Joaquín Miras acaba de publicar con su compañero Joan Tafalla en el Viejo Topo el libro «La izquierda como problema» donde analizan la crisis civilizatoria que estamos atravesando y se cuestionan el propio papel de la izquierda. Miras nos dice en esta entrevista que el único futuro humano será el que nosotros logremos crear con […]
Joaquín Miras acaba de publicar con su compañero Joan Tafalla en el Viejo Topo el libro «La izquierda como problema» donde analizan la crisis civilizatoria que estamos atravesando y se cuestionan el propio papel de la izquierda. Miras nos dice en esta entrevista que el único futuro humano será el que nosotros logremos crear con nuestra propia praxis colectiva.
Joaquín es un Gramsciano catalán discípulo de la pareja Adinolfi Sacristán que nos recuerda aquella cita de Gramsci que en los tiempos malos de la historia, como los que vivimos, tenemos que que pasar, modestamente, de sentirnos «labradores de la historia» [aratori della storia] a considerarnos «estiércol de la historia» [concio della storia]. «Antes -nos decía Gramsci – todos querían ser labradores de la historia; nadie quería ser estiércol de la historia […] Pero ¿se puede arar la tierra sin haber echado antes el abono? Algo ha cambiado, porque ahora hay quien se adapta filosóficamente a ser estiércol, el que sabe que tiene que serlo y se adapta». En esta linea Miras nos incita a repensarnos como únicos «soberanos» de la Historia. Y a volver a recuperar las plazas y palacios.
-¿Por qué el título la izquierda como problema?
Porque la izquierda, nuevamente, y al igual que en el 78, en vez de tratar de trabajar pacientemente para hacer posible que la gente se auto organice, actúe y haga su experiencia, sustituye la acción protagonista de la gente, y se postula ella misma como la solución. En consecuencia, cada grupo político considera que llegar «el primero», vender sus ideas, con independencia de que haya fuerza de masas para imponerlas, tener más votos, eso es lo principal. Un problema de cultura política: pura teoría de elites; olvidan que el educador debe ser educado según la tercera tesis Feuerbach de Marx.
-¿Por qué consideráis fundamental para la actual derrota de la izquierda la llamada construcción de Europa, con el Euro como bandera?
En primer lugar porque ha desmontado los escasos instrumentos de control soberano sobre las economías que estaban arraigados en los estados: soberanía monetaria, control de importaciones -sin el que nada de raro tiene que no haya industrias, ni puestos de trabajo-, no hay instrumentos de generación y apoyo a la industria, créditos a la producción etc. En segundo lugar porque «Europa» es el nombre de la ideología según la cual nosotros somos distintos al resto del mundo, aquí no hay currantes, estamos en el mejor de los mundos posibles, Disneylandia, y eso de la lucha de clases es una antigualla. «Europa» es el nombre de una ideología tóxica, el nombre del sueño de la razón.
-La llamada transición política recurriendo al léxico Gramsciano supuso un episodio de «trasformismo» o una especie de «revolución pasiva»?
Ambas cosas van integradas en la reflexión gramsciana, y además, ambas se dieron. Revolución pasiva, en la medida en que el régimen asume y da solución, desde sus presupuestos políticos, a determinadas demandas populares, y las desactiva. Transformismo en la medida en que coopta a masas de cuadros políticos de la oposición, les da juego y posibilita su futuro personal como grupo social con un lugar al sol, y esto los transforma moralmente. Por último se sataniza, se ridiculiza, se excomulga a los grupos que no aceptan ese «ascenso».
-¿Por qué en estos momentos, como hablais en el libro, el nivel de movilización no ha superado aun la fase «económico-corporativa»?
Porque los procesos de movilización y lucha que hay son sectoriales, no coordinados. Salen al paso de problemas acuciantes de la gente. Pero no se converge en plataformas organizativas -político organizativas- comunes, confederadas. Su arraigo territorial es débil, etc. Las fuerzas políticas y sindicales que debieran haber asumido esta tarea, aquellas cuya tarea debiera haber sido ésta, precisamente, han vivido y viven de espaldas a este trabajo lento.
-Siguiendo tambien la famosa sentencia de Gramsci, de que lo nuevo no acaba de nacer y lo viejo no acaba de morir por qué se prolonga tanto el «parto»?
Es un problema de cultura que bloquea el proceso de nacimiento de lo nuevo. Para restringirnos a la izquierda -el problema cultural incluye también a la cultura de las clases subalternas-, estamos ante una izquierda que ha asumido el modelo cultural del capitalismo de los «treinta gloriosos» como el propio. Que asume como modelo de acción política la representación ante las instituciones, en vez de la tarea de ayudar a la organización política de la gente. Que entiende la política como gestión, no como creación organizativa y cultural de un nuevo sujeto. Es el ala izquierda de la civilización capitalista del consumo, un mundo que perece y no volverá a ser porque ya no existe la correlación política internacional en el que se basó. Esa izquierda no cambia y bloquea la lucha de ideas en favor del cambio de cultura y la autoorganización de masas
-El «mito» de Europa como «imaginario» modernizador realmente fue tan nefasto?
