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Un disco homenaje a los grandes maestros

Morente moderniza la tradición

Fuentes: La Vanguardia

El pasado mes de mayo, con motivo del simposio que el XI Festival Flamenco de Ciutat Vella dedicó a Enrique Morente (Granada, 1942), el coordinador del ciclo, el poeta José Luis Ortiz Nuevo, trataba de apresar en unas pocas palabras la personalidad del cantaor granadino, su talante creador, «la inteligente osadía de mirar donde nadie […]

El pasado mes de mayo, con motivo del simposio que el XI Festival Flamenco de Ciutat Vella dedicó a Enrique Morente (Granada, 1942), el coordinador del ciclo, el poeta José Luis Ortiz Nuevo, trataba de apresar en unas pocas palabras la personalidad del cantaor granadino, su talante creador, «la inteligente osadía de mirar donde nadie lo hace y su postura civil, su mandato de maestro que ha ido paso a paso creciendo y crece aún…, su curiosidad y su gusto para sentarse a tratar con la belleza». El pudor le impidió entonces a Morente viajar a Barcelona para asistir al homenaje, que se suma al que en los próximos días le rendirá el Festival de Cante de las Minas de La Unión, y que él vive con gratitud, distancia cuerda y bastante guasa. «En esta vida hay que ser agradecido, y yo lo soy, pero no puedo evitar sentir que todo eso le está sucediendo a otro. Los premios se los dan a una persona, a un Enrique Morente que fue como fue hace uno, cinco o diez años. Pero aquel ya no soy yo», reflexiona el cantaor en conversación telefónica desde su domicilio de Granada, a propósito de su nueva actuación en Barcelona, esta vez en el marco del Fòrum-Grec. El concierto, en el que presentará su último disco El pequeño reloj (Virgin), tendrá lugar mañana en el anfiteatro de Montjuïc.

Publicado en el 2003, El pequeño reloj es un trabajo que encaja a la perfección en la trayectoria de un artista que entiende el flamenco como «un arte en continuo movimiento» y a sí mismo como un «traductor de sentimientos, de la tradición, de todo aquello que han hecho otros antes que tú». La Casa de la Tradición y la Traducción es justamente uno de los nombres que considera para bautizar un centro artístico que proyecta abrir en su antigua casa del Albaicín granadino, frente a la Alhambra, y cuyas obras comienzan esta misma semana. «Será un centro polivalente, que en la parte inferior albergará un restaurante y en la superior contará con una gran sala en la que tendrán cabida desde exposiciones a conferencias o recitales, no necesariamente de temática flamenca», avanza.

Tradición/Traducción es también el título de un nuevo disco que por el momento tendrá que esperar. «La esencia del arte es una continua traducción, y muy angustiosa por cierto», confiesa el cantaor, quien añade que, además de este trabajo, tiene en cartera «otros siete u ocho», entre ellos uno dedicado al triángulo África, Cuba, Cádiz, y otro que tomará como pretexto la pintura, siguiendo la experiencia que inició con el artista José María Sicilia, o la más reciente, a propósito de la inauguración del Museo Picasso de Málaga, en la que musicó escritos del pintor en una compleja composición de casi veinte minutos. Pero, aparte de conseguir los permisos para el nuevo centro, lo que le ha mantenido ocupado en los últimos tiempos es Pastora 1922, espectáculo sobre la Niña de los Peines (musa de Lorca, cuya voz, única, fue declarada bien de interés cultural) que estrenó su hija Estrella en el pasado festival de Granada y del que actualmente está produciendo un disco en directo. Es ésta una experiencia nueva en su trayectoria, la de productor de las grabaciones de su hija, que le permite crear y expresarse a través de otro, «aunque si te equivocas, como eres el papaíto, las hostias son dobles».

El pequeño reloj, el disco que le trae de vuelta a Barcelona, es una reflexión sobre el paso del tiempo, en la que recupera viejas grabaciones de maestros de la guitarra (Manolo de Huelva, Montoya, Sabicas…), a las que sobrepone su voz y luego contrapone, con los mismos palos, el toque actual de Tomatito, Pepe Habichuela y Niño Josele; incorpora a Quevedo, Bécquer y León Felipe a su nómina de poetas, echa mano del Claro de luna de Beethoven para un Alegato contra las armas, y, por primera vez, se adentra en el terreno del tecno, para un homenaje al presidente brasileño Lula da Silva. El concierto está incluido dentro de la programación del Fòrum-Grec. Morente no puede evitar una cierta contrariedad al enterarse de que, dentro del recinto, la pasada semana se celebró una semana flamenca en la que todos los participantes eran gitanos, en lo que se presentó como una reivindicación del origen gitano del flamenco. «Me parece muy bien y justo que se reivindique el valor del pueblo gitano en el flamenco, pero no puedo entender que eso implique una discriminación al que no lo sea. Éste es un arte de personas, de profesionales que no se sabe muy bien ni cómo hemos llegados a ser cantaores y que es casi un milagro que estemos en los escenarios. El flamenco es lo que es gracias a artistas de una y otra etnia. Yo, como no gitano, tengo la obligación de resaltar los valores de quienes sí lo son. Que dentro del arte calen ideas racistas me parece vergonzoso, y por mi parte no pienso darles entrada ni en mi vida, ni en el flamenco».