«Estoy seguro de que este CD va a ser el más importante de mi carrera, porque va a ser un disco medicinal.» Manu Chao pasó por Buenos Aires, tocó aquí y allá con su guitarrita, sin más promoción que el boca a boca de sus fervientes seguidores, visitó un club de amigos en Floresta, cantó […]
«Estoy seguro de que este CD va a ser el más importante de mi carrera, porque va a ser un disco medicinal.» Manu Chao pasó por Buenos Aires, tocó aquí y allá con su guitarrita, sin más promoción que el boca a boca de sus fervientes seguidores, visitó un club de amigos en Floresta, cantó en FM La Tribu, habló de su último disco, La radiolina , y respondió ante la prensa una y otra vez qué piensa acerca de los problemas que aquejan al mundo entero. Pero Manu Chao volvió a visitar el país con una sola obsesión en la cabeza: grabar un álbum junto a los miembros de La Colifata, la radio de los internos del Hospital Neuropsiquiátrico José T. Borda.
«El mensaje que hay en las canciones que grabamos es superpoderoso. Hay tanta poesía allí dentro que ojalá el mensaje se pueda entender hasta en China. A mí me ayuda mucho», cuenta el músico francés horas antes de dejar la Argentina para tomarse unas vacaciones en Brasil junto a su hijo.
«Hemos montado un estudio en La Tribu y también uno en la quinta de Los Piojos -revela-. Hicimos una buena reunión, con asado y todo. Lo único que hice fue comentarles que grabar para un CD no es como grabar para la radio. Son otras técnicas, otras maneras, ya no se usa tanto la improvisación, o sí, pero no es el mismo trabajo. Y lo entendieron bien. No se trataba de hacer una emisión más de La Colifata sino aprovechar las ventajas y desventajas del estudio. Grabó el Hugo, el Beatnik y se montó una fiesta ahí buenísima. Me llevo cincuenta CD con grabaciones que espero editar lo antes posible.»
-¿Por qué elegiste a La Colifata para hacer un CD?
-Porque desde el primer día que los escuché me pusieron los pelos de punta. Esos audios que me pasó un vecino argentino, en Barcelona, me revolcaban la vida. Cuando estoy escuchando sus cintas o estoy con ellos grabando, mi ansia es que esto lo escuche todo el mundo, porque a mí me viene super bien, como persona aprendo mucho con ellos. Yo los considero profesores, me enseñan mucho a sintetizar la vida. Para hablar de cualquier problema del mundo o de la vida, yo voy a utilizar diez mil palabras y redondeando y redondeando, y uno de ellos va a salir, va a decir tres palabras y ya… se cerró el tema. Sintetizan las cosas con una visión tan lúcida que me ayudan a comprender este mundo, no hay duda.»
-¿Ya habías tenido algún contacto previo con pacientes neuropsiquiátricos?
-La única experiencia que tenía era la de mi abuelo, que murió en un manicomio. La primera vez que fui con mi madre fue una sensación dura: entrar ahí y «mierda, mi abuelo está en un manicomio». Era una pequeña tragedia interna, aunque no sabía bien cómo era el lugar donde estaba o qué hacía allí. Cuando entré, vi a mi abuelo más o menos bien, estaban todos en el jardincito y, sin entrar en todo lo terrible que puede ser un manicomio, cada uno estaba con su locura y todo el mundo aceptando la locura del otro. Allí fue que me dije: «¡qué tolerancia!». No existe esa tolerancia fuera de este lugar. Cada uno está con su molde y el que se sale un poco del cuadro, ya todo el mundo lo mira como raro. Y ahí no, como no molestes al otro, haz la locura que te venga en gana. Esa frontera entre quien está loco y quien no, yo no la veo tan clara. El problema yo lo veo en otra frontera, cuando la locura es un dolor, ahí sí que llega a ser dolorosa. Pero cuando no lo es, ¿cuál es el problema? Si no lo es para quien la tiene y para sus vecinos, ¿qué problema hay si alguien no está formateado como lo pide la sociedad judeocristiana?
-En cierta forma, trabajaste con ellos como una especie de productor, como lo hiciste con los músicos de Mali Amadou & Mariam, dos años atrás.
-Sí, con Amadou y Mariam pasó un poco el mismo proceso que con La Colifata, fueron un par de años de inmersión total en su música antes de grabar. Luego nos juntamos en el estudio y fue super fácil y natural, a los dos días de estar juntos, sólo para pasarlo bien en el estudio, sin pretensiones de producción ni nada grabamos canciones de ellos, pero también escribimos temas juntos. Hubo una conexión total.
Lucidez y surrealismo
Todavía sin fecha de edición estimada, el álbum que unirá la poesía de los «colifatos» y la música de Manu Chao podría estar en la calle el año próximo, luego de que el francés haga su «cortar y pegar» acostumbrado con el material grabado en Buenos Aires. «Ellos son un pozo sin fondo de inspiración: surrealismo mezclado con lucidez o, mejor aún, la lucidez obtenida a través del surrealismo. A nivel artístico también he aprendido mucho: qué locutores, cómo improvisan, las cosas que dicen… Ojalá pueda transmitir su mensaje y creatividad en este CD, que estoy seguro de que será mucho más importante que cualquiera de los que hice en toda mi carrera.»