Premio de las Músicas Actuales 2019: en esta edición el premio ha recaído en, nada más y nada menos, que la cantante de hip-hop Mala Rodríguez. El jurado, que estuvo presidido por Amaya de Miguel, y del que formaron parte diferente personalidades relacionadas con el mundo de la música, como Tomás Fernando Flores, Miguel Martín Maíz, Herminia Martínez García, Luis Javier Menéndez Alonso, Antonio Zoido Naranjo, Carmen Zapata Corbalán y Christina Rosenvinge, que fue la galardonada en 2018, consideró que Mala Rodríguez era merecedora de este prestigioso premio, valorado en treinta mil euros, y que se concede desde 2009, porque su figura ha sido «pionera de un estilo como son las músicas urbanas que, desde su aparición hace dos décadas, se ha convertido en esencial en el terreno de la música popular». Además, las mujeres y hombres del jurado consideran que la aparición en la escena musical hispana de esta singular artista, «supuso una ruptura tanto por su música, como por su actitud y letras, en un mundo dominado por los hombres.» Y añaden: «Es fuente de inspiración para artistas de sucesivas generaciones y a lo largo de toda su carrera ha llevado el rap y la música urbana de nuestro país por todo el mundo, muy especialmente al continente americano» . A todo esto, hay que añadir un motivo más. Las canciones de la rapera, «tienden puentes entre la música latina y la música popular española».

María Rodríguez Garrido nació en Jerez de la Frontera, en el invierno de 1979. Allí, en una de las ciudades cuna del arte flamenco, dio sus primeros pasos en el mundo pero será en Sevilla, donde su familia fija su residencia cuando la niña tiene dos años, donde empiece a interesarse por la música verdaderamente en serio. Durante su adolescencia, empieza a coquetear con la incipiente escena hip-hop de la capital andaluza. Sus primeros pasos los da conjuntamente con Dj Cuervo, con quien graba una maqueta que cumple perfectamente su cometido: que su nombre empiece a sonar más y más entre los aficionados al género. En 1999 graba un maxisingle con los temas «A jierro», y «Toma la traca», más algunas versiones instrumentales de esos mismos cortes. Desde los primeros compases del primer tema ya se intuye todo lo que vendrá después: el desparpajo, la mala baba, el ritmo, las rimas, la fuerza de esta chica que apenas ha cumplido los veinte años y golpea con todas sus fuerzas.

Con el nuevo siglo, llega a las tiendas el primer cd de la cantante andaluza. Se titula Lujo ibérico, y es, efectivamente, un lujazo. Cuarenta y cuatro minutos y diecinueve segundos de música rabiosa, adrenalínica, rebosante de poesía callejera y arrabalera, producida por Supernafamacho y Jota Mayúscula, que hacen un trabajo soberbio. Canciones potentísimas, como «Tengo un trato», en la que María ya avisa desde el primer verso: «A mí no me saques tu genio que te lo mato». Diez temas que daban a conocer al gran público a una rapera con actitud, una mujer que tienen muy claro lo que quiere y dónde está: «en la línea que da más miedo.» Hip-hop fresco, con ramalazos flamencos y poesía a raudales. «Yo marco el minuto», otro de los momentos excelsos del debut de María, fue elegida por el director de cine Julio Meden para que sonara en su película Lucía y el sexo, lo que supuso un fuerte empujón a nivel comercial para que Mala Rodríguez fuese conocida no sólo por los seguidores incondicionales de las sonoridades más urbanas, sino por una parte del gran público. Si sumamos la calidad del álbum, la inclusión del tema en la película, la novedad que supone en la música española la irrupción de una figura como Mala Rodríguez, todo ello nos da como resultado casi setenta mil copias vendidas en un momento en el que ya empieza a flaquear el negocio de la música enlatada. Un absoluto puntazo.

Después de Lujo Ibérico, Mala Rodríguez publicó Alevosía (2003), un álbum magnífico que contenía la genial canción «La niña», que cuenta la historia de la chiquilla que vivía en el barrio de La Paz y «quería vender droga como su papá» y que contiene esa pregunta que es toda una declaración de intenciones: «¿quién no quiere dinero / dime / quién no quiere dinero / pa’ gastarlo en la ciudad? A Alevosía le siguieron Malamarismo (2007), Dirty Bailarina (2010) y Bruja (2013), su último trabajo discográfico hasta la fecha.

Cada uno de estos discos ha supuesto un paso adelante en la carrera de una artista ambiciosa, en el mejor sentido del término, con las ideas muy claras, poderosa, ocurrente, intensa, una extraordinaria compositora cuya calidad ha quedado ampliamente demostrada con cada nuevo trabajo y en cada uno de sus directos. Mientras tanto, María fue madre y, como le contaba en una entrevista publicada en 2005 a la periodista Juana Vázquez, este acontecimiento tan importante hizo que su manera de componer cambiara considerablemente. Esta era su opinión sobre un asunto que le tocaba tan de cerca:

Las mujeres tienen unas funciones y los hombres otras. Eso que dicen de que somos iguales… yo no quiero ser igual que un hombre, no me apetece. Además, yo no soy un hombre, soy una mujer y me gusta. Los hombres pelean y las mujeres no. Las mujeres tienen una energía, una fuerza que da vida, es distinto, somos diferentes, y, por supuesto, cuando eres madre te cambia la vida. Y si escuchas en tu interior escuchas muchos mensajes. A mí me ha salvado de muchas cosas.  

Una de las grandes cualidades de la artista y de su música es, por supuesto, la capacidad para llevar a cabo el mestizaje de diferentes estilos musicales, de crear un estilo propio, partiendo de ritmos y músicas comunes, que abarcan desde el hip-hop al trap, reggaetón, dance, soul o r’n’b, todo ello salpimentado con su deje flamenco, y con sus letras de fuerte carácter feminista, combativo y provocador, como ha demostrado en temas como «Nanai», una denuncia a ritmo de hip-hop de la violencia de género, la explotación sexual y otras violencias que acechan a las mujeres en pleno siglo XXI.

Durante estos veinte años de carrera, esta sorprendente cantante ha colaborado con incontables artistas, sin ceñirse exclusivamente a los del ámbito del rap. Así, gente como Raimundo Amador, los componentes del grupo portorriqueño Calle 13, Julieta Venegas, Juan Magan, Beatriz Luengo, Dellafuente o Estrella Morente y muchos más han tenido ocasión de compartir con ella escenarios y estudios de grabación. Por todo ello, la carrera de la artista sevillana se ha visto recompensada con numerosos premios, como los varios Grammy latinos que ha ganado durante estas dos décadas de dedicación al hip-hop. El premio que le concedió el Ministerio de Cultura y Deporte el pasado día once de octubre, supone la guinda de este pastel que es la música de esta jerezana-sevillana, una mujer que tenía muy claro hace mucho tiempo que debía asumir las riendas de su carrera y para ello actuó en consecuencia y que, a base de buen gusto y trabajo duro, ha cimentado una carrera extraordinaria y que, con toda seguridad, en el futuro nos seguirá deparando momentos sublimes con forma de canciones.

En la entrevista que le concedió a Juana Vázquez en el año 2005, María Rodríguez, decía estas palabras que son un colofón perfecto a su carrera hasta la fecha y a este merecidísimo premio que se le concede estos días:

Yo lo que quiero es hacer mi trabajo bien y que le sirva a la gente, ahora o dentro de doscientos años. Y quiero que la gente se quiera más y haga las cosas con amor. Es la única conclusión que he sacado después de hacer este trabajo que yo hago, que es ponerte frente al espejo, sacar tus mierdas y convertirlas en poesía.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.