Fanged Noumena es una recopilación de los artículos del filósofo Nick Land previos a su «autoexilio» a Shanghái. El libro fue editado originalmente en 2011 por Robin Mackay, que estaba vinculado al propio Land en los años 90′ dentro del grupo de pensadores CCRU, y Ray Brassier, a quien se considera dentro de la corriente […]
Fanged Noumena es una recopilación de los artículos del filósofo Nick Land previos a su «autoexilio» a Shanghái. El libro fue editado originalmente en 2011 por Robin Mackay, que estaba vinculado al propio Land en los años 90′ dentro del grupo de pensadores CCRU, y Ray Brassier, a quien se considera dentro de la corriente del Realismo especulativo junto a los filósofos Quentin Meillassoux y Graham Harman, de la que actualmente reniega . La publicación de estos ensayos en español viene precedida de cierta polémica política y filosófica, debida al tránsito de Land desde las posturas aceleracionistas de superación del capitalismo, hacia la defensa de un mito neorreaccionario y autoritario. Para colmo, su militancia actual en el movimiento NRx se encuentra unida al sugerente membrete de Ilustración Oscura (The Dark Enlightenment), permitiéndole mantener un halo de malditismo nietzscheano con el que consigue reverberar como enfant terrible contra-academicista. En consecuencia, Land muestra un enorme desapego hacia su pensamiento anterior, como si se tratara del producto de una mente ajena en la que no se reconoce. Lo primero que debemos señalar es que Fanged Noumena sacia las expectativas de quien se acerca desde la leyenda negra elaborada por el propio Land.
Por eso, para comprender con mayor exactitud la resonancia y la altura del libro, resulta imprescindible la lectura del prólogo escrito por Robin Mackay, El inhumanismo experimental de Nick Land, que contextualiza y da el tono preciso. Mackay, que fue alumno suyo, nos presenta la primera obra de Land como una escritura subversiva, más cerca de la literatura que del ensayo riguroso. En ese momento, el inquietante vocabulario ciberpunk y antihumanista, unido a las desafiantes tesis anticapitalistas, lo convirtieron en un revulsivo en el circuito del pensamiento crítico. Para el Land de aquella época la filosofía trascendía el ámbito académico, plasmándose en su vida cotidiana, poniendo en riesgo su trabajo y hasta su salud mental. Mackay describe con estas palabras la fascinación que Land despertaba entre sus alumnos de la Universidad Warwick: «Era imposible no quedar impresionado ante la certeza de que la vida de ese hombre estaba volcada por completo en su trabajo, y que para él la filosofía no era algo que hacer de nueve a cinco ni tampoco un atajo hacia la autoafirmación personal en su sentido más convencional1«.
Land fundamentaba sus reflexiones en la lectura de Nietzsche, Deleuze, Guattari, Freud, Bataille o Artaud, pero añadiendo el cine popular y los libros de ciencia-ficción, la cultura rave y las drogas. La mención, las citas y los desvíos (détournement) de estos autores son constantes en sus artículos, añadiéndole el pesimismo escéptico y morboso del Baudrillard más postmoderno o la escritura críptica y enardecida de la Economía libidinal de Lyotard. Todo esto mezclado dio lugar a una serie de artículos cercanos al manifiesto o el poema, cuya lectura pública solía convertirse en una perfomance de difícil digestión. Su escritura es un intento de plasmar una cosmología de lo inhumano, rozando lo inorgánico, sumergiendo al lector en imágenes más cercanas a las pesadillas eróticas y biomecánicas de Giger, que a las tribus recorriendo el desierto de Deleuze. Mackay lo resume así: «En estas prácticas Land vio al tánatos (la pulsión de muerte, el afuera desconocido) insinuar su avance por lo humano a través del eros2«. Su planteamiento podría resumirse en un intento de superación de la dialéctica del deseo, tratando de seguir la senda marcada por el Anti-Edipo, para ir más allá del capitalismo por el lado de la producción deseante.
