No hay exageración alguna si se afirma que Donald Trump es la figura planetaria más censurada y odiada. Y la menos simpática. Tiene en su contra a medio Estados Unidos, a la Unión Europea, a los pueblos de América Latina, a las naciones árabes y musulmanas, a la comunidad homosexual y a otras minorías de […]
No hay exageración alguna si se afirma que Donald Trump es la figura planetaria más censurada y odiada. Y la menos simpática. Tiene en su contra a medio Estados Unidos, a la Unión Europea, a los pueblos de América Latina, a las naciones árabes y musulmanas, a la comunidad homosexual y a otras minorías de todo el mundo, a China, a Rusia. Incluso los más fervientes admiradores de Estados Unidos guardan distancia con respecto al antipático magnate.
Ciertamente, una cosa son los pueblos, las comunidades y los individuos, y otra los gobiernos. Y debe reconocerse que entre los gobiernos Trump tiene amigos, aliados, cómplices y sirvientes. Entre todos estos puede citarse a los gobiernos del llamado Grupo de Lima, a Israel, Arabia Saudita, Japón.
Un ejemplo de esta distancia entre pueblos y gobiernos es México. Por lo que toca al sentimiento popular y salvo prueba en contrario, nadie en este país muestra simpatía, admiración o respeto por el mandatario yanqui. Pero es muy distinto desde el punto de vista del gobierno.
En México, a pesar de los maltratos, los insultos, las humillaciones y los desprecios de que ha sido víctima el gobierno de Enrique Peña Nieto, nada parece minar la buena relación entre ambos Estados. Unos vínculos no propiamente de amistad. Y ni siquiera de complicidad, sino sólo de franca y abyecta servidumbre. El magnate ordena agredir a Venezuela, y el gobierno mexicano cumple veloz y eficazmente la instrucción recibida. Qué importa que Trump haya llamado a los mexicanos animales, ladrones, narcotraficantes y violadores. Hay que aguantar todo. Las órdenes no se discuten. Tampoco importa que al acatarlas se violen las leyes del país y las normas jurídicas internacionales. Y que se violente de modo flagrante y cínico la sana y sabia política de no inmiscuirse en los asuntos internos de otros países.
Cómo explicar esta conducta de sumisión a Estados Unidos. Ya se sabe que política es lo que no se ve. Qué razón oculta obliga al gobierno mexicano a comportarse tan indignamente. Qué datos o informaciones comprometedoras sobre los gobernantes mexicanos poseen Trump, Pompeo, la CIA o el FBI, datos capaces de esclavizarlos de este modo.
Algo de esto tiene que haber. Porque ¿cuál puede ser el interés del pueblo mexicano en derrocar al presidente Nicolás Maduro y destruir al chavismo?Esto no es parte de la agenda de la sociedad mexicana. Es, sin duda, asunto de la agenda de EU.
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