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Materialismo histórico y los resultados acumulativos capitalistas de la batalla, asalto y caída de México-Tenochtitlan hace 500 años

Fuentes: Rebelión

La Lechuza de Minerva inicia su vuelo al caer el crepúsculo”: W. F. Hegel

La superación del debate de los modos de producción no se encuentra en una ciencia despolitizada, sino en una politización de la ciencia, que de cuenta de sus determinaciones sociales e intervenga activamente en la superación de un sistema que convierte a la historiografía en un campo de batalla más de la lucha de clases”: Mariano M. Schlez

Introducción: El acontecimiento (batalla, asalto y caída)  y el proceso (invasión-conquista)

La batalla,  asalto y la caída de la populosa  (de 100 a 200 mil habitantes) ciudad mexica de Tenochtitlan situada en el corazón lacustre y en el culmen crítico del desarrollo de Mesoamérica, sucedió a manos de un ejército de sujetos híbridos, por un lado soldados españoles comandados por su capitán Hernán Cortés y, por otro lado, guerreros de las etnias rivales de los tenochcas, encabezados por los tlaxcaltecas y sus estrategas, así como totonacos, huejotzingas, chalcas, texcocanos y xochimilcas, entre otros. Los primeros llevaban la dirección, la expansión colonizadora y las ambiciones conquistadoras de riquezas por delante y los segundos aportaban masividad guerrera y conocimientos tácticos y estratégicos, buscaban detener y revertir el dominio mexica y daban fuerte respaldo e informaciones de las debilidades de las ciudades sitiadas (Tenochtitlán y Tlatelolco), ubicadas la parte central del sistema de lagos de la cuenca de México.

 Este acontecimiento como res gestae (como hazaña o gesta) fue muy importante no sólo para la historia como rerum gestarum (como desarrollo o proceso), de la invasión-conquista-longue durée) o, mejor dicho, para el avance de la acumulación originaria capitalista que ya había arrancado desde el Mediterráneo y se había incrustado en las Antillas desde Cristóbal Colón, Diego Colón, Diego de Ovando y Diego Velázquez.

La derrota mexica a manos de lo que el historiador mexicano Federico Navarrete llama “coalición interétnica” compuesta por 99% de fuerzas indígenas mesoamericanas y 1% de expedicionarios[1], paradójicamente no consolidó un nuevo poder político de las huestes autóctonas antimexicas dentro del mundo mesoamericano. Sino que –debido a que el puñado de invasores-colonizadores españoles supo mantener el control y el mando estratégico de su “proyecto” conquistador iniciado en tierras continentales en 1519 y afianzado con la capitalización del triunfo sobre México-Tenochtitlán–, fundamentó el régimen colonial e inauguró la extensión del avance invasor y expoliador ibérico-europeo en los  territorios continentales mesoamericanos, aridoamericanos, sudamericanos, y americanos en general, ricos en tierras, ecosistemas, recursos bióticos, vetas mineras y en población nativa susceptible de explotar, esclavizar, aculturar y evangelizar:

Marx escribió en el Capítulo XXIV: La llamada acumulación originaria de El Capital

El descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América, el exterminio, esclavización y soterramiento en las minas de la población aborigen, la conquista y saqueo de las Indias orientales, la transformación de África en un coto reservado para la caza comercial de pieles negras, caracterizan los albores de la era de la producción capitalista. Estos procesos “idílicos” constituyen factores fundamentales de la acumulación originaria. Pisándoles los talones, hace su aparición la guerra comercial entre las naciones europeas, con la redondez de la tierra como escenario[2].

Así pues posibilitó abrir espacios “vírgenes” y propicios para la inicial explotación protocapitalista en estas tierras, que inmediatamente se integrarían a la conformación de lo que E. Wallerstein llamó Moderno Sistema Mundial  o Economía-mundo y que como Jason Moore matiza se trató también de una Ecología-mundo (efectos medioambientales agroecológicos, extractivos y biológicos), y que estaría nucleado por el funcionamiento del primer mercado mundial de bienes, productos, mercancías, biota y sujetos.

A continuación expongo los argumentos principales por los este acontecimiento y este proceso de invasión-conquista-

El análisis, captación y explicación de ellos desde la perspectiva marxista crítica del materialismo histórico, puede dar mejor luz histórica y vincular su significado, su continuidad y trascendencia hasta el capitalismo pre-apocalíptico actual, usando sus categorías y su sagacidad  crítica y de perspectiva revolucionaria. Es decir, para entenderlo cabalmente, esto es, siguiendo a Ferdinand Braudel, como historia de larga duración (longue durée) o mejor como historia del desarrollo del capitalismo a dicho proceso de invasión-conquista-res gestae) dentro de esta completa procesualidad (como larguísima rerum gestarum) de la acumulación originaria en México, América Latina y el mundo. Por tanto, creemos que para ello es clave remitirse como fundamento a la teoría de los modos de producción y las formaciones sociales.

La fuerza del enfoque de los Modos de producción y las formaciones sociales

Con este enfoque lógico-histórico podremos comprender este acontecimiento  en sus precedentes inmediatos, en la confrontación nodal y también en su resultado inmediato y mediato mayor: la destrucción y la posterior transfiguración del modo de producción mesoamericano y por consiguiente del  aridoamericano que se encontraba al norte del territorio de mesoamérica (y sus respectivas formaciones socioeconómicas, sus pueblos y comunidades). Este conjunto de aspectos muy pocos analistas de hoy los abordan desde esta perspectiva. Pues en la conmemoración y rememoración de ese evento disruptivo complejo y contradictorio a los 500 años de acaecido (1521-2021), se les olvida o relegan amnésica y posmodernamente (“casos particulares irreductibles a formas generales”) este planteamiento teórico-histórico de Karl Marx. El cual, desde mi parecer, es esencial para entender cuáles eran los mecanismos y relaciones económico-político-socio-

Marx y Engels no sólo develaron y explicaron los mecanismos estructurales y el movimiento completo de explotación capitalista a través de la extracción de plusvalor de la fuerza de trabajo obrera, sino que a través de la teoría y los conceptos de Modo de Producción y Formaciones socio-económicas confeccionados a partir del estudio de historia comparativa de múltiples sociedades (textos como los Formen y los Borradores de la carta a Vera Zasúlich), pudieron esclarecer de qué manera y bajo qué procedimientos y relaciones estructurales, funcionales y formales se creaba riqueza material-social en diferentes tipos históricos de sociedades y si para ello se explotaba o no el trabajo y la fuerza de trabajo. Y en los casos donde sí se llevaba a cabo dicha explotación laboral, delinearon cómo y bajo qué condiciones y factores se reproducían los artilugios clasistas y se establecían las relaciones e instituciones políticas-ideológicas y culturales de poder que los garantizaban.

Los conceptos generales de Modo de producción y formaciones socioeconómicas estuvieron en boga (e inclusive se abusó de ellos) en las décadas de 1960 a 1980 en muchos medios académicos y militantes. En las discusiones económico-político-sociales de corrientes y autores que se decían “marxistas”, existe una amplia bibliografía en muchos idiomas y en español hubo múltiples textos de análisis y debate. Estos conceptos igualmente se trataron ampliamente en las discusiones antropológicas e históricas en México y otros países de América Latina como Perú (Estado inca o andino). En el caso de México autores arqueólogos y antropólogos como: Pedro Armillas, Pedro Carrasco, Ángel Palerm, César Olivé Negrete, Roger Bartra, Alberto Ruz, Alfredo López Austin, Alfredo Barrera Rubio, Eduardo Matos Moctezuma, Enrique Nalda y Andrés Medina, entre otros, los recuperaron y los re-discutieron sobre la base de investigaciones, hipótesis y redefiniciones en torno al concepto y en relación a la macroárea de Mesoamérica; y lo encontramos implícitamente, en el texto que Paul Kirchoff redactó como informe para definir Mesoamérica (1943) como superárea cultural previo a la llegada de las huestes españolas. Él ordena de manera implícita las características o rasgos culturales conforme a la propuesta marxista de base-superestructura de una formación socioeconómica que pertenece a un modo de producción específico.

