Definir a la izquierda es un reto por sí mismo, pero a grandes rasgos se ha caracterizado por siempre defender el cambio, contrario al conservadurismo, que como su nombre mismo lo dice, toma partido por mantener el statu quo y los privilegios de las élites, privilegios que suelen asegurar son el fruto del esfuerzo propio o -más comúnmente- de sus antepasados.
Es por ello, que muchos de los avances de la sociedad fueron primero una propuesta de políticos progresistas o de izquierda. La independencia de México existió primero como idea entre los grupos que, influenciados por los revolucionarios estadounidenses y franceses, consideraban que México debía ser una nación y no solamente una colonia, supeditada para siempre a una metrópoli.
Por su parte los conservadores auguraban que esto sólo podía ser la ruina de México. Aún existe quien lo cree así, suponiendo que hoy serían ciudadanos europeos, con todos sus privilegios. Congruentes con estas ideas, los conservadores de la primera época de México buscaron por todos los medios la restauración de la corona ya fuera nacional o importada.
Maquiavelo no dudó en aconsejar al príncipe reducir la influencia y el poder de la iglesia católica, si es que realmente quería ser el que mandaba entre sus súbditos.
Enrique VIII sólo tomó de pretexto sus famosos problemas conyugales para desterrar a la iglesia romana de su territorio, gracias a lo cual el Reino Unido logró consolidar un poder que hasta la fecha le caracteriza, sin importar que hayan pasado de una monarquía absolutista a una parlamentaria sin graves alteraciones a su orden político y eventualmente cívico.
Es así que la idea de los liberales mexicanos no tenía mucho de novedoso cuando levantaron la bandera de la laicidad y reducir el poderío de la iglesia que era la principal propietaria de tierras en el país, así como su hegemonía sobre toda la vida civil, bautismos, matrimonios, sepelios, todo era monopolio de la iglesia y el diezmo era obligatorio.
Aunque el gobierno de Porfirio Díaz acabó en una dictadura y fue un férreo defensor del conservadurismo, originalmente llegó ahí por la defensa de ideas liberales y antirreeleccionistas. Pero la resistencia a dicha dictadura provocó diversas respuestas progresistas, siendo el zapatismo y el villismo las más radicales.
Gracias a la presión de estas posturas radicales los constitucionalistas, a la postre vencedores de la lucha de facciones, tuvieron que desplazarse tan a la izquierda como les fue posible y acabaron creando una constitución de avanzada, aunque no todas sus leyes se llevaron a efecto y algunas de ellas acabaron siendo instrumentos del presidencialismo.
Hoy México tiene un gobierno que se asegura heredero de esas grandes transformaciones progresistas, aunque las previas implicaron una cruenta lucha armada, y no es que la alternancia actual haya estado exenta de violencia, tan solo hay que recordar la cantidad de perredistas asesinados en el sexenio 1988-1994, así como la violencia que reina hoy.
Pero vale la pena cuestionar la postura de ese gobierno ante un movimiento que hoy resalta por su radical progresismo: el feminismo; así como frente a las principales víctimas de décadas de abusos organizados por el vecino imperialista del norte: los migrantes centroamericanos, quienes se ven obligados a cruzar México en busca de la supervivencia.
Lo más probable es que la 4T sea recordada en la historia por su respuesta a estos dos movimientos, que por una etiqueta que haya decidido ponerse a sí misma.
Twitter: @PacoJLemus