Recomiendo:
0

El MAS consumó la traición dándole su voto al MIR y al MNR

Nace la «Triple M» y se posterga la Constituyente

Fuentes: Rebelión

La medianoche del 4 de julio el Congreso de la Nación consumó la traición a la consigna popular de refundación del Estado que por 21 meses mantuvo a Bolivia movilizada de norte a sur en demanda de profundas reformas constitucionales. El embajador de los EEUU en Bolivia David Greenlee, principal patrocinador de la salida eleccionaria, […]

La medianoche del 4 de julio el Congreso de la Nación consumó la traición a la consigna popular de refundación del Estado que por 21 meses mantuvo a Bolivia movilizada de norte a sur en demanda de profundas reformas constitucionales. El embajador de los EEUU en Bolivia David Greenlee, principal patrocinador de la salida eleccionaria, celebró el día de la independencia de su país recibiendo la postergación de la Asamblea Constituyente de manos de los principales agentes neoliberales en Bolivia, a los que se sumó el partido de Evo Morales, en la conformación de lo que los medios alternativos en Bolivia han denominado la «Triple M» (MIR-MNR-MAS).

El MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y el MNR (Movimiento Nacionalista Revolucionario), partidos que en alianza llevaron al poder a Gonzalo Sánchez de Lozada, consiguieron – con el voto del MAS (Movimiento al Socialismo) – los dos tercios necesarios para modificar la Constitución Política del Estado y viabilizaron así la doble impostura del acortamiento de mandato del parlamento y convocatoria a nuevas elecciones generales. De esta forma, el partido cocalero que había encabezado en 2003 la reivindicación popular por la recuperación de la propiedad de los hidrocarburos, concluyó un accidentado tránsito al «lado oscuro» que se inició en 2004 con su ingreso velado al gobierno de Carlos Mesa y que se consolidó días atrás haciendo pública su alianza con el alcalde paceño Juan del Granado, también operador del ex presidente Mesa. Los movimientos vecinales, obreros e indígenas en el resto del país ensayan todo tipo de explicaciones, pero aún se preguntan ¿cómo pudo ocurrir?

Fatídico 4 de julio

Cerca de la medianoche del 4 de julio, tras una subrepticia instalación de sesión en la Cámara Baja, se procedió a la votación de la propuesta de viabilizar nuevas elecciones generales mediante modificación del artículo 93 de la Constitución Política del Estado. Hasta ese día dos fuerzas políticas – la NFR (Nueva Fuerza Republicana) y el MAS – habían resistido la presión de la Embajada de EEUU, de las trasnacionales petroleras, de los empresarios privados, de la Iglesia católica y – sobre todo – de los oligopolios mediáticos, que a fuerza de sistemática tergiversación posicionaron en la agenda informativa internacional la travestida idea de que la salida a la crisis nacional vendría vía nuevos comicios presidenciales. Por oposición, la NFR y el MAS defendieron la necesidad de reformas estructurales al modelo, instalando la única instancia capaz de llevar adelante tales reformas de forma inclusiva y con participación popular: La Asamblea Constituyente. Ambos partidos postularon la idea de que un nuevo gobierno con las mismas reglas de juego no podría viabilizar las demandas populares. «No más gobiernos-parche, refundación del país», era el postulado compartido.

Pero el MAS, que había claudicado inexplicablemente durante el fin de semana, aceptó extra-parlamento declinar de la Constituyente y a la medianoche del lunes 3 de julio votó por elecciones generales junto a los verdugos de la masacre de Octubre de 2003. En el paroxismo de la paradoja la NFR, un partido que vivió los últimos 22 meses bajo el estigma de haber formado parte de la Megacoalición, defendió hasta el último minuto y hasta el último orador la realización de la Asamblea Constituyente.

Entre «gallos y medianoche»

Apenas una hora después pero ya en martes 5 de julio, tras que la Cámara Baja aprobara por dos tercios la modificación a la Constitución, el presidente del Senado convocaba a Sesión de Congreso para dar por «oleada y sacramentada» la decisión anti-popular. Un senador – el octogenario sindicalista minero Filemón Escobar – se interpuso a la instalación de la sesión congresal y con vigor denunció que el MAS había traicionado sus principios, había condenado a muerte a la Constituyente y se había vendido a la derecha al votar con el gonismo.

Escobar, senador por Cochabamba y disidente del MAS, fue abucheado y silbado por el conjunto de parlamentarios de la «Triple M», mientras que su denuncia, que en otra situación hubiese significado la portada de todos los diarios paceños, fue silenciada por esa misma campana de silencio con que los medios desvirtuaron la disconformidad de los movimientos sociales y la ciudadanía boliviana para con esa perpetración que «entre gallos y medianoche» se llevó el sueño de la Constituyente.

Con cinismo despectivo por toda respuesta, Hormando Vaca Diez escuchó a Escobar con la socarrona sonrisa de quién escucha el lamento de su víctima herida de muerte. Esta elección estaba urdida para la ascensión del candidato de la Embajada «Tuto» Quiroga y dejar quejarse a Escobar no impediría el inminente resultado del ardid consumado.

La reacción del stablishment se hizo sentir en su vehemente apologización de la decisión congresal. Los apéndices informativos de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa) en Bolivia celebraron la decisión del Congreso como «un triunfo de la democracia», mientras que – en el mejor estilo de la derecha – buscaron descalificar la consigna nacional mediante la descalificación de sus eventuales defensores en el Parlamento; «Manfred Reyes actuó por cálculo político» y «La NFR no quería dejar el Congreso», dicen, pero eso no desvirtúa que el modelo neoliberal en Bolivia no aguanta otro parche más y que el nuevo presidente será otro hijo más del viejo sistema.

A 48 horas de la perpetración, todas las disculpas del mundo no le alcanzan a Evo Morales para racionalizar su decisión ante la Coordinadora del gas y otras organizaciones sociales, mientras que el pueblo mira aún con incredulidad la evidencia objetiva de que Manfred Reyes Villa se haya puesto frente al orden establecido por una causa que estaba condenada antes de llegar al Parlamento. Por toda explicación, Reyes Villa habló de «haber recuperado la dignidad» y de «haber saldado la deuda que contrajera su partido cuando ingresó al gobierno de Sánchez de Lozada en 2003, bajo las mismas presiones que hoy llevan al MAS a someterse al cálculo electoral.

Estos días Bolivia es un mundo de contrasentidos, en los que la traición a la aspiración del pueblo vino de manos de quienes se pregonaban sus mayores defensores, mientras que quienes debían defender el modelo se jugaron inexplicablemente su viabilidad y la anuencia del Imperio a la defensa de la Asamblea Constituyente.