Así, desde mediados de la década de los 60 se retomó el concepto de modo de producción que fue instaurado en Mesoamérica desde los olmecas del preclásico aproximadamente 1,000 a. C. hasta el posclásico en 1521 d. C., como el que Marx llamó «Modo de Producción Asiático». Así lo denominó porque en sus estudios históricos comparativos, él primeramente lo encontró en sociedades asiáticas –p.e    China e India–y Marx mismo lo extendió para las sociedades precolombinas de los “aztecas” y los “incas” de Perú; obviamente dicho modo de producción en Mesoamérica tiene su propio especificidad y concreción histórico-ecogeográfica y cultural.

Señalemos de manera sintética que para Karl Marx tanto el Weise der Produktion o Produduktionsweise (Modo de Producción) como las Gesellschafts Formationen (Formaciones Sociales) son “formas totales” o totalidades históricas de modos de vida, vale decir de producir y reproducir la vida humana mediante procesos de trabajo (metabolismos e intercambios con la naturaleza);  dinamismos y dinámicas integrados por fuerzas, estructuras y diversos tipos de relaciones. Siendo, así, los  Modos de Producción totalidades más generales y las Formaciones Sociales totalidades más concretas y particulares dentro de los Modos de Producción.

Así, ambos sufren transformaciones y variaciones históricas (desarrollos, estancamientos, regresiones, fases, traslapes, transiciones y disoluciones), pero en cuanto «unidades» no pierden las cualidades básicas y generales que les hacen poder ser ubicadas y caracterizadas tipológicamente a manera de paradigmas teórico-conceptuales a partir de sus características lógico-reales-empíricas. Las Formaciones Sociales se reconocen como pertenecientes predominantemente a un determinado Modo de producción histórico, que por su parte va cambiando y reajustándose en momentos y periodos determinados (puede, por ejemplo haber crisis, reestructuraciones, reacomodos, etcétera) y en ciertas condiciones y  medios históricos-ecológicos-

De esta manera, el modo de producción material-espiritual de la vida (así lo podríamos llamar en su completud) es también de re-producción de la vida. Consta en lo fundamental de base económica o, mejor, económico-social (fuerzas de producción técnicas y de procreación y relaciones sociales de producción) y superestructuras e instituciones políticas, jurídicas, religiosas, espirituales,  ideológicas, filosóficas, culturales y artísticas. Ambas instancias interaccionan entre ellas (base↔superestructuras, superestructuras↔base, superestructuras entre↔ sí) condicionándose e influyéndose mutuamente con mayor o menor fuerza. Sin embargo, la base económico-social «en última instancia» tiene predominancia o determinación respecto a los demás niveles superestructurales que, en general, le corresponden, dándole cierta estabilidad y peculiaridad, aunque a veces uno o varios de dichos niveles «sobre-determinan»  a la estructura basal o fungen como parte de ella.

Las formaciones económico-sociales son las sociedades que en el marco de los modos de producción encarnan concreta, específica e históricamente esos procesos productivos y reproductivos, y por ende las dinámicas y las procesualidades específicas y singulares que le dan identidad-alteridad e historia propia y compartida a las poblaciones.

Como sabemos Karl Marx, consideró los factores implicados en su dinámica: las fuerzas productivas (técnicas/ procreativas), las relaciones económicas, las formas de propiedad, los procesos de trabajo, las condiciones geográfico-ecológicas, las relaciones sociales y superestructurales. Dependiendo sus características, su articulación y su dinamismo, distinguió varios modos de producción que marcaron dinámicas relativamente progresivas respecto del modo de producción-reproducción primigenio u originario (modo comunitario dentro del cual se formó la especie humana, esto es, la sapientización o formación humana, desde homo habilis al homo sapiens sapiens). A saber: modo asiático, modo antiguo, modo germánico, modo clásico o esclavista, modo feudal y modo capitalista (con sus respectivas formaciones sociales); además están los modos que podemos llamar: «modos factibles o posibles tendencialmente» poscapitalistas: el socialista y el comunista.

Todos estos modos de producción-reproducción de la vida material y espiritual no pueden ni deben ser concebidos como una secuencia lineal ascendente (progresismo  etapista/fatalista) por la que todas las sociedades tendrían que pasar inevitablemente (según lo planteó errada y vulgarmente el estalinismo y el dia-mat soviético). Sino como modos que secuencialmente van ampliando y abriendo la dinámica histórica del desarrollo, tanto en cantidad como en calidad: de fuerzas productivas tanto tecnocientíficas como procreativas y de la personalidad humana, de tipos de propiedad de los medios de producción, de vinculación con la tierra y la territorialidad, de capacidad productiva, capacidad consuntiva, de tipo de vinculación con la naturaleza, de asociaciones y socialidades humanas, de  tipos de necesidades y de riquezas. Todo ello posibilitando, bajo ciertos marcos geo-históricos: progresos, contradictoriedades y luchas de clases. Por otro lado – dependiendo de las condiciones eco-geográficas e históricas concretas de las formaciones sociales y sus Estados-nación, así como de la lucha de clases y la fuerza o debilidad de las clases trabajadoras (correlación de fuerzas) a nivel macro-regional o mundial– la base y/o las superestructuras de las formaciones sociales y los modos de producción se pueden combinar o, incluso, puede (o no) haber “saltos revolucionarios” de un modo de producción a otro o de sus periodos/fases de desarrollo; creándose así secuencias o caminos de desarrollo  ramificados combinados o “acortados”, todo esto considerado el papel de los factores objetivos y lo subjetivos en acción.

El Modo de Producción Asiático en Mesoamérica (MPAM)

El Modo de Producción Asiático (MPA), en general, tiene las cualidades de que es un modo de producción progresivo secundario o derivado del modo de producción primigenio. Se produce y se reproduce esencial y preferentemente sobre el trabajo manual colectivo de las comunidades de base, forman la clase del trabajo (macehualli) que son fundamentalmente agrícolas y complementariamente ganaderas y/o manufactureras-artesanales En el caso de Mesoamérica la ganadería no existió y sólo hubo domesticación de 2 o 3 especies de animales, por tanto eran esencialmente agrícolas (complementando con manufactura de alfarería y textiles principalmente)  y mantenían la propiedad colectiva de la tierra y la propiedad familiar o parental de sus casas y huertos. Dichas comunidades en el tipo mesoamericano y sus relativamente variadas formaciones sociales (“tlatocayotls” y “altepeme”) tenían que entregar a los sectores superiores (pillis), cuotas de trabajo excedente y/ plusproductos  en forma de tributos: a) bienes básicos y de lujo; b) trabajo agrícola y constructivo colectivo; c) servicios militares, palaciegos y para las casas de los señores. Dichos tipos de tributos, pues, eran la expresión de la explotación de su trabajo y de la subordinación política como clase y como estratos explotados y oprimidos (campesinos, artesanos, guerreros, sirvientes, semi-esclavos).

Así podemos decir de manera sintética que las características y elementos nodales del MPA estudiadas por muchos autores a partir de los planteos de Karl Marx, en término esenciales se cumplían para el modo de producción mesoamericano. En Mesoamérica no existió estructuralmente, aunque tal vez esporádicamente, la propiedad privada de la tierra ni de los medios de producción principales; el Estado-gobierno de las unidades políticas territoriales-culturales era el representante propietario público, éste tenía el control y dominio de las decisiones  políticas, etc.

Estos aspectos centrales se correspondían con el MPA, aunque como se podrá ver la macroárea mesoamericana tenía sus propias peculiaridades y a nivel regional tenía particularidades y singularidades en sus formaciones regionales o locales.