Radicalmente nefasto. Es el mito de que estamos a las puertas del paraíso, de que el paraíso es el mundo de la despolitización, del desinterés por el funcionamiento de la sociedad. Es el mito de que la política debe ser dejada en manos de los que «saben», y que la felicidad consiste en imitar el consumo de las clases dominantes. De que eso de izquierdas y derechas y de la lucha de clases, es algo del pasado. Este mito es pura fantasía, como se puede observar, y experimentar en propia carne.
-¿Esta es una simple crisis económica del capitalismo o una crisis de civilización?
Existe una crisis económica. Además vivimos una crisis consecuencia del hundimiento de la correlación de fuerzas sociales y políticas que emerge de 1945, y que consiste en que el capitalismo se lanza a la ofensiva sin bridas para destruir el modo de vida y la civilización que hemos conocido, y, más allá, para liquidar la tradición cultural y de derechos que es legado de la Revolución Francesa. Este es el principal factor que empuja el desmantelamiento de nuestras sociedades. Nos encontramos, además, ante la encrucijada de un cambio de civilización debida al final de los recursos baratos de hidrocarburos, y a los límites del planeta. Estamos ante una crisis verdadera de civilización, como sugiere muy bien la pregunta.
-¿Por qué está tan presa la izquierda de la «cultura de élites» tan debedora del liberalismo clásico?
Podemos señalar dos elementos. En primer lugar la hegemonía del pensamiento liberal y positivista que arraiga en el pensamiento de izquierdas durante el siglo XlX. La liberación humana deja de ser considerada como obra de la auto emancipación de los oprimidos operada mediante su propia praxis, para ser considerada obra o consecuencia del saber intelectual, inspirado en la ciencia, poseído por grupos de intelectuales que deben guiar y educar a los subalternos en sus luchas etc. La segunda es la correlación de fuerzas que surge de la segunda guerra mundial, y el pacto subsiguiente: un estado social de bienestar a cambio de aceptar la desmovilización de los subalternos como sujeto organizado y autónomo, y la democracia de representación institucional y delegación de la actividad política en los técnicos gestores.
-Si no tenemos «soberano» es decir un «pueblo de izquierdas» autoorganizado, ¿cómo podemos marcarnos como horizonte estratégico un proceso «constituyente»?
No podemos. Una constitución escrita no es sino la consecuencia de una correlación real de fuerzas. Si los subalternos, si los explotados no existimos como fuerza, como poder, esto es, como capacidad de control sobre el hacer, sobre nuestras vidas, sobre la sociedad, capacidad x de control, poca, por ejemplo la que tenían los subalternos en la Europa de los sesenta; si no existe ese poder mínimo, no existe mínima capacidad de protagonizar ni de influir en un proceso constituyente. Nuestros representantes eventuales no tienen poderes reales que hacer valer.
-Por qué insistis tanto en la importancia de la práxis y criticais tanto el «institucionalismo» de cierta izquierda?
Porque consideramos que la tarea fundamental es la constitución de las clases subalternas en un sujeto activo, organizado, capaz de crear nueva cultura de vida y de imponer su poder en la escena social y política. En un verdadero poder Soberano. Esa es la tarea fundamental a la que debería dedicarse la izquierda. En cambio ésta se propone a sí misma como la fuerza que media entre el sujeto social subalterno -inexistente porque no está organizado- y las instituciones. Se dedica a pretender gestionar y administrar en nombre de alguien inexistente y por tanto a partir de un poder nulo, los recursos del estado.
-Que les diríais a los que digan que vuestro libro puede desmovilizar por su pesimismo y con ello retrasar la pronta llegada del tiempo de las «cerezas»?
Que no habrá futuro que no creemos los subalternos mediante nuestra propia organización, lucha y actividad. Que mirar de frente la realidad, que es lo que proponemos con nuestro texto, es condición indispensable para lograr un
cambio. Y que lo malo es la noticia: que los subalternos no existimos como sujeto. No el mensajero: nosotros dos que la enunciamos.
-Por último, por qué animariais a la gente a leer vuestro libro?
Porque sí hay soluciones, sí hay alternativas. Y estas dependen de todos nosotros, de las individualidades de las clases explotadas. Y dependen de que nos organicemos, de que dejemos de creer en soluciones mágicas, en futuros de ensueño, estilo anuncios de «Pronovias». El único futuro humano será el que nosotros logremos crear con nuestra praxis colectiva. Y esto es lo que propone el libro: dejar de confiar en las habilidades mágicas de los sabios, y ponernos en acción como sujeto soberano
-Si quieres añadir algo mas Joaquín.
Más, lo añadimos en el libro. Muchas gracias.
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