Un breve repaso al panorama económico mexicano arroja los siguientes resultados: en un mar de datos positivos, el único factor discordante es la inflación.
Una inflación, como reconocen tirios y troyanos, producto de la disminución mundial de la oferta. Y ya se sabe que a menor oferta mayores precios.
Pero se trata de una inflación reducida y contenida, y que está siendo enfrentada con una política económica de fomento y ampliación de la oferta, pues bien se sabe que a mayor oferta menores precios.
Todos los demás indicadores económicos son positivos: tipo de cambio estable, crecimiento de la inversión extranjera, aumento del empleo, incremento constante de la remesas y recaudación fiscal al alza.
Como se puede observar, no hay en la economía nacional datos que prefiguren la necesidad de encender las alarmas. De dónde sacan entonces los adversarios del Presidente López Obrador que el país está al borde del precipicio, en la antesala de un cataclismo económico.
La verdad pura y dura es que se trata de un episodio más de guerra sucia, de propaganda sin sustento en la realidad, de palabras y sólo palabras. Una estrategia de carácter mediático que nuevamente está fracasando en su propósito de restar apoyo popular al gobierno obradorista.
Buena parte de ese fracaso encuentra su explicación en el recurso de las conferencias de prensa matutinas del Presidente, las célebres Mañaneras. Ahí se desmienten falsedades, calumnias, infundios. Y se muestra, con datos reales, la otra cara de la moneda.
Es obvio que en esta confrontación entre verdades y mentiras las Mañaneras ganan siempre. Pero también ayuda al obradorismo la desmesura de la guerra sucia. Son tan grandes y absurdas las calumnias, mentiras y exageraciones que propalan los opositores a la Cuarta Transformación (4T), que no hace falta mucho esfuerzo para desmontarlas. Digamos que caen por su propio peso.
Mientras los opositores se entretienen con sus circunloquios, la 4T continúa su avance con sucesivas reformas constitucionales que dan sólido pie jurídico a las políticas económicas presentes y futuras del obradorismo.
Es el caso de las grandes obras de infraestructura, como el Aeropuerto Felipe Ángeles y el Tren Maya. Y es el caso, igualmente, de la adscripción de la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa.
No ha sido fácil desmontar el andamiaje jurídico y económico del neoliberalismo. Pero la mayor parte de esa titánica tarea ya ha sido realizada. Y lo que resta deberá hacerlo realidad el próximo gobierno, ya con Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard o Adán Augusto López Hernández.
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