Es importante, por otra parte, señalar que no todas las formaciones socioeconómicas o sociedades que pertenecían o se ubicaban en Mesoamérica, eran estatales (despótico-tributarias), sino que en algunas regiones, zonas y en determinadas coyunturas podían no tener que tributar directamente a un gobierno centralizado o a un “señor”, sino que pudieron existir sociedades y pueblos con formas de gobierno tipo jefatura o señorío e incuso aldeas comunitarias. No obstante, desde que se conformó el modo de producción asiático mesoamericano a partir del preclásico (Olmecas-Cuicuilco), éste predominó y permeó toda la historia mesoamericana en todos sus periodos, con sus respectivas caídas, crisis y reajustes.

Digamos que el prototipo maduro estaba constituido por sectores superiores de la pirámide económica-política-social, que eran: el religioso-sacerdotal, los señores (“teuctlis”) o nobleza palaciega y no palaciega (pero poseedora o usufructuaria de propiedades) y los comerciantes relativamente “independientes”, que en conjunto formaban una clase dominante  (la del no trabajo) articulada por un Estado-gobierno o unidad política territorial (“tlatocayotl”) que generalmente se asentaba en espacios urbanos (ciudades de hasta 200 mil personas) con poderes despóticos que encabezaba un soberano (huey tlatoani) –o dos, tres o cuatro en ciertos casos- (como el de los mayas, teotihuacanos o tlaxcaltecas, por ejemplo) y sus colaboradores, funcionarios y consejeros cercanos. El o los personajes con esta investidura fungían como el controlador, receptor y benefactor principal (representando a la “comunidad superior”) de tributos, legalizado y legitimado mediante leyes, pactos, parentesco, cosmovisión y la protección-seguridad respecto a las comunidades de base articuladas en “calpullis” (colectividades de linajes de parentesco y/o de vecindad) y “altepeteme” (pueblos con etnicidad).

Un Estado-gobierno asentado como unidad político-territorial a nivel zonal o regional exigía/recibía tributos de sus propias comunidades y pueblos de su propia clase campesina-artesanal y de otros pueblos y otros Estados-gobiernos étnicos que conquistaba y supeditaba cuando podía extender sus dominios. Aunque los comerciantes  en los últimos periodos de la historia mesoamericana alcanzaron fuerza económica y extensiones  en sus rutas, estuvieron, en general, supeditados a los  dictados de los Estados y señoríos poderosos; la circulación de equivalentes generales a manera de monedas elementales no tuvo el desarrollo y avance que tuvo en Asia y Europa antes de la expansión trasatlántica, precismaente porque el comercio fue limitado, de elite y desigual geográfica y socialemnte

Mesoamérica como sinónimo de Modo de Producción

 Cabe mencionar aquí el interesante posicionamiento de Eduardo Matos en la década de 1970 respecto que Mesoamérica como proceso constitutivo y conformado histórica y estructuralmente es sinónimo de un Modo de Producción (con sus respectivas formaciones sociales diseminadas en el conjunto dinámico de dicha macroregión), en  el cual las clases superiores de los Estados-gobiernos étnicos dominantes ejercían un doble poder: a) contra sus propias clases inferiores y b) sobre otras entidades comunitarias, pueblos (altepeme) y etnias a través de la sujeción de otros Estados-gobiernos o unidades político-territoriales. Esta definición de Matos, desde la posición que hemos planteado arriba, nos parece correcta en el caso de una Mesoamérica avanzada o de en un periodo maduro, quizá desde el clásico terminal (epiclásico) y durante el posclásico. Así, con la maduración histórica del modo de producción permaneció la conflictividad  pues competían guerreramente  (real y religiosamente) entre sí por rutas de intercambio y comercio, por víctimas de sacrificio (prisioneros de guerra) por expansión de fronteras y por poner bajo dominio tributario-territorial a otras formaciones sociales, sociedades y pueblos. Así, hubo Estados que hegemonizaron y pusieron bajo su control extensiones territoriales y tributarias durante determinados periodos generalmente en alianzas étnicas-político-guerreras.

De esta forma, la historia de Mesoamérica prehispánica (destacadamente en sus periodos medios y finales) como “sinónimo” de modo de producción (tipo Asiático  tributario sui generis) se distingue por las predominancias ganadas en la lucha y la competencia de Estados y grupos étnicos protagonistas poderosos en los diferentes periodos históricos que se dieron en grandes áreas o regiones; no obstante, aunque estos Estados étnicos lograban durar decenas de años, al cabo del tiempo histórico entraban en crisis, se desgastaban y decaían (siendo un factor clave la situación climática, el régimen de lluvias, el deterioro ecológico, así como las confrontaciones entre dichos “protagonistas” y desde luego las resistencias y rebeliones de los dominados o marginados), para después recomponerse:  tanto i) a nivel de las élites y capas superiores clasistas que se reorganizaban y reacomodaban;  como ii) a nivel de las comunidades o unidades de base, las cuales tenían que decidir su restablecimiento migrando hacia otros  territorios o su permanencia readecuada en sus localidades.

De esta manera, en la historia mesoamericana macroregional son relativamente presentes  las crisis mayores o parteaguas históricos (a partir de las cuales los estudiosos propusieron periodos), en las cuales se reajustaba toda la macroregión mesoamericana a posteriori en el mapa de hegemonías, dominios, alianzas y competencias de las unidades político-étnico-territoriales y sus élites o capas superiores y por consiguiente también los espacios, rutas, calendarios, ideologías religiosas, ritualidades, cosmopercepciones, etc. Esto, en efecto, fue algo que distinguió a la historicidad  Mesoamericana en diferentes periodos históricos a nivel general y por regiones (norte, occidente, maya, Golfo, Altiplano, Oaxaca, Guerrero). Respecto al desarrollo de las fuerzas productivas técnicas  (hidráulicas, alfareras, agrícolas, etc.) también hubo reacomodos, intercambios y a veces las crisis y reajustes sirvieron para realizar avances y/ difundirlos mediante la migración, la comunicación, los acicates para innovar bajo nuevas condiciones y por conocer y/o aplicar conocimientos y métodos geo-ecológico-productivos a las nuevas circunstancias.

Cabe precisar que Mesoamérica, ecogeográficamente estuvo conformada por regiones simbióticas ecosistémicas de producción, intercambio (y en sus fases maduras de comercio) de productos, grupos y conocimientos, liderados -como ya señalamos- por los Estados y sociedades poderosas y protagonistas. De tal manera que Mesoamérica como sinónimo de Modo de Producción-reproducción en general se conformó históricamente como una macroregión simbiótico-sociocultural dialéctica, en la cual los diferentes ecosistemas y ecogeografías diferenciadas y complementarias y los regímenes climáticos y de lluvias fueron centrales para su dinámica y su dialecticidad en sus producciones (fuerzas productivas técnicas en agricultura, en construcción arquitectónica, cultura ecológica, sistema ecoalimenticio, conocimiento médico-salutífero, saberes cosmoperceptivos), en sus interacciones e intercambios en lo social, en lo político  y lo cultural.

Los otros modos de producción y formaciones sociales al norte de Mesoamérica

Inclusive más allá de sus límites, Mesoamérica tuvo interacciones e intercambios relativamente significativos con otras unidades macroregionales norteñas que conformaron otros modos de producción y por tanto otros tipos de formaciones socioeconómicas. Por un lado, de Aridoamérica con un predominante modo de producción primario de entidades comunitarias no clasistas (cazadoras-recolectoras) de propiedad colectiva de sus disputados territorios. Y, por otro lado, Oasisamérica  (ubicada en un bolsón de tierra fértil) con un predominante modo de producción  de agricultura simple y media que podría caracterizarse como de cacical o señorío jefatural (es decir de transición al modo de producción asiático, con jerarquías y a veces incipiente estratificación social). Ambos ubicados geográficamente, como dijimos, hacia el norte de sus cambiantes límites. 