En este marco, adquiere más sentido el texto Deseo maquínico, escrito en 1993 y contenido en Fanged noumena, donde se evidencia su papel como impulsor de muchos conceptos de la corriente aceleracionista, que desarrollarán varios de sus colaboradores. En este artículo, Land se separa de la visión clásica del capitalismo, entendido como un modo específico de producción, para convertirlo en una especie de ente monstruoso cuyo devenir es imparable e incomprensible, si nos mantenemos en la perspectiva humanista y conservadora de la izquierda. La provocación ideológica se puede apreciar en fragmentos como el siguiente, donde se evidencia el batiburrillo filosófico que maneja:
Está siempre en movimiento hacia un no-espacio terminal y hace colapsar la tierra en una fusión que desemboca en el cuerpo sin órganos (…). El capital no es una esencia sino una tendencia, la fórmula de aquello que decodifica, o inmanencia propulsada por el mercado, que subordina progresivamente la reproducción social a la replicación tecnocomercial3.
Frente a esa dinámica, que va devorando lo real hasta convertirlo en parte de una maquinaria caótica, el socialismo ha quedado como un movimiento nostálgico, que trata de recuperar un estado subdesarrollado o anterior al capital. Como intento de superación de esta ideología de confrontación caduca, Land esgrime un fragmento del Anti-Edipo, colocándose en la lógica de desterritorialización del capitalismo y buscando ese momento de aparente colapso, que permita cartografiar un nuevo mundo. Una cita que está recortada, probablemente como recurso estético, para dotar de más dramatismo a la escena. En este punto, no puedo resistirme al impulso de reproducir algo más del fragmento del Anti-Edipo al que hacemos referencia, reivindicando la lectura del original frente a la recuperación ambigua que se realiza en la obra de Land. La parte citada por él se encuentra en cursiva:
Por tanto, debemos decir que nunca se irá bastante lejos en el sentido de la desterritorialización: todavía no has visto nada, proceso irreversible. Y cuando consideramos lo que es profundamente artificial en las re-territorializaciones psicóticas hospitalarias, o bien neuróticas familiares, exclamamos: ¡aún más perversión! ¡aún más artificio! Hasta que la tierra se vuelve tan artificial que el movimiento de desterritorialización crea necesariamente por sí mismo una nueva tierra4.
Todavía no has visto nada. La frase es lanzada no sólo a modo de advertencia, sino de maldición. Para alcanzar su significado pleno en un mundo como el nuestro, donde se ha consumado el simulacro, cuando resulta tan difícil sostener que algo haya realmente acontecido. Una realidad donde ser humano se ha convertido en adicto a las nuevas tecnologías y los ansiolíticos, para sobrevivir a la angustia de la desterritorialización. Por eso, no nos extraña que la Tercera Guerra Mundial pueda comenzar con el enfrentamiento entre el emperador de EEUU y «Neo-China» para el control del 5G.
Para escapar de las miserias del capital, Land invocó a las fuerzas creadoras presentes en el caos. Esto lo hizo en su manifiesto Colapso (Meltdown) de 1994, donde explica cómo el mundo que ha de venir será el de la transgresión de la naturaleza humana a través de la biotecnología y las drogas de síntesis; con el fin del orden mundial y el triunfo de Neo-China; alcanzando la fusión de la mente humana con las máquinas; superando el orden binario (hombre/mujer, verdad/mentira, realidad/fantasía, bueno/malo,…). Será, pues, la nueva fase del esquizoanálisis, «software de red para acceder a los cuerpos sin órganos5«.
