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Reseña del ensayo "Dios" de Francisco Sunyer i Capdevila

Manifiesto republicano

Fuentes: El Viejo Topo

    Francisco Sunyer i Capdevila, Dios. Ediciones Cedel, 2007, 83 páginas. Prólogo y notas de Ramon Alcoberro.   En el Parque Nacional del Gran Cañón de Estados Unidos puede adquirirse un libro titulado «El Gran Cañón: una visión diferente». En él se sostiene que el cañón se formó con el diluvio de Noé. A […]

 

 

Francisco Sunyer i Capdevila, Dios.

Ediciones Cedel, 2007, 83 páginas.

Prólogo y notas de Ramon Alcoberro.


 

En el Parque Nacional del Gran Cañón de Estados Unidos puede adquirirse un libro titulado «El Gran Cañón: una visión diferente». En él se sostiene que el cañón se formó con el diluvio de Noé. A los guías del parque no se les permite responder a las preguntas sobre la antigüedad del cañón, a pesar de los conocimientos detallados que poseen los científicos, y que ellos conocen, sobre el mecanismo de formación, el plan y su historia. Las rocas más antiguas tienen una edad de dos mil millones de años. La Administración Bush, mediante sus representantes asignados, se dedica a promover el creacionismo. «Con el fin de no ofender a los fundamentalistas religiosos, nuestro Servicio de Parques Nacionales ha recibido órdenes de dejar en suspenso su creencia en la geología», ha afirmado Jeff Ruch, director ejecutivo de PEER. La posición oficial de un parque nacional en lo referente a la edad geológica del Gran Cañón es un simple: «No comment». Un geólogo del parque ha señalado que lo que está ocurriendo sería equivalente a que el Parque Nacional de Yellowstone vendiera un libro titulado «El géiser Old Faithful: las narices de Satán».

Estamos a principios del siglo XXI. Dios, en cambio, es muy anterior. Es un escrito editado por primera vez en 1869. Es el primer manifiesto ateo del pensamiento catalán en el siglo XIX. Escrito por Francisco Suñer (o Sunyer) y Capdevila, se vendía en toda España al precio de 2 reales. El manifiesto de Sunyer se cierra con estas palabras: «El hombre no estará arriba mientras Dios no esté abajo. El hombre no será hombre mientras Dios sea Dios. El hombre es la ciencia. Dios es la ignorancia; el hombre es la verdad, Dios es el error» (p. 79).

Sunyer i Capdevila, médico especializado en tuberculosis, nació en Roses, Girona, en 1826. Fue dirigente republicano federal, diputado y ministro de la Primera República española, cuando su presidente era Pi i Margall. En su epitafio, Sunyer hizo constar: «Dedicó su vida a la lucha contra Dios, contra los Reyes y contra la tuberculosis». Dios es un ejemplo de esa lucha. Es, según sostiene el prologuista, el doctor Ramon Alcoberro, el primer manifiesto ateo del pensamiento catalán y el primer texto ateo del siglo XIX en España. Breve, unas cuarenta páginas en esta admirable edición de Ediciones Cedel. Un texto de su época, sin duda, penetrado por un materialismo positivista, pero cuya arista ética queda patente desde sus primeras líneas: «En los 43 años de mi vida he observado bastantes miserias, y he leído muchas más en las historias. He visto niños y niñas de cuerpo escuálido. Piel seca y sucia, piernas torcidas, vientre abultado, pecho comprimido y cabeza enorme. Los he visto desnudos en verano y desnudos en invierno pidiendo de comer a todas las horas del día y en todas las estaciones del años» (p. 41) y que contiene afirmaciones que, por lo que sé, no han sido refutadas hasta la fecha: «¡Qué doctrina la cristiana!, algunos principios de moral comunes a todas las religiones, y comunes a todos los hombres de buena voluntad. Y luego la trinidad, una tontería; y luego la virginidad de María, una herejía; y luego la creación y fin del mundo, dos solemnes disparates» (p. 72). ¡Qué pensaría Sunyer i Capdevila del renacimiento y pujanza actual del creacionismo, de la «conjetura» del diseño inteligente y de que un país supuestamente laico como España celebre como fiesta de guardar la proclamación encíclica como dogma de fe de la concepción inmaculada ya no de Jesús sino de la misma María!

El texto de Sunyer no sólo ha sido anotado documentadamente por el profesor Ramon Alcoberro sino que ha sido también él quien lo ha rescatado del olvido -«el libro que presentamos es un ejemplo obvio de eso que a veces se llaman los clásicos olvidados» (p. 7)-, recuperándolo para la historia de las ideas y de la filosofía en Catalunya y España. Alguna de las ideas historiográficas centrales de Alcoberro pueden verse en su presentación: «Soportar silencio en vida o póstumo olvido no garantiza, ciertamente, la bondad de una obra ni la de su autor. Pero tenemos derecho a una sospecha. ¿Y si en el ninguneo consciente y continuado de la tradición materialista se encontrase una explicación de lo que hemos sido, o de aquello en que han querido convertirnos?» (p. 9). De hecho, apunta Alcoberro, en la filosofía catalana de la segunda mitad del ochocientos conviene distinguir tres líneas con vida propia: la clerical que siguiendo a Balmes quiere modernizar el escolasticismo; la civil que influida por la escuela escocesa pasada por Francia pretende elaborar una filosofía del sentido común (Llorens i Barba, Martí d’Eixalà) y la extrema izquierda radical, laica, nutrida de socialistas utópicos, federales, científicos, médicos inspirados por el materialismo de la Universidad de Montpellier, individuos con un pie en la conspiración política republicana y el otro en la actividad profesional e intelectual. En opinión de Alcoberro, «el mérito de introducir en el pensamiento catalán esa extraña flor que es la modernidad corresponde a estos revolucionarios republicanos, lectores apasionados de Cabet, de Bakunin, de Comte, de Littré y de Renan» (p. 14).

Una última observación. El coraje cívico, el atrevimiento editorial que ha hecho que Ediciones Cedel publicara este manifiesto, no lleva incorporado rapidez en la distribución. Tengan paciencia. Vale la pena. Insistan a su librero. Por si faltara algo, el libro está editado con la ayuda del «Ateneo ecléctico y liberal de ateos y agnósticos» de La Vall del Corb, en la Conca de Barberá. La dirección de la sede del Ateneo es el número 4 de la plaza Salvador Puig i Antich.

 

 

Nota: Esta reseña fue publicada en la revista El Viejo Topo, septiembre de 2007.