Cabe, entonces, resaltar aquí también que como unidad macroregional dialéctica tuvo en sus diferentes etapas históricas  (del preclásico al posclásico) relativa movilidad de sus fronteras físicas y étnico-culturales, la frontera norte fue comparativamente dinámica, fluida por las constantes incursiones,  (y a veces excursiones de mesoamericanos hacia aridoamericanos) de grupos de la región norte o chichimeca (Aridoamérica)  que se trasplantaban y adaptaban en las zonas y regiones de Mesoamérica inyectando modalidades culturales propias y absorbiendo las mesoamericanas. Así dicha región aridoamericana formó, de cierta manera,  parte de la historia mesoamericana (y viceversa), sin embargo los grupos que prevalecieron allí, como lo apuntamos antes, tenían otra dinámica del modo de producción que podemos caracterizar como comunitario de caza, recolección y a veces semiagricultura, eran poblaciones seminómadas que si bien compartían  intercambios ocasionales o a veces –en determinadas coyunturas de crisis o decadencias mesoamericanas– hacían, como arriba lo señalamos, incursiones y migraciones, tenían su dinámica propia, también particularizada por cada región y por la división de sus poblaciones y grupos por lenguas, etnicidad, dispersión geográfica y por la carencia de estructuras sobreimpuestas de clases/comunidades superiores y/o Estados-gobiernos; había conflictos y guerra localizadas pero no existía como tal una dinámica de modo tributario. Lo mismo podemos decir de Oasisamérica y los oasisamericanos que igualmente participaron en determinadas coyunturas de la historia mesoamericana (y aridoamericana, pues oasisamérica se constituyó como resultado del desarrollo y maduración del modo de producción mesoamericano y sus dinámicas dialécticas de expansión y de intercambios hacia el norte de su territorialidad, o sea hacia sus fronteras y más al norte hacia aridoamérica). Y aunque Oasisamérica se encontraba más hacia el noreste y norcentro, más lejana geográficamente que aridoamérica, cuando se presentó su conformación con el impulso influyente mesoamericano, ya existían las condiciones técnico-culturales para aprovechar sus ecosistemas y terrenos de mejor calidad para la práctica de una agricultura básica y mediana que conformó formaciones socioeconómicas y pueblos sedentarios y jerárquicos que tenían estratificaciones elementales e incipientes estructuras de poder centralizado o de concentración-redistribución (comunidades superiores) que administraban y controlaban los excedentes e imponían sus intereses de privilegiados en las decisiones y en la obtención de productos y formas de consumo relativamente suntuario; en suma, se trata de sociedades que se constituían lógico-históricamente dentro de los linajes cónicos jerarquizados a manera de jefaturas, cacicazgos o señoríos hacia un incipiente modo de producción asiático (o podemos llamarlo proto-asiático) con tendencias y conformaciones de pequeños Estados mediante la inclinación a imponer tributos y controlar el poder mediante la institucionalización de lo religioso y el no trabajo manual, sino intelectual (sacerdotes, astrónomos, especialistas). Sus centros de poder ya tenían características de espacios con edificios y construcciones de pequeñas ciudades (véase Paquimé, Casas Grandes,  Mesa grande, Castillo de Moctezuma).

En estas macroregiones, principalmente la aridoamericana la conquista española  militar, política y religiosa (en la que también tuvieron un papel relevantes los miles de indígenas “conquistadores” de diferentes etnias debido a que las alianzas y pactos con ellos ya estaban bien negociados) encontró una fuerte resistencia por parte de los cientos de grupos de cazadores-recolectores y seminómadas que lucharon en varias guerras (y guerrillas) locales y regionales, como la guerra del Mixtón y la guerra chichimeca que duró 50 años. A estas guerras los invasores y conquistadores ibéricos las llamaron “guerras justas”, pues pretendían no sólo conquistar  a los indios “bárbaros, crudelísimos, descreídos, feroces, vengativos, viciosos, sucios, desobedientes, ingratos desleales y sin Dios ni ley” (Capitán Alonso de León), sino pacificarlos, cristianizarlos y civilizarlos. Pero en realidad, como decía Cortés, les querían tener en “yugo y servicio”, invadirles y expropiarles tierras y riquezas, especialmente tenían avidez por encontrar y explotar las minas de metales preciosos: oro y plata. Así en boca de evangelizadores agustinos: “El evangelio va donde hay plata; donde no hay plata, no va el evangelio”; y efectivamente encontraron ricos yacimientos mineros de plata en Zacatecas, San Luis Potosí, entre otros.

El factor histórico entre el conjunto de factores y en la confrontación de estructuras y concepciones

En general los historiadores de la coyuntura han propuesto 7 rubros  principales de factores que condujeron a la derrota del poderoso huey tlatocayotl o gran Estado mexica y la triple alianza (Tenochtitlan, Tlacopan y Texcoco, este último acabó dividido y una buena parte se unió a la alianza cortesiana), que no era otra cosa que una alianza entre diferentes tlatocayotl que se coordinaba y repartía jerárquicamente las tareas de guerra-conquista, control y cobro de tributos a otros tlatocayotls, altepetls (altepeme) y comunidades subordinadas.

Dichos rubros han sido jerarquizados y combinados de múltiples maneras, aspecto que es importante discutir a profundidad para otra versión del presente trabajo, aquí, sin embargo, sólo los enlistamos para enmarcar la carencia del rubro histórico que desde nuestro punto de vista, deberá conectar la corta, mediana y larga duración.

1) Los económicos y técnicos: tienen que ver con el desarrollo de la dinámica económica en su complejidad, tanto el desarrollo de instituciones, operaciones y transacciones en la producción, circulación, intercambio y consumo, por ejemplo el comercio. Por el lado de lo técnico están las invenciones, herramientas e instrumentos en todas las dimensiones de la vida socioeconómica.

2) Los estrictamente de orden militar y armamentístico, es decir: la organización, las estrategias, tácticas y la versatilidad y eficacia de las armas, así como las concepciones sobre la guerra y los tipos de guerra preponderantes en los enfrentamientos, igualmente la cantidad de los ejércitos y batallones, los escenarios, etcétera.

3) Los de salud y epidemiológicos; la historia de las enfermedades, los tipos de cuerpos, la alimentación y nutrición, la inmunología desarrollada y adquirida, especialmente en torno a infecciones microparasitarias; remedios y medicinas en su eficacia.

4) Los político-jurídicos: leyes, tipo de jurisdicciones, la organización del poder y sus dominios, el mando,  la autoridad, las alianzas, divisiones, rebeliones y los consensos y disensos conformados.

5) Los culturales y civilizacionales en sentido estricto: concepciones del mundo, ideologías, tipo de religión, creencias, costumbres, tradiciones, normas, urbanismo y urbanización, ética y moral, etcétera.

6) Los sicológicos y de mentalidad; tipo de personalidad de los principales actores, ambiciones, deseos, motivaciones, actitudes, miedos, fantasías, inteligencia y sagacidad, determinación en las praxis, etcétera

7) Los relacionados con la interpretación y la semiosis,  Tipos de lenguaje, modos y usos de de comunicación, usos de las traducciones y modos de interpretación (hermeneusis).