En el punto de partida de estos dos artículos es donde se tocan Land y la corriente del aceleracionismo de izquierdas. En la medida en que ambos tratan de alimentar el impulso revolucionario del caos capitalista, para conseguir trazar ese nuevo territorio. Tal y como Armen Avenassian y Mauro Reis nos indican, en el prólogo a su interesantísima recopilación de textos afines y divergentes del aceleracionismo, se trata de «la insistencia en que la única respuesta política radical al capitalismo no es protestar, agitar, criticar, ni tampoco esperar el colapso en manos de sus propias contradicciones, sino acelerar sus tendencias o desarraigo, alienantes, descodificantes, abstractivas6«. Con este marco tan general, los diferentes teóricos del aceleracionismo han oscilado desde la delectación en la brutalidad del presente (como es el caso de Land) a la propuesta utópica más radical, rozando lo delirante. En 2013, el Manifiesto por una Política Aceleracionista7 de Nick Srnicek y Alex Williams marca un punto de inflexión que separa, definitivamente, a esta corriente de la lectura neorreaccionaria de Land o, en palabras de Avanessian y Reis, de su «fatalismo esquizoide anárquico o tecnocapitalista». Desde entonces, Srnicek y Williams han publicado varios textos en torno a la superación del capitalismo a través de la economía colaborativa, analizando las fuerzas revolucionarias que podrían emerger con la crisis del capitalismo. Para ellos, la necesidad más urgente es enfrentarse a un mundo donde el trabajo y el proletariado han desaparecido. En consecuencia, acelerar el capitalismo es apropiarse de las herramientas tecnológicas que la izquierda tradicional ha rechazado, para construir un futuro que podría parecerse a lo sucedido en la plaza de Tahrir, en el movimiento del 15M, en la resistencia a la troika de Grecia o en Occupy Wall Street. Significativamente, en la lista de agradecimientos de Inventar el futuro8, Srnicek y Williams nombran a gran parte de los colaboradores más señalados de Land, como fueron los teóricos Mark Fisher, Ray Brassier, Robin Mackay o el escritor Reza Negarestani (escritor de la críptica novela Ciclonopedia, editada en español por Materia oscura). Pero el filósofo oscurantista ha quedado repudiado, tachado como influencia de la utopía humanista que Srnicek y Williams ofrecen.
Resumiendo mucho la cuestión, lo que el Manifiesto por una política aceleracionista proponía era construir una política prometeica con la que superar, por un lado, el pesimismo de los diagnósticos de los teóricos de izquierda y, por otro, el estancamiento de la discusión de las organizaciones militantes en cuestiones metapolíticas. De esta forma, sus autores señalan lo siguiente:
Los aceleracionistas quieren liberar las fuerzas productivas latentes. En este proyecto, la base material del neoliberalismo no necesita ser destruida, necesita ser redirigida hacia objetivos comunes. La infraestructura existente no es un escenario capitalista que deba ser demolido, sino una plataforma de lanzamiento hacia el postcapitalismo9.
Por eso, resulta imprescindible recuperar el sueño utópico de trascender «los límites del planeta y nuestras formas corporales inmediatas10«. Una idea que nos remite a las novelas de ciencia ficción y a los sueños espaciales del siglo XX, pero que resulta imprescindible ante el potente relato ideológico que están recuperando las corrientes reaccionarias.
En cualquier caso, Land se convirtió en el difusor de las concepciones acelerionistas presentes en la obra de Deleuze y Guattari, pero también de Marx, con la recuperación del Discurso sobre el libre comercio de 1884 o el Fragmento sobre las máquinas, recogido en los Grundrisse (Lineamientos fundamentales para la crítica de la economía política). Textos que son esgrimidos a modo de trofeos o fetiches, separados del resto del pensamiento marxista, como si se trataran de una anomalía o lapsus. Desde esta perspectiva, la máquina capitalista dejaba de ser un medio de producción, desapasionado o ciego, que utiliza al proletariado como mera fuerza convirtiéndolos engranajes. Para mostrarse como un poder que, al reunir a los trabajadores bajo su yugo, se transforma en algo casi orgánico o vivo. Una entidad con múltiples conciencias coordinadas por un dispositivo interiorizado.
