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Mismas medidas, mismos resultados

Fuentes: Rebelión

Cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la República de Cuba dijo (palabras más, palabras menos): si seguimos aplicando las mismas medidas, no podemos esperar resultados diferentes. Una cosa semejante podría decírsele al gobierno mexicano en materia de política económica: si se siguen aplicando las mismas medidas, […]

Cuando el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la República de Cuba dijo (palabras más, palabras menos): si seguimos aplicando las mismas medidas, no podemos esperar resultados diferentes.
Una cosa semejante podría decírsele al gobierno mexicano en materia de política económica: si se siguen aplicando las mismas medidas, se obtendrán necesariamente los mismos resultados. Y esta obviedad que finalmente entendió el mandatario estadounidense, el gobierno mexicano no ha sido capaz de comprenderla y asimilarla en los últimos 30 años.

Luego de tres décadas de privatizaciones de los bienes públicos, de apertura comercial indiscriminada, de sumisión a los dictados de los organismos financieros internacionales dominados por Washington y de la aplicación acrítica de las políticas económicas neoconservadoras, los resultados no pueden ser más desastrosos: crecimiento económico insuficiente, descenso continuo del nivel y de la calidad de vida de enormes sectores de la población, dependencia creciente de las importaciones, incluso de alimentos básicos, inflación y sus correlativas devaluaciones del peso.

Estos resultados económicos, que están a la vista de todos y que inclusive son parte sustantiva del discurso oficial, no han servido para convencer al gobierno de Peña Nieto de la inconveniencia de seguir el mismo rumbo y de la necesidad de un nuevo programa económico que atempere y más adelante ponga fin a la ruinosa situación en que se encuentra el país.

Con obstinación increíble e insensata, al comienzo de su sexenio Peña Nieto se embarcó en la cruzada de modificar el marco constitucional mexicano para hacer aprobar una nueva serie de reformas neoconservadoras. Pero al cabo de unos cuantos meses se hizo presente la sabiduría de la sentencia enunciada por el presidente de Estados Unidos: mismas medidas, mismos resultados.

Y ya están aquí nuevamente y reforzadas las consecuencias negativas del empeño peñanietista: inflación incontrolable y la consecuente devaluación del peso, estancamiento económico y el temor, por no decir certeza, de muy malas noticias económicas en los próximos años, comenzando por este bisoño 2015.

Pero las malas noticias siempre vienen en tropel. Y a la necedad gubernamental de hacer lo mismo y esperar resultados distintos se suma ahora la drástica caída del precio internacional del petróleo. Una caída de 50 por ciento, lo que se traduce ya, y se traducirá más en lo futuro, en una significativa merma de los ingresos públicos.

Frente a este panorama, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, ya ha anunciado que el gobierno peñista puede verse en la necesidad de recortar el gasto público. Y aunque el ministro no lo dijo, puede suponerse que también está considerando un aumento en las tasas impositivas actuales, la creación de nuevos impuestos y el incremento en los precios de los bienes y servicios que vende el gobierno, como las gasolinas, la electricidad y el agua, por ejemplo.

Sorprende, por lo tanto, la reiteración del ofrecimiento peñanietista de próxima mejoría económica para los mexicanos; sorprenden los aires triunfalistas que envuelven ese discurso insostenible; sorprende la falta de entendimiento del desastre en que nos encontramos; y sorprende la falta de conciencia de Peña Nieto y de su gabinete respecto a la imposibilidad de llevar a la práctica las reformas paridas al inicio del sexenio.

No se trata de ser catastrofistas, pero está más o menos claro que el gobierno ha perdido la iniciativa. Y lo que es mucho más grave: que ha perdido, si es que alguna vez la tuvo, la capacidad de gobernar. No digamos de gobernar en favor de los mexicanos, sino ni siquiera de gobernar para la propia estabilidad del régimen.

Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.com.mx

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.