Si nos damos cuenta y este es el alegato principal de este artículo faltan los factores históricos, principalmente los de larga duración que tendrían que ser integrados desde antes de la confrontación de los aliados españoles y los aliados mexicas, así como durante y después de la misma (en ese sentido se tendrían que vincular con los de corta y mediana duración). Aquí enfatizamos, pues, los estructurales de los modos de producción y reproducción y las formaciones sociales de la vida social y cultural, que a final de cuentas pueden integrar a todos los demás, cuando los captamos en su despliegue confrontador  y donde permea la violencia en sus múltiples modalidades (social, política, militar, comunicativa, verbal, gestual, corporal) dado que se trata de una situación de tensiones constantes por la necesidad de imponer y hacer valer dominios y entonces se ponen en juego  vigencias y valías “históricas” (en este de los modos de producción y las formaciones socioeconómico-políticas), su correspondencia su pertinencia en los hechos históricos como  historidae res rerum

El investigador Miguel Pastrana sintetizó respecto a las estructuras socioeconómicas y políticas mesoamericanas: “Son viejas estructuras que funcionaron muy bien para el mundo en que fueron creadas, pero al enfrentar una encrucijada de una nueva situación empezaron a crujir de una u otra forma”. El quid de este asunto es precisamente que entre las etnias mesoamericanas (y más las aridoamericanas) interaccionaban y convivían bajo pertenencias identitarias locales,  étnicas y lingüísticas diversas. En el caso de las mesoamericanas a pesar que compartían la historicidad y culturalidad constituida de tiempo de larga data y un espacio “común” heredados por cientos de años de relaciones, interacciones y tejidos socioculturales de sus antecesores y refrendados por sus intercambios pacíficos y no pacíficos. Así, ellas vivían divididas como formaciones sociales étnicas locales, zonales y regionales a pesar de alianzas político-económico-militares parciales en determinados periodos o coyunturas. Así se explica que más fácilmente en relación a un supuesto enemigo común (que también sufría escisiones pero que los unía, en general, la pertenencia a una cultura, una lengua, una religión y, claro, su proyecto aventurero en curso y sus ambiciones que veían, en general, representadas de una u otra manera en el líder Hernán Cortés y sus capitales) se dividieron con cierta facilidad y sus estructuras ya relativamente gastadas y comparativamente débiles o decadentes crujieron.

En efecto así paso como lo sugiere Pastrana, pero antes  justamente ambos tipos de estructuras de ambos mundos o modos de producción civilizatorios, se pusieron a prueba precisamente en la confrontación real de sujetos y grupos que las personificaron y las asumieron en esa coyuntura inédita e históricamente trascendente. Las estructuras europeas traían preñado una nueva conformación estructural que iniciaba una de sus vertientes históricas, la primera transcontinental en tierras con un modo de producción sui generis (y luego fueron por lo menos 2 modos de producción distintos): “virgen”  al contacto invasivo de grupos extraños que desplegaron una expansión invasiva y colonizadora con formas  violentas ya probadas en toda invasión (violencia, saqueo, violación, esclavización, despojo, asesinato, etc,).En efecto, acciones inyectadas de violencias ya probadas, pero ahora con nuevas circunstancias abiertas en el proceso de acumulación originaria proto capitalista en ese “viejo continente”, era un “huevo de la serpiente” que se trasplantaba a nuevo territorio.

La ambición y la codicia de oro-dinero-riqueza era el eje que movía centralmente sus voluntades y sus sueños de grandeza, honor, redención y evangelización. Esta avidez por los metales preciosos, el dinero y la riqueza que podrán obtener a través de ello y para incrementarlo, que además ya habían anclado en la ocupación y colonización de las Antillas mayores (La Española, Jamaica, Cuba) mediante asociaciones de inversionistas y la explotación agrícola, ganadera y minera (encomiendas, esclavitud para la producción, etc.) era novedosa respecto a las meras ambiciones tributarias para obtener productos de consumo suntuarios de las elites y clases poderosas mesoamericanas.

Esta diferencia contrastante era muy significativa de cuál era la época y las estructuras que encarnaban y ya vivían en sus tierras europeas dichos expedicionarios ibéricos: el crecimiento y auge de los intercambios comerciales con dinero y el valor mismo de los metales preciosos dentro de ese ámbito mercantil: su ambición por las riquezas era diferente  que la ambición de riquezas por los mesoamericanos y no se diga de los árido y oasisamericanos. Su concepto de riqueza y de poder era claramente protocapitalista: hacerse ricos explotando para tener más dinero y financiar negocios comerciales y empresas financieras y productivas de todo tipo y por tanto también conquistar, expandirse geográficamente como medios de lograr todo ello. Como señalamos los cabecillas que emprendieron e impulsaron la llegada a Mesoamérica mediante viajes exploraciones para el “rescate de metales preciosos” y el “rescate de indios idolatras” (léase expropiación, robo, despojo y esclavización) desde las islas del Caribe como cabezas de playa de la ocupación colonizadora, eran inversionistas, negociantes, financiadores y buscadores de riqueza incrementada y para ello hacían transacciones dinerarias en ducados, maravedíes, etc., vendiendo, comprando, pidiendo préstamos y contrayendo deudas económicas y por tanto echándose compromisos, pactos, promesas, políticas, sociales, morales y personales.

Así el concepto de conquista y expansión de los Tlatocayotls y Altepeme mesoamericanos era diferente a ese tipo de conquista y expansión europea, aunque buscaban también riqueza, ésta era de otro tipo más basada en el valor de uso sin negar que había valor de cambio representado en el sector de comerciantes ricos y ambiciosos y había también tipos básicos de moneda pero no al nivel de lo que estaba sucediendo en regiones de Europa y sus germinaciones caribeñas. Así pues, en las regiones mesoamericana el uso de monedas (mantas, cacao, hachillas de cobre), no era para hacer más dinero, sino como medio para obtener productos de lujo, y tampoco lo querían para invertirlo en empresas financieras y en compañías y empresas, como sí sucedía ya en la Europa y en las Antillas sometidas de donde provenían los aventureros y expedicionarios que formaron las huestes españolas. Para tener claridad respecto a dichas diferencias no solo cuantitativas, sino cualitativas, sólo basta recordar cómo fue que llegaron a este continente los invasores-conquistadores y colonizadores ibéricos y los europeos noratlánticos: por financiamientos, asociaciones y compañías que incluso ya formaban instituciones crediticias para proyectos  navieros, exploratorios, militares, de conquista, de esclavización y de expansión europea y extraeuropea. El capital usurero y el capital comercial empujaban y la expansión geográfica resolvió la crisis feudal –cuya expresión más dramática fue la caída precipitada de los ingresos señoriales– expandiendo el excedente económico, el acceso a los lingotes de oro y plata ayudaron a la división desigual del trabajo y a la creación de un “sistema de peonaje internacional de deuda”.

La dramática paradoja del MPAM, la “guerra bacteriológica” y el fuerte trastocamiento

 De esta manera fue la llegada invasora de las tropas españolas las que iniciaron la transformación del modo asiático mesoamericano incluso más allá de la tributación como meollo estructural-funcional del sistema; fue contra todo el andamiaje de ese modo para refuncionalizarlo a sus estructuras que fueron asentándose conforme a la nueva dinámica mundial se iba aceitando o sea conforme se articulaba el nuevo sistema-mundo capitalista y su mercado mundial en marcha.

Por tanto, el asalto y la caída final de México-Tenochtitlan (y México-Tlatelolco), la derrota de esas formaciones sociales que representaban en ese evento concebido como res historidae  la resistencia o el aferramiento magnificado al modo de producción asiático mesoamericano, fueron simbólica y realmente  un asalto, caída y derrota histórica  (rerum historiade) a la historia de este modo de producción a manos y encarnaciones de las huestes invasoras españolas en alianza rebelde de las etnias nativas contrarias a esas ciudades-Estados; fue una gran  paradoja dramático- histórica que así fuera, porque éstas etnias en rebelión y alianza pertenecían a ese mundo cosmológica, perceptivo-visionaria y terrenalmente compartido milenariamente (por lo menos 3 mil años de historia compartida heredada) y funcionaron por generaciones enteras bajo esa lógica tributaria, de relativo equilibrio sacrificial. Fueron formaciones sociales en muchos aspectos semejantes e incluso “superiores” o más adelantadas que las ibéricas y europeas: astronomía, medicina, alimentación, artes, relaciones ecológicas con la naturaleza, educación, etc., su búsqueda por el equilibrio de fuerzas, energías y dimensiones les llevó a conocer y practicar (a pesar de ser sociedades estratificadas y basadas en la expoliación de tributos) hábitos y costumbres relativamente equilibradas en su vida cotidiana y en muchas de sus relaciones sociales y comunitarias; sin embargo muchos de ellos fueron relativos equilibrios sacrificiales, aspecto que se materializó en prácticas religiosas, ideológicas y políticas con las guerras, los cautivos sacrificados y varios rituales, etcétera.