Hay que recordar que Land se encuentra en el germen de la CCRU (Cybernetic Culture Research Unit), que alumbró el concepto de hiperstición. De hecho, fueron las actividades y textos del grupo las que tuvieron como consecuencia la expulsión del propio Land de la Universidad de Warwick en 1998, un elemento que agrandará la leyenda negra del grupo. La CCRU estaba formada fundamentalmente por Land, Robin Mackay y Mark Fisher (de quien se están publicando sus artículos por parte de Caja negra y Alpha Decay). Además, durante una temporada contaron con la colaboración de Sadie Plant, una de las teóricas pioneras del ciberfeminismo, autora de un interesante estudio sobre la Internacional Situacionista y un sugerente libro donde recorre el histórico vínculo entre la literatura, la filosofía, la música y las drogas11.
La CCRU se puso en marcha de manera progresiva en los años 90, dando lugar a publicaciones propias a partir de 1997 y hasta 2003. La noción de hiperstición jugará un papel fundamental en su andamiaje teórico, presentándose como una suerte de conjuro de lo real, una invocación de posibilidades que juega con el equívoco entre ficción y verdad. Así, por ejemplo, Land se permite crear un alter ego aún más delirante, el profesor D.C. Barker, con quien dialoga en torno a temas como la alteración de la esencia humana en virtud del trauma tectónico o cómo las neurosis surgen de nuestra catastrófica postura erecta. En este sentido, el concepto de hiperstición retoma de alguna manera la veta abierta por movimientos underground como el discordianismo (siendo el escritor Robert Anton Wilson uno de sus integrantes con más recorrido), con un cóctel de ideas tan sugerente como pretendidamente equívoco resultante de mezclar el ocultismo, la ciencia ficción, el activismo radical o, elemento crucial que falta en Nick Land, un ácido y subversivo sentido del humor. En todo caso, la finalidad de la hiperstición era crear un nuevo mito, alumbrar pequeñas ficciones que fueran penetrando en la conciencia colectiva para alterar el imaginario y de ahí llegar a eclosionar en la propia realidad. Era la puesta en marcha de la máquina deseante guiada por una pulsión de vida desbordante. Aunque, en la práctica su alcance fue mucho más modesto ofreciendo una especulación poética, donde plasmar las ideologías ocultas en la cultura popular y con la intención de generar una respuesta intelectual más o menos subversiva.
A partir de su expulsión de la Universidad de Warwick, Land desarrollar una serie de artículos que constituyen un corpus más evocador que comprensible y que se encuentran en la segunda parte de Fanged Noumena. En ellos se suceden las referencias al comandante Kurtz, a la película Terminator, la oscuridad gótica, Lovecraft, el Anti Edipo, la cibernética,… Todo ello con una escritura alucinógena y tumultuosa, que debía infectar la mente del lector, como el lenguaje parasitario propuesto por William Burroughs. Dentro de esta serie de artículos, como en el caso de Criptolito (publicado en 1999), Land ya dejaba claro el devenir de su propio pensamiento cuando escribe: «Creen que Barker está loco. O quieren creerlo. No porque piense que las galaxias hablan y la tierra grita: todo el mundo lo sabe, se diga lo que se diga12«. Con estas palabras Land está marcando el límite de su propia cordura, para sumergirse en el abismo de lo Real donde las dimensiones se vuelven monstruosas. A partir de entonces, su pensamiento se va perdiendo en la angustia y el vértigo.