Abundemos algo de esto que he llamado “dramática paradoja”, Federico Navarrete habla de razones y proyectos diversos de los miembros mesoamericanos de la coalición,  o sea no hubo unidad en estos aspectos, fueron dispersos, difuminados; y en este sentido inútiles como razón y proyecto mesoamericano, e ineficaces como defensa integral de su mundo, de su modo histórico-estructural de vida, de su modo de producción-reproducción. Estoy de acuerdo con él que hubo varias otras opciones o posibilidades en juego e hipotéticas de desenlace tanto de la guerra de Tenochtitlán como de la consecuencia directa o el inicio del régimen colonial. Empero ellas tuvieron desde mi punto de vista pocas probabilidades de concretarse, por ello precisamente no se concretaron, la explicación está en lo que he venido argumentando sobre las historia de desarrollo de larga, mediana y corta duración de las dos macroregiones y su dinámica geocivilizacional, en corto, por lo que encarnaban los expedicionarios y representaba el proyecto español-ibérico-europeo como tendencia pro-capitalista, es decir, dicho “proyecto” histórico de desarrollo tenía un respaldo poderoso basado en esas fuerzas-tendencias-dinámicas generadas en el Mediterráneo mercantil y burgués (y renacentista”) y luego en la Europa atlántica expansionistas.

Fue así que con la guerra triunfal de Tenochtitlán la dinámica sociocultural asiático-mesoamericana (base económica y superestructuras) se derrumbaba y comenzaba su destrucción material, sociopolítica y económica, justamente con la participación-colaboración nodal de los aliados amerindios de la llamada “coalición interétnica”, curiosamente con cuasi-total composición de las etnias nativas anti-mexicas. Y también inició y se fomentó en ese escenario de guerra y asedio tormentoso para los tenochcas y tlatelolcas, la llamada “guerra bacteriológica” que más bien fue “microparasitaria”, pues entraron en acción virus, bacterias, rickettsias, hongos, priones, etc., que llevaban en los cuerpos las huestes expedicionarias ibéricas y sus esclavos provenientes de fuera de la superárea mesoamericana.  Al igual que sucedió con los nativos de las Canarias y las islas Antillas con el avance expedicionario de los marineiros y conquistadores ibéricos, los mesoamericanos no tenían previo contacto con dichos microparásitos y por tanto carecían de respuestas corporales, médicas  y socioculturales inmunitarias rápidas y eficaces, y principalmente para los indígenas asediados y sitiados, los microparásitos encontraron cuerpos y condiciones vulnerables para generar enfermedades infeccionas que se extendieron rápidamente como brotes y oleadas epidémicas de diverso tipo, principalmente de carácter bio-social (iniciando con viruela, sarampión y pestes) y de expedita contagiosidad y letalidad. Eso valió para todas  las etnias indígenas participantes en la guerra, pero mayormente durante el sitiamiento de cerca de 3 meses, valió mayormente para los mexicas que vieron cortados sus suministros alimenticios y acuíferos, generándose una hambruna terrible y fatal que a su vez alentó mayor vulnerabilidad, debilidad y mortandad. Las epidemias como Síndrome de Inmuno Deficiencia Impuesto (SIDI) concreto y efectivo, crecieron y avanzaron por todo el territorio mesoamericano, aridoamericano y luego oasisamericano, alcanzando a Sudamérica y Norteamérica. Todo el continente se vio envuelto en una primera oleada de epidemias de media duración (1520-1610) que causó un resquebrajamiento demográfico de entre 60 a 90 % de población amerindia. Concretamente para la zona central de Mesoamérica fue de por lo menos entre 85 a 90% de su población que era de entre 5 a 10 millones, en esos 90 años de dicha oleada.

Regresando al papel que tuvieron los integrantes de la “coalición interétnica”, tenemos que realmente quien comandó y capitalizó finalmente ese triunfo en el asalto final a las ciudades mexicas (no sin concesiones, negociaciones y promesas recompensatorias a los dirigentes indígenas) fueron Cortés y sus minoritarias huestes,  representantes actuantes de ese otro modo de producción en transformación y en transición que llevaban y trasladaban en ciernes, en gestación implacable proto capitalista y de acumulación originaria: sus ambiciones expectativas, intereses y propósitos  significaban y tejían realmente las nuevas relaciones aunque no de manera pura  pero si con eficacia material: búsqueda obsesiva de oro y plata, negocios, empresas, poder, fama, tierras, evangelización católico-cristiana, pensamiento medieval y renacentista, instituciones occidentales, apertura de la iniciativas individuales y la semiótica de perspectiva con capacidad para adelantarse y reconocer otredades, fue  también crucial su bagaje sociocultural, sus armas, su tecnología. Su comunicación, su mentalidad aunque combinada (feudal-renacentista), etc., todo ello  funcionó como correas de transmisión socioculturales y como biotas mixtas (imperialismo ecológico y microparasitario-epidémico) que provenientes de la historia europea, contribuían y contribuyeron para hacer la invasión-conquista-guerra viable, válida y para implantarla como régimen colonial con su propio actuar en el marco del Estado-reino español (lo mismo podemos decir del estado reino portugués) con sus políticas imperiales expansivas y luego con sus leyes, decretos y demás medios de dominio y administración económico-jurídica y socio-ideológico-religiosa.

De esta manera se trastocó o podemos decir, entonces, se transformó mediante el arsenal y la violencia de los invasores  (H. Cortés, P. Alvarado, etc.) en alianza rebelde de sus coaligados indígenas, ese modo de producción asiático mesoamericano; ya no fue sólo un reajuste crítico mesoamericano (como lo habían sido otros dentro de su historia interna) sino una transformación radical  (incluyendo, como señalamos, el cataclismo demográfico poblacional de 90% de su población originaria) y finalmente la desaparición de dicho modo y sus formaciones sociales como tales, que pudieron, después del reajuste radical, mantener algunas relaciones básicas (unidades de producción familiares o comunitarias, relaciones de ayuda mutua, ciertas costumbres, lenguas y la organización para el nuevo tipo de tributación, p. e.) y partes de sus superestructuras (conocimientos, creencias, ciertas prácticas de consumo como el alimenticio, etc.) aunque a menudo sincretizadas y readaptadas a la nueva realidad. No obstante, ellas  las que se mantuvieron, fueron  bajo otra dinámica predominante y subordinadora, concretamente: la transicional pero de implantación /conformación de otro Modo de producción y sociedades con nuevas estructuras y superestructuras que los conquistadores-colonizadores y la corona bajo la experiencia política y de conquista empírica española supieron, no sin dificultades, resistencias, guerras y sublevaciones de todo tipo, poco a poco imponer.  Imposición colonial y colonizadora que supo recombinarse con algunos de los girones de las anteriores  formaciones sociales (tanto del lado europeo-español como del mesoamercano-aridoamericano-

Por ejemplo fue igualmente impuesta  la tributación, pero ahora para la nueva élite de la clase dominante española en Nueva España y en España y la creación de su Imperio (Carlos V) europeo-colonial en la conformación del llamado sistema-mundo. Así, la lógica de tributación ya no servía para la reproducción de las estructuras del modo asiático mesoamericano; es decir, ya no nutría a los sectores de la clase dominante de sus formaciones sociales articuladas por los Estados étnicos “despóticos”. No,  eso ya había finiquitado; sino que en la nueva era colonial, nutría al nuevo modo de transición o curso a la acumulación originaria con nuevas y renovadas instituciones de expoliación de las fuerzas de trabajo de indios, africanos, mestizos e inclusive algunos criollos; tales como esclavitudes,  obrajes, minas, encomiendas, repartos de tierras, repartimientos y reajuste territorial de pueblos indios   –éste fue muy importante precisamente para romper su relación con sus condiciones materiales de reproducción de su vida y expulsarlos de las mejores tierras– en el reacomodo de pueblos indios que transformaron y readecuaron sus creencias, lenguas, vínculos geográficos, políticos, interétnicos y por supuesto: sus maneras de trabajo, y de producción y en parte de obtención  y consumo de alimentos,  etcétera.

Enseguida, como parte de su ambición de nuevas vetas mineras, de nuevas tierras, de mano de obra fresca para el trabajo y la evangelización, en suma, de su dinámica de extensión colonizadora,  los conquistadores españoles en renovadas alianzas con numerosos grupos mesoamericanos (tlaxcaltecas, otomíes, etc., se fueron hacia el norte sobre las poblaciones (predominantemente de recolectores-cazadores-

Johana Broda habla de este proceso en el que se cambiaron o suplantaron los dominios manteniéndose en parte los tributos, pero la bases comunitarias en torno a la utilización de la fuerza de trabajo indígena, aunque fuertemente mermadas demográfica y vital-moralmente,  y socioculturalmente trastocadas, quedaron en la resistencia y re-adaptación, nuevamente sujetas a las exacciones y expoliaciones económicas y a la subordinación política y de alguna manera también jurídico-ideológica y sociocultural española.

La confrontación de los modos de producción y sus resultados históricos

En su Presentación a un número de la Jornada del Campo, Armando Bartra hace una muy breve revisión de ciertas corrientes y posturas historiográficas de algunos autores que se han pronunciado para caracterizar e identificar los factores clave que fungieron para comprender el triunfo y colonización de los españoles del siglo XVI sobre los pueblos mesoamericanos, especialmente sobre los mexicas de Tenochtitlán y Tlatelolco. Sin embargo aunque él observa que el triunfo comandado, capitalizado apropiado y expropiado de las huestes españolas tuvo, por decirlo así, sus heterogeneidades y relativos fracasos y contrasta con el caso de Aridoamérica y las comunidades nómadas y seminómadas, donde no hubo caídas o asaltos espectaculares, sino resistencias sórdidas y continuas, no aborda de fondo la cuestión de la historicidad de esa rerum gestarum que fue el “espectacular asedio y asalto a Tenochtitlán” y sus consecuentes continuidades también “espectaculares” a sangre fuego, batallas continuas y resistencias diversas. Y que como hemos insistido no sólo fue res gestae como quiere hacer ver, sino que abrió e inició un gran nuevo proceso transformador de dominio, opresión y luchas a las poblaciones nativas de lo que actualmente es territorio mexicano. Ello fundamental  en la historia americana, en la historia europea y en la historia del sistema mundial. El primer mercado mundial, la primera mundialización, el régimen colonial macroregional y mundial y el colonialismo como sistema-mundo y ecología mundo de subordinación, discriminación, explotación, racismo y control  sobre las colonias o también llamadas sociedades periféricas en relación a las metrópolis centrales colonizadores.  

Pero aunque A. Bartra menciona la postura crítica y denunciadora respecto a la violencia y saqueo de los grupos dominantes y más poderosos, no lo reivindica en la manera en que Marx fue construyendo y madurando su análisis y explicación histórica a través del método comparativo de procesos semejantes aunque divergentes o coincidentes en sus condiciones histórico-concretas y sus resultados y efectos: progresivos o conservadores porque desarrollan las fuerzas productivas o se transforman en fuerzas destructivas y/o reaccionarias (retrógradas y esquilmadoras), igualmente procesos de disolución o transformación más o menos lentos o más o menos acelerados donde los actores luchan por retener o por lograr cambios que reformen o revolucionen las relaciones y estructuras socioeconómicas. Marx y Engels cuando postularon los modos de producción y las formaciones socioeconómicas tuvieron presentes y así enfocaron los resultados y efectos de las confrontaciones militares a través de invasiones, conquistas y choques entre sociedades desiguales histórica y socioeconómicamente. Mutatis mutandi Ferdinand Braudel  reconoce con su propuesta de historias largas, medias y cortas en su duración, la importancia de las estructuras subyacentes de las sociedades y sus modos vivendi y, por tanto, sus permanencias, sus fragilidades y sus continuidades/

Karl Marx y Friedrich Engels tuvieron claro que los modos de producción y las formaciones sociales como sociedades en movimiento/ritmo lento, medio o rápido se interconectan, intercambiando en equidad o inequidad o se confrontan y se integran unas en otras, teniendo en consideración base y superestructuras que fungen dinámicamente y se recomponen según las circunstancias. Así, en los choques guerreros entre sociedades y culturas de diferente modo de producción y nivel de desarrollo material, por ejemplo en invasiones, conquistas militares y guerras por control, dominio y apropiación de recursos; puede haber 3 resultados generales, además de diferentes formas en que funcionan y asumen características los niveles ideológicos, jurídicos, y culturales.  1. Primer resultado general: Predomina el modo de producción del conquistador. 2. Segundo resultado general: Se combina elementos de los dos modos de producción pero hegemoniza el del conquistador. 3. Tercer resultado general: se forma un nuevo modo de producción que no es ni el de los conquistadores  triunfadores (invasores, dominadores, imponedores, colonizadores, hegemónicos) ni el de los conquistados o vencidos (colonizados, oprimidos, dominados).

En este caso, aunque aparentemente se combinaron o sincretizaron aspectos de los dos modos de producción (del que provenían los españoles y el mesoamericano); el caso se complica pues la situación de la que provenían los aventureros, invasores y colonizadores españoles era de la gestación de un nuevo modo de producción y la disolución del anterior teniendo como marco geoeconómico no un recién nacido Estado-nación (España), sino una superárea que abarcaba varias formaciones sociales: provincias, reinos, ducados, marquesados, repúblicas y noveles Estados-nación de la Europa que vivió el renacimiento, el inicio del capitalismo mercantil y la expansión comercial, naviera y territorial bajo el impulso de crear nuevos mercados y adquirir riquezas y recursos para enriquecer las nacientes burguesías urbanas. Así se trata del nacimiento del modo de producción capitalista a través de la acumulación originaria teniendo como escenario territorios mundiales (secciones importantes de Europa, Asia, África y América) que conformarán el primer mercado mundial de bienes, conocimientos y biota. El modo de producción capitalista está en conformación pero su avance es contundente y su misión como modo dominante es la subordinación  o subsunción (en este caso formal) de los modos precapitalistas y sus formaciones sociales (en este caso el Modo Asiático mesoamericano y el modo comunal aridoamericano), lo que quiere decir es que va a destruir, transformar, adecuar, asimilar e incluso preservar aquellas relaciones, formas, dinámicas y modalidades económicas, sociales, políticas e ideológico-culturales de los otros modos de producción que va encontrado, confrontando y diluyendo como necesidad para su crecimiento y fortalecimiento. La invasión, saqueo, conquista, esclavización, colonización y la creación de periferias que lo alimentan y retroalimentan  son varios de sus métodos de sumisión, en una primera fase como subordinación formal y desde la segunda mitad del siglo XVIII como subordinación real cuando en su segunda fase se vale de la revolución industrial y tecnológica para imponer y consolidar su dominio y expansión continental-mundial.