Para Land romper con el vínculo entre el lenguaje y el significado permitiría abrir las conciencias a lo desconocido, forjando un futuro caótico, esquizoide y oscuro. El problema es que toda esa oscuridad conducía a una utopía cada vez más terrible y deprimente. La pulsión de muerte había ganado la partida, ya no había superación de la dialéctica del deseo, sino el descenso a los infiernos de una mente en estado de delirio. De hecho, Land perdió completamente la cordura y se dejó llevar por sus propias ensoñaciones transgresoras. Como señala Mackay, ya no sabía si sus «epifanías especulativas» habían sido «destellos de acceso a lo trascendental, o si fueron apenas el deterioro patético de una psique forzada13«. Ya no necesitaba narrar ningún mito, él mismo encarnaba a un dios caído en desgracia, arrasado por la vivencia extática del deseo productor, seducido por el torbellino de su propio imaginario. El camino por el que transita desde entonces es bastante más prosaico y triste: tras el pertinente ingreso en una institución mental y proceso de desintoxicación, Land reniega actualmente de todo ese intento por gestar un pensamiento subversivo y anticapitalista. Hoy se dedica, sin complejos, a extender nociones totalitaristas y oscurantistas con las que seducir a universitarios sedientos de un nuevo relato reaccionario.
Podríamos decir que, de todas formas, no había tanta distancia entre ambos discursos. Sabemos del fácil deslizamiento que se puede efectuar desde el pensamiento trasgresor del último Baudrillard, que negaba la realidad de cualquier acontecimiento, hacia el postmodernismo más ramplón, que abandona cualquier voluntad de cambio fascinado por la catástrofe inminente. Hay que reconocer que si dejamos al margen el carácter deliberadamente oscuro del vocabulario empleado por Land, con el que se acerca peligrosamente a la impostura intelectual, es fácil caer cautivado por el discurso de los primeros artículos de Fanged noumena. Acunados por las referencias que maneja, enardecidos por su tono mesiánico y rebelde, los lectores podrán contemplar o imaginar que contemplan un nuevo territorio donde escapar del malestar del capitalismo, para producir esa nueva Babilonia extática, turgente y viva. Ese encantamiento se mantiene en el origen de la hiperstición, donde invoca las posibilidades de lo real a través de una palabra liberada del sentido. Sin embargo, con esta herramienta se va separando de una voluntad crítica para acercarse al placer superficial de la simple transgresión estilística a partir de la ruptura con cualquier discurso con sentido. La intención de Land acaba siendo ir más allá de la diferencia entre verdad y ficción, consiguiendo que su discurso se alce como un simulacro entre otros. De esta forma, Land acaba por construir el espejismo de una provocación que es puramente intelectual, imposible de anclar en la existencia cotidiana. Su paso por el aceleracionismo se torna una impostura más en la elaboración de una leyenda que sólo podía conducir a la autodisolución y el renacimiento filofascista.
Notas:
[1] Robin Mackay en El inhumanismo experimental de Nick Land, dentro de Fanged Noumena Vol 1, 1988-2007, Nick Land. Traducción,glosario y notas de Ramiro Sanchiz. Barcelona: Holobionte, p. 13.
[2] Íbid., p. 16.
[3] Nick Land (2019), op. Cit., p. 67.
[4] DELEUZE, G. y GUATTARI, F. (2010), El anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia. Madrid: Paidós, p. 332.
[5] Nick Land (2019), op. cit., p. 74.
[6] AVANESSIAN, A. y REIS, M. (2017), Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo. Buenos Aires: Caja Negra, p. 9. En este libro se encuentra una primera traducción de Colapso de Land.
[7] Recogido en AVANESSIAN, A. y REIS, M. (2017), op. Cit., pp. 33-48.
[8] SRNICEK, N. y WILLIAMS, A. (2015), Inventar el futuro. Poscapitalismo y un mundo sin trabajo. Barcelona: Editorial Malpaso, p. 5.
[9] SRNICEK, N. y WILLIAMS, A. (2017), Manifiesto por una política aceleracionista en Aceleracionismo. Estrategias para una transición hacia el postcapitalismo. Op.cit., pp. 40-41.
[10] Íbid., p. 47.
[11] El gesto más radical, editado por Errata naturae, y Escrito con drogas, en la Editorial Destino.
[12] LAND, NICK (2019), op. Cit., p. 190.
[13] MACKAY, ROBIN en El inhumanismo experimental de Nick Land, op. Cit., p. 22.
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