El resultado para el caso de la llamada Nueva España como virreinato bajo la égida del Imperio Español, va a ser que se va a imponer  históricamente (esto es, a través de la historia corta, media y larga) el modo de producción capitalista y sus relaciones de producción y reproducción conformando una formación social sui generis primero como colonia y luego como Estado nacional mexicano; la peculiaridad es que esta formación social va participar como periférica en términos de dominio y subordinación, pero central en términos de su aporte económico en recursos mineros y de materias primas para el desarrollo y acumulación capitalista europea.

Así pues con dicha caída-derrota se afianza un contundente primer triunfo de las fuerzas que llevarían incrustadas la tendencia de la acumulación originaria, y que sería siguiendo esa lógica histórica ampliada al continente, así es que pudo tomar buen aliento una vertiente clave de la misma (que abarca desde el siglo XVI al XVIII en su fase decisiva) pues se sentaron bases para el saqueo argentífero, acuífero, de suelos, la venta de esclavos y la expoliación de la fuerza de trabajo indígena coaccionada y coercionada pero cuyos resultados mundiales en riquezas iban a parar a los burgueses de Holanda, Inglaterra, Bélgica, Italia, España y Portugal (oro, plata, azúcar, algodón, grana cochinilla y el trasplante de plantas y animales de ida y regreso en América). Así pues, el tráfico de materias, personas y financiero enfiló el primer mercado mundial para ello fue crucial confrontar, arremeter y finalmente derrotar a las ciudades gemelas. Dicho asalto en agosto de hace 500 años es, pues, un “asalto” a dicha historia de ese modo de producción y digamos que también a corto plazo  de 1522 a 1625 aproximadamente con las batallas y guerras chichimecas, de su “adherencia” geográfica y económico-sociocultural: el modo de producción indiviso o comunal predominantemente seminómada de las superárea aridoamericana o chichimeca.

Las huestes españolas con Cortés como estratega y cabecilla encarnan históricamente ese asalto triunfante en el marco de la confrontación inevitable entre los representantes europeos impulsores no del todo conscientes de su papel proto-capitalista como un gran parteaguas en la historia que iniciaba su verdadera mundialización. Decimos protocapitalista o capitalismo inicial  y no capitalista ya constituido,  o mejor como agentes de la acumulación originaria capitalista, agentes investidos en ese caso concreto con mantos fantasmagóricos católico-evangelizadores-

Conclusiones: Acumulación originaria permanente, capitalismo,  ángel de la historia, historiografías, los vencidos y la importancia para  la memoria y las luchas hoy

Adam Schaff enfatiza que la historización y las historiografía se hacen desde el presente que se compara y contrasta con el pasado en perspectiva de lo que  viene. W. Benjamin  lo ilustra con el ángel de la historia y la contundencia de los hechos y entonces se plantea el cómo abordar ese pasado tomando una postura desde la clases oprimidas y temporalmente vencidas.

Walter Benjamin en esa discusión sobre la manera en que hay que entender desde posicionamientos críticos y fuera de dogmas progresistas, esto es auténticamente dialécticos,  los procesos y los acontecimientos históricos. El ángel de la historia sopla y se mueve por las fuerzas porque los seres históricos hacen la historia pero bajo condiciones e disponibilidad determinantes (no fatalistas) nunca están en la historicidad de manera quieta, sino en vinculación constante con el pasado y los antepasados, su presente viene de generaciones y generaciones que lucharon y en esas luchas se jugaron el porvenir.

Adam Schaff distingue los hechos históricos que como tales reconstruyen los historiadores por su interés e importancia, sin embargo estos hechos son de diferentes modalidades y obedecen a diferentes planteamientos. Y esto es lo que se juega en las diferentes historiografías e interpretaciones de las gestas y procesos de la historia real (de la que en los últimos meses han aparecido polemizando diferentes posturas, destacando las revisionistas, relativistas y posmodernistas).  En este caso en las gestas del asalto y caída de México-Tenochtitlán y el proceso de transformación-transición hacia un nuevo modo de producción, previo trastocamiento y final destrucción de los modos previos.

Por ello para el entendimiento y explicación  materialista histórica son imprescindibles los conceptos teóricos y la mirada crítica de la historia comparada de K. Marx; recuperar los acontecimientos claves, en este caso como el asedio, asalto y final caída de las ciudades y pueblos nodales de la Mesoamérica, la Andinoamérica y la Aridoamérica de los siglos XVI y XVII, así como las consecuencias y resultados históricos y culturales para los oprimidos desde el presente hacia el pasado y desde el pasado para el futuro ubicados desde el estado de emergencia en el cual nos encontramos en México, América Latina y en el mundo capitalista.

Significativamente esa historia concreta sobre la que en este texto relatamos,  reflexionamos y explicamos desde una mirada materialista histórica, contribuyó a configurar el desarrollo del colonialismo y el propio capitalismo mundial (imperialismos: español, portugués, holandés, belga, francés, inglés, alemán, japonés, norteamericano y ahora chino). La acumulación originaria tuvo génesis y uno de sus ejes en esa historia y aún hoy prevalece como acumulación originaria residual terminal, como lo indica Jorge Veraza. Esto es nodal, pues precisamente en esos acontecimientos, hechos, sucesos y procesos, y especialmente la gesta crucial, masiva y dramática de la “batalla por Tenochtitlan” podemos reconocer a los vencedores mayores, a los vencedores totales, integrales y completos que fueron los europeos (los “indígenas conquistadores” tlaxcaltecas y demás, aunque obtuvieron en lo inmediato canonjías para  algunos nobles, resultaron también subsumidos); en este caso específico Cortés, sus huestes y el imperio español, que participaron el nuevo proceso de la primera mundialización protocapitalista y el primer capitalismo que nació con marca y escenario mundial o global (Marx).

Con Walter Benjamin decimos, es importante hoy recuperar y reivindicar el papel de los muertos vencidos coyunturalmente pero no en la longué duré, con sus dramatismos, contradicciones e impulsos inconscientes y conscientes en esos tiempos, que se enfrascaron y lucharon para resistir y tener vigencia histórica a su proyecto de  mantener relaciones comunitarias y equilibrantes y no ser dominados por el proceso conquistador y colonialista.

La inmensa clase explotada de hoy y su perspectiva se conecta históricamente con esos caídos, subordinados y colonizados (indígenas de todas las etnias y afroamericanos)  y que justo comenzaron a ser expoliados y oprimidos bajo la lógica cada vez más imperante del dinero; la conexión-coincidencia no sólo es moral y política sino de clase social, en el sentido de resistir y luchar por superar las inequidades, explotaciones y discriminaciones del capitalismo; a ellos y nosotros como explotados y no vencidos del todo todavía, va dirigida esta narrativa explicativa, entendiendo que en términos profundos y quinquenarios, el vencedor de entonces  (la acumulación originaria, el mercado mundial, el colonialismo capitalista y sus agentes) da apertura, continuidad y herramientas históricas al capitalismo neoliberal decadente  y “salvaje” de hoy, el que sigue subordinado el mundo bajo su lógica irracional devastadora de poblaciones, de ecosistemas y acumuladora de plusvalor y capital a toda costa.

Esta historia, por consiguiente,  no solo hay que repensarla bajo una mirada crítica y materialista señalando el nacimiento de un modo de producción ultra complejo y ultra contradictorio, que si bien aportó dinamismos, relaciones, comportamientos y materialidades provechosas a la vida y la riqueza del desarrollo humano, se convirtió como dice Marx en una bestia apocalíptica que nos tiene al borde de la destrucción total como especie y como planeta. Así pues necesitamos reactualizar la historia que hace 500 años tuvo una de sus génesis en el centro de lo que hoy es México con la misma perspectiva crítica y revolucionaria, para que nos aporte herramientas reflexivas y prácticas para la acción y la actuación histórica revolucionaria en la